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“El
tiempo se encargará de establecer un antes y después de Hidroaysén.
Pero el antes y el después no será gracias a los poderes del Estado,
sino a aquel poder que la historia de una sociedad popular se ha
encargado de transmitir. Aquél que ha enseñado que no habrá cambios si
no se exigen”.
La
historia sigue y seguirá. Y aunque la realidad pueda ser diferente, el
tiempo se encargará de establecer un antes y después de Hidroaysén.
Tómese como amenaza o presagio, pero anótelo.El fallo que el miércoles 4 de marzo hizo público la Corte Suprema, rechazando los recursos de protección contra el proyecto y su proceso de evaluación ambiental, es sólo un hito más el devenir temporal que tendrá la idea de construir mega represas en la Patagonia.
“No hay que extrañarse que entre las banderas del ‘No a Hidroaysén’ brillen también las banderas de ‘Asamblea Constituyente’: uno es el grito por acabar con síntoma y el otro es un llamado a enfrentar la enfermedad”.
A juristas y especialistas legales puede parecerles aberrante aquello, pero el fallo comentado es un claro ejemplo. Mientras tres de los ministros –incluido aquél que posee acciones en Endesa- justifican que todas las acciones de la institucionalidad ambiental se ajustan a norma, otros dos integrantes del máximo tribunal aseguran que la aprobación de Hidroaysén se ha realizado transgrediendo la Constitución y la Ley sobre Base Generales del Medio Ambiente.
Esto ya es un asunto de poder y poderes.
Con este acto se desnuda lo peor del Poder Judicial, no porque existan algunos actores de él que estimen coherente aquello que otros consideran incongruente, sino porque en dicha valoración intervienen claramente intereses personales, conceptuales y económicos, transformando una acción de objetividad en un juicio de parcialidad.
“Hay que sentar las bases de una nueva sociedad y ello se logrará en la medida en que se imponga el poder de la soberanía popular sobre el poder de los de siempre”.
Y, cómo no, el Poder Ejecutivo, que retóricamente ha divagado entre la justicia social y la excelencia, o del crecer con igualdad y los vientos de cambio, pero que en ningún caso ha transformado ello en acción cotidiana. Orientaciones, decisiones o intenciones dan prácticamente lo mismo, si quienes en su rol de autoridad elegida o nominada son capaces de actuar –o dejar de hacerlo- sujetos a concepciones particulares ya sean valóricas, económicas o políticas.
Poderes deslegitimados por su comportamiento, el que se resguarda en una Constitución y sus jerarquías conceptuales que ellos mismos se niegan modificar.
Pero el antes y el después no será gracias a “estos” poderes, sino a aquel poder que la historia de una sociedad popular se ha encargado de transmitir. Aquél que ha enseñado que no habrá cambios si no se exigen. Aysén lo entendió llevando a acabo un Movimiento Regionalista sin precedentes, para el que tuvo que recurrir a aquello que todo movimiento social nacional con mediando éxito ha recurrido: cooperación transversal y colectiva. La historia muestra que dichos valores movilizadores -a pesar de la represión y el ejercicio del poder (Ejecutivo, Legislativo y Judicial)- se conservan en la memoria popular, y la afrenta que realiza la posible aprobación definitiva de Hidroaysén los hará relucir.
No hay que extrañarse que entre las banderas del “No a Hidroaysén” brillen también las banderas de “Asamblea Constituyente”: uno es el grito por acabar con síntoma y el otro es un llamado a enfrentar la enfermedad. Respecto de las represas, hay razones para su no concreción y éstas primarán, o al menos quiero creer aquello; pero si se quiere evitar la recurrencia excesiva de otros Hidroaysén hay que sentar las bases de una nueva sociedad y ello se logrará en la medida en que al poder de los de siempre se imponga el poder de la soberanía popular.
Fuente,vìa:
http://www.sentidoscomunes.cl/diario/2012/04/hidroaysen-un-asunto-de-poderes/
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