• Errores administrativos los obligan a peregrinar por un sello.
• Enfrentan insensibilidad y burocratismo por personal del IMSS.
Los jubilados y
pensionados en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) reciben
una atención cuyos denominadores comunes son
insensibilidad y burocratismo.
Cuando van a una cita
médica, solicitan una consulta, gestionan o completan sus trámites de
retiro o pensión, al acudir a la farmacia por su dotación de medicinas
del mes y al
cobrar sus pensiones o
firmar la supervivencia, la tramitología e indolencia son la constante
en el trato que reciben por el personal administrativo y en ocasiones
también del médico.
Por eso muchos
deben peregrinar sin sentido de una ventanilla a otra, de una oficina a
otra o incluso de una unidad médica a otra.
La Jornada hizo
un recorrido por las unidades de medicina familiar (UMF) 7, 11, 28, 31 y
41, entre otras, los hospitales regionales de zona Los Venados,
Francisco del Paso (Troncoso), Carlos Mc Gregor (Gabriel Mancera),
Hospital número 32 y Centro Médico Nacional Siglo XXI, así como por las
subdelegaciones 3 y 10 y observó algunas de las situaciones que
experimentan decenas de estos derechohabientes.
Escuchó sus airados reclamos: Se nos trata con indiferencia, los viejitos les valemos; nos discriminan.
A Guadalupe la han
enviado a tres especialidades: medicina interna, neurología y diálisis,
pero los doctores que la atendieron en esas áreas le dijeron que había
sido mal remitida, pues su problema no se relaciona con ninguna de
ellas, por lo tanto, indica, sólo ha perdido tiempo yendo de su UMF a la
clínica 27 sin tener, ni menos vislumbrar una solución a su problema.
Guadalupe fue
pensionada por su esposo, quien falleció hace casi ocho años, y cuenta
que tiene problemas frecuentes en la atención debido a que por
un error no dieron de baja a su marido ni la registraron a ella como su
pensionada; pese a que en innumerables ocasiones ha solicitado se
corrija la situación, no ha tenido éxito.
Otra pensionada se
forma en la fila de archivo de la UMF 11, tiene el mismo problema y se
queja de que no se subsane y de que a la hora de solicitar una cita la
hagan, a sus años, ir de una ventanilla a otra, para que un empleado le
diga de mala gana que eso a veces pasa con las pensionadas, plasme un
sello en su hoja y le envíe otra vez a su consultorio.
Teresa lleva casi dos
horas formada en la fila de la farmacia de la clínica 31 de Iztapalapa,
una de las más saturadas de esa zona. Ya está hecha a la idea de que
existe una posibilidad real de que al llegar al mostrador el despachador
le diga que se agotó su medicina. Sabe que, si bien le va, se la darán
al día siguiente, y que si no sucede en las próximas 72 horas su
prescripción habrá caducado y otra vez tendrá que solicitarla a su
médico familiar. Esta vez no fue así, y de inmediato comenta que al
menos valió la pena la espera al sol.
Silvia impaciente
espera a que su madre sea atendida por la endocrinóloga. Su cita era a
las 11 de la mañana en el consultorio 14 del Hospital General de Zona de
Troncoso. Ambas son jubiladas. Pasan de las 12 y la sala de espera se
va quedando vacía, mientras el calor aumenta y hace difícil la espera.
Silvia no entiende por
qué no son atendidas. La doctora está ahí, y no tiene pacientes. Se
levanta, pregunta y la respuesta es la misma: debe seguir esperando.
Mientras tanto cuenta
su experiencia. Desde hace cinco años padece hipertensión y señala que
aunque fue en el IMSS donde se la detectaron, no le advirtieron que
podría tener daños en la vista. Ahora casi ha perdido la visión de su
ojo izquierdo, y como en el instituto no me ayudaron optó por seguir los
consejos de sus vecinas y fue al Hospital de la Ceguera de
Coyoacán. Allí en una consulta que me costó 100 pesos, me hicieron todo
lo que no logré en cinco citas en La Raza.
Las dos mujeres
esperan más de una hora 40 minutos, y su estancia con la especialista
apenas dura unos pocos minutos. No obstante salen contentas y Silvia
desea a los que siguen esperando:¡suerte!
A Víctor Manuel García
Mendoza, un hombre de 68 años, no le asombran las malas caras ni que
los bastones y las andaderas no conmuevan al personal administrativo del
IMSS. Su teoría es que son indolentes e irresponsables en sus trabajos
porque están amparados en su sindicato y saben que difícilmente
recibirán alguna amonestación o llamado de atención.
Muchos no hacen su
trabajo con pasión ni menos por vocación, además se olvidan de que
también van a llegar a viejos. Aquí es la suerte, depende de quien te
toque, lamenta mientras se da masajes en sus piernas afectadas por
ulceraciones, mientras espera a que atiendan a su madre en la sala de
urgencias.
Dice que trabajar 35
años como visitador médico le da elementos para afirmar que en el
instituto se está a la suerte de quien te atienda. Citó el ejemplo de su
madre, una mujer de 91 años que tuvo una caída en la casa ycasi hemos
tenido que andar mendigando la atención médica; pedimos una ambulancia
para trasladarla al hospital y nunca la mandaron. Tuvimos que traerla en
carro, ahora está esperando a que la revisen, está en urgencias.
Ismael Frausto
Martínez, presidente de la Asociación Nacional de Jubilados y
Pensionados del Seguro Social Siglo XXI, lamenta que en el instituto
nada sea expedito. Refiere que el último día de cobro los jubilados que
acudieron al centro de pagos de Manuel Villalongín debieron esperar
hasta ocho horas por su dinero.
Es una muestra más de
la poca consideración que tienen con nosotros los jubilados; somos
personas de la tercera edad, muchas con enfermedades y discapacidades,
no puede ser que hagan esperar por la pensión desde las ocho de la
mañana hasta después de las tres de la tarde, porque las camionetas de
valores no llegaban. Muchos vienen de lejos y sin dinero y no podían
regresar al otro día. Esta es la segunda vez que sucede en los últimos
meses.
En cuanto a la
atención médica, considera que cada vez es más deficiente. Hay gente que
nos trata muy mal por ser adultos mayores.
María Luisa López,
integrante de la Asamblea Nacional de Trabajadores Activos y Jubilados
del IMSS, coincide en que un problema gravísimo es el desabasto de
medicamentos para enfermedades crónico-degenerativas y lamenta que a los
jubilados nos traigan a vuelta y vuelta antes de tener que pedir una
nueva receta, porque la que te dieron originalmente caduca.
Para María Luisa, ex
trabajadora del Hospital Gabriel Mancera, la razón de mucho de lo que se
culpa al personal administrativo radica en su sobrecarga de trabajo,
porque no hay suficiente personal para atender una demanda creciente.
Además, la plaza del trabajador que se jubila se pierde. Hay unidades
que no tienen personal completo; se jubilan 13 mil por año y el IMSS ha
retenido las contrataciones en deterioro de la atención. Pero para
Teresa esa no es excusa para que algunos trabajadores se desquiten con
los adultos mayores. La verdad es que los viejitos les valemos.
A Manuel Villaseca
Serrano le fue amputada, hace casi 13 años, su pierna derecha tras ser
arrollado por una camioneta que conducía una mujer en estado de
ebriedad. Hoy tiene 83 años y una pensión por invalidez. Hace poco en el
Hospital General Manuel Gea González de la SSA le detectaron cáncer de
próstata, diagnóstico que había sido negativo en el IMSS. Por esta
razón, cada tres meses debe colocarse una costosa inyección que le ayuda
a sobrellevar el mal, biológico que le proporciona el IMSS, reconoce,
pero lamenta que no me quieren poner la inyección. Por eso una de sus
hijas se encarga de ello. Pero tiene temor de que el fármaco no haga el
efecto deseado debido a una eventual mala administración. Es una
inyección muy complicada, debe ser subcutánea y en el abdomen, pero en
el Seguro no se la quieren poner porque dicen que no es su
responsabilidad, precisó su hija de nombre Rosa María.
Revés en medicina del trabajo
Manuel también se
queja de que tras el accidente, ocurrido en 1999, medicina del trabajo
le negó la indemnización por la pérdida de su pierna, ya que no
consideró el accidente como laboral, porque argumentaron que me había
desviado del trayecto al trabajo, pese a que la empresa en que trabajaba
lo avaló. Aun con este revés logró pensionarse al 100 por ciento,
aunque por lo complicado del caso fue un proceso engorroso, tardé más de
un año en recibir mi primer pago.
Otro de sus pendientes
es que los médicos que lo ven están repartidos por varios centros de
salud y a Manuel le cuesta desplazarse, porque aunque tiene una prótesis
y cuenta con la ayuda de sus hijos, le es difícil visitar tantos
centros de salud. Por su edad y sus dolencias ya me pesa mucho mi
pierna, por lo que requiere que esa atención se le brinde en un solo
hospital.
Vìa,fuente:
http://www.kaosenlared.net
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