Jesús Vicente García
La felicidad según Huxley
–Prefiero ser yo mismo –dijo–.
Yo mismo y amargado.
Y no otro y alegre.
Aldous Huxley
La
novela es una narración que nos presenta una situación concreta, con un
conflicto y se desarrolla alrededor del personaje principal. Como Don
Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes. El personaje es el que
hace, actúa, dice y contradice, cae en su abismo y en su gozo. Sin
personaje, no hay novela, no hay placer estético, no se entendería la
vida. No obstante, la novela siempre es mejor que la vida misma, por eso
hay que leerla, para aprender de ella.Yo mismo y amargado.
Y no otro y alegre.
Aldous Huxley
De ahí que este género sea el mejor vehículo para el desarrollo de la imaginación y el gozo. Nos ofrece su propio mundo, una cosmogonía única, sus formas de amar, de odiar y de mostrar su desacuerdo con la realidad. La novela nos muestra a nosotros mismos sin concesiones, con defectos y virtudes profundos; nos hace ver la realidad en que vivimos, pero más grande, más analítica. En este sentido, carecen de bases aquellos que afirman que las novelas, sobre todo las de ciencia ficción, sólo sirven para evadir la realidad. Por el contrario, nos sumergen más en nuestro propio mundo. La novela nos dice cómo puede ser el mundo, y aunque en la vida real no es posible viajar a otros planetas o a ese ambiente que nos ofrece el escritor, el texto permite desplazarnos a esa cosmogonía con su verosimilitud a prueba de detractores. Aparentemente hay evasión, porque el lector busca, como los novios, la soledad, quiere estar con ese mundo, con su relación libro-lector, pero al acabar de leerlo regresa más preparado a su mundo, con más armas para enfrentar la realidad que le ha tocado vivir. Por ejemplo, John, el Salvaje, en Un mundo feliz, existe cada que lo leemos y existe después de haberlo leído, y eso es importante. La verdadera resonancia se da cuando después de haberla leído nos remite a nuestra realidad, nos pone el dedo en el pecho, nos comienza a cuestionar el presente y nos dicta frases para decírnoslas a nosotros mismos. Empieza el diálogo entre la novela y el lector, ya sin leerse. La hacemos nuestra y nos hace suyos. Como el efecto de una droga. Y, claro, aquella novela que después de muchos años sigue leyéndose, sigue diciéndonos más de lo que el mismo texto dice, es un clásico; es como ver el mar por vez primera: nunca se olvida. Toda la literatura significativa de nuestro tiempo es una literatura de libertad. Y Un mundo feliz, de Aldous Huxley, es de las que tienen personajes y un autor abismales dentro y fuera de sí. Ya lo dice el crítico argentino Eduardo Mallea: cuando no hay abismo, difícilmente será recordado, y el lector se aburrirá. "Lo importante para mí en un novelista es que tenga abismo (...) El abismo es la evidencia del estado eminente de culpa, lucidez del mal, lucidez del bien en su estado activo, dudoso de su estado de juicio, dudoso de su estado de redención. ¡Cuántas veces en manos del novelista con abismo el aparente monstruo se revela angélico y el falso arcángel muestra su faz verdadera de medusa! No sabe. Lo ve, lo recibe, lo rinde haciéndolo girar de su increada a su creada movilidad. No hay que pensar que lo ayuda: es el personaje quien lo ayuda a él a manifestarse con su triunfal totalidad."
Quien haya leído el Quijote se dará cuenta que éste hace y actúa dentro de su abismo, hace cosas que sólo la literatura puede ofrecer, y al lector se le pegan las ganas de hacer lo mismo, porque los actos heroicos no son exclusivos de quienes tienen poderes sobrenaturales, vuelan o son picados por una araña, sino aquellos que humanamente nos hacen pensar y nos jalan los ojos hacia el volumen lleno de letras y de imaginación.
Un mundo feliz, de Aldous Huxley, reúne todas las características anteriores. También representa, en primera instancia, un deleite para los ojos lectores de todas las edades, porque la literatura es el mejor vehículo para el placer y para aprender las posibilidades de la vida. Aquí, por ejemplo, la genética juega un papel preponderante. Cuestiona el uso de la ciencia y la ética del ser para organizar a su propia sociedad. Nos plantea un mundo ficticio lleno de realidades, una sociedad inexistente –pero que subyace más viva que nunca–, un personaje salvaje y al mismo tiempo con más raciocinio que aquellos que viven el mundo civilizado.
ALREDEDOR DE LA NOVELA
Imaginemos un mundo en el cual los individuos no nacieran de una madre, sino que se elaboraran en un laboratorio, con el uso de la genética, hechos a imagen y semejanza de la necesidad productiva de su país, condicionados para ser felices con lo que hacen sin desear otra cosa, sin leer y sin gozar del arte. Con nada al azar. Todo realizado para un objetivo bien definido.
Ilustraciones de Diego Molina |
En 1932 vio la luz Un mundo feliz, en Inglaterra, país de donde es originario su autor. A la distancia, diversos críticos han señalado que Huxley hizo una feroz crítica hacia el uso de la ciencia al servicio de la vida cotidiana, como Estados Unidos, que le ha dado al mundo el refrigerador y la televisión, todo un confort al servicio de la vida doméstica, porque en el mundo feliz del escritor los personajes están hechos para no "remendar" sino para desechar y, por lo tanto, consumir.
Otros afirman que criticó al sistema capitalista, en el sentido de que las fábricas prácticamente querían robots, seres que no cuestionaran su trabajo, sino que lo hicieran bien sin importar para qué. Por el contrario, hay quienes señalan que la pedrada iba para el socialismo, forma de gobierno en que el Estado es el que asigna actividades, dice qué leer, qué no, dónde estudiar y qué hacer en vacaciones; situaciones que se acercan mucho a la novela.
Lo que sí es un hecho es que el autor cuestiona la utopía científica de elaborar y condicionar a los seres humanos para encaminarse a un supuesto progreso y a una mejoría en la vida de los habitantes de cualquier país. No obstante, es obvio observar que cuanto más avanza la ciencia, más complicada es la vida. El mismo Huxley dijo con ironía, característica innata a decir de sus biógrafos, que la investigación de las enfermedades ha avanzado tanto que cada vez es más difícil hallar a alguien totalmente sano.
La lectura de la novela es interesante si mencionamos que en 1932 aún no había una programación masiva vía televisión (aunque cinco años antes, la BBC, en Inglaterra, ya efectuaba transmisiones públicas, pero sin programación), que el autor pensaba que así podría ser la vida en el año 2500, que es un homenaje por demás satírico a Henry Ford, magnate y pionero de la industria automotriz en EU e inventor del método de organización del trabajo de producción en serie; que fue escrito cuando las consecuencias de la crisis estadunidense de 1929 –y que precisamente fue la industria automotriz la que impulsó a otras industrias– mientras la credibilidad del capitalismo se debilitaba.
Por eso, la novela trata una perspectiva de sociedad totalitaria, enamorada del progreso científico y decidida a otorgar una felicidad obligatoria a sus ciudadanos, pero deshumanizada y acondicionada para el placer que se obtiene con el soma, la droga de la felicidad. Los humanos son hechos en laboratorios. Las funciones de los habitantes se dictan durante el sueño por hipnosis auditiva: la hipnopedia, la mayor fuerza socializante y moralizadora jamás conocida. Es decir, su destino estaba escrito desde antes de su fabricación en los centros de incubación y acondicionamiento, según las necesidades del Estado.
Huxley llega a sustituir a Ford por Dios. Cuando Ford sacó a la luz pública su Ford T, en su tiempo causó sensación, pero aquí el novelista señala que después de la Guerra de Nueve Años (donde acaban con los humanos, con el pasado y hasta con los sistemas de gobierno), todas las cruces que representaban el cristianismo fueron cortadas en su parte superior, quedando únicamente la T, y por eso se le denominó Ford T, símbolo del nacimiento de una nueva cultura.
DENTRO DE LA NOVELA
Un mundo feliz podría dividirse en cinco partes principales. La primera explica la forma en que se trabaja en el laboratorio gigantesco, que manipula la genética para que los seres que van generando y fecundando tengan una actividad específica (los hay quienes trabajarán toda su vida en las minas, siendo felices con su actividad a pesar del clima, la falta de luz y de aire), así como su acondicionamiento a través de la hipnopedia: la información que se les da cuando duermen; la repetición como forma de enseñanza. También presenta las clases sociales: los Alfa y Beta son los de mayor jerarquía; los Epsilones, Deltas y Gammas, los de menor casta y los que efectúan los trabajos físicos, entre ellos, los orientales, africanos y latinos.La segunda parte permite ver más el motivo de la novela: Bernard Marx desea y ama a Lenina Crowne, pero tiene poca autoestima y una forma de pensar diferente al común, a los de su clase, aun cuando es un Alfa, de una clase privilegiada comparada con los Deltas o Gammas. Se presenta el conflicto del amor y del ejercicio de la sexualidad, mas no de la procreación. Por otro lado, Lenina también siente algo distinto al común. Mantiene durante cuatro meses una relación "sentimental", cuando se supone que todos pertenecen a todos, no hay exclusividad, no hay fidelidad, porque no están condicionados para eso. Aquí se presenta la sustancia que el Estado distribuye a los ciudadanos para su consumo: el soma, la droga de la felicidad. Según la cantidad es la estabilidad emocional. Hacen frases que tienen algo de axioma y de canción de comercial, como "un gramo a tiempo, te pone contento", "con un centímetro cúbico, se curan diez pasiones" o "un gramo vale más que un terno".En la tercera parte, las influencias de Bernard, dada su jerarquía, permiten que un deseo de Lenina se haga realidad: visitar la Reserva Salvaje, situada en Nuevo México. Encuentran a John, el Salvaje (el personaje que dará vida a la novela), nacido de madre, Linda, quien a su vez se fecundó en el mundo feliz; pero con engaños la abandonaron con los salvajes. Bernard y John coinciden en su disgusto con la vida y con la soledad. El pensamiento de John cambia cuando un día encuentra un libro antiquísimo de las obras completas de Shakespeare, que no entiende en un principio, pero el poder de las palabras lo penetra al punto de decir que eso era lo que quería decir, aunque no sabía cómo.En la cuarta parte, Bernard desata una catástrofe en Londres al llevar a John y a Linda a la civilización. Aquí se descubre el pasado de ambos, y John genera un gran interés, cual actor de cine. El Salvaje, John, se da cuenta que en la "civilización" no hay motivos para seguir ahí, donde el amor no es como Shakespeare le había mostrado, no hay sentimientos de fidelidad, de querencia, sino que "todos pertenecemos a todos". Se enamora de Lenina. Ambas formas de concebir la vida o lo que se le puede llamar amor chocan entre sí, y las reacciones son sorpresivas, sobre todo en John.Por otro lado, hay un encuentro con Mustafá Mond, uno de los diez inspectores mundiales (no nacido en laboratorio sino de madre), que es una especie de secretario de Gobernación y de obispo; es quien trabaja para la felicidad de toda esa sociedad, aunque él acepte no ser feliz; debe haber alguien que dedique tiempo completo para ello. Con él, John debate la importancia de Dios, de su necesidad; en tanto que Su Fordería Mustafá Mond justifica el uso de la ciencia para el bien de su civilización a partir de la estabilidad, sin la cual no habría felicidad. Finalmente, Mustafá envía a John a una zona campirana, donde el Salvaje quiere vivir lejos de la sociedad: "Yo no quiero la comodidad. Yo quiero a Dios, quiero la poesía, quiero el verdadero riesgo, quiero la libertad, quiero la bondad. Quiero el pecado."
Finalmente, en la quinta parte, John se exilia de esa sociedad, sin soma y sin seres humanos acondicionados y elaborados por producción en serie. La prensa de los civilizados lo acosa como a los artistas de moda; tanto, que John no sabe cómo manejar la situación y se desquicia.
ACERCA DEL AUTOR
Aldous Lenoard Huxley (26 de julio de 1894, Godalming, condado de Surrey, cerca de Londres–22 de noviembre de 1963, Los Ángeles, California, EU) proviene de una familia de tradición intelectual. Su padre y su abuelo fueron biólogos prominentes; su medio hermano, Andrew Huxley, recibió el Premio Nobel de Medicina; su madre fue una de las primeras mujeres en estudiar en Oxford, y su tía fue la novelista Mrs. Humphrey Ward, quien fue su protectora cuando muy joven, Aldous, perdió a su madre. Durante su adolescencia sufrió una enfermedad en los ojos (queratitis punctata) y por tres años quedó prácticamente ciego. Aprendió a tocar el piano y a leer en sistema Braille. Con el fruto de esta experiencia escribió, en 1942, El arte de ver, donde relata cómo se recuperó de la ceguera.
A los veintidós años publicó su primer libro de poesía, La rueda encendida, al cual le seguirían tres volúmenes del mismo género (ninguno ha sido traducido al español). Contrajo matrimonio en 1919 con Marie Nys. Asimismo, trabajó como profesor y redactor en una prestigiada revista. Hizo crítica de teatro, música, literatura y temas diversos.
Huxley incursionó en todos los géneros literarios y en algunos periodísticos. En 1920 publicó su primer libro de cuentos, Limbo; de ahí siguieron otros cuatro, entre ellos El mexicanito (1924). Su primera novela la escribió un año después, Los escándalos de Crome, la cual le daría buena reputación como escritor. Dado que Huxley era un viajero, en 1925 visitó Túnez y después recorrió Asia y varios países de Europa. Vivió en Francia, Italia y finalmente en Estados Unidos. En 1931 escribió, en cuatro meses, con su visión futurista, Un mundo feliz, y al año siguiente se publicó. Fue precisamente la novela que le dio, en vida y en muerte, la inmortalidad. Porque habla de la libertad y su discurso es vigente.
Además de viajar, le gustaba pintar y vivir cosas nuevas. Por ello, incursionó en la experimentación del consumo de mezcalina y LSD, reflejada en su literatura. Al respecto, con la influencia literaria del poeta William Blake (Y cuando las puertas de la percepción se abran, entonces veremos la realidad tal cual es: infinita), escribió un libro de ensayos acerca del arte, de religión y de su experiencia con la mezcalina que marcó a muchas generaciones de los sesenta, Las puertas de la percepción. Incluso, el mismo Jim Morrison se basó en él para ponerle nombre a su grupo musical The Doors.
El maestro Aldous Huxley se casó dos veces. Se dedicó a la pintura. Se le quemó su casa cuando vivía en Hollywood, donde perdió todas sus pertenencias y recuerdos, aunque logró rescatar el manuscrito de su última novela, La isla, que podría decirse que es la contraparte de Un mundo feliz.
Era un hombre ingenioso y de pensamiento abierto. Se interesaba por el misticismo, por la paz y la ciencia. Al final de su vida se dedicó a dar conferencias y a escribir sobre religión, y hasta conoció a gurús orientales. No obstante, él mismo comentó que era bastante vergonzoso haber estado ocupado toda su vida en el problema del ser humano y haber descubierto que uno no tiene mucho más que ofrecer, a modo de consejo, que el consabido: intentar ser un poco más amable.
Escribió más de cuarenta libros, entre novelas, cuentos, ensayos, traducciones y poesía, además de sus críticas, que en vida fueron recopiladas, más lo que salió a la luz después de su muerte. Hay que subrayar que también escribió guiones para la industria cinematográfica en Hollywood, y hasta trabó amistad con Charles Chaplin y Greta Garbo.
Su muerte no hizo mucho ruido, porque dejó de existir el mismo día en que asesinaron a John F. Kennedy, el 22 de noviembre de 1963, a los sesenta y nueve años de edad. A su muerte le fue leído al oído, según su propio deseo, El libro tibetano de los muertos. Él decía que en la muerte la persona debería tener la mente más clara que en cualquier otro momento de la vida. Fiel a su filosofía, en el momento final le pidió a su esposa que le administrara 100 mcg de LSD. Sus cenizas fueron trasladadas ocho años después a Inglaterra, donde descansa junto con su familia..
Vía:
http://www.jornada.unam.mx/2007/01/07/sem-jesus.html
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