El 1° de Mayo se conmemora el Día Internacional de los Trabajadores, que como tal fue instituido en 1889 por el Congreso obrero de París (Francia), en recordación de los mártires de Chicago –los obreros asesinados por la burguesía yanqui–, uniendo en una sola fecha en todo el mundo el reclamo por la fijación legal de la jornada de 8 horas. En ese Congreso internacional estuvo un argentino, Alejo Peyret, y al año siguiente, 1890, los trabajadores en nuestro país conmemoraron ese día junto a los trabajadores de la mayoría de los países de Europa y América, con actos en Buenos Aires, Rosario, Chivilcoy y Bahía Blanca. 120 años después de esa primera revista de fuerzas del proletariado en el ámbito internacional, repetida año a año, a veces en condiciones muy difíciles, enfrentando feroces represiones de las clases dominantes, el proletariado, en la mayoría de los países del mundo, así como en la Argentina, ha logrado imponer ese día como su Día Internacional. Pero las clases dominantes y sus soplones en el movimiento obrero, le han cambiado el nombre, llamándolo Día del Trabajo, en su intento de cambiarle su contenido reivindicativo proletario por el de un contenido de “fiesta”, de un feriado más en el almanaque. En el caso de la burguesía yanqui esto ha sido:
“Un día de protesta contra la opresión y la tiranía, contra la ignorancia y la guerra de todo tipo. Un día en que comenzar a disfrutar `ocho horas de trabajo, ocho horas de descanso, ocho horas para lo que nos dé la gana”.
Así decía un llamamiento a la huelga general por tiempo indeterminado que comenzó el 1 de mayo de 1886 en varias ciudades de Estados Unidos. Esta lucha por la jornada de trabajo venía siendo impulsada desde la década de 1860 por la Asociación Internacional de Trabajadores a propuesta de Carlos Marx, fundador del socialismo científico junto a Federico Engels.
Luego vino la Comuna de París en 1871, el primer gobierno obrero de la historia. Pese a su derrota, las semillas de la Comuna germinaron en el movimiento obrero estadounidense, que se unificó en la reivindicación de las 8 horas.
Comenzada la huelga de 1886, el 3 de mayo, comenzó la sangrienta represión de las clases dominantes yanquis, que alcanzó su mayor barbarie en la ciudad de Chicago. La policía cargó sobre los manifestantes, que respondieron con la organización y los elementos que tenían para ese tipo de movilizaciones, desatándose una batalla con muchos muertos por ambas partes. El gobierno declaró el estado de sitio, allanando domicilios y deteniendo a centenares de trabajadores, a los que sometió a juicios fraguados. Cuatro de esos trabajadores condenados a muerte fueron ahorcados el 11 de noviembre de 1887: Adolfo Fischer, George Engels, Albert Parsons y Augusto Spies. Los mártires de Chicago murieron proclamando su convicción en la victoria definitiva de la clase obrera.
“Si creéis que ahorcándonos podéis acabar con el movimiento obrero. El movimiento del cual los millones de oprimidos, los millones que trabajan en la miseria y la necesidad esperan su salvación, si ésta es vuestra opinión,¡Entonces ahórquenos! Aquí pisoteáis una chispa, pero allá, detrás de vosotros, frente a vosotros, y por todas partes, las llamas surgirán. Es un fuego subterráneo. No lo podéis apagar” Albert Spies (ejecutado en Chicago el 11 de noviembre de 1887)
Una jornada internacional
En 1888, el Congreso de la Federación Americana del Trabajo decidió organizar una manifestación en todo el país para el 1º de mayo de 1890.
En 1889, a propuesta de Federico Engels, el Congreso Internacional de París adoptó esa fecha para manifestar en todos los países y ciudades a la vez. La lucha por la jornada legal de 8 horas, una lucha política porque enfrentaba el poder de las clases dominantes, unió a los trabajadores de América y Europa. Por eso Federico Engels pudo escribir el 1º de mayo de 1890, que “hoy el proletariado de Europa y América pasa revista a sus fuerzas, movilizadas por primera vez en un solo ejército, bajo una sola bandera y para un solo objetivo inmediato: la fijación legal de la jornada legal de ocho horas, proclamada ya en 1866 por el Congreso de la Internacional celebrado en Ginebra y de nuevo en 1889 por el Congreso obrero de París.
Así, desde 1890, el 1º de Mayo es el Día Internacional de los Trabajadores, una jornada de unidad y de lucha. El día en que la clase obrera de todos los países del mundo pasa revista a sus fuerzas y renueva su compromiso de lucha por la emancipación, hasta poner fin a la explotación del hombre por el hombre.
En este 1º de mayo debemos apelar a la Memoria para derrotar al olvido, porque el olvido es una herramienta de la clase dominante. Nos quieren imponer el olvido para que vivamos un presente perpetuo, sin pasado ni futuro, sin esperanzas ni sueños ni utopías, y así, explotarnos de la cuna a la tumba.
Apelar a la memoria en este 1º de mayo es recordar a todos los luchadores, desde Espartaco hasta nuestros días. Es decir, a todos nuestros mártires, desaparecidos, inmolados, que lucharon por los derechos humanos, lidia que tiene que ver con la resistencia a la explotación de hombres, mujeres y niños en forma descarnada, por el derecho a la salud, a un salario justo y digno, al descanso, al estudio, a la recreación y así…a ser hombres y mujeres libres.
El capitalismo se nutrió, desarrolló y expandió a expensas de la explotación descarnada de los trabajadores. El movimiento obrero se fue formando y organizando como espacio reivindicativo en la medida que la explotación alcanzaba límites intolerables.
Las luchas de los trabajadores ingleses, los cartistas, el papel de los luddistas en plena revolución industrial fueron dando forma a la identidad de la clase obrera. Las huelgas por la jornada laboral en los países manufactureros se acentuaron en la primera mitad del siglo XIX.
En 1884 federaciones de trabajadores estadounidenses y canadienses se reunieron para definir un plan de lucha por la jornada laboral de ocho horas. A tal efecto decidieron que el 1º de mayo de 1886, se declarara un paro general y se impulsaron movilizaciones en los distintos enclaves industriales y ciudades.
Esta acción adquirió tal magnitud que muchos patrones se avinieron a conceder esta conquista. La respuesta del poder económico no se hizo esperar. Pocos días después, el 4 de mayo, durante un acto anarquista en la plaza Haymarket de Chicago, estalló una bomba y murió un policía. Los dirigentes obreros fueron enjuiciados y cinco condenados a muerte. Fueron asesinados en 1887.
El Segundo Congreso Internacional Obrero convocado en París en 1889, resolvió, como tributo a los mártires de Chicago, conmemorar esa gesta declarando el 1º de mayo "día internacional del trabajo" y definirla como día de paro general en el marco de la lucha por la jornada laboral de ocho horas.
A partir de 1890 se desplegaron las banderas proletarias y las consignas por la dignidad de los trabajadores. Fueron los trabajadores organizados quienes comprendieron que el menoscabo del ser humano en la explotación implicaba un avasallamiento. En ese sentido procuraron y obtuvieron sustanciales mejoras en las condiciones generales de trabajo.
En nuestro país se conmemora el 1º de mayo en 1890 en el Prado Español. Entre 2000 y 3000 personas asisten, donde se escuchan discursos en castellano, italiano, francés y alemán, y más de 7000 personas firman un petitorio en demanda de la jornada de 8 horas. Actos similares se realizaron en Rosario, Bahía Blanca y Chivilcoy.
Hasta 1890 la oligarquía argentina se mostró indiferente con el movimiento obrero. Pero cuando mostró su adultez, La Nación, El Nacional y La Prensa mostraron su preocupación y reclamaron el disciplinamiento de los sindicalistas… Desde esos tiempos, hasta la fecha, un vector represivo atraviesa al movimiento obrero sin pausa, en forma metódica y permanente.
En todos los gobiernos, de una manera u otra, la clase obrera y el pueblo fueron reprimidos en nuestro país. La represión más feroz fue durante la dictadura cívico militar de 1976.
Han transcurrido 34 años del golpe genocida. 34 años donde los trabajadores fueron la presa más valiosa a reprimir y aniquilar, por esta jauría de militares y de civiles que propiciaron y financiaron, en representación de los factores de poder económico, el escarmiento feroz a la clase trabajadora antes del golpe militar.
Desde ese momento comienza, una vez más, la resistencia obrera, que resiste y enfrenta a tanta brutalidad desatada que afecta a todo el pueblo. Fueron tiempos oprobiosos, tiempos de negaciones y afirmaciones como resistencia. Espacio temporal donde el terror se enseñoreaba por toda nuestra geografía para doblegar al otro. Los trabajadores resistieron y enfrentaron en miles de modalidades diferentes a la dictadura cívico-militar.
Después de 8 años los militares se refugian en sus cuarteles. Sí, se refugian. Pero han dejado el terreno abonado, la sociedad está blanda, al decir de John W. Cooke, para que la explotación continúe. Podemos inferir que la lucha continuó en el marco de estas democracias "relativas", en otras formas y modalidades.
En el contexto de estos "gobiernos débiles", y en nombre de la democracia se proclama para no desestabilizar este nonato proceso democrático, la clase obrera y el pueblo debían dejarse expoliar. Fueron cómplices y aportantes con sus discursos, a este tramposo reclamo, un conjunto de intelectuales anidados en las fundaciones, políticos genuflexos y cobardes, dirigentes gremiales curriculados con una prosapia histórica de traidores y entregadores, y la fiesta cobarde de los partidos políticos.
Este 1º de mayo será escenario de jornadas de conmemoración y luchas en todo el mundo. En varios puntos del planeta, los trabajadores vienen dando peleas que han pasado a la primera plana de las noticias.
En Argentina, el Día Internacional de los Trabajadores, tendrá como escenario las múltiples reivindicaciones obreras. En todo el país, los gremios en lucha y las organizaciones sociales saldrán a las calles.
La vida de los trabajadores en nuestro país no es sencilla. Más allá de los discursos de progresistas, conversos, cooptados, hay una realidad inapelable, y la señalan las propias cifras oficiales que recientemente divulgó la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC.
Casi un tercio de quienes se ven obligados a vender su fuerza de trabajo para sobrevivir, viven en la indigencia, porque tienen contratos en negro, sin cargas sociales y sin reconocimiento de antigüedad y otras conquistas que perciben los que están blanqueados.
El 33 % de la población es pobre. De los 14.127.000 aproximadamente de trabajadores ocupados, la mitad está por debajo de la canasta familiar o bien está en negro. Miles de empleados estatales están por debajo de la línea de la pobreza y los jubilados perciben $ 920 por mes, que no llega a la canasta básica de alimentos. Los planes sociales siguen manteniendo cifras por debajo de la canasta básica y son el mejor rehén, las cadenas que anclan a los desocupados para que no sean hombres y mujeres dignos.
Por su lado, los organismos oficiales consideran a los beneficiarios de este subsidio estatal como "ocupados". Si bien no hay cifras exactas de la desocupación, un muestreo de fábricas cerradas, empresas recuperadas, algunas, despidos, protestas por los despidos, bajos salarios, aumento considerable de la inflación desnudan el panorama nacional, que sólo está bien para el discurso altisonante de los atriles presidenciales.
Mientras tanto, 10 mil millones de dólares de la deuda externa fueron pagados al FMI, hace casi 4 años y el Fondo nunca se fue, sencillamente, porque Argentina nunca dejó de pertenecer al organismo internacional.
El gobierno priorizó cumplir con esos compromisos antes que con la deuda interna, por ello, hoy reservas que debieran mitigar el hambre de millones de seres humanos en nuestro país, pero sirven para pagar bonos a los fondos buitres.
A eso le debemos agregar la continuación de las políticas que, se iniciaron en los tiempos de Alfonsín y se concretaron en la década de los ´90: la venta vil de nuestros bienes soberanos como las comunicaciones, la energía y el transporte. Se concreta, del mismo modo, con la anuencia y la conformidad de una parte de la ciudadanía que aplaudió el despojo y el saqueo de estos bienes nacionales.
La devastación de nuestros bosques para plantar soja, el saqueo de nuestros minerales, el cerramiento de nuestros ferrocarriles, que, como consecuencia social de ello en la actualidad hay 1.200 pueblos fantasmas; el succionar en forma permanente y sin pausa de nuestro petróleo, donde sólo priva la ganancia.
No nos podemos quedar, en este 1º de mayo, solamente con una reclamación economicista. Tiene que ser un reclamo político integral, que abarque todo. Teniendo en cuenta que estos objetivos se lograrán si los trabajadores y el pueblo están unidos.
La unidad es, como cuando la arena se vuelve roca. Sino, la arena es roca degradada. No se pueden cometer los mismos errores sectarios que permitieron que fuéramos roca degrada. Nada se logrará si el factor unidad no prevalece. La unidad es una joya preciosa de los trabajadores y el pueblo. No la debemos degradar, nuevamente, este 1º de mayo.
Debemos insistir que, para derrotar al olvido debemos ser militantes de la memoria, militar por la memoria significa reivindicar los derechos humanos en nuestro país, en este día y todos los días y a cada momento, para que no haya más niños pobres, desamparados, desnutridos, para que desaparezca la desocupación, que florezca el pleno empleo con salarios dignos, que seamos habitantes de un país que merezca ser vivido, con dignidad y plena libertad, que se acabe el gatillo fácil y la judicialización de la protesta y empiece el respeto y el derecho a la vida, a ser seres dignos, a la libertad plena.
fuente, vìa:
http://www.argenpress.info/2010/04/1-de-mayo-del-2010-dia-internacional-de.html
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