viernes, 10 de febrero de 2012

Argentina : Jorge Corsi... el otro Marqués . Por Alfredo Grande



“Puede haber sexualidad sin amor; pero no puede haber sexualidad con crueldad”
(aforismo implicado)


En 1999, Christopher Chabris y Daniel Simons, investigadores de la Universidad de Harvard, hicieron una experiencia a la vez simple y sobrecogedora. “Nuestros alumnos -dicen- consiguieron voluntarios a los que les presentaron un video de un partido de básquetbol: les pidieron que contaran la cantidad de pases que hacían los jugadores de blanco, pero que ignorasen los de los de negro. El video duraba menos de un minuto, e inmediatamente después de finalizado les preguntábamos cuántos habían contado. Debían observar el video atentamente y asegurarse de incluir en su cuenta tanto los pases aéreos como los de rebote”. Durante el video, una estudiante disfrazada de gorila entraba en la escena, se detenía entre los jugadores, miraba a cámara, levantaba el pulgar y se retiraba, luego de haber permanecido alrededor de nueve segundos en pantalla. Sin embargo, ¡la mitad de las personas estaba tan concentrada en los pases que no había visto el gorila! (extraído de un trabajo de Antonio Elio Brailovsky)


(APe).- La experiencia que sirve de sustento a un interesante análisis de Brailovsky no podría haberse realizado en la Argentina de hoy. Hay especialistas en ciencias de la comunicación, politólogos, opinólogos, encuestólogos, que dedican las mejores horas a detectar gorilas. De ver ese video, con seguridad sólo hubieran detectado el gorila. En fin, cada experiencia sólo tiene conclusiones válidas dentro del territorio donde fue realizada. Pero que marca un tema trascendente: admitir la existencia, tanto en cada uno de nosotros, como en grupos y diversos colectivos, del escotoma. O sea: un punto ciego de su percepción. Aquello que no vemos por más que lo miremos. Freud señaló que los escotomas del psicoanalista son efecto de conflicto no resueltos. Y que impiden mirar, o escuchar, digamos percibir, en el otro aquello que en nosotros mismos no percibimos. ¿Tiene esto alguna importancia para nuestra vida cotidiana? Pienso que tiene mucha importancia, y que negar esa importancia puede ser la diferencia entre la vida y la muerte. Una víbora venenosa no es una lombriz grandota. Pero alguien que en toda su vida solo vio lombrices, puede confundirse fácilmente. Es necesario, sin embargo, insistir en que hay determinadas situaciones que favorecen que el escotoma pase inadvertido. La más importante: estar importante. Estar en una estructura jerárquica de poder donde nuestra mirada esté subordinada a lo que se autoriza a mirar. Desde ya, no siempre con normativas explícitas, claras, y verbales. Muchas veces es más una forma de ambientar el diálogo, una forma (tonos y gestos) que lo literal de un discurso, de una indicación, o de una pregunta. Si la madre nos muestra el dibujo que su hijo realizara, y con voz de taladro eléctrico nos pregunta: “¿no me vas a decir que no es una maravilla?”, la respuesta conciliadora será que iniciamos ya los trámites para llevar ese dibujo mamarracho a la categoría de, por lo menos, patrimonio cultural de la humanidad. El problema es cuando el taladro eléctrico de perforar tímpanos y cerebros lo usamos nosotros. La Academia es una estructura de poder. En el mejor de los casos, ese fundante es la ciencia. Pero sabemos desde la Reforma Universitaria de 1918, la lucha del Mayo francés de 1968, la lucha de los estudiantes chilenos de 2010, para citar sólo tres, que no siempre es el fundante que prevalece. Todo tipo de intereses, desde el prestigio hasta el dinero, atraviesan y a veces perforan, el fundante científico de la Academia. Pienso que Jorge Corsi se constituye en un analizador de lo que denomino el Escotoma Académico. La revelación de pertenecer, incluso ser el jefe, de una banda de pedófilos, nos dejó a todas y todos, aunque naturalmente no de la misma manera, con las vergüenzas al aire. Al menos, todas y todos los que se reconocen como “psi” y especialmente, los más cercanos a los temas del abuso sexual infantil, la pedofilia y el incesto. Me animo a sostener que nadie lo hubiera podido anticipar, ni siquiera en una bajísima probabilidad. Pero el escotoma siguió haciendo estragos luego de que la acusación se hiciera pública. Pasaron años antes de que en forma colectiva los profesionales psi pudieran discutir el tema. Brailovsky se lo cuestiona: “¿Qué nos pasa que tenemos los fenómenos más relevantes delante de los ojos y no los podemos ver? Las ciencias sociales, que someten todo a crítica ¿han hecho una mirada crítica sobre sí mismas?” Junto a la psicoanalista Marita Muller, coordinamos un Taller en el Segundo Congreso sobre Abuso Sexual para trabajar sobre las vivencias, sensaciones, ideas, que todas y todos teníamos desde el momento del conocimiento público de los delitos cometidos por Corsi. Fue muy importante escuchar el impacto emocional que esta situación había tenido, muy especialmente en sus discípulos y seguidores. Del “no lo podía creer”, hasta el profundo dolor de tener que pensarlo. Varios años fueron necesarios para conseguir armar este dispositivo. Lo que se observó como reacción inmediata fue el despegue instantáneo del tipo: “Corsi, me suena, pero conmigo nunca trabajó”, hasta la más fácil y cobarde: retirar sus libros de los estantes. Casi tan malo el remedio como la enfermedad. Los libros que Corsi escribió (los menos) y que compiló (los más) son la confesión de parte. En el grado máximo de implicación posible, el autor describe con la objetividad del científico lo que terminará realizando, con la plena subjetividad del psicópata. Es en esos textos donde están todas las claves que explican las conductas de Corsi, las mismas que no pudieron ser anticipadas por los escotomas de los más cercanos y los más lejanos. ¿Acaso todo puede ser anticipado? La función profética no tiene que ver con una certeza. Apenas con una probabilidad, pero justamente aquella que ni siquiera es considerada por la “buena gente”. Así cayó “Troya”, no una, sino muchas veces. Lo terrible es que siempre es necesaria la declaración de la víctima, como en el caso de la hija de Martins, y de Susana Trimarco, y de las madres de la plaza, y de las madres del dolor, para que alguien mire al victimario. El Victimario, como función y rol social, tiene siempre la cualidad del hombre invisible. Se lo ve tardíamente, y siempre por sus efectos. El Victimario invisibiliza su crueldad, que es la planificación sistemática del sufrimiento. No son actos espontáneos, reactivos, irracionales. Como la tortura, y se me impone el recuerdo de “El señor Galíndez” de Eduardo Pavlovsky, todo está planificado y jerárquicamente decidido. El Victimario tampoco espera para transformarse la luna llena. Todas las lunas le sirven, incluso algunos días de sol. Por eso sostengo que la impunidad es una premisa y no un efecto. Hay impunidad antes del delito, y cometido éste, se prolonga en la ausencia de castigo. O en el castigo a la víctima, porque el “por algo será” sigue cruzando con su manto de neblina hipócrita al cuerpo social. A diferencia del “divino marqués”, Corsi no terminará sus días en el Hospicio de Charenton. No sé cómo terminará sus días, ya que por científico no creo que goce de la popularidad que en su tiempo tuvo el “bambino” Veira. Solamente Gustavo Barros Schelotto tuvo la dignidad de enfrentarlo, y le costó su lugar en el club de la mitad más uno. Corsi libre, con un juicio abreviado, mientras Susana Trimarco esperó 10 años para que empiece el juicio por el secuestro y esclavitud sexual de su hija, nos hace profetizar con poco riesgo de error, que una vez más, el Victimario será condecorado. ¿Habrá que apelar a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, como lo hicieron Nora y Eduardo ante el asesinato impune de su hija Marcela Iglesias, cuando hace 16 años le cayó en la cabeza un ornamento en el Paseo de la Infanta? En la actualidad, ese Paseo tiene el nombre de Marcela. Pero esto no es justicia. Los nombres de todas las víctimas no son trueque para sostener la impunidad del Victimario. Habrá que terminar con lo que denomino “las vidas del privilegio”. Personas, organizaciones, ideas, linajes que tienen “fueros culturales especiales”. Una de las tantas formas de la divina impunidad. Solamente así la espantosa historia del “otro Marqués” habrá servido para algo.

Vìa,fuente :
http://www.pelotadetrapo.org.ar

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