lunes, 6 de julio de 2015

Chile: Circo en un país de esclavos ...por Arturo Jaque Rojas







Lo políticamente correcto, sería deponer el feroz e inclaudicable discurso transgresor, y sumarse al orgasmo colectivo que experimenta la ciudadanía, la nación, el país por el logro deportivo conquistado por nuestros guerreros espartanos, con la diferencia de que éstos sobrevivieron al enfrentamiento contra el monstruo; dicho de otro modo, abatieron a un gigante, de suerte de emular la bíblica proeza de David.






La Señora que gobierna este país, por un malhadado designio de la casualidad, por de pronto saca cuentas alegres y se debe estar frotando las manos: podrá disfrutar de una tregua, ya que todos los canales, radios, diarios, revistas que reproducen órdenes y crean opinión pública, se ocuparán de hacer olvidar, durante un tiempo muy largo, la escoria, la basura, la bazofia acumulada en las habitaciones ubicadas en laberintos kafkianos, donde rostros de espectros articulan a las marionetas.


En el intertanto, las “encuestas públicas”, demostrarán cómo ha devenido un efecto saludable sobre la percepción de su carisma, su liderazgo, sus cualidades, y, una vez más, aunque resulte inverosímil , se hará creer que ha vuelto a ser el hada buena que alguna vez pretendió vender como imagen.


A fin de cuentas, hay que dar primacía absoluta a este jalón divisorio en nuestra historia. Es, por tanto conveniente y de buen tono olvidar que la corrupción está instalada en palacio. Con mayor razón, si tenemos un futbolista borracho como Vidal, a quien le perdonamos todo porque es un héroe capaz de alzarse desde su pecado y llorar en pantalla. Cualquier episodio de farándula resulta nimio ante esta nueva versión del que ofrece sus lágrimas redentoras y purificadoras…Lo único que Dávalos, tiene que hacer es ponerse la camiseta roja, y verter algunas lágrimas de cocodrilo.


Entonces, ya no es menester ni adecuado preocuparse sino de los vapores etílicos de una orgía de imbecilidad e histeria colectivas…


¿A quién puede preocuparle que el hijo de la primera mandataria no sea castigado, que los capos de Penta, Soquimich, Aguas Andinas, Corpesca no terminen con sus osamentas en la trena; que senadores y diputados, a sueldo de los “poderes fácticos”, sigan legislando y fiscalizando la casa de remoliendas en que han convertido este país, a la espera de ser reelectos por una ciudadanía sumisa, amansada, resignada a obedecer hasta el embrutecimiento extremo?


Por otra parte, ¿qué importa que prosigan cavando la tumba de la educación pública, a despecho de reconocer que el nivel profesional intelectual y cultural del profesorado municipal es paupérrimo? Lo digo basándome en la experiencia personal, por cuanto trabajo en dicho ámbito, y puedo hablar con conocimiento de causa-.


¿Para qué defenderse de las colusiones de todo tipo, que continuarán machacando sin cuartel ni piedad el bolsillo del consumidor, sin oportunidad de que pueda escapar de la voracidad y la sevicia insaciables de las fauces del Mercado, que todo lo despedaza de una dentellada para luego tragarlo sin deglutirlo?. Y así podría enlazar una retahíla de asuntos y temas, que nos podría llevar a la escritura de un nuevo libro de Job.


Pero no puedo renunciar al mandato de mi conciencia libérrima, que me señala categórica que esta es una nación donde el neoliberalismo gobierna imbatible- por ahora y mientras tanto-, impuesto como realidad en un plano y una profundidad tal que es imposible para el común de los mortales percibirlo; a fortiori si tienen intereses creados en preservar su estándar de vida, a cuyo convencimiento se les ha arrastrado por la fuerza de esta mecánica.


De suyo, resulta una locura imaginar el discernimiento rupturista, entre aquello que los medios plantean como si fuera inmodificable e incuestionable, y que en consecuencia se acepta y asume en forma acrítica, y la fisura que permite ahondar, criticando negativamente, desde la perspectiva filosófica, para el desmantelamiento de la apariencia.


Al fin y al cabo, es mucho más fácil y simple, quedarse con la versión que entregan los mass media; con los discursos oficiales; con la mirada ramplona y zafia que en este caso en especial, pretende centrar toda la atención en el éxito del fútbol como una suerte de reedición del mito del “roto chileno”, del “triunfo marcial que el pueblo chileno obtuvo en Yungay”; siendo que fue la carne de cañón que la clase dominante de entonces mandó a la muerte para asegurar su identidad y proyectarla sobre el resto de la nación...


¿Cuántos mitos, infundios, fábulas, hipérboles se tejerán a partir de ahora, con la materia prima que nuestros bravos nos han brindado; su arrojo y bizarría a todo trance?


Duele decirlo, pero la razón esta vez se sobrepone al corazón, y no escucha la voz de Pascal. Aquí, los que campean en su ignorancia y su cosificación, son los idiotas y esclavos que se dejan seducir por eventos masivos, programados y orientados para apartar la mente de la palestra política, donde se deciden los destinos de los pueblos, de las mujeres y los hombres libres; no es un estadio de fútbol en el que se lleva a cabo un evento que tiene todo de negocio y marketing, y nada de mero deportivismo.


Por otra parte, aunque suene a resentimiento, no hay que olvidar un dato que no es moco de pavo: los presuntos héroes recibirán premios millonarios que continuarán alimentando sus egos hipertrofiados, como si fueran semidioses capaces de hacer olvidar la miseria y esclavitud del pueblo; y que el entrenador, un extranjero al que no le profeso particular simpatía ni animadversión, se embolsará la suma de casi $600.000 mil dólares por haber cristalizado esta hazaña sin precedentes en nuestros fastos deportivos.


Si la gente de este país fuera capaz de hacer a un lado su idiotez, en el sentido etimológico del vocablo; si por un milagro de la providencia, del destino, de la Moira, pudieran sentir todo el peso de las cadenas ideológicas y materiales que aprisionan que inmovilizan en el fondo de las mazmorras, en que se han trasformado las grandes ciudades postmodernas, podría dar inicio a un proceso de carácter revolucionario, que tendría como primer impacto llevar a los borregos a darse cuenta:¿cuál es el camino al matadero, y cuál el sendero que deben recorrer rumbo a la destrucción del actual statu quo?


Repudiar a los políticos profesionales podría ser el primer paso. Negarse a participar de las charadas, mascaradas, puestas en escena en que los funcionarios de todos los colores, tendencias e ideologías, desde la extrema derecha hasta la derecha moderada, pasando por el reformismo blandengue del Partido Comunista.


Es una mezcla de pleonasmo y redundancia decir que todos ellos están corruptos hasta la coronilla, testaferros de las grandes corporaciones económicas y del capital extranjero que deben ser expulsados de sus sillas curules, de cada posición en que se encuentran atrincherados, defendiendo sus prebendas y granjerías, las mismas que- no lo dudo por un segundo si quiera- llevarían al presidente Allende a vituperarlos como lacra de la peor calaña.


Soy partidario de una revolución progresiva, pacífica, en democracia y libertad- como lo he enunciado en otros textos de similar tenor-; pero ante la disyuntiva de reconocer que no nos permitirán acometer una empresa que los desplazaría de palacio, que los llevaría a batirse en retirada, tomar las de Villadiego para salvar sus pellejos y sus fortunas: tal vez mi generación no vea el amanecer de un nuevo día, mas la violencia puede llegar a mutar el único factor que acabe con su dominio.

vía:
 http://www.elclarin.cl/web/opinion/politica/16192-circo-en-un-pais-de-esclavos.html

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