Situaciones
similares a humillación son ultraje, degradación, desprecio, oprobio,
insulto, agravio, vergüenza, denigración, deshonra, vejación,
sufrimiento, desdén y olvido. Aunque los diccionarios contienen otras
ideas afines bastan las anteriores para comprender algunas de las
vivencias de las personas o de las sociedades que padecen alguna forma
de humillación. Padecen en el sentido de ser portadores de una
enfermedad y víctimas de algo nocivo.
Ignoro si existen estudios científicos sobre el problema de la
humillación e ignoro también si se han publicado estadísticas en
poblaciones diversas con respecto a la prevalencia y tipos de ese
sinvivir. A pesar de no contar con esos datos, es indudable que la
humillación es un fenómeno frecuente y grave, tanto a escala personal
como social. La humillación diezma a muchas sociedades, fractura la vida
de personas y polariza las distancias entre los seres humanos. La
humillación es un acto cuyas consecuencias pueden ser impredecibles, ya
que atenta contra la dignidad de la persona o del grupo.
La dignidad es uno de los bienes más preciados del ser humano.
Algunas Organizaciones Defensoras de los Derechos Humanos consideran la
humillación como una forma de tortura pasiva, debido a que viola los
derechos humanos. Desde esa perspectiva hay quienes consideran la
humillación como uno de los problemas centrales del mundo contemporáneo.
Las desigualdades en la oportunidad de empleos entre hombres y mujeres,
el mal trato por parte de algunos prestadores de salud, la
estigmatización por raza o religión y el desprecio hacia los pobres son
orígenes y factores asociados de la humillación. Mientras no se atiendan
las razones de ese oprobio la mentada globalización seguirá adornando
los escritorios de los políticos.
Dividir a la población mundial y a los individuos en ricos y pobres
ha sido una tradición. Ampliar la división entre humilladores y
humillados, en este mundo globalizado, es imprescindible. Para
Aristóteles, nunca sobra regresar a él, los vínculos entre política y
pobreza eran muy férreos; para el filósofo griego la pobreza era la
razón de la política. Su idea, además de ser vigente, muestra el fracaso
de la política –la pobreza se ha convertido en miseria– y la miopía de
los políticos: pocos, muy pocos, se ocupan del problema de la
humillación.
La crueldad de la pobreza conlleva el dolor de la humillación; ambas
fomentan la indignidad, el sabor de la desesperanza. El buen ejercicio
político debería incluir la humillación como tema de estudio. Vivir
excluido y sin futuro es muy común en el mundo contemporáneo. Cincuenta o
más millones de mexicanos perviven marginados. Para ellos la
humillación es cotidianidad y la politiquería barata de nuestros
gobernantes la responsable de su marginación.
Apatía y depresión son consecuencias de humillación
individual. Agresión, violencia, desesperanza e incluso suicidio son
respuestas individuales. Hartazgo, desesperanza e imposibilidad de
acceder a un futuro mejor son consecuencias de humillación comunitaria o
nacional. Marchas –México, Javier Sicilia–, linchamientos de policías
–México, Centroamérica–, ejecuciones –Rumania, esposos Ceausescu–,
sublevaciones –Egipto, Túnez– y piras humanas –Guatemala– son respuestas
grupales.
La humillación tiene límites. Así lo demuestran los ejemplos antes
citados. Tiene límites porque el fracaso social y político también tiene
límites. Así lo advertían los viejos marxistas cuando señalaban las
contradicciones del capitalismo. Así lo demuestran quienes cuelgan a sus
ex presidentes, queman a sus policías o desean apresar y castigar a sus
políticos. La humillación no es un fenómeno natural ni consecuencia
lógica de ningún acto. Nadie merece ser humillado. La humillación
retrata bien la opresión del hombre por el hombre y la pauperización de
la especie humana.
Considerar, como hacen algunas organizaciones no gubernamentales, la
humillación como una forma de tortura pasiva es correcto. Esa tortura,
aunada a la indignidad, son humus del malestar social y fiel retrato del
fracaso de la mayoría de los políticos y sus políticas en los países
pobres. Ideas afines a humillación, i.e., degradación, oprobio, desdén, sufrimiento, etcétera, son algunos síntomas de ese mal ahora convertido en epidemia.
El mundo, ancho y globalizado, al igual que muchos humilladores,
continuarán su marcha y sus quehaceres. Algunas naciones, sociedades e
individuos, hartos de tanta humillación continuarán protestando. Quienes
humillan, con porras, quienes padecen, con sus vidas. Unos asesinando y
vejando, otros superviviendo y sufriendo. Lo que no es posible es
continuar perviviendo de las cuotas de un pasado cada vez más agotado:
confrontar y abatir la humillación es tarea ingente.
Fuente, vìa :
http://www.jornada.unam.mx/2011/05/18/index.php?section=opinion&article=024a1pol
http://www.jornada.unam.mx/2011/05/18/index.php?section=opinion&article=024a1pol
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