Uno de los inconvenientes del despotismo es la ausencia de límites para el ejercicio de la autoridad. En un régimen absoluto el abuso del poder adquiere formas variadas y uno de los métodos más socorridos es el control de la información a través de versiones tergiversadas y recapitulaciones insospechadas. Así fue, y así ha sido desde la ascensión de una minoría al poder.
La difusión mediática de los gobiernos es un efecto colateral del control del discurso social. Se emiten imágenes y mensajes que pretenden provocar una percepción distinta a la realidad e influir en el imaginario colectivo para condicionar sus opiniones y su conducta. La imagen es uno de los recursos más explotados en la propaganda política.
Pero nada es para siempre. Ahora, la información tiende a liberarse del control ejercido por las autoridades que solían censurarla y restringirla. La tecnología en las comunicaciones habilita como informador y testigo a cada usuario de telefonía celular.
El asalto a la información ha producido una generación espontánea de reporteros ciudadanos y se ha desencadenado la paradoja de la imagen: si la propaganda política difundió mensajes visuales subrepticios mediante estereotipos obtusos, ahora la imagen se desnuda en un video, se despoja de la significación implícita en la iconicidad para exhibir la realidad sin necesidad de interpretaciones.
Y así, en un proceso alterno se transmite la incongruencia entre el discurso oficial y la realidad. En los extremos opuestos se realizan: la emisión de propaganda política y la rectificación simultánea del discurso oficialista.
El efecto inexorable de la democratización de la información es la formación de una opinión pública razonada, de una disidencia razonada. La distancia entre la ciudadanía y la clase gobernante tiende a agudizarse por la decepción consuetudinaria.
Recientemente, en Mexicali, Baja California, el presidente del congreso local fue detenido por conducir en estado de ebriedad; durante la detención se detectó la portación de un arma y drogas. Víctor González Ortega, diputado local por Acción Nacional (el partido en el gobierno) quedó libre y el Hugo López Ávalos el oficial de policía que lo detuvo fue debidamente suspendido.
El incidente estaba destinado a desaparecer sin dejar rastro en el legajo inmenso de la impunidad, pero un mes después, se difundió el video del incidente. Hasta el momento, no se ha establecido la secuencia de la orden de liberar al diputado. El alcalde, el secretario de seguridad pública y todos los funcionarios de la administración municipal (de extracción panista) afirman el total desconocimiento de los hechos.
Como consecuencia se ha producido una deleznable ecuación: la red de complicidades es tan nefasta y denigrante como es la ineptitud y la impericia de la clase gobernante. La autoría del incidente se perderá en esa red de pretextos incoherentes, pero hay un zurcido muy frágil por donde asomaron las fibras obscuras de la complicidad…
fuente, vìa:
http://www.argenpress.info/2010/03/mexico-la-paradoja-de-la-imagen.html
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