Una de las
interpretaciones más populares sobre los orígenes de la crisis en
Estados Unidos es que se produjo al estallar la burbuja especulativa en
los bienes raíces. La bursatilización y la opacidad de los vehículos de
inversión sembraron el caos en el mercado interbancario. Los grandes
bancos empezaron a abrigar dudas sobre la solvencia de los demás, y eso
congeló el crédito de corto plazo entre bancos, una de las piezas clave
de una economía monetaria.
El corolario de esta narrativa es que la crisis se hubiera evitado
con un sistema regulatorio eficaz. Eso hubiera sometido la voracidad de
los agentes en el sector financiero y el problema se hubiera prevenido.
El problema con esta interpretación es que faltan dos elementos
importantes: los fenómenos en el sector real (no financiero) de la
economía y las medidas de política macroeconómica. Lo cierto es que la
economía estadunidense ya venía sufriendo un triple proceso de
estancamiento de salarios reales, acompañado de sobrendeudamiento
privado y un deterioro inexorable de las cuentas externas. La política
macroeconómica impuesta desde los años ochenta fue la respuesta a estos
problemas estructurales de la economía de Estados Unidos.
Desde esta perspectiva, la crisis tampoco proviene de los errores en
la aplicación de la política monetaria bajo la férula de Greenspan en la
Reserva Federal. Es cierto que a partir de la recesión de 2000
Greenspan instrumentó una política monetaria demasiado laxa, lo que
provocó el colapso de 2007. Pero las raíces de la crisis se encuentran
más allá de los errores de este personaje: la economía estadunidense
estaba ya en malas condiciones y la respuesta de Greenspan en 2001 era
la única que se podía aplicar para prolongar la vida de un esquema
basado en el sobreconsumo y la recesión crónica. Desde esta perspectiva,
la conducción de la política monetaria à la Greenspan permitió sacarle todavía más kilometraje a un vehículo ya condenado a malograrse.
La crisis es resultado directo de las contradicciones del
neoliberalismo. Y aquí es importante especificar que el neoliberalismo
corresponde a una fase de la evolución del capitalismo, en la que la
expansión del sector financiero es consecuencia de la lucha para
mantener los márgenes de rentabilidad que se habían experimentado en la
décadas de los años
doradosdel capitalismo (años de la posguerra). Además, el neoliberalismo entraña la destrucción del acuerdo político salido de la década de 1930, un acuerdo que había atemperado el poder de la clase capitalista. Sin un análisis más preciso de estos dos procesos, es imposible entender la crisis actual y tampoco será posible encontrar una salida.
En los años setenta, las principales economías capitalistas
comienzan a experimentar problemas en la tasa de ganancia. Ese fenómeno
ha sido bien documentado, aunque la mayoría de los economistas lo
ignore. La tasa de ganancia evolucionó desfavorablemente desde 1970 y
eso provocó una respuesta doble. Por una parte impulsó la eliminación de
todas las barreras a la colocación y desplazamiento de los capitales a
nivel internacional y en el plano doméstico. Los años ochenta fueron
testigo del desmantelamiento de las restricciones sobre flujos de
capital heredadas del sistema de Bretton Woods. También se inició la
desregulación que hasta entonces había controlado los peores excesos del
sistema financiero a nivel nacional.
La otra respuesta vino por el lado de la reducción de los costos laborales. Para ello fue necesario imponer una férrea disciplina sobre la clase trabajadora. Los derechos laborales fueron atacados, y todo lo que representaba cierto poder sindical fue perseguido y estigmatizado políticamente. La globalización y la apertura comercial colocaron a las masas trabajadoras del mundo entero en competencia para ver quién trabaja por menos salario. El resultado fue una transferencia de ingresos hacia los estratos superiores, nunca antes visto en la historia del capitalismo.
Las respuestas a la crisis aceleraron el desmantelamiento del acuerdo social y político que emergió de los años treinta. Se busca a toda costa restaurar el proyecto hegemónico anterior a ese acuerdo. El objetivo es abrir todos los espacios para incrementar la rentabilidad y utilizar todo el poder del Estado para lograrlo.
En su afán, la clase capitalista ha podido sacar provecho hasta de la catástrofe. Pero le será muy difícil resolver las contradicciones de un sistema económico basado en la expoliación y propenso a la inestabilidad. Desde la izquierda queda claro que se debe buscar una salida que no sea la de rescatar un sistema enfermo, so pretexto de que no hay alternativas. Tanto en las economías capitalistas maduras, como en las (mal) llamadas emergentes, existen opciones diferentes que no sólo son factibles, sino que se han revelado como indispensables si se quiere evitar lo peor. Y hoy lo peor es la restauración del proyecto político del neoliberalismo.
La otra respuesta vino por el lado de la reducción de los costos laborales. Para ello fue necesario imponer una férrea disciplina sobre la clase trabajadora. Los derechos laborales fueron atacados, y todo lo que representaba cierto poder sindical fue perseguido y estigmatizado políticamente. La globalización y la apertura comercial colocaron a las masas trabajadoras del mundo entero en competencia para ver quién trabaja por menos salario. El resultado fue una transferencia de ingresos hacia los estratos superiores, nunca antes visto en la historia del capitalismo.
Las respuestas a la crisis aceleraron el desmantelamiento del acuerdo social y político que emergió de los años treinta. Se busca a toda costa restaurar el proyecto hegemónico anterior a ese acuerdo. El objetivo es abrir todos los espacios para incrementar la rentabilidad y utilizar todo el poder del Estado para lograrlo.
En su afán, la clase capitalista ha podido sacar provecho hasta de la catástrofe. Pero le será muy difícil resolver las contradicciones de un sistema económico basado en la expoliación y propenso a la inestabilidad. Desde la izquierda queda claro que se debe buscar una salida que no sea la de rescatar un sistema enfermo, so pretexto de que no hay alternativas. Tanto en las economías capitalistas maduras, como en las (mal) llamadas emergentes, existen opciones diferentes que no sólo son factibles, sino que se han revelado como indispensables si se quiere evitar lo peor. Y hoy lo peor es la restauración del proyecto político del neoliberalismo.
Vìa , fuente :
http://www.jornada.unam.mx/2011/07/06/opinion/031a1eco
http://www.jornada.unam.mx/2011/07/06/opinion/031a1eco
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