En pleno agosto Venezuela está en campaña electoral
jugándose, cada bando, la gran oportunidad de dirigir el país con
mayores recursos petroleros del mundo.
Para los bolivarianos un triunfo de Capriles Radonski, significaría el regreso a los años 60,70, 80 y 90. Para los de la Mesa de la Unidad Democrática – MUD -, el triunfo de Chávez, supondría la confirmación del fracaso de su candidato, la más que forzada desaparición de los partidos tradicionales AD y COPEI y, la confirmación de una Venezuela socialista.
Muchas razones podrán ser utilizadas contra la figura del líder del proyecto bolivariano: El llevar muchos años en el poder. La reunión [1995-1996] que tuvo con Marcos Pérez Jiménez, dictador de la extrema derecha venezolana [1952 – 1958] a quien públicamente ha considerado el mejor presidente de Venezuela y, el apoyo a la figura de Juan Domingo Perón [1946] a quien ha comparado con Bolívar y San Martín. La MUD también puede argumentar la impredecible postura política del líder llanero recordando su discurso de extrema izquierda al citar reiteradamente al guerrillero venezolano de los años 60 y uno de los fundadores del Frente de Liberación Nacional [FLN], Fabricio Ojeda.
Si la MUD rememora a Ojeda, el argumento es que la única defensa de la revolución bolivariana debe darse por la lucha armada, si trae a Perón, la admiración que éste sentía por el fascismo de Mussolini. Así de fácil lo tiene la oposición. Es decir, el gran capital ya tiene el malo de la película, porque el bueno es Capriles del cual poco se puede hablar salvo su breve experiencia política y el haber declinado un debate con Chávez después de haberlo propuesto.
Pero el proceso bolivariano tiene donde asirse para mantener una defensa sólida cara a las elecciones del 7 de octubre: Haberse encontrado en 1999 un país con un 17% de pobres extremos y llevarla en 2008 al 7.9%. Conseguir el reconocimiento mundial de la alfabetización plena de sus ciudadanos o, tener una tasa de desempleo del 7%. Sin duda que la revolución ha tenido grandes fracasos: la vivienda y la inseguridad no pueden negarse. Pero guste o no, Chávez ha madurado su ideología socialista del siglo XXI y con ella su liderazgo internacional, concentrando poder y estableciendo una “Lucha Fría” contra el imperialismo nacional y mundial.
El líder barinés ha logrado apuntalar el primer Bloque de Poder de países socialistas en toda América y captar amigos, fuera de esas fronteras, como Irán con el cual mantiene estrechas relaciones económicas y ha creado un fondo de inversiones por 17 mil millones de dólares con la intención de destinar dinero a Bolivia y Ecuador; igualmente ha potenciado los compromisos estratégicos con Rusia y China, confirmando su no sometimiento al sistema político capitalista liderado por los estadounidenses.
Un par de ejemplos de la “Lucha Fría” bolivariana se dieron en julio de 2009: el primero durante el golpe de Estado en Honduras contra Manuel Zelaya cuando Chávez suspendió el envío de 20 mil barriles diarios de petróleo a ese país con una tasa de interés anual del 1% y, el otro, cuando su ministro de Energía y Petróleo, Rafael Ramírez, exigió a los trabajadores petroleros constituyesen comités bolivarianos y se integraran a la milicia venezolana. Una postura - la del ministro - incomprensible para muchos y entendible para quienes acuden al desarrollo de una conciencia y cultura propias y, con ellas, tener la capacidad de competir política y económicamente. Esto, los nuevos amigos y el Bloque de Poder son uno de los retos que más miedo da al gran capital y por ello su infinito interés de amedrentar, atacar y desestabilizar el mundo socialista.
No se puede olvidar que la Agencia Central de Información [CIA] en sus normas de guerra mantiene una lista de naciones que patrocinan, de acuerdo a los valores norteamericanos, el terrorismo internacional: Irán, Irak, Siria, Libia, Cuba, Corea del Norte, Sudán y Venezuela. Sin embargo, el presidente venezolano no se ha cansado de decir que su revolución del pueblo en armas no es otra cosa que el partido como instrumento de lucha para asumir todos los escenarios de responsabilidad ideológica como fundamento del éxito revolucionario.
Tampoco debe ser indiferente que los altos mando militares venezolanos se hayan reunido en varias oportunidades, una de ellas el 22 de febrero de este año y en cada reunión plantearan el posible cambio de poder democrático y la subordinación castrense a quien fuere elegido como presidente, todo ello a pesar de las exhortaciones del Ministro de la Defensa, Henry Rangel [26 del mismo mes y año] quien pidió la necesidad de la “seguridad disuasiva” ante las amenazas extranjeras y, la del almirante Aníbal Brito [misma fecha] llamando a Chávez líder perentorio y que con “él todo y sin él nada”. La existencia de un plan “B” o el carecer de un sucesor de Chávez ha sido descartado a estas alturas de campaña electoral; el canciller Nicolás Maduro, a quien algunos consideraban una alternativa, el comandante le ha impuesto un nuevo reto: convertirse en Gobernador del Estado Carabobo, un exilio a sus aspiraciones presidenciales, el otro posible aspirante, Diosdado Cabello, Presidente del Parlamento y vicepresidente del PSUV, carece del apoyo de las bases partidistas y escasea de liderazgo político a nivel nacional, incluso ha sido derrotado en unas elecciones internas regionales. Puede que falte por nombrar otro heredero, el vicepresidente del gobierno Elías Jaua, también destinado a ser gobernador de otro Estado, la misma suerte de Maduro.
Así, se considera paradójico que Capriles no acepte un debate con el presidente venezolano, podría preguntarle sobre la certitud de las cuentas por pagar a proveedores [10 mil millones de dólares al cierre de 2010 y 12 mil a diciembre de 2011] de PDVSA, la cuarta empresa petrolera más importante del mundo.
Todo indica que Capriles ha apostado por el limitado tiempo que el Comandante puede [por su estado de salud] dedicar a recorrer Venezuela, lo que no significa que vaya a perder las elecciones ni Capriles ganarlas, pero si el que la MUD tenga mayor oportunidad de magnificar la presencia de su candidato; recordar al pueblo que un presidente con tal enfermedad no está en los mejores cabales para ejercer un mando tan fundamental y, esperar sin desearlo, la posibilidad del fallecimiento del comandante antes de celebrarse las elecciones, lo que crearía un ambiente peligroso para la continuidad del socialismo del SXXI y una imprevisible reacción popular ante una más que posible pérdida del poder.
Igualmente, Capriles puede explotar la ignorancia y falta de confianza de Chávez en sus delfines al hacerse evidente el desconocimiento real sobre el estado de su salud cuando inició sus primeros viajes a Cuba e incluso, durante la última intervención quirúrgica. Esa debilidad, que deja huérfana al proceso bolivariano, puede ser un arma a explotar por la MUD.
Si Chávez se presenta a la reelección sin caras nuevas, Capriles se apoya por las caras de siempre: Acción Democrática, la de Carlos Andrés Pérez y COPEI, de Rafael Caldera. Es cierto que el comandante ha personalizado la política de su revolución, no cabía esperar lo contrario, pero también, que Capriles no ha sido capaz de aglutinar la lealtad del voto, sino el voto como alternativa. En esa disyuntiva, el líder barinés tiene las de ganar la reeleción.
José Antonio Medina Ibáñez. Sociólogo. Marbella. España.
Vía,fuente:
http://www.tercerainformacion.es/spip.php?article40644
Para los bolivarianos un triunfo de Capriles Radonski, significaría el regreso a los años 60,70, 80 y 90. Para los de la Mesa de la Unidad Democrática – MUD -, el triunfo de Chávez, supondría la confirmación del fracaso de su candidato, la más que forzada desaparición de los partidos tradicionales AD y COPEI y, la confirmación de una Venezuela socialista.
Muchas razones podrán ser utilizadas contra la figura del líder del proyecto bolivariano: El llevar muchos años en el poder. La reunión [1995-1996] que tuvo con Marcos Pérez Jiménez, dictador de la extrema derecha venezolana [1952 – 1958] a quien públicamente ha considerado el mejor presidente de Venezuela y, el apoyo a la figura de Juan Domingo Perón [1946] a quien ha comparado con Bolívar y San Martín. La MUD también puede argumentar la impredecible postura política del líder llanero recordando su discurso de extrema izquierda al citar reiteradamente al guerrillero venezolano de los años 60 y uno de los fundadores del Frente de Liberación Nacional [FLN], Fabricio Ojeda.
Si la MUD rememora a Ojeda, el argumento es que la única defensa de la revolución bolivariana debe darse por la lucha armada, si trae a Perón, la admiración que éste sentía por el fascismo de Mussolini. Así de fácil lo tiene la oposición. Es decir, el gran capital ya tiene el malo de la película, porque el bueno es Capriles del cual poco se puede hablar salvo su breve experiencia política y el haber declinado un debate con Chávez después de haberlo propuesto.
Pero el proceso bolivariano tiene donde asirse para mantener una defensa sólida cara a las elecciones del 7 de octubre: Haberse encontrado en 1999 un país con un 17% de pobres extremos y llevarla en 2008 al 7.9%. Conseguir el reconocimiento mundial de la alfabetización plena de sus ciudadanos o, tener una tasa de desempleo del 7%. Sin duda que la revolución ha tenido grandes fracasos: la vivienda y la inseguridad no pueden negarse. Pero guste o no, Chávez ha madurado su ideología socialista del siglo XXI y con ella su liderazgo internacional, concentrando poder y estableciendo una “Lucha Fría” contra el imperialismo nacional y mundial.
El líder barinés ha logrado apuntalar el primer Bloque de Poder de países socialistas en toda América y captar amigos, fuera de esas fronteras, como Irán con el cual mantiene estrechas relaciones económicas y ha creado un fondo de inversiones por 17 mil millones de dólares con la intención de destinar dinero a Bolivia y Ecuador; igualmente ha potenciado los compromisos estratégicos con Rusia y China, confirmando su no sometimiento al sistema político capitalista liderado por los estadounidenses.
Un par de ejemplos de la “Lucha Fría” bolivariana se dieron en julio de 2009: el primero durante el golpe de Estado en Honduras contra Manuel Zelaya cuando Chávez suspendió el envío de 20 mil barriles diarios de petróleo a ese país con una tasa de interés anual del 1% y, el otro, cuando su ministro de Energía y Petróleo, Rafael Ramírez, exigió a los trabajadores petroleros constituyesen comités bolivarianos y se integraran a la milicia venezolana. Una postura - la del ministro - incomprensible para muchos y entendible para quienes acuden al desarrollo de una conciencia y cultura propias y, con ellas, tener la capacidad de competir política y económicamente. Esto, los nuevos amigos y el Bloque de Poder son uno de los retos que más miedo da al gran capital y por ello su infinito interés de amedrentar, atacar y desestabilizar el mundo socialista.
No se puede olvidar que la Agencia Central de Información [CIA] en sus normas de guerra mantiene una lista de naciones que patrocinan, de acuerdo a los valores norteamericanos, el terrorismo internacional: Irán, Irak, Siria, Libia, Cuba, Corea del Norte, Sudán y Venezuela. Sin embargo, el presidente venezolano no se ha cansado de decir que su revolución del pueblo en armas no es otra cosa que el partido como instrumento de lucha para asumir todos los escenarios de responsabilidad ideológica como fundamento del éxito revolucionario.
Tampoco debe ser indiferente que los altos mando militares venezolanos se hayan reunido en varias oportunidades, una de ellas el 22 de febrero de este año y en cada reunión plantearan el posible cambio de poder democrático y la subordinación castrense a quien fuere elegido como presidente, todo ello a pesar de las exhortaciones del Ministro de la Defensa, Henry Rangel [26 del mismo mes y año] quien pidió la necesidad de la “seguridad disuasiva” ante las amenazas extranjeras y, la del almirante Aníbal Brito [misma fecha] llamando a Chávez líder perentorio y que con “él todo y sin él nada”. La existencia de un plan “B” o el carecer de un sucesor de Chávez ha sido descartado a estas alturas de campaña electoral; el canciller Nicolás Maduro, a quien algunos consideraban una alternativa, el comandante le ha impuesto un nuevo reto: convertirse en Gobernador del Estado Carabobo, un exilio a sus aspiraciones presidenciales, el otro posible aspirante, Diosdado Cabello, Presidente del Parlamento y vicepresidente del PSUV, carece del apoyo de las bases partidistas y escasea de liderazgo político a nivel nacional, incluso ha sido derrotado en unas elecciones internas regionales. Puede que falte por nombrar otro heredero, el vicepresidente del gobierno Elías Jaua, también destinado a ser gobernador de otro Estado, la misma suerte de Maduro.
Así, se considera paradójico que Capriles no acepte un debate con el presidente venezolano, podría preguntarle sobre la certitud de las cuentas por pagar a proveedores [10 mil millones de dólares al cierre de 2010 y 12 mil a diciembre de 2011] de PDVSA, la cuarta empresa petrolera más importante del mundo.
Todo indica que Capriles ha apostado por el limitado tiempo que el Comandante puede [por su estado de salud] dedicar a recorrer Venezuela, lo que no significa que vaya a perder las elecciones ni Capriles ganarlas, pero si el que la MUD tenga mayor oportunidad de magnificar la presencia de su candidato; recordar al pueblo que un presidente con tal enfermedad no está en los mejores cabales para ejercer un mando tan fundamental y, esperar sin desearlo, la posibilidad del fallecimiento del comandante antes de celebrarse las elecciones, lo que crearía un ambiente peligroso para la continuidad del socialismo del SXXI y una imprevisible reacción popular ante una más que posible pérdida del poder.
Igualmente, Capriles puede explotar la ignorancia y falta de confianza de Chávez en sus delfines al hacerse evidente el desconocimiento real sobre el estado de su salud cuando inició sus primeros viajes a Cuba e incluso, durante la última intervención quirúrgica. Esa debilidad, que deja huérfana al proceso bolivariano, puede ser un arma a explotar por la MUD.
Si Chávez se presenta a la reelección sin caras nuevas, Capriles se apoya por las caras de siempre: Acción Democrática, la de Carlos Andrés Pérez y COPEI, de Rafael Caldera. Es cierto que el comandante ha personalizado la política de su revolución, no cabía esperar lo contrario, pero también, que Capriles no ha sido capaz de aglutinar la lealtad del voto, sino el voto como alternativa. En esa disyuntiva, el líder barinés tiene las de ganar la reeleción.
José Antonio Medina Ibáñez. Sociólogo. Marbella. España.
Vía,fuente:
http://www.tercerainformacion.es/spip.php?article40644
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