martes, 16 de julio de 2013

Argentina: Kevin ..por Carlos del Frade


Fue cerca de la esquina de Platón y San Martín, en el sur rosarino, otrora símbolo de cultura del trabajo de los obreros portuarios y de la carne. En el barrio Las Flores, satanizado por la hipocresía de los grandes medios de comunicación ubicados en el centro cuando sucedieron los saqueos de 1989 y el famoso invento de los gatos comidos de 1996.
El miércoles 10 de julio, Kevin Lovey, de solamente trece años y con un retraso madurativo que lo hacía cursar el cuarto grado, estaba junto a su primo Juan Carlos de veinticinco años hasta que una bala le atravesó la nuca y se quedó alojada a la altura de la frente.
-Estaba en cuarto grado y era un nene que por ahí se ponía a llorar porque otro pibito le sacaba una carta– sostuvo José Luis, abuelo y tutor del chiquito que vivía en el barrio Costa Esperanza, a las espaldas del frigorífico Paladini, en la zona este de Villa Gobernador Gálvez.
Demoraron mucho tiempo para entregarle el cuerpo de Kevin a José Luis. La única razón de la tardanza es la pobreza, la marca clasista que siempre aparece en los momentos más dolorosos.
Pero también surge la más increíble postal de solidaridad: “Por un lado cargo la enorme tristeza de que me lo mataron y por el otro la alegría de saber que algunos de sus órganos quedarán en Rosario y otros van a ir al hospital Garrahan, donde hay tanto pibito esperando una oportunidad para seguir viviendo”, le dijo el abuelo del chiquito al notable cronista Leo Graciarena. 
La mamá de Kevin murió de un infarto cuando tenía un año y aunque recibió ayuda de maestras y psicólogos, nada fue sencillo.
El chico quería mucho a su primo, “el Juancito” que, según los vecinos, lo llevaba a robar. Kevin tenía fascinación por las gorritas.
-Pensamos que es posible que Kevin haya tratado de interponerse para que no lo balearan a su primo, porque ya lo había hecho antes cuando se la quisieron dar en otra oportunidad– agrega el abuelo. No se sabe por dónde anda “Juancito”. Las crónicas hacen mención de que cuando lo hirieron a Kevin, “Juancito” le pidió a un vecino que lo cargara en una chata y lo llevara al hospital “Roque Sáenz Peña”. Allí se perdió el rastro del primo que lo impulsaba a cuestiones delictivas menores, desesperadas.
Una de las ideas que anda dando vuelta en los tribunales y entre los policías que siguen el caso es que el disparo contra “Juancito” era proveniente de uno de los tantos muchachos que trabajan de cuidadores de kioskos de venta de drogas, de los muchos soldaditos de los bunkers que pueblan la geografía del Gran Rosario.
Los órganos de Kevin quizás le estiren la vida a algún otro pibe de la ex ciudad obrera, tal como quiere su abuelo.
¿Pero por qué Kevin tuvo que vivir así, de esa forma?.
¿Por qué chicos como Kevin no tienen otra posibilidad de existir para canalizar el amor que, evidentemente, tenía para con sus familiares?.
En medio de discusiones para la tribuna, de campañas electorales que prometen innumerable cantidad de cosas, la vida de muchos Kevin parece depender del tiempo en que tarde de llegarles una bala perdida disparada desde otra existencia acorralada.
La historia de Kevin es paralela al boom inmobiliario de la ciudad y el desarrollo dramático del narcotráfico en estas llanuras bañadas por el Paraná.
El abuelo de Kevin cree que los órganos de su nieto le darán una nueva esperanza a otro como él. Nueva Esperanza, como se llamaba el barrio donde Kevin, todos los días, trataba de encontrar algo parecido a la palabra futuro. Su búsqueda duró, tan solo, trece años.

Vía:
 http://www.pelotadetrapo.org.ar/agencia/index.php?option=com_content&view=article&id=7860:kevin&catid=35:noticia-del-dia&Itemid=106

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