El poder de
las ideas es el mayor de los poderes. Puede ser incluso mayor que el
poder de los grandes, de los inmensos intereses económicos. Las ideas
neoliberales y ése su núcleo resbaladizo y mimético que es el Consenso
de Washington, que han estado al frente del sistema capitalista desde
los años setenta, cuando fue destruido el sistema monetario oro-dólar,
han conducido al sistema global a la crisis en la que nos encontramos, y
son las riendas que utilizan los banqueros, o que les ordenan o imponen
a los gobiernos, que las usan como sus riendas propias y dirigen sus
decisiones.
Es claro que ni banqueros ni gobernantes ven así las cosas. Estamos quizá ante
la hipótesis del genio maligno, recurso argumentativo propuesto por René Descartes en sus Meditaciones metafísicas. La duda metódica de Descartes sugiere que quizá estamos hechos de modo tal que podemos creer estar en la verdad cuando realmente estamos en el error. Descartes cuestiona así la legitimidad de las proposiciones que parecen tener la máxima evidencia.
El genio malignocartesiano preside las ideas de los banqueros.
El poder de esas ideas concurre con sus propios intereses de corto
plazo y es la fuerza determinante de la vida humana. Quien haya seguido
la pista de la crisis financiera a partir de 2007, haya revisado las
decisiones que han sido tomadas desde entonces, esté enterado de lo que
acaba de decidir la última Cumbre Europea del pasado miércoles, y no se
deje impresionar por las decisiones que se impondrán en la reunión del
G-20 en los primeros días de noviembre, constatará la fuerza de la
finanza internacional por encima de cualquier otra fuerza.
Hace unas tres semanas el Global McKinsey Institute publicó, para
unas cuantas naciones, cifras reveladoras de un grupo de países,
ordenadas de mayor a menor, según la proporción de la deuda total de
cada Estado como proporción de su producto interno bruto (PIB). Reino
Unido: deuda total respecto de su PIB (la llamaré DT): 497 por ciento;
la parte de deuda correspondiente a su gobierno (DG) es 77 por ciento.
Las deudas del resto de los países, son como sigue: Japón, DT 492 por
ciento, DG 213 por ciento; España, DT 366, DG 66; Francia, DT 341, DG
88; Italia, DT 313, DG, 110; Corea del Sur, DT 306, DG, 30; Estados
Unidos, DT 289; DG 80; Alemania, DT 284, DG 86; Canadá, DT 274, DG 68.
Vea que la deuda pública de países como Alemania, Italia y Estados
Unidos representan un tercio de la deuda total. Vea, asimismo, que
Alemania e Italia tienen una deuda total en torno a 300 por ciento
del PIB, mientras Japón y Reino Unido tienen una que llega cerca de 500
por ciento del PIB. ¿Por qué Japón y Reino Unido no reciben las mismas
presiones que los países de la Eurozona? Simple: la mayor parte de la
deuda de Japón está en manos de bancos e inversionistas japoneses, y en
el caso de Reino Unido, hay deudas repartidas con Estados Unidos.
Véase que el tamaño formidable de las deudas son una carga
gigante para el futuro de la sociedad humana, pero lo que es preciso
destacar es que –salvo el caso especial de Japón–, las deudas públicas
son una parte menor; y que el problema real del endeudamiento está en el
sector privado, con mucho en la banca, y en segundo término algunas de
las grandes empresas.
¿Cómo se enfrenta el problema? Mediante la aplicación de desalmados
planes de austeridad que hunden cada día más a la economía real. No es
la banca la que absorbe las pérdidas de la crisis, sino la sociedad
mediante un desempleo mayúsculo, producto de tales programas de
austeridad que, por si fuera poco, están acompañados de un endeudamiento
público, especialmente generado a partir de 2007, que ha buscado
rescatar a la banca que no ha sido sino presa, hasta hoy, de sus
irrefrenables decisiones sin fin de apalancamiento financiero (para el
lector no enterado de estos terminajos financieros, el apalancamiento se
refiere al endeudamiento en que incurre un banco para financiar una
inversión que le retribuirá una ganancia mayor que la que el banco
pagará por el crédito que obtuvo).
Merkel dijo a
susdiputados antes de llegar a la reunión cumbre, que no habrá otros 50 años de prosperidad. Ya en la cumbre del pasado miércoles quedó nuevamente claro que Alemania tiene la sartén por el mango. Sus propuestas salieron adelante, mientras Sarkozy se tragaba sus lágrimas. La cumbre solicitó a los bancos europeos una quita de 50 por ciento de la deuda griega, que los bancos aun no resuelven. Se inventaron, además, otra telaraña de apalancamientos, pero por supuesto, nadie mencionó las palabras empleo y crecimiento. Los fundamentos del Consenso de Washington siguen vigentes. Las mentalidades siguen siendo las mismas. Los
principiosde los banqueros continúan mandando, concentrando la riqueza del mundo, y creando más y más pobreza en el planeta.
Fuente, vìa :
http://www.jornada.unam.mx/2011/11/01/opinion/022a2pol
http://www.jornada.unam.mx/2011/11/01/opinion/022a2pol
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