“Nos encantaría tener a Camila Vallejo en la UDI o RN”, confesó a LUN el alcalde de Santiago, Pablo Zalaquett.
¿Para qué sería? Tal vez para convertirla en alcaldesa por alguna
comuna de escasos recursos, y desde allí lanzarla a la fama, opinando de
todo en la tele, sin importar si conoce o entiende los temas, y luego
catapultarla a la Cámara de Diputados por un distrito pirulo, como Marcela Sabat,
quien –en clave de revista de papel couché– declara su admiración por
Camila en el mismo medio. “Siempre sale linda. Las personas con
facciones más delicadas pueden tener el pelo largo o estar peladas, pero
siempre se ven bonitas”, reflexiona la diputada RN.
Queda
claro: Zalaquett se rindió frente a la belleza de la presidenta de la
Fech, convenciéndose de paso lo escasos que están en su sector de esa
simbiosis de inteligencia y belleza, un perfil muy añorado en la high
society criolla. Hoy, más que nunca, la Coalición por el Cambio necesita ese tipo de líderes sociales.
De
la confesión del edil es posible colegir que la derecha está falta de
gente pensante en lo público, que la gente pensante no está interesada
en lo público –ni mucho menos, a largo plazo, porque su convicción es
que el yogurt tiene fecha de vencimiento, sin reposición por parte del
proveedor–, por lo tanto, el espectro de elegibles queda acotado a un
grupo de voluntarios inexpertos en lo público. Qué decir del Ejecutivo, allí sí que están al debe en ideas y liderazgo,
a tal punto, que han debido recurrir a otros estamentos, como el
Congreso y los municipios para darle forma y sentido a la gestión, con
todas las críticas y tropiezos que ello implica.
Para
alguien de las filas oficialistas, incluso, para los meros
simpatizantes, hoy es un mal negocio entrar al Gobierno. En el mundo
privado –donde muchos de ellos pasaron veinte años acumulando riqueza, y
no preparándose para gobernar, como han sostenido–, se gana bien, y sin
los riesgos que supone un gobierno que carece de norte y excelencia, y
que paga sueldos reguleques. Bien pensado, ¿por qué dejar los negocios
de lado por un tiempo tan breve?
Quizás
Camila Vallejo no tenga la provocadora sensualidad, ni el estilo
coloquial, confrontacional, ni el arraigo popular, ni miles de grafitis
con su rostro en emblemáticas poblaciones, ni la valentía y la
trascendencia política de la desaparecida Gladys Marín –cuyo deceso, sin duda, generó un vacío de liderazgo femenino en la izquierda chilena–,
pero cuenta con elementos diferenciadores que la perfilan como una
líder con futuro: sus 23 años y su formación profesional, a lo que deben
sumarse el momento histórico en que se encuentra el movimiento
estudiantil –que ha superado la endémica indiferencia de las autoridades
de turno, ocupando el lugar que le corresponde en la discusión final–, y
los miles de jóvenes que requieren de un conductor que les dé esperanza
para el mundo que los espera a la vuelta de la esquina.
Esta dirigente universitaria no es flor de un día, se trata de una muchacha con auténtica vocación de servicio público,
consciente de la obligación que significa encabezar algo mucho más
profundo que una simple revuelta estudiantil, y que surge como resultado
de un proceso –iniciado por los pingüinos en 2006– que nunca renunciará
a una educación pública de calidad, gratis e igualitaria para todos los
chilenos.
La aparición de Camila
Vallejo en la contingencia social constituye un enorme potencial que sus
pares no deberían despreciar, por el contrario, deberían validarlo cada
vez que puedan en los distintos frentes donde les toque relevar la
importancia de sus exigencias. Si el alcalde de Santiago –bajo cuya
administración se encuentran importantes colegios municipalizados– se
fija en ella, es porque ve en su imagen un capital político que merece
más atención, espacio y oportunidad.
Ni siquiera la ex presidenta Michelle Bachelet
–con su vociferada aprobación– logró emular ni opacar la impronta de
Gladys Marín como podría hacerlo Camila Vallejo, porque, entre otras
consideraciones, esa popularidad ex post facto se forjó desde La Moneda,
y no desde las bases partidarias, ni de las organizaciones sociales, ni
de la calle, ni de algún cargo de representación popular. La imposición
de Bachelet en una plantilla electoral provino de las cúpulas
concertacionistas. Allí los ciudadanos tuvieron muy poco qué decir. La
ex mandataria no necesitó esmerarse en construir un discurso político
propio, ni convocó a la ciudadanía desde un lugar inhóspito como es la
lucha callejera y el enfrentamiento con el poder, pues era la candidata
oficialista; a ella sólo le bastó montarse en un tanque, ataviada como
hija de general. “Varios dicen que gracias al Ejército soy Presidenta de
Chile, puesto que de aquí salimos con un Mowag en las inundaciones”,
afirmó en un acto militar.
Y es muy
cierto. Su campaña fue mediatizada a partir de ese momento. De
ideología, de relato, de reflexión, nada; sólo historia personal narrada
desde la sensibilidad y la innegable simpatía de una mujer que
despierta ternura, incluso, en los más duros. En cambio, hasta ahora
sabemos muy poco de la historia personal de Camila Vallejo Dowling, sólo
que preside la Fech, que estudia Geografía, que milita en la Jota, que
es de La Florida, que se ha ganado el respeto transversal, y que es muy
seria. Y bella. Y que lo suyo es la militancia disciplinada; que tiene convicción. Y discurso.
Con
toda seguridad los matinales quisieran tenerla, no para hablar lo que a
ella y a los estudiantes les interesa, que es la educación pública, el
fin del lucro, sino de su pololo, o de su look, o que nos haga
panqueques con un delantal sexy, o para hacerla bailar reggaetón. El valor agregado de Camila Vallejo es haberse instalado en los medios como rostro creíble, serio, respetado, sin necesidad de mostrarse afable,
por el contario, ella prescinde de su belleza física, asumiendo el
riesgo de verse dura; su cuento es otro, y tal vez no le interesa ser
motejada como una chica londinense onda pop, porque ella es para mucho
más que un griterío en Plaza Italia: Camila va lejos. Más lejos que
Londres.
http://www.elciudadano.cl/2011/08/08/camila-va-lejos/
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