La biografía
de la profesora Elba Esther Gordillo en el ámbito público resume la
triste historia de un proceso político y cultural degradante que padece
el país. Ella encarna todo eso que la sociedad tiene el deber de cambiar
para ver de frente y con orgullo su futuro. Con ella, y junto a ella,
el deterioro se extiende, como plaga contagiosa, a casi todo el entorno
decisorio, incluida la élite que conduce a los grupos de presión de
naturaleza privada, sindical, religiosa o empresarial. Toda una troupe
de actores de poca monta, conjugada en trabazones de intereses
malsanos, visiones de muy corto plazo, improvisaciones continuas sin
rastros de diseño o grandeza. Un fenómeno malsano que condiciona y
aherroja el desarrollo y la sanidad de la vida en común.
Desde que empezó a escalar la burocracia sindical, Gordillo, lo hizo
de enroscadas maneras. Reptó a la sombra de un personaje (C. Jonguitud)
al que, rodando el tiempo y las intrigas, sustituyó de cuestionada
manera: fue ungida por el dedo autoritario de C. Salinas. En su
ascendente ruta escalafonaria fue acusada por otros grupos magisteriales
de ser promotora de la trama asesina urdida contra un correligionario
de buena fama (Misael Núñez). Asesinato que, como otros asuntos
delicados entre gremios influyentes, ha quedado como asignatura
pendiente de las autoridades respectivas. Uno más de los miles de casos
inconclusos que aportan sazón a las impunes complicidades entre
poderosos. Una vez encaramada en la dirigencia del SNTE perfeccionó el
pegajoso cemento corruptor que le ha permitido maniatar a toda la
dirigencia magisterial actual. Su enquistamiento ha sido aceptado por
amplios segmentos del poder y la sociedad, llegándose a ver como cosa
normal. Y ahí, en ese sitial de privilegios conquistados a golpes de
mano dura, cinismo y groseras audacias, se ha eternizado mangoneando,
sin contemplaciones ni respetos humanos, a los que son, en efecto, sus
abyectos, obedientes y disciplinados subordinados.
El cuadro de las andanzas de Gordillo no estaría completo sin
adentrarse en sus correrías electorales. Es aquí, precisamente, de donde
ha sacado la mejor de las ventajas y que la han transformado en
personaje público de alto voltaje. Por ella, la vida democrática del
país corre el riesgo de ser electrocutada por sus peripecias alambreando
casillas con sus miles de comisionados disponibles. Los votos,
condicionados de su partido (Panal) le aportaron al señor Calderón algo
así como un millón de sufragios. Nada, sin embargo, como las trampas y
el manipuleo organizado desde el interior mismo del IFE por uno de sus
sometidos testaferros. Trasiego en el que modificó y sustituyó, a sus
anchas y en números récord, a funcionarios de casilla con el propósito
de dejar, en el completo desamparo, cientos, tal vez miles de urnas para
ser, después, asaltadas con fiereza. Las negociaciones (eufemismo del
mapachismo de gran calado) llevadas a cabo con gobernadores priístas que
vendieron sus favores quedaron al descubierto en sendas conversaciones
telefónicas. Ésta ruta fue una fuente ilegal de otras tantas miles de
actas alteradas (no hubo tiempo para meterle mano a los votos) que nunca
han sido debidamente espulgadas pero que abultaron la contabilidad para
el panista del célebre 0.56 por ciento.
Las confesiones recientes de la artificiosamente acicalada
maestra son un malabar de cinismos compartidos con aquel (FCH) que la
usó para treparse (haiga sido…) a la silla presidencial. El
intercambio entre ellos ya era por demás conocido pero, a confesión de,
al menos, una parte, ayuda para aquilatar la dimensión que adquirieron
sus deshonestos e ilegales tratos. Las aportaciones del señor Calderón
al acuerdo ya han sido harto exploradas por lo que todavía queda de
posturas críticas en el país. Ciertamente implican la graciosa sesión de
enormes recursos públicos (Issste, Lotería) puestos a disposición de la
maestra y sus corifeos sin remilgo ni vigilancia que valga. Pero lo en
verdad trascendente es el mando, la influencia, la conducción que obtuvo
sobre el proceso educativo nacional. Las consecuencias de tan maligno
arreglo son, al tiempo, tanto notorias como dañinas para la salud y el
destino de la nación. Han formado un denso, duro, impagable núcleo de
perversiones que atoran al sistema imperante. El predominio de actitudes
rayanas en la perversión de valores trastocados para favorecer a unos
cuantos y presentarlos como ejemplos (chingones) a imitar. Ambiciones
sin medida de los de arriba que son moneda corriente, usos y costumbres
que se creían desterrados hasta que llegaron las elecciones en el estado
de México.
Sus confesiones provocaron de inmediato un cúmulo de interpretaciones
convenencieras, la mayoría. Pocas, muy pocas, condenatorias y, menos
aún, presentadas como muestra material de lo que se compone el sistema
imperante. Dirigentes partidarios del PRI se han apresurado a darle
cordial bienvenida. Le auguran placentera convivencia a pesar de los
costos que ella acarrea consigo. Los ha hecho explícitos. Aun así, no le
faltarán socios en su nueva aventura. El señor Peña Nieto, obsequioso y
de estudiadas maneras, le ha declarado su amistad y posible
facturación. Todo lo que sea con tal de llegar a la cima.
Fuente, vìa :
http://www.jornada.unam.mx/2011/07/06/opinion/024a2pol
http://www.jornada.unam.mx/2011/07/06/opinion/024a2pol
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