martes, 5 de noviembre de 2013

México: Voces del combate callejero ... Jorge Lofredo....¿las células anarquistas que operan en distintos puntos de México adoptaron medidas anti-infiltración?; o, más aún, ¿cómo es posible distinguir el accionar de grupos en pos de una idea libertaria respecto a otros que, travestidos de tales, operan funcionalmente para lo contrario? Lleva tiempo ya que se nota la actividad de infiltrados para potenciar desmanes y destrozos, atribuyendo en pleno fragor de la batalla a los anarquistas de esa responsabilidad sin otro argumento que la repercusión que alcanzarán en los medios masivos. Y no sólo se trata de desviar la discusión de su punto nodal hacia otros periféricos, sino que son los medios y las formas que el sistema busca para legitimarse y reproducirse. La preocupación fundamental es que el anarquismo y sus células autónomas sean “infiltrables” y vulnerables a tal efecto y el mayor recelo es que se utilicen para desprestigiar a todo el movimiento social. Es sabido que si no fuese así, el sistema buscará otras formas y medios (ayer el peligro rojo, hoy la amenaza negra: da igual); pero, en tanto, todo seguirá igual o ¿qué hacer?

Sendos comunicados que han tenido eco en la prensa llaman a la rebelión y subversión.
No es la primera vez que ocurre: el 30 de noviembre del año pasado, un desconocido Ejército Popular Magonista de Liberación Nacional, mediante el único comunicado conocido hasta la fecha, lanzó un llamado a la rebelión y al combate, con una repercusión pocas veces visto en los medios masivos de difusión, para la manifestación programada por la asunción del nuevo presidente al día siguiente. Una situación semejante tuvo lugar este 29 de septiembre, preludio de la marcha del 2 de octubre, cuando la Coordinadora de las Sombras convocó a la rebelión y subversión. Ríos de tinta corrieron nuevamente aunando en forma directa y acrítica la aparición de un manifiesto con la violencia registrada en las jornadas posteriores, idéntico a lo sucedido en la ocasión anterior. La similitud entre ambas circunstancias se asienta en que públicamente resultaron desconocidas hasta el momento de cada pronunciación, pero de inmediato fueron catalogadas como amenazas por distintas corporaciones de seguridad y, lo más llamativo, como expresiones genuinas. Con un solo texto de los magonistas y dos de la coordinadora (que obtuvo una respuesta desde un conjunto de otros grupos) resulta imposible establecer sus objetivos y la dimensión real de estas amenazas y únicamente puede conjeturarse acerca de su presencia efectiva y los actos producidos.
Para intentar desentrañar, más no sea un poco, la cuestión que aquí se presenta, parece adecuado recurrir a las voces de quienes han participado en ambas oportunidades, limitando sus opiniones a la marcha del 2 de octubre y que han decidido compartir sus experiencias, puntos de vista e inquietudes. Son, pues, protagonistas que en primera persona han visto y vivido lo sucedido y es desde su perspectiva lo que ayudará y procurará un acercamiento al fenómeno que tanta atención logró concitar. Vale aclarar que no se trata de entrevistas formales con algún guión predeterminado sino de pláticas entre pares y compañeros, al ritmo de la vorágine y el calor del combate callejero, como distintos sectores se empeñan en denominar. Por lo tanto, es posible encontrar entre sus testimonios la primera mirada junto a la reflexión pausada, aquella que surge de la experiencia previa, y lo que transcurre entre el folklore de lo cotidiano y las nuevas formas de expresión y protesta social. (Para simplificar su lectura, todos los testimonios están resaltados con bastardillas.)
Los comunicados de la convocatoria
La primera cuestión que surge al respecto es la que refiere a los comunicados conocidos de la Coordinadora de las Sombras, denominación con la que ha trascendido un grupo anarquista en su convocatoria, entre otras, para la marcha por los cuarenta y cinco años de la masacre del 2 de octubre. Las observaciones a estos textos no se hicieron esperar y se cita textual: “Parecen cuatro discursos (por lo menos) con bastantes diferencias: El primero es un discurso anarco clásico; más adelante, marxista que luego va a lo insurreccional pero luego empieza a contradecirse... No quieren estar en las masas, además, los movimientos masivos los rechazan y entregan, pero ‘quizá’ sea necesario seguir manteniendo el hilo... Por último, se nota el discurso de Fight Club [en referencia a la cinta El club de la pelea]. Y saltan dos detalles: el uso de Borges en una cita y el término ‘deschavetado’ a AMLO (!). Esa palabra fue muy usada por la televisión y los medios. Otro punto, al final, el de llamar España y no Estado Español, como suele ser el discurso, por lo de las independencias”. Otra observación, en la misma línea, propone: “El comunicado de tres organizaciones anarquistas que entran en diálogo con [la Coordinadora de] las sombras es interesante porque ellos son en cierta manera el ala dura militar de los insurreccionalistas mientras que [la Coordinadora de] las sombras se encuentran en proceso de organización. Interesante también porque hasta la fecha ninguna organización con antecedentes de actividad insurreccional, salvo los magonistas de lo que no se ha sabido nada, había reivindicado su participación en las protestas-batallas anteriores y aún en la del 2oct.”; y una pregunta queda sin respuesta: “¿Los magonistas fueron un membrete?”. (Los dos textos de la Coordinadora de las sombras y las respuestas de distintas organizaciones anarquistas pueden consultarse en http://es.contrainfo.espiv.net/ y el de los magonistas en http://cedema.org).
Cabe, al respecto, una reflexión más acerca de las diferencias entre magonistas y la coordinadora: “[cada uno] habla de la posibilidad de una coordinación en proceso de organización que políticamente tal vez no tiene programa pero que uno de sus puntos de unidad es el combate callejero. El comunicado de los magonistas parece de tendencia más marxista que el de [la Coordinadora de] las sombras. No estamos tan seguros de que sean las mismas organizaciones y eso también se podría hacer notar porque estaríamos hablando de distintas fuerzas operativas.”
Antes de continuar, queda un dato que merece ser destacado. La denominación que se han dado, Coordinadora de las sombras, es típicamente anarquista –entre grandilocuente y tenebrosa– pero llama la atención la redacción de sus textos. Enfoca su análisis entre político y el llamado a la acción, cuando es habitual que se priorice lo segundo; y reemplazan toda referencia de lo revolucionario por subversivo (esto es: se autodenominan subversivos pues no creen en la revolución y su organización interna no se estructura como un partido marxista-leninista basado en el centralismo democrático) lo que también es un indicador ácrata. Pero en el segundo texto de la Coordinadora es posible encontrar dos ideas que recogen antes del zapatismo y el eperrismo que del anarquismo en si: primero, cuando indican que ahora voltean hacia el rostro del encapuchado cuando antes nadie se fijaba en ellos y, después, a la mención de los 45 años –referencia al 68– de historia como propia, como sus protagonistas fundamentales. Cambia el tiempo transcurrido y los fenómenos de referencia, pero se vuelve inevitable no aceptar la inspiración de uno y otro. De ninguna manera hay relación entre fenómenos distintos, pero cierto es que la historia se aprende, y aprehende, para que no se convierta en tragedia. La Coordinadora de las sombras toma del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, en un texto memorable, la necesidad de uso del pasamontañas –capucha, en este caso, para los anarquistas– y su explicación, cuyo argumento básico es resguardar la identidad y seguridad en el combate callejero. Conjuntamente, la referencia a todos los años de lucha transcurridos los presenta –o sea, se presentan a si mismos– como la columna vertebral de un hecho que, evidentemente, los excede; como si todo ello implicase la necesidad de una apropiación a la vez de protagonismo, como así lo hace el eperrismo, cuando retoma en su discurso el transcurso de una lucha que nace un año antes del asalto al cuartel Madera. (El eperrismo asevera que su lucha nace en 1964 y para ello sólo basta checar sus comunicados para confirmar tal aseveración.) Todas son experiencias completamente distintas y no relacionadas entre si, pero en su esencia (el fondo de la cuestión) es la misma. ¿Por qué? Quizá porque la historia reciente ya no es indiferente para este sector, y que considera necesario aprender de –y nuevamente aprehender– la historia rebelde del México contemporáneo. Y ello no es usual respecto a lo conocido, hasta ahora, de esta fracción del anarquismo mexicano contemporáneo.
El clima de la calle
Sobre la marcha, las visiones parecen encontrar puntos un común. El tercero de los testimonios, reportero de un medio alternativo, señaló que “a nivel de calle, hay mucho discurso y un actuar increíble desde el 1º de diciembre, pero con un gran debilitamiento y mucha rareza. Salta mucho que a veces se nos respeta y a veces no. A veces quieren que estemos allí (1º de diciembre, 1º de mayo) y en ocasiones descargan la furia (2 de octubre). Pero no es un sí ni un no claros. Llama la atención que se dejen ver asaltando tiendas y robando refrescos y cervezas en particular (sabemos que es parte del discurso mediático de criminalizar, pero no deja de ser raro). No nos atrevemos a hablar de provocadores, pero no hay confianza en lo que hacen. Llevamos contabilizados alrededor de 11 enfrentamientos, 4 muy graves y un fortalecimiento enorme de discurso y práctica represiva. Ahora el cuerpo de granaderos patrulla todos los días, por todos lados, con caballos y mucho armamento a la vista, por cualquier motivo.” Desde otro medio, también presente en las movilizaciones, el análisis se enfoca hacia las mismas inquietudes irresueltas: “es claro que hay al menos dos bandos beligerantes, la policía y los manifestantes. Entre estos últimos están los espontáneos, los comunistas y los anarquistas; porque realmente es falso que sólo los anarquistas se estén preparando para las batallas callejeras. Desde el 1º de diciembre hace un año se vio también que habían muchos comunistas entrando al combate. Lo que pasa es que como cierta medida táctica han dejado que mediáticamente se haga responsable a los anarquistas. Además, por supuesto, también están los infiltrados. La duda es sobre ellos. En esta última marcha [del 2 de octubre] fue claro que tanto la policía como los infiltrados fueron llevando la marcha hacia donde ellos quisieron, que era donde habían asentado un fuerte operativo para encapsular y detener masivamente.”
Otro aporte hacer un recuento de la historia inmediata donde se pregunta en voz alta buscando también alguna clase de respuesta. Dice: “El 1º de mayo hubo un breve conato en el centro entre tres anarcos (identificados como quienes acababan de abandonar la toma de Rectoria de la UNAM) contra policías, quienes no repelieron. Más tarde, ese mismo día, un ataque con piedras, televisores y globos de pintura contra Televisa, la policía nuevamente no respondió. Ya la toma de Rectoría había generado malestar entre ellos, pues fue una acción sin consenso y desesperada, que además dio lugar a filtraciones a prensa, que venían desde una toma anterior de la dirección de CCHs el 20 de abril, donde se dejaron ver descubiertos varios estudiantes de la UNAM.” Y continúa: “El 1º de junio hubo una convocatoria a través de redes sociales para tomar Los Pinos. Fue evidente la desorganización al dar un punto de cita, al que no llegaron puntuales, confundieron lugares, y se exhibieron completamente sus intenciones. Aunque en prensa nadie sabia del evento, en el metro ya estaban rodeados por un dispositivo de un cuerpo especial de policía (del metro, antimotines) que los golpeó y detuvo a uno de ellos. Fueron desarmados mucho antes siquiera que pudieran pensar en actuar. Lo destacable es que es la primera vez (y única) que realizan una actividad sin mezclarse con otros grupos.” Y la tercera parte de la narración abunda en la idea que se viene destacando desde sus palabras. “El 1º de julio se convocó nuevamente a una manifestación que coincidió con una de Morena [la fuerza política encabezada por Andrés Manuel López Obrador] en el Ángel de la Independencia. Los segundos se retiraron, y el grupo anarco (de unas 500 personas cuanto mucho) se vio rodeada por un dispositivo policial que los superaba en más de 3 a 1. (Ese día observamos que sacaron a todos los granaderos de todas las secciones para ese operativo.) Esa manifestación duró cerca de 5 horas caminando sin rumbo por el centro y poniente de la ciudad hasta terminar en el zócalo. El encapsulamiento no pasó de breves jaloneos, quizá, por la presencia de tanta prensa. Y cierra con un dato político que merece ser destacado: “Es importante resaltar que en la manifestación del 1º de septiembre un sector del los anarcos fue repelido no solo por la policía, sino por el magisterio de la CNTE. Aunque en lo individual, algunos maestros puedan tener simpatía con ellos y también hayan protagonizado enfrentamientos, como conglomerado sindical han procurado deslindarse y mantener distancia casi por completo. De hecho, el propio 2 de octubre evitaron siquiera estar cerca de los enfrentamientos.”
Autodefensa y combate callejero
El relato se interrumpe por un nuevo interlocutor que considera imprescindible agregar información sobre la circulación de un manual de autodefensa. Los medios masivos atribuyeron a organizaciones anarquistas su redacción y autoría (puede checarse el documento completo en el sitio web de Carmen Aristegui: http://aristeguinoticias.com); sin embargo, el “Manual de Autodefensa” no sólo no es nuevo sino que se pone en duda el objetivo de su preparación. (El redactor de estas líneas sabe de él al menos desde 2010, aunque nunca a texto completo, lo que implica que bien pudo haber sido elaborado efectivamente por grupos anarquistas y que ha sido perfeccionado con las experiencias recogidas posteriores a su redacción.) No obstante, resulta más interesante el análisis que puede hacerse sobre el manual antes que el uso efectivo de sus consejos: “el manual de autodefensa que estuvo circulando en estos días es en verdad muy interesante, con reflexiones útiles. No sabemos quién lo hizo pero suponemos que si no fue de autoría policíaca como parece, entonces efectivamente grupos de activistas se prepararon para entrar en combate. Y lo pudimos constatar plenamente: mucha gente iba bien pertrechada. De lo que se deriva una segunda premisa reflexiva: los infiltrados llevaban también pertrechos para provocar y dar batalla. Sin embargo, decimos nosotros, que no pueden hacer uso más que de una limitada capacidad de fuego porque de no ser así atentarían gravemente contra sus propios compañeros, los policías. Igualmente, fueron rebasados por la multitud.” Y puede agregarse: “la multitud rebasó a los que iban a preparados para el combate callejero y también a la policía, tanto a los que infiltrados provocaban como a los granaderos que reprimían. La multitud dio la batalla.”
Este es el punto para adentrarse en la cuestión de la lógica que cobró el combate callejero, siempre desde la perspectiva del participante. “Tenemos la duda en realidad –hace hincapié este nuevo relato– de cuántos infiltrados aproximamos a calcular, para así valorar cuánta gente fue preparada. El gobierno dice que identificó entre 70 y 200 ‘rijosos’. Pero en una de las escaramuzas más fuertes nosotros vimos aproximadamente un conglomerado de 1500 y 2000 personas del lado de los manifestantes, entre ‘rijosos’ y observadores y un número no calculado de antimotines. En un momento dado, ya que los pertrechos escasearon del lado de los manifestantes, la policía arremetió y un número considerable de manifestantes salió del campo de batalla por un lateral hacia el lado izquierdo. […] Lo curioso fue ver que un igual número considerable de personas, ante la arremetida de la policía se movió hacia la derecha, hacia donde estaban los policías.” Para confirmar este argumento, vale la pena abundar en otro testimonio presencial: “En la detención masiva que se dio momentos después, de aproximadamente 70 manifestantes, y de la cual afortunadamente salimos librados, no vimos a los que estaban en la línea de frente de batalla. Algunos si, otros no. Lo que parece posible es que muchos de los que corrieron hacia la derecha, hacia los policías, eran también policías; de otra manera hubiesen sido detenidos ese momento y no pasó así.” La conclusión es obvia: “¿Por dónde escaparon si estaba todo cercado?”.
El valor de los testimonios aquí brindados se destacan porque cada uno de ellos no se relaciona con los otros sino que fueron expresados independientemente de los otros. Autoconvocados, anarquistas, comunistas y otras expresiones más tuvieron lugar aquí. “Esta situación que nosotros pudimos observar –agrega un colectivo político-social– sumado a comentarios de otros compañeros que han estado en otras batallas, nos ha puesto a pensar si hay efectivamente grupos de compañeros preparándose para el combate callejero y de cuántos activos estamos hablando, porque realmente puede ser una minoría a pesar de nuestros ‘buenos’ deseos; y su contraparte, de qué tamaño es el operativo de control y neutralización por parte del gobierno. El gobierno habla de 4000 efectivos antimotines, pero mínimo había el doble. ¿Con cuántos efectivos infiltrados contaba el operativo policíaco, ¿100?, ¿500? Realmente no lo sabemos y eso nos preocupa bastante.”
Se llega al momento de expresar la idea de “ganar batallas”, como una máxima anarquista de lucha cuerpo a cuerpo, momento tras momento, y el ahora como instancia sublime. “Ganar batallas” es, en definitiva, una definición política pero también cultural, de quien define cuándo, cómo y dónde se declara una guerra –social en este caso– tal como la han declarado un sector del anarquismo y con mayor fuerza desde el fetiche 2010, aunque hay registros previos a esa fecha en México, como los butanazos contra instituciones bancarias, símbolos de la explotación del hombre por el hombre, y también contra empresas cosméticas, medicinales y otras que usan animalitos indefensos –y sin escatimar en crueldad– para su vivisección, entre 2008-2009.
Los costos
El “costado romántico”, elogioso por otra parte, trae consecuencias concretas, necesarias para resolver en el momento concreto y en la realidad que ha tocado vivir: “eso de ir ‘ganando batallas’ es demasiado relativo porque ni se ha ganado territorio, ni se gana prestigio, ni nada, porque luego además de tener una decena de compañeros en la cárcel tienes que pagar tus $130 mil, y en tres o cuatro batallas [por cada uno] que si se tuvieran como organización podrían utilizarse en otras estructuras instrumentales. Aparte del evidente desprestigio de los movimientos […] habría que explorar otras consecuencias políticas de enfrentarse a la policía, en el propio discurso de quienes llaman a ello.” La lectura política de la situación no se hizo esperar: “finalmente, el otro punto es que uno de los motivos para considerarlos ‘batallas’ y no simples ‘combates’ callejeros es que hay estrategias militares en acción. Habría que hacer observaciones más precisas para afirmar que [Coordinadora de] las sombras o que los magonistas dispusieron de unas ciertas estrategias para ordenar un frente o varios frentes en las batallas del 1 y del 2 de octubre; pero incluso a pesar de no tenerlas no podemos obviar que las corporaciones policiacas, locales y federales, dispusieron de un operativo de batalla para conducir la marcha, para iniciar la batalla, para enfrentar a la multitud, para hacer la detención masiva, para presentar el evento en los medios en un discurso hecho, es decir, de una estrategia de batalla. Que si efectiva o deficiente o sobrepasada ese ya es otro tema, el punto es que son batallas porque también el gobierno está dispuesto a dar batalla a defender los suyo (y ahí está el recién salido protocolo de actuación policial para control de multitudes) no sólo porque unos grupos se preparen para enfrentarse. En ese sentido los infiltrados no son para provocar la represión, son para potenciar los desmanes, robo a tiendas, etc. es decir, que eso de ‘ganar batallas’ no solo es cultural y político sino también militar.”
* * *
Como conclusión, a partir de los argumentos aquí esgrimidos, queda una duda pendiente: ¿las células anarquistas que operan en distintos puntos de México adoptaron medidas anti-infiltración?; o, más aún, ¿cómo es posible distinguir el accionar de grupos en pos de una idea libertaria respecto a otros que, travestidos de tales, operan funcionalmente para lo contrario? Lleva tiempo ya que se nota la actividad de infiltrados para potenciar desmanes y destrozos, atribuyendo en pleno fragor de la batalla a los anarquistas de esa responsabilidad sin otro argumento que la repercusión que alcanzarán en los medios masivos. Y no sólo se trata de desviar la discusión de su punto nodal hacia otros periféricos, sino que son los medios y las formas que el sistema busca para legitimarse y reproducirse. La preocupación fundamental es que el anarquismo y sus células autónomas sean “infiltrables” y vulnerables a tal efecto y el mayor recelo es que se utilicen para desprestigiar a todo el movimiento social. Es sabido que si no fuese así, el sistema buscará otras formas y medios (ayer el peligro rojo, hoy la amenaza negra: da igual); pero, en tanto, todo seguirá igual o ¿qué hacer?
http://www.cedema.org
jorge.lofredo@gmail.com

Vía:http://www.lahaine.org/index.php?p=72832

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