Dijo eufórico, como está siempre desde que es presidente, el presidente Juan Manuel Santos a propósito del TLC:
-Es el tratado más importante que hemos firmado en nuestra historia.
Comparto su opinión. Creo que es más importante aún que aquellos que firmaron hace quinientos años, sin saber firmar, los caciques indios que eran los presidentes Santos de tiempos de la Conquista. Cuentan los cronistas de Indias que los conquistadores españoles les mostraban espejitos, y ellos, eufóricos al verse tan buenos mozos, les entregaban Eldorado a cambio: la tierra, el oro, el agua, su trabajo, sus niños como esclavos.
("Nuestros niños no son un destino turístico", reza en Eldorado de hoy, bobaliconamente, un letrero para darles ideas a los turistas).
El TLC con los Estados Unidos no es un tratado: es un acta de sometimiento. Tras años de súplicas, cambiando los términos una y otra vez ante las exigencias crecientes de la contraparte, acatadas siempre y a veces incluso solicitadas con abyección obscena, los gobiernos de Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos consiguieron por fin entregar a Colombia. Al ver el resultado se angustia ahora, ya demasiado tarde, el ministro de Agricultura Juan Camilo Restrepo: "¡No estamos preparados!", gime. Y si lo menciono en primer lugar a él -heredero del Agro Ingreso Seguro que en teoría estaba destinado a "prepararnos" y por el cual su predecesor está en la cárcel- es porque el TLC será nefasto en primerísimo lugar para el campo: ese campo en donde nacen todas las violencias colombianas, guerrillas y paramilitares combinados en sus respectivas formas de lucha. También la industria sufrirá, la poca industria que todavía subsiste. Aunque he leído, y parece un chiste, que se abren grandes posibilidades de ganancias en el mercado inmenso de los Estados Unidos para los fabricantes colombianos de paraguas, de quitasoles, de tableros de parchís. Pero la producción agrícola y pecuaria será aniquilada al tener que competir sin ayuda (Colombia renuncia a subsidiarla) con los poderosos (y ellos sí por añadidura fuertemente subvencionados, pues los Estados Unidos se reservan ese derecho) productores norteamericanos de carne, de pollo, de huevos, de leche, de arroz, de maíz. Y de café. He leído que bajo el TLC Colombia importará café de marca estadounidense, así no lo sea de origen sino venido de Vietnam o de Costa de Marfil. O de la propia Colombia, a menosprecio, de ida y vuelta: de contrabando a la ida, legal a la vuelta. ¿Por qué no? ¿Acaso no importamos ya una vez millones de hectolitros de leche de Curazao, una isla árida que carece de producción lechera pero que sirvió de puente para la en ese momento abundante y barata leche radioactiva prohibida por la catástrofe nuclear de la central de Chernobyl?
Ah: y las armas. Que les pregunten a los mexicanos cómo les ha ido en el tema de las armas y en el de la harina para las tortillas gracias a su propio tratado de apertura, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
Nos queda la droga, eso sí. Aunque es el único rubro de verdad importante en las exportaciones colombianas hacia los Estados Unidos, no lo menciona el tratado. Lo cual quiere decir que se mantiene.
Volviendo a los caciques de hace cinco siglos: a los que no quisieron aceptar la conquista, los empalaron. Pero a los que sí, a los Santos, les fue todavía peor, porque los empalaron más despacio. Y el empalamiento duele. Consiste en que al condenado se le introduce por el ano una gruesa estaca afilada clavada en el piso y, tirando de las piernas, se hace que la punta suba recto arriba despedazando los órganos que estorban su paso hasta que asoma por la boca, destrozando lengua y dientes. Momento en que el empalado calla.
Y el que ayudó al empalamiento, literalmente el mamporrero del TLC, el que mostró con el dedo por dónde había que meter el palo, ese doctor Hernando José Gómez que fue el negociador principal del tratado bajo el gobierno de Álvaro Uribe, ¿qué hará entonces? Los cronistas de la Conquista cuentan que Francisquillo, el niño "lengua" o intérprete que ayudó a los españoles de Pizarro a penetrar en las entrañas de Perú, lloraba cuando vio cómo Pizarro, tras capturar al Inca y extorsionarle todo el oro del Imperio, lo hizo empalar. El niño, dicen, "se arrancaba a puñados los cabellos".
Tal vez haya llorado también el doctor Gómez. En estos días publicaron unas fotos de cuando firmaba de rodillas los tratados, y es visible que está ahora algo más calvo: se habrá arrancado los cabellos a puñados. Pero ¿y qué? Su cargo actual, bajo el empalado presidente Santos, es el de jefe de Planeación Nacional. Sabe Dios qué nuevos suplicios estará planeando.
-Es el tratado más importante que hemos firmado en nuestra historia.
Comparto su opinión. Creo que es más importante aún que aquellos que firmaron hace quinientos años, sin saber firmar, los caciques indios que eran los presidentes Santos de tiempos de la Conquista. Cuentan los cronistas de Indias que los conquistadores españoles les mostraban espejitos, y ellos, eufóricos al verse tan buenos mozos, les entregaban Eldorado a cambio: la tierra, el oro, el agua, su trabajo, sus niños como esclavos.
("Nuestros niños no son un destino turístico", reza en Eldorado de hoy, bobaliconamente, un letrero para darles ideas a los turistas).
El TLC con los Estados Unidos no es un tratado: es un acta de sometimiento. Tras años de súplicas, cambiando los términos una y otra vez ante las exigencias crecientes de la contraparte, acatadas siempre y a veces incluso solicitadas con abyección obscena, los gobiernos de Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos consiguieron por fin entregar a Colombia. Al ver el resultado se angustia ahora, ya demasiado tarde, el ministro de Agricultura Juan Camilo Restrepo: "¡No estamos preparados!", gime. Y si lo menciono en primer lugar a él -heredero del Agro Ingreso Seguro que en teoría estaba destinado a "prepararnos" y por el cual su predecesor está en la cárcel- es porque el TLC será nefasto en primerísimo lugar para el campo: ese campo en donde nacen todas las violencias colombianas, guerrillas y paramilitares combinados en sus respectivas formas de lucha. También la industria sufrirá, la poca industria que todavía subsiste. Aunque he leído, y parece un chiste, que se abren grandes posibilidades de ganancias en el mercado inmenso de los Estados Unidos para los fabricantes colombianos de paraguas, de quitasoles, de tableros de parchís. Pero la producción agrícola y pecuaria será aniquilada al tener que competir sin ayuda (Colombia renuncia a subsidiarla) con los poderosos (y ellos sí por añadidura fuertemente subvencionados, pues los Estados Unidos se reservan ese derecho) productores norteamericanos de carne, de pollo, de huevos, de leche, de arroz, de maíz. Y de café. He leído que bajo el TLC Colombia importará café de marca estadounidense, así no lo sea de origen sino venido de Vietnam o de Costa de Marfil. O de la propia Colombia, a menosprecio, de ida y vuelta: de contrabando a la ida, legal a la vuelta. ¿Por qué no? ¿Acaso no importamos ya una vez millones de hectolitros de leche de Curazao, una isla árida que carece de producción lechera pero que sirvió de puente para la en ese momento abundante y barata leche radioactiva prohibida por la catástrofe nuclear de la central de Chernobyl?
Ah: y las armas. Que les pregunten a los mexicanos cómo les ha ido en el tema de las armas y en el de la harina para las tortillas gracias a su propio tratado de apertura, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
Nos queda la droga, eso sí. Aunque es el único rubro de verdad importante en las exportaciones colombianas hacia los Estados Unidos, no lo menciona el tratado. Lo cual quiere decir que se mantiene.
Volviendo a los caciques de hace cinco siglos: a los que no quisieron aceptar la conquista, los empalaron. Pero a los que sí, a los Santos, les fue todavía peor, porque los empalaron más despacio. Y el empalamiento duele. Consiste en que al condenado se le introduce por el ano una gruesa estaca afilada clavada en el piso y, tirando de las piernas, se hace que la punta suba recto arriba despedazando los órganos que estorban su paso hasta que asoma por la boca, destrozando lengua y dientes. Momento en que el empalado calla.
Y el que ayudó al empalamiento, literalmente el mamporrero del TLC, el que mostró con el dedo por dónde había que meter el palo, ese doctor Hernando José Gómez que fue el negociador principal del tratado bajo el gobierno de Álvaro Uribe, ¿qué hará entonces? Los cronistas de la Conquista cuentan que Francisquillo, el niño "lengua" o intérprete que ayudó a los españoles de Pizarro a penetrar en las entrañas de Perú, lloraba cuando vio cómo Pizarro, tras capturar al Inca y extorsionarle todo el oro del Imperio, lo hizo empalar. El niño, dicen, "se arrancaba a puñados los cabellos".
Tal vez haya llorado también el doctor Gómez. En estos días publicaron unas fotos de cuando firmaba de rodillas los tratados, y es visible que está ahora algo más calvo: se habrá arrancado los cabellos a puñados. Pero ¿y qué? Su cargo actual, bajo el empalado presidente Santos, es el de jefe de Planeación Nacional. Sabe Dios qué nuevos suplicios estará planeando.
Fuente, vìa :
http://www.kaosenlared.net/noticia/colombia-empalamiento-tlc-estados-unidos-no-tratado-acta-sometimiento
http://www.kaosenlared.net/noticia/colombia-empalamiento-tlc-estados-unidos-no-tratado-acta-sometimiento
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