Desorden que
amenaza con arrastrarnos más y más al caos (…como aquel que reinaba en
el principio). ¿Y nuestra capacidad potencial de mantener y perfeccionar
el orden establecido en toda la Tierra? Cerramos más y más la vía única
de la razón y la palabra necesaria. Nos ahogamos en una creciente
violencia de destrucción y muerte.
Violencia, que lo es, venga ésta de donde venga. Porque no es lo
mismo hablar, por una parte, de la violencia primera, la que procede del
poder y del sistema de dominación y represión que se impone a fin de
mantener la nueva situación social de injusticia para unos y de
privilegios para otros cuantos; y, por otra, de la violencia segunda,
que en muchos casos ha sido necesaria respuesta a la primera, y que
viene de la población civil, la cual busca restablecer precisamente el
orden destruido por la primera.
Ejemplo claro de esta espiral de violencia que debemos detener ya en
todo el mundo son los acontecimientos que se están viviendo en Libia,
Egipto, Túnez, Argelia, Marruecos, Costa de Marfil, Yemen, Siria y
otros. Aunque ahí, con preocupación, podemos también dilucidar los
intereses estadunidenses y el interés por el curso espontáneo de la
respuesta civil.
En nuestro continente latinoamericano, explicación parecida tienen
los recientes descontentos y movilizaciones de la sociedad civil en
Bolivia, en la nueva Nicaragua, como también la guerra sin fin en
Colombia. En nuestro país, los feminicidios aún sin respuesta
en Ciudad Juárez y en el estado de México, los secuestros y las
recientes fosas comunes de víctimas inexplicables, los más de 30 mil
asesinatos y ejecuciones en los pasados cinco años, los que
inexplicablemente significan muchos más muertos que los que están
registrando las grandes guerras a las que hacemos referencia. Desde la
población civil estamos obligados a decir basta a este proceso de
violencia y a construir una propuesta distinta de nación.
Por otra parte, nos aterra el creciente desorden ecológico del que
todos somos responsables. Además de los desastres naturales, como el
temblor de 9.1 grados con el subsiguiente tsunami y la
inesperada y preocupante crisis nuclear en Japón, los incontrolables
incendios de estos días en el norte del país que dejaron hasta el
momento cerca de 60 mil hectáreas totalmente destruidas por el fuego. El
mundo se nos está calentando más allá de los niveles que se requieren
para conservar la vida, ¿hasta cuándo nos decidiremos a hacer lo que
debemos para poder frenar este desorden? ¿Por qué estamos debilitando
tanto la capa de ozono que nos protege, amenazando sin razón la vida de
la humanidad entera? ¿Hasta cuándo seguiremos, inconscientes, emitiendo a
la atmósfera las 30 gigas- toneladas de dióxido de carbono que le
estamos emitiendo cada año? (Una giga equivale a mil millones de
toneladas de dicho dióxido.) ¿Cuánto desastre significan todavía las 600
mil toneladas de petróleo crudo derramadas en el Golfo de México de
abril a junio de 2010? ¿Qué amenaza significan las 11 mil 500 toneladas
de agua radiactiva derramadas recientemente al océano desde la central
de Fukushima? ¿Hasta cuándo vamos a seguir depredando así la Tierra,
usando irracionalmente los recursos naturales que son para bien de
todos? También ante este desorden estamos obligados a decir basta. Pues
quienes detentan el poder no asumen políticas reales y decididas.
No obstante, hay esperanza: las marchas en contra de la
inseguridad realizadas el miércoles 6 de abril en 21 ciudades de nuestro
país, con el apoyo de protestas en Barcelona, Buenos Aires, París y
Nueva York, deben continuar o convertirse en una manifestación solidaria
sin final hasta lograr que se nos garantice la seguridad para todos.
En esta lucha por la seguridad está el desafío de garantizar el
respeto y la defensa a los derechos humanos de toda la población civil,
que se encuentra entre dos fuegos, aportando, sin quererlo, cientos de
víctimas inocentes. Desde aquí se levanta el grito que nadie podrá
callar de Juanelo Sicilia y sus compañeros en nombre de todas las
víctimas inocentes de la población. También está aquí la razón del pacto
nacional en contra de la violencia a la que nos invita su padre Javier
Sicilia…
Volvamos otra vez los ojos hacia Chiapas: en materia ecológica, los
pueblos indígenas de Chiapas tienen propuesta, la cual es sostenida a
través de cientos de años. Los pueblos indígenas tienen vocación y
capacidad para preservar los recursos naturales.
Giremos la mirada a la reserva ecológica El Huitepec, cerca de San
Cristóbal de las Casas; cuidada y conservada por la capacidad
organizativa de los pueblos indígenas: solos, sin recursos; de manera
independiente.
No han sido las poblaciones indígenas las que han destruido la selva:
fue la ganadería extensiva, la tala de las compañías madereras, el
dinero, la ganancia.
Y frente al desorden social, los pueblos también tienen propuesta,
desde su sentido distinto de los cargos, de la política, del servicio:
del bienestar comunitario, contrario a la destrucción y a la violencia.
Desde la protección que, por fortuna, muchos hacen de su tierra
comunitaria y colectiva.
Todas y todos debemos reconocernos actores del nuevo orden social que
necesitamos y buscamos: no un hijo muerto más, no más sangre en el
país, garantía de respetar y defender los derechos humanos de toda la
población, compromiso de usar racionalmente los recursos naturales,
asegurar la producción intensiva de alimentos para la soberanía
alimentaria del país y vida para todos.
*Integrante del equipo pastoral de Tatic Samuel Ruiz
Fuente, vìa :
http://www.jornada.unam.mx/2011/07/09/opinion/026a1pol
http://www.jornada.unam.mx/2011/07/09/opinion/026a1pol
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