El Chile actual parece haber abolido del imaginario
la faz de los miles de anónimos trabajadores, hombres y mujeres, que con
su esfuerzo diario crean la riqueza y le dan vida a este país. Los
noticieros y la publicidad han expurgado de sus paisajes a la mayoría de
la población mestiza: mineros, pescadores, mapuches, obreros,
asalariados. Una exclusión que es, desde luego, histórica, estética,
cultural y política al mismo tiempo y que se fundamenta en el prejuicio
de la singularidad “criolla”. El gobierno de la derecha no hace sino
acentuar una tendencia que ya se ha instalado en el Chile posautoritario
desde hace décadas.
Una sociedad de consumo –
mundo cotidiano del neoliberalismo - exacerba el individualismo,
instalando una conciencia narcisista allí donde, otrora, anidaba la
conciencia histórica. De este modo, toda identidad es opacada por las
rutilantes figuras de los mercaderes. La imagen del trabajador
asalariado es degradada y sustituida por el icono cultural del
“triunfador”. De este modo, ser “emprendedor” se ha tornado “sexy” y es
promovido como conducta deseable en todos los estamentos de la sociedad.
Si ayer la desmovilización de los trabajadores se fundamentó en la
represión, en la actualidad se presenta como seducción de masas. El
Chile bicentenario muestra la paradoja de un pueblo ausente, alejado no
sólo de las decisiones del Estado, sino, distante de sus propios
intereses y utopías.
fuente, vìa:
http://www.argenpress.info/2010/05/chile-trabajadores-ausentes.html
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