Argentina-La Dictadura: La sangre derramada...el relato de la comunidad...lavaca.org
(lavaca en Bariloche*) Así narra la comunidad mapuche
Lafken Winkul la represión que terminó con el asesinato de Rafael
Nahuel y dos heridos. El territorio ocupado en Villa Mascardi sigue hoy
rodeado de fuerzas de seguridad y agitado por versiones de desalojo, a
pesar de la mesa de diálogo que se abrió para negociar el futuro de ese
territorio y de esa comunidad. La diferencia es que en estos días se
rodeó de acampantes que acompañan el reclamo: son los nuevos Santiago
Maldonado. El testigo que cuenta cómo fue el procedimiento de
confiscación de armas del grupo Albatros, de la Prefectura, y cómo se
tomaron pericias de rastros de pólvora de los uniformados. Fotos: lavaca.org
A la Lof va llegando, de a poco, cada vez más gente. Saludan “mari
mari” y pasan del otro lado de la tranquera que lleva atravesada una
bandera que dice “Lafken Winkul Mapu resiste” y una foto de Rafael
Nahuel. Estamos en Villa Mascardi, del otro lado de la ruta está el
hermoso lago y de éste, el monte donde sigue asentada la comunidad Lof
Lawken Winkul Mapu, después de la muerte de Rafael y el congelamiento de
la orden de desalojo, que sigue vigente pero detenida por una mesa de
diálogo que pretende determinar el futuro judicial de este territorio.
“Se sigue acercando gente de diferentes lugares. Es eso lo que
estamos planteando como mapuches: que se levante el pueblo en su
honestidad, en su dignidad. Esta es una lucha honesta, no es una lucha
armada”.
El joven se tapa la cara con un pasamontañas y se identifica como “un kona del pueblo mapuche”.
Kona en mapuche significa fuerte, valiente.
Es el encargado de llevar la voz de la comunidad estos días
convulsionados, aunque no habla con cualquiera. Al contrario: hablan
solo con quienes ya conoce. La bandera colgada de cara a la ruta lo deja
bien claro: “Winka: no pasar”.
“Winka” es el blanco.
Del otro lado de la ruta un grupo de apoyo acampa y se sostiene en solidaridad con la comunidad “hasta que se vaya la policía”.
Son los Santiago Maldonado de esta nueva toma.
Las fuerzas federales están asentadas a apenas a 100 metros de la
entrada a la Lof, con unos conos naranjas en medio de la Ruta 40. A los
costados, dos camiones celulares (uno de Policía Federal y otro de
Gendarmería), tres camionetas (dos de Gendarmería y una de PFA) y un
patrullero de la Federal. Hoy también hay policías de casco y uno con un
arma larga: por la mañana hubo un corte provisorio de ruta tras un
hecho confuso. “Estábamos buscando leña en el monte”, relata el joven
mapuche, “y éstos nos vieron y formaron fila y se pusieron en frente de
la entrada de la comunidad como para intimidarnos”.
Este tipo de movimientos son comunes, en medio de rumores y
operaciones que no se sabe ya de dónde vienen. El del día: “A las 12
dicen que se terminaría la tregua” y “Patricia Bullrich dijo que las
fuerzas podían actuar sin la orden de la justicia”.
A Bariloche también llegó la posverdad.
Corren las 12, las 12:30 y las 13 y no se notan movimientos bruscos que alteren la (a)normalidad de las cosas.
Los coíhues, cipreses y pinos se zarandean con una leve brisa. Pasan
camionetas de Gendarmería y Policía Federal que vienen y van hacia El
Bolsón y hacia Bariloche. “También puede ser que estén gracias al G20
que continúa el día de hoy”, suma alguien al cuadro de complejidad. Foto: lavacaEl día de la muerte
La comunidad no habla por hablar: tiene para contar su versión de los
hechos del día 25. El día que el grupo Albatros disparó por la espalda a
Rafael Nahuel, dos días después de que las fuerzas desataran una
represión en el territorio que terminó con mujeres y niños detenidos en
la comisaría.
“Lo que podemos contar de ese día es que nos encontrábamos más arriba
de acá; no estábamos en este sector, sino mucho más arriba. Y en eso
veníamos bajando porque íbamos a concentrar acá con la gente que estaba
en la ruta, y cuando emprendemos el viaje para abajo, como a 50 metros
de donde estábamos nosotros ya venían fuerzas de Albatros, de
Prefectura. En ese entonces, sin mediar ningún “alto”, nada, vienen
parapetados y empiezan a tirar. Ahí emprendimos la vuelta al campamento.
Al llegar arriba nos pudimos resguardar y ahí defendernos con piedras,
gomeras, palos. Y ellos se parapetaron atrás de los árboles y de ahí nos
disparaban”.
Sentado sobre un tronco y bajo la atenta mirada de unos pocos que
siguen el relato por primera vez –incluidos mapuche que no estuvieron el
día de la represión-, el joven calcula que los disparos siguieron por
unos 5 minutos. “Ahí cae herido nuestro peñi y una lamien más y un peñi
más. Heridos de balas de plomo. En ese momento tiraban solo balas de
plomo”.
La evidencia de que eran de plomo quedó desplegada en el terreno, en
los cuerpos de dos mapuches heridos y en la muerte de Rafael: “No fue
ningún enfrentamiento. Es más, después de que ellos se replegaron
nosotros pudimos juntar evidencia de las armas que estuvieron usando. En
ningún momento usaron armas de tumulto, solamente encontramos vainas de
9 milímetros”.
Entre el retén policial y la comunidad se encuentra una estación de
YPF. Dos de sus empleados tuvieron que oficiar de testigos del
procedimiento de incautación de las armas al grupo Albatros. Uno de
ellos, que ya declaró ante la justicia, cuenta a lavaca
que las armas fueron separadas en dos cajas: en una las letales; en la
otra, las no-letales. No recuerda con exactitud cuántas eran, pero sí
que llenaron una amplia mesa. Alcanzó a ver armas largas y pistolas.
Identifica una MP5. Los cartuchos demostraban que faltaban varias
municiones.
El joven empleado –que vive en el mismo barrio que Rafael Nahuel-
revela que se le tomaron rastros de pólvora a 8 integrantes de Albatros.
Aún no se hicieron públicos los resultados de estos análisis. Su relato
coincide en parte con el de la comunidad.
Continúa la descripción de lo ocurrido aquel día: “Un peñi más y yo,
que veníamos adelante, lo que pudimos llegar a ver fue un arma larga
tipo rifle, y después armas cortas, como sub ametralladoras. Y después
con 9 milímetros también. Todos los impactos están en los árboles, están
en las barricadas que hemos hecho para que se les ponga más complicado
seguirnos. Todos esos golpes de arma están: es parte de la evidencia que
nosotros tenemos y hemos entregado a algunas autoridades”.
En pleno día
La autopsia encargada por la justicia federal a la provincial
confirmó que Rafael Nahuel fue asesinado por la espalda: la bala le
atravesó los intestinos, el hígado, el diafragma y el pulmón, lo que
ocasionó una hemorragia interna en el cuerpo del joven.
Además fueron heridos una mujer de alrededor 25 años (presumiblemente
Johana Colhuan) y un hombre de treinta años: impacto de bala en el
hombro con orificio de entrada y salida; e impacto de bala en el codo,
respectivamente. El joven mapuche cuenta que ambos se encuentran bien y
fuera de peligro.
Sigue el relato de la comunidad: “Empezamos a gritar con otros peñi
que había un herido, que habían matado a uno, y recién entonces empiezan
a bajar, a replegarse. Quedan entre 4 y 6, de Albatros, más de eso no
eran. Una vez que le gritaron que había heridos de gravedad, ahí
emprendieron la huida ellos, hacia abajo, hacia acá. Llegaron acá y
nosotros estábamos 10 kilómetros arriba”. Todo esto ocurrió en pleno
día. Calculan que Rafael ya estaba herido de muerte a las 16.30.
Fausto Jones Huala y Lautaro Alejandro Gómez fueron los jóvenes
mapuche que ayudaron a bajar el cuerpo de Rafael, con la esperanza de
salvarle la vida. Relata otro de los jóvenes mapuche que estuvieron ese
día: “Estábamos con los tres heridos, había uno de gravedad, tuvimos que
hacer una camilla y bajarlo por el camino, venir con cuidado de que no
nos embosquen nuevamente. Y cuando llegamos acá estaban enfilados las
fuerzas federales y los de Albatros; no sé si eran los mismos, pero
vimos las ropas y eran las mismas. También estaban preparados para
avanzar. Otros peñi les gritaron que había un muerto y pudieron bajarlo.
El resto se quedó acá porque nos iban a llevar a todos en cana”.
En efecto: Fausto y Alejandro, los que llevaron el cuerpo hasta abajo, luego fueron detenidos durante cuatro días.
La cacería
Los distintos testimonios coinciden en que la cantidad de efectivos
de Albatros que participaron de la represión no supera los diez, que no
dieron la voz en alto y portaban armas letales. El relato mapuche hace
hincapié en la escasa pero contundente cantidad de efectivos, redondeada
bajo la idea de “un grupo especial”: “No es que venía un batallón para
hacer un desalojo: venían a matarnos. Eran seis personas nomás
dispuestas a eso, a lo que los habían mandado: a disparar. Si es un
grupo mayor vos sabés que te vienen a desalojar, vienen con una orden y
la leen. Nunca medió eso; nosotros alcanzamos a ver a 4 ó 6 personas que
empezaron a disparar contra nosotros. Y ahí nos replegamos a nuestro
campamento y fue cuando hirieron al peñi”, repite el mapuche.
¿Por qué? “El Estado siempre va a buscar generar el miedo entre las
comunidades que se están levantando. Y acá estaban buscando que nos
vayamos todos. Quieren esperar el momento en que seamos pocos, llegar y
matar, y poner armas. Si hubiesen matado 4 o 5 peñis allá arriba íbamos a
aparecer todos con fierros en las manos. No pudieron hacer eso porque
mataron uno y los sacamos del territorio. Querían decir que éramos una
guerrilla. Eso querían vender. Acá nunca hubo armas”.
La propia presentación del juez Villanueva habla de “cuchillos y
hondas de revoleo”, pero nunca de armas de fuego, como mencionaron sin
pruebas funcionarios del Ministerio de Seguridad. Los mapuche dan su
versión, y la explican: “Nosotros somos dignos de pelear acá. Y no
estamos armados, así como dicen. Nosotros solo nos defendemos con lo que
la naturaleza nos da. Con los newenes (fuerzas, energías) que nos da.
Con las piedras que nos da. Ellos pueden decir muchas cosas: dicen que
tenemos armas de guerra. Si las tuviéramos la hubieran encontrado. Los
que tienen armas son ellos. Y mataron a un hermano nuestro”.
Sobre la sigla RAM, pocas y contundentes palabras: “Acá no hay nadie de la RAM. Esta toma no tiene nada que ver con la RAM”.
El porqué
En el libro Argentina originaria, Darío Aranda entrevista a
Eugenio Zaffaroni, ex ministro de la Corte Suprema, quien asegura: “Si
los pueblos originarios no tienen acceso a la justicia, harán acciones
directas”.
La jurisprudencia a favor de los pueblos originarios es vasta e
internacional, sin embargo la mayoría de esas leyes se ven incumplidas.
La restitución de tierras, el otorgamiento de distintos tipos derechos
son temas pendientes que atravesaron a todos los gobiernos democráticos,
derrotero que explica en gran parte la complejidad de entender el
sentido de la historia.
La Patagonia y Bariloche en particular son puntos neurálgicos. “La
ciudad fue encerrando a estas comunidades”, sigue el muchacho mapuche.
“Estas comunidades necesitan ahora un territorio apto y suficiente;
donde haya newenes, agua, donde criar una gallina, un conejo. A nosotros
no nos sirve estar en las ciudades o donde no haya agua, porque vamos a
seguir siendo mano de obra barata del mismo Estado. Y eso no queremos
nosotros porque los antiguos nuestros no vivían así; vivían de la
naturaleza, protegiendo la naturaleza del mundo capitalista que saca los
minerales. Esos son nuestros reclamos. Y por eso se decidió que esta
familia tiene un territorio para recuperar. Porque este es territorio es
ancestral. Quieran o no quieran, todo este territorio es ancestral; fue
ocupado por gente antigua antes de que se iniciara el Estado
argentino”, asegura.
El segundo punto clave en esta toma de tierras remite a lo sagrado.
La explicación: “Dentro de nuestra cosmovisión mapuche, antiguamente
nosotros teníamos lonkos (que encabeza la comunidad)y machis
(autoridades espirituales) que organizaban a nuestro pueblo. Después que
pasó la mal llamada Conquista del Desierto, a los primeros que mataron
fueron a los lonkos y las machis. Ahí quedó la gente escondida en los
campos, la que se pudo esconder, la que no estuvo cautiva; dentro de eso
lo único que podemos decir es que acá nosotros estamos levantando una
autoridad y nada más. Eso lo entendemos nosotros. Y eso es lo que menos
quiere el Estado: que se levanten esas autoridades. ¿Por qué? Porque
tienen miedo de que esto se siga. Pero esto va a seguir”.
El joven mapuche hace una pausa y cierra con una pregunta retórica,
que es a la vez un contra-argumento. “¿Para qué quieren las tierras?
Para explotar, para enfermar, para ellos mismos. Lo estamos defendiendo
del saqueo capitalista, por nuestros hijos, para poder ejercer una vida
ancestral como tenían nuestros antecesores. Para vivir en libertad”.
*Esta nota forma parte de la cobertura colaborativa de lavaca, revista Cítrica y el diario Tiempo Argentino
No hay comentarios:
Publicar un comentario