Katu Arkonada*
Hegel decía que todos los grandes hechos (y personajes) de la historia universal, aparecen dos veces. Marx le complementó añadiendo que una vez como tragedia, y otra como farsa.
Lo sucedido en Honduras nos confirma la tesis de los viejos filósofos de que la historia siempre se repite dos veces: el golpe de Estado a Mel Zelaya en 2009 como tragedia, y el fraude electoral de 2017 como farsa.
El 28 de junio de 2009 militares encapuchados sacan en pijama al presidente Zelaya y lo deportan ilegalmente, tras paso por una base militar conjunta entre Honduras y Estados Unidos1, a Costa Rica. Mel Zelaya era acusado de intentar realizar un plebiscito para consultar la posible convocatoria de una Asamblea Constituyente, aunque su verdadero delito fue un viraje desde los postulados que le habían llevado al gobierno como representante del Partido Liberal en 2006, para girar en 2008 y promover el ingreso de Honduras primero en Petrocaribe y después en el ALBA, lo cual le permitió ese mismo año elevar 60 por ciento el salario mínimo.
El ataque no era sólo contra un gobierno progresista, sino contra el eslabón más débil del ALBA, después de una década de ascenso de los gobiernos de izquierda en la región. Honduras además tiene una posición geopolítica clave en Centroamérica, siendo utilizada por la CIA en la década de los años 80 como plataforma para entrenar a la contra nicaragüense, y convirtiéndose en 2009 en un laboratorio del smart power que defendía Hillary Clinton, en aquel entonces secretaria de Estado; la combinación de hard power (golpe de estilo clásico, uso de las fuerzas armadas) con el soft power (impulso político desde el Poder Judicial junto a manipulación mediática y apagón informativo).
Ocho años después, el Partido Libertad y Refundación (Libre) se presentaba a las elecciones en una Alianza de Oposición junto al Partido Innovación y Unidad (PINU) y el Partido Anticorrupción (PAC), llevando al líder de este último partido, el conocido presentador de televisión Salvador Nasralla, como candidato a presidente. Enfrente, Juan Orlando Hernández, candidato del Partido Nacional y presidente desde 2013, que se presentaba a una reelección que prohíbe la Constitución de Honduras en su artículo 2392. Por mucho menos que eso Mel Zelaya fue objeto de un golpe de Estado.
EL 27 de noviembre, un día después de las elecciones, el Tribunal Supremo Electoral hace público un informe de resultados donde a 57 por ciento del recuento realizado, Nasralla y la Alianza de Oposición obtienen una ventaja de más de 5 puntos sobre JOH. En la mayor parte de sistemas electorales del mundo, una ventaja de 5 puntos con más de 50 por ciento del recuento realizado se considera tendencia irreversible. Pero no en Honduras, donde tras una más que sospechosa caída del sistema informático, donde se dejan de retransmitir 5 mil actas, se ofrece un nuevo recuento donde JOH supera por 1.6 puntos a Nasralla. El fraude se consolida el 18 de diciembre cuando el TSE ofrece los resultados finales otorgando la victoria a JOH por 42.95 por ciento frente a 41.5 de Nasralla. Todo ello en medio de un toque de queda decretado el 1º de diciembre que ha dejado hasta el momento más de 30 personas muertas por disparos de las fuerzas de seguridad.
El fraude fue tan descarado que incluso la propia OEA, nada sospechosa de simpatías por los gobiernos progresistas, cuyo jefe de Misión Electoral era el boliviano Tuto Quiroga, ex vicepresidente del dictador Banzer (menos sospechoso aún), se ve obligada a emitir un informe el 17 de diciembre, respaldado por un comunicado de prensa de su Secretaría General que señala: Intrusiones humanas deliberadas en el sistema informático, eliminación intencional de rastros digitales, imposibilidad de conocer el número de oportunidades en que el sistema fue vulnerado, valijas de votos abiertas o sin actas, improbabilidad estadística extrema respecto a los niveles de participación dentro del mismo departamento, papeletas de voto en estado de reciente impresión e irregularidades adicionales, sumadas a la estrecha diferencia de votos entre los dos candidatos más votados, hacen imposible determinar, con la necesaria certeza, al ganador.
Un golpe de Estado que fue una tragedia para el pueblo hondureño y latinoamericano, y un golpe electoral que ha sido una farsa para toda la comunidad internacional. Aprendamos de la historia para no volver a repetirla.
1 Honduras tiene un acuerdo con Estados Unidos desde la década de los años 50 por el que este último país puede utilizar libremente cualquier base militar o aeropuerto hondureño. Tan sólo en la base militar de Palmerola se calcula que hay alrededor de 500 marines.
2 El ciudadano que haya desempeñado la titularidad del Poder Ejecutivo no podrá ser presidente o vicepresidente de la República. El que quebrante esta disposición o proponga su reforma, así como aquellos que lo apoyen directa o indirectamente, cesarán de inmediato en el desempeño de sus respectivos cargos y quedarán inhabilitados por 10 años para el ejercicio de toda función pública.
3 http://www.oas.org/fpdb/press/segundo
-informe-preliminar-moe-honduras-
18dic-final.pdf
4 http://www.oas.org/es/centro_noticias
/comunicado_prensa.asp?sCodigo
=C-092/17
*Politólogo vasco boliviano especialista en América Latina
Twitter: @katuarkonada
vía:
http://www.jornada.unam.mx/2018/01/27/opinion/016a2pol
El miércoles pasado se ratificó en Brasil, en medio de protestas masivas, la condena de Lula da Silva, ex presidente y posible candidato a la presidencia de ese país, por delitos inventados. La verdadera motivación del gobierno reaccionario y derechista, era evitar la seguridad que tendría Lula de ganar la elección.
No es un hecho aislado. En Honduras, cuando la oposición iba ganando las elecciones presidenciales al mandatario derechista que quería reelegirse, y cuando la oposición llevaba ventaja de más de 100 mil votos, “se dio la caída del sistema por cuatro horas (era el 29 de noviembre de 2017)… ese día se reinició el conteo a partir de cero” y ya el presidente saliente, Juan Hernández, ganó aunque los votos anulados eran ya 70 por ciento del total. La información es del periódico El Libertador, de ese mismo país, del 4 de diciembre. Ilustra las publicaciones al respecto con fotos e, incluso, en su edición de Internet, con película con el ejército en movimiento, con todos los soldados enmascarados. Por supuesto, el gobierno estadunidense y sus seguidores reconocieron al presidente de inmediato.
Con este ejemplo reciente no podemos dejar de recordar la similitud con uno de los fraudes más descarados registrados aquí, en 1988. Al entonces candidato presidencial, Cuauhtémoc Cárdenas, que ya había ganado en las primeras cuatro entidades donde se habían contado las boletas, incluida la capital, también le pasó; se cayó el sistema por evidente decisión gubernamental, y a partir de eso todas las demás entidades se volvieron a favor del PRI y del candidato oficial, Carlos Salinas de Gortari, que resultó presidente, como ahora el de Honduras.
En otros países hay otros problemas. En Chile ganó la derecha, pero ahí guardaron más las apariencias. En Argentina, la represión es evidente y masiva. Y en México hay una situación anormal con la nueva Ley de Seguridad Interior. Las protestas han sido enormes, una de las más recientes es de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH).
Ante la evidente impopularidad del actual gobierno y de su partido, las encuestas, de las que algo ya hemos mencionado, dejan al PRI en tercer lugar a nivel nacional. En Ciudad de México les ha ido peor, llegando hasta al quinto. Y están viendo cómo seguir en el poder como se pueda. Por supuesto, con las mentiras que durante mucho tiempo han dicho. Pero la represión y la violencia también aumentan en la cantidad de asesinatos, incluyendo periodistas y, en general, sin que se localice o detenga a los culpables.
El miércoles 6 de diciembre de 2017 se publicó en la página 4 de La Jornada que: La minuta de Ley de Seguridad Interior (LSI) que envió la Cámara de Diputados al Senado es un proyecto muy preocupante, pues está demostrado que una década después de que las fuerzas armadas fueron desplegadas en labores de seguridad pública, la violencia no ha disminuido y tanto los agentes estatales como los federales siguen perpetrando violaciones a derechos humanos, incluso torturas, ejecuciones extrajudiciales y desapariciones forzadas, afirmó el alto comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ONU-DH), Zeid Ra’ad Al Hussein.” Esto mismo lo reprodujimos en este periódico el 10 de diciembre.
Desde más arriba, los que deciden tienen dos opciones comprobadas: cuando el PRI ya no puede sostenerse, ha entrado su otra opción, el PAN, que ha entrado a la Presidencia en los años 2000 y 2006. Y cuando el PAN, después de sus múltiples entregas a los multimillonarios y a los vecinos del norte, ya se agotó y no pudo ganar otra elección, regresó el PRI al gobierno, pero con una política mucho más derechista y entreguista, incluso que las presidencias panistas. Si el PAN se agotó en dos sexenios, al PRI le bastó con uno.
La Ley de Seguridad Interior es una muestra de que los gobernantes quieren seguir en el poder, incluso con el Ejército, al que le dan más poderes de los que ha tenido. Y, claro, seguirá obedeciendo al gobernante, y éste, a los más poderosos.
La violencia del presidente de Honduras contra las multitudes, después de su fraude electoral, es una clara muestra.
antonio.gershenson@gmail.com
vía:
http://www.jornada.unam.mx/2018/01/28/opinion/015a2pol
http://www.jornada.unam.mx/2018/01/28/opinion/015a2pol