La crisis política pisa el acelerador
- Ilustración: Emma Gascó
Abrimos este especial con la certeza de un cambio de
ciclo. Este es el primer número de DIAGONAL con un
Gobierno electo del PP, pero la certeza no viene tanto
de ahí como del recrudecimiento de las políticas de
gestión de la crisis financiera que, de forma completamente
autónoma a los ciclos legislativos, está instaurando
un nuevo tiempo de gobierno en la Unión
Europea. El continente vive una salida de quicio de la
situación económica que se está llevando por delante
a los partidos socialdemócratas tradicionales. La
respuesta, una política de los movimientos a escala
europea, es tan necesaria como complicada.
El afiliado medio en la socialdemocracia
histórica europea es “hombre,
trabajador cualificado en el sector
público y rozando los 60 años,
lejos del pluralismo integrador que
se le supone a formaciones socialistas”.
Tal vez este retrato, que encontramos
en el artículo “La crisis
de la socialdemocracia europea de
postguerra”, de Ángel Ferrero, dé
algunas pistas sobre los motivos del
bajo suelo electoral, en torno a los
siete millones de votos, en que se
mueve el PSOE desde las elecciones
de 2000 en comparación con un
PP que mantiene sus apoyos.
Las elecciones de la crisis han sido
devastadoras para el PSOE, cuyo
electorado tiende a rechazar las
políticas neoliberales, pero cuyos
mandos creen en la existencia de
una clase media que, cada vez más,
existe tan sólo en sus cabezas. Así,
el partido que presume de ser “el
que más se parece a España” se ha
quedado en seis meses sin apenas
poder institucional. La debacle sólo
se puede relativizar por la parecida
suerte que están corriendo sus colegas
europeos: a la incapacidad
histórica para ofrecer una salida al
berlusconismo en Italia se une la
más que posible repetición en
Alemania de la entente de gobierno
con el partido de Merkel y el
Gobierno de concentración en
Grecia con los conservadores y los
nacional-populistas.
No son los hombres, trabajadores
cualificados del sector público,
con 60 años, quienes se ven
más expuestos a la crisis ni quienes
se verían destrozados por nuevas
rondas de recortes como los
18.000 millones de euros que reducirá
el Gobierno del PP para
cumplir el objetivo de déficit en
2012. La entrevista de Mariano
Rajoy en la que calificaba como
“inviable” la Ley de Dependencia,
dejaba una frase que define la fase
de la crisis en la que entramos
con su Gobierno: “Es un objetivo
muy loable el de ayudar a aquellas
personas que no se pueden valer
por sí mismas, pero podemos
tener el modelo de bienestar que
nos permitan nuestros ingresos,
nuestros recursos y nuestra actividad
económica”, aseguró.
Pero los ritmos de la crisis de la
deuda machacan las agendas institucionales
en toda la UE. Aunque los y
las mandatarias europeas se pusieran
de acuerdo para atajar el control
del capitalismo financiero sobre la
deuda mediante algo similar a unos
eurobonos y a una coordinación de
las políticas fiscales, tal y como está
proponiendo ya la Comisión Europea,
los capitales están demostrando
que pueden tumbar al euro en cuestión
de días simplemente aumentando
la presión sobre los eslabones
más débiles, como ha sucedido de
forma inexorable desde la irrupción
de la crisis griega. Sin ir más lejos, la
regulación europea contra uno de los
principales instrumentos especulativos
que afectan a la deuda soberana,
los Credit Default Swaps, no entrará
en vigor hasta 2013, y esto con un
amplio margen de discreción en cada
Estado miembro.
La hipótesis de una Unión Europea
abandonada a su suerte puede
parecer descabellada, pero las circunstancias
obligan a tomarse en
serio esta posibilidad, que conduciría
a la eurozona a una crisis social
comparable a la vivida en
Latinoamérica durante las décadas
de los ‘80 y los ‘90. Sin caer en el
“cuanto peor,mejor”, esta eventualidad
supone un desafío para la articulación
de una auténtica política
de los movimientos sociales a escala
europea. Las diferencias de
contenidos, grupos implicados e
incidencia de las movilizaciones
del 15 de octubre en Europa ponen
de manifiesto este problema.
El movimiento que tomó las calles
de medio planeta el 15 de febrero
de 2003 no fue suficiente para detener
la guerra entonces. Se ha escrito
que esas protestas no fueron
capaces de superar la indignación
ética para bloquear las decisiones
de la alta política. Pero ese ciclo
abrió posibilidades de repolitización
de la vida: desde el 13M de
2004 frente a las sedes del PP hasta
el 15M, con el regreso de la política
a las plazas, el desarrollo de una política
de multitudes trae consigo la
posibilidad de recuperar el lazo social
sin el que no cabe construir alternativas
al mando capitalista.
Un nuevo Gobierno abiertamente
represivo y dispuesto a profundizar
en la agenda de contrarreformas iniciada
por Zapatero va a espolear aún
más las luchas sociales. La potencia
de los movimientos sociales se encontrará
en su capacidad para ‘volverse
otros’ durante esas luchas: en
la defensa de una educación y una
sanidad públicas, por ejemplo, esa
potencia se juega en la necesidad de
replantear qué entendemos por lo
público, quién lo defiende, y en última
instancia quién lo gestiona.
Hablamos aquí de agregación y de
suma, pero no de un mero ponerse
junto a otros, como en la yuxtaposición
de temáticas de los foros sociales
o en las plataformas reivindicativas.
Pensamos en la afectación mutua,
impensable hace sólo unos meses,
que permite detener algunos
desahucios y redadas racistas. y que
debe extenderse a otros campos.
Información relacionada
Vìa :
http://diagonalperiodico.net/La-crisis-politica-pisa-el.html
http://diagonalperiodico.net/La-crisis-politica-pisa-el.html
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