Los colonialistas de la OTAN, atenazados
por la crisis económica en Europa y en Estados Unidos, deciden
concentrar sus esfuerzos y su dinero en salvar sus bancos de la
bancarrota y, como el zorro de la fábula, declaran que las uvas libias
están verdes, diciendo que Muammar Kadafi ya no es una prioridad y que
su caída es cuestión de tiempo. Esto, lógicamente, los lleva a reducir
sus operaciones militares y navales agresivas (pero no sus intentos de
gobernar por medio del Consejo Nacional de Transición, CNT, que
reorganizan y depuran continuamente). Como consecuencia de esta
comprobación, por París, de que ya tiene asegurado el máximo de control
del petróleo libio, y del deseo de Roma de mantener a flote a Berlusconi
antes que expulsar a Kadafi de Libia, ahora a la coalición rebelde le
resulta más lento y más difícil conquistar Sirte, la capital de la tribu
de los Kadafi. La guerra civil mezclada con una agresión imperialista
se está convirtiendo nuevamente en algo preponderantemente libio.
En Sirte resisten los mercenarios africanos contratados por Kadafi
que, a la luz de las matanzas de sus pares en Trípoli después de la toma
de esa ciudad por el CNT, saben que corren el riesgo de ser linchados o
fusilados. Y resiste también el clan de Kadafi, en parte para negociar
en mejores condiciones el exilio de la familia o del mismo líder. Los
sitiadores son un ejército improvisado, sin artillería, aviación propia
ni medios pesados, que combate desde Toyotas con imprecisos lanzacohetes
y cañones ultralivianos o con fusiles lanzagranadas. No están, por
consiguiente, en condiciones de tomar por asalto una ciudad populosa
llena de francotiradores.
La prolongación del sitio a Sirte hasta el agotamiento de las
municiones y los víveres de la tribu de Kadafi alarga las maniobras de
recomposición del frente de los antikadafistas, porque lo único que une a
las diversas fracciones es la voluntad de expulsar a aquél, y mientras
éste no desaparezca, las disensiones internas serán sordas y
permanecerán semiocultas. Sin embargo, ya los shebab (los
muchachos, o sea los jóvenes voluntarios civiles que combaten)
declararon, contrariamente a los líderes del CNT, que la reconstrucción
de Libia la harán los libios y que no aceptarán la presencia en el país
de fuerzas extranjeras, ni la entrega de las riquezas al primer llegado,
y se organizan y combaten separadamente de los mandos oficiales, los
cuales tienen asesores franceses y británicos.
Los políticos y militares que hasta hace pocos meses eran ministros,
generales o altos funcionarios de Kadafi muy difícilmente durarán en el
CNT. Sobre todo cuando aparecen fosas comunes con cientos de cadáveres
de presos asesinados en tiempos en que el actual jefe del CNT, Mustafá
Yalil, era ministro de Justicia y fiel a Kadafi, o que Mahmud Yibril, el
diplomático del líder, formaba el personal con los estadunidenses
(léase la CIA) y ambos toleraban que la agencia enviase a Libia presos
de Guantánamo para que los torturadores de Kadafi los
interrogaran.
Dicho sea de paso: los medios de las grandes empresas
denuncian esas matanzas y esas fosas comunes, pero Kadafi colaboraba
entonces con el Mossad israelí, con los servicios de inteligencia de
Londres, con la CIA y era gran amigo de los gobiernos de París, Londres y
Roma, que además sostenían a los dictadores egipcio y tunecino tal como
lo hacía él, garantizando la pax israeliana en la región. ¿Es
posible que todos esos servicios secretos y todas esas embajadas
repletas de espías y hombres de negocio antiárabes no supiesen nada de
lo que comentaba horrorizado medio Trípoli? ¿Y es posible que los
dirigentes del régimen, como Yalil o Yibril, ignorasen lo que hacían sus
subordinados? ¿Sólo Kadafi era un carnicero, un sádico, un sediento de
sangre y de dinero? ¿Los
arcángelesde la OTAN que bombardean a civiles para
salvar las vidasde otros civiles (de otras tribus) tienen su conciencia tranquila y no saben que estrechan manos manchadas de sangre de militantes islámicos, nacionalistas marxistizantes, comunistas, enemigos del clan o de la familia?
La discusión en la izquierda internacional sobre la lucha en Libia no
parte de los hechos, que ignora, sino de posiciones apriorísticas. Toda
la historia libia está marcada por el regionalismo, por los conflictos
interétnicos y por las diferencias entre las tribus y clanes. El
gobierno de Kadafi no unificó el país: simplemente lo cubrió con una
capa de plomo mediante la represión y acuerdos variables con los jefes
de las tribus. Antes que libios, los bereberes siguen siendo bereberes,
los tuaregs, tuaregs, los de Cirenaica no se sienten iguales a los de
Trípoli ni a los de Fezzan, y la solidaridad se otorga antes al clan y
la tribu que a un programa. En Libia, debido a Kadafi, jamás existieron
partidos, sindicatos, mutualidades, organismos de autorganización
popular ni medios de información populares independientes. Cuando Kadafi
era panarabista nacionalista, los marxistas iban presos o se exiliaban
para salvar el pellejo. Cuando fue prosoviético, lo mismo sucedió con
los palestinos, los islamistas o todos los que criticaban esa política. Y
cuando se hizo socio de los imperialistas, en los años 80, asumió como
propios y encarceló a todos los enemigos de éstos. Lo único perdurable
en Libia fue el tribalismo y el kadafismo, o sea la utilización del
aparato estatal.
Por eso resiste Sirte, sede de la tribu de Kadafi y donde se
concentraron sus cuerpos de elite africanos y mercenarios. A diferencia
de Túnez, donde siempre hubo vida política y existieron grupos de
izquierda marxista, y de Egipto, donde eran reprimidos no sólo los
Hermanos Musulmanes sino también comunistas y trotskistas y había una
fuerte vida cultural, Kadafi hizo que Libia fuese también un desierto en
lo político y lo cultural. Eso explica la resistencia tribal en Sirte y
la confusión en el CNT.
Fuente, vìa :
http://www.jornada.unam.mx/2011/10/09/opinion/020a2pol
http://www.jornada.unam.mx/2011/10/09/opinion/020a2pol
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