Con
esto vislumbro, no el futuro (que no tengo una bola de cristal), pero
sí el más inmediato presente donde el país, con su sociedad (su pueblo) y
Estado van al garete sin gobiernos en municipios ni estados y, sobre
todo, que el timón de la nave estatal que nos lleva a bordo está en
manos, sin duda alguna, del peor expresidente del montón que ha padecido
la Nación. Realmente nos hundimos en la crisis social del dramático
empobrecimiento; la dificultad económica del brutal desempleo, la baja
del consumo,el alza de precios, crisis política con partidos
descreditados y sin mujeres y hombres (adultos, jóvenes, etcétera),
capaces de entrar al relevo generacional o cuando menos no están en la
escena dando la cara.
Los
panistas resultaron ladrones, ineficaces administrativamente y tontos
políticamente. Foxistas y calderonistas han sido demasiado mediocres
(bravucones como Lozano Alarcón; mosquitas muertas, como Vázquez Mota;
servilmente opacos rayando en la imbecilidad, como Ernesto Cordero; sin
nada en la cabeza como Creel; temerarios y vanidosos, como Molinar,
etcétera). Los perredistas, con un chucho primero (Ortega), y otro
chucho (Zambrano) ahora en la dirigencia, absortos en la corrupción y la
traición, haciendo a un lado a su única carta (ya no con otros casi 15
millones de votos, pues las oportunidades
se dan una vez, y ante el fraude de Calderón no había más que obligar a
nuevas elecciones, estratégicamente viables, y otro gallo nos cantaría).
Mientras
los priístas (como Obregón que desde Huatabampo vio la Presidencia),
ante lo que parece el cumplimiento de la frase aquella “en la historia
siempre hay un elemento de sorpresa” (Vladimir Lenin), y ahora sí por
votos conquistar lo que obtuvieron por herencia de Alemán a Zedillo,
están perdiendo de vista a dónde apunta la brújula, para dizque entregar
la candidatura al “Luis Miguel de la política”, el galán Peña Nieto… y
sus 500 fans contratadas para gritarle: “¡papacito!”.
La
nación sobrevive una de sus peores crisis, porque los del Partido
Acción Nacional (PAN) en mala hora recibieron, pírricamente con Fox y
sobradamente dudosa, la victoria electoral, demostrando su incapacidad. Y
otra vez con juicios de Weber, los panistas eran un grupo económica y
políticamente en decadencia; ya que en sus mejores años de oposición
gastaron lo mejor que tuvieron. Dejando sólo a un Fox oportunista y un
Calderón, al que Carlos Castillo, último ideólogo del PAN, en memorable
carta filtrada a la información, le colgó la sentencia de que perdió el
gobierno y perdió el partido. Pues bien, además los panistas “no estaban
políticamente maduros para la conducción del Estado”.
Y
llevaron al país al desastre actual. Ya que no pudieron resolver los
problemas que dejaron en el camino, sobre todo, Salinas y Zedillo, ni
los que surgieron durante la llamada “década perdida” (2000-2010). En
cambio, andan por las calles los soldados y más lo harán cuando se apruebe la ley reglamentaria del artículo 29 constitucional, para
suspender garantías y derechos que nos llevará al golpe militar, al
golpe de Estado, con todo lo que implica para la elemental democracia
que tenemos.
Incluso
Calderón puede quedarse en el cargo (con el beneplácito de Barack Obama
y los intereses empresariales y banqueros de aquí y de allá). O puede
ser el galardonado García Luna, el sucesor. O Saynes, el de Marina. O
Galván, el de la Secretaría de la Defensa Nacional. E, insisto: Calderón
mismo, que sabe que el PAN no ganará las elecciones presidenciales. Y
no quiere entregarle el poder central del deteriorado sistema-régimen al
Partido Revolucionario Institucional (PRI) ni al Partido de la
Revolución Democrática (PRD), aún con sus complicidades disfrazadas de
alianzas y coaliciones (que le metió en la cabeza Manuel Camacho, el
exteórico de Salinas, que ha pasado del centrismo a la ultraderecha para
vengarse del PRI).
Estamos,
pues, ante una alternativa: 2012: ¿Elecciones o golpe de Estado? Las
condiciones de posibilidad, el caldo de cultivo: la militarización del
país con la avanzada policiaca de García Luna (tenebroso calderonista
dispuesto a todo por su jefe); la desesperación nacional por restablecer
el orden y la paz pública; la angustia por parar, a cualquier precio,
el baño de sangre nacional; el desempleo, la pobreza y que las
instituciones han sido rebasadas por las demandas y el narcotráfico
(“narcoinsurgencia”, calificaron los de Washington). Aunado a que las
generaciones jóvenes no consiguen lugar en los centros de estudios
superiores y después, no encuentran trabajo, todo eso y el perverso
manejo del poder presidencial, apuntan en dirección al golpismo, con o
sin uniforme.
El
Congreso de la Unión, salvo el PAN, no aprobaría la suspensión de las
elecciones, con sustento en la casi aprobación de la Ley de Seguridad
Nacional que reglamentaría el artículo 29 constitucional. Esto
significaría darle a Calderón facultades extraordinarias quien,
entonces, puede suspender “en todo el país” las garantías y derechos de
los mexicanos. Es posible, políticamente, la reencarnación de Victoriano
Huerta. La nación está desprevenida. Entretenida en tratar de resolver
sus problemas inmediatos, y creyendo que con protestas callejeras, algo
así como ejercer a medias la democracia directa, puede presionar a una
democracia indirecta o representativa que con el PAN ha dejado de
funcionar. El Golpe de Estado asoma la cabeza.
Vìa :
http://www.contralinea.com.mx/
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