En ocasiones,
en medicina, los logros de la investigación se acompañan de malas
noticias. Los descubrimientos, aunque sean por serendipia, siempre
provienen de la inteligencia y la buena voluntad de médicos y
científicos. En cambio, los atropellos provenientes de la investigación
pueden ser, o intencionales o debidos a la imposibilidad de predecir la
totalidad de los acontecimientos asociados a los descubrimientos.
Sobran ejemplos de malevolencia e inquina. Cito tres. La
investigaciónrealizada por los médicos nazis es la más conocida y la más abominable. La eugenesia, segundo ejemplo, vinculada con la filosofía nazi, es de acuerdo a Francis Galton (1822-1911),
la ciencia para mejorar la composición genética de nuestra especie, no sólo favoreciendo los apareamientos juiciosos sino en cualquier otra medida que propicie el predominio de las mejores características humanas sobre las otras. De acuerdo con Galton, por medio de la eugenesia se podrían mejorar los rasgos humanos, favoreciendo la reproducción de familias con
características positivasy limitando la reproducción de las que tuviesen
características negativas. Por último, el apego ético de investigadores occidentales cuando son africanos o latinoamericanos los sujetos de la investigación no siempre es idóneo. Los ejemplos previos sirven para ilustrar viejos y no tan viejos tropiezos éticos de la medicina occidental, así como algunos usos inadecuados de la ciencia.
Con el asombroso avance de la medicina pueden surgir otros problemas
cuando no se incorporan cánones éticos desde el inicio de la
investigación. Si la investigación médica caminase a la par de preguntas
éticas apropiadas seguramente habría menos conflictos morales y menos
entuertos científicos. Han pasado diez años desde que se publicó la
primera aproximación de la secuencia del genoma humano; su secuenciación
ilustra algunos conflictos entre ética y ciencia (la secuenciación es
la técnica utilizada para conocer el orden del ácido
desoxirribonucleico, cuya información es indispensable para conocer el
contenido de los genes).
Desde la publicación del primer borrador del genoma humano –el
esqueleto que rige el funcionamiento adecuado o inadecuado del ser
humano– se han patentado, aproximadamente, 20 por ciento de los genes.
De la pregunta crucial, ¿es lícito patentar los genes?, emerge otra
pregunta no menos crucial, ¿es lícito patentar la vida humana? La
frontera entre una y otra pregunta es muy tenue, quizás indefinible.
Quienes abogan en favor del derecho a patentar, defienden el
esfuerzo del investigador que lo secuenció así como la posibilidad de
contar con un arma diagnóstica muy importante, tanto desde el punto de
vista científico como del económico –las compañías manufactureras de
genes se inclinan más por las bonanzas monetarias. Un ejemplo: hay más
de cincuenta compañías privadas que ofrecen sus servicios para detectar
los genes de enfermedades como la fibrosis quística y el cáncer de
colon.
Quienes se inclinan por los argumentos éticos consideran que la vida,
los genes, no son patentables, y argumentan que éstos no pueden tener
dueño. Agregan que la determinación de un gen patentado no
necesariamente sirve para tratar la enfermedad. Los contenidos de los
platillos de la balanza deben pesarse con microgramos (no con gramos):
uno de ellos contiene las patentes de genes que no necesariamente son
sinónimo de tratamiento ni de diagnóstico; el otro contiene las
cuestiones éticas que protegen al individuo pero que podrían retrasar la
investigación.
Entre un platillo y otro hay por lo menos dos problemas más. El
primero quizás sea infranqueable: en la mayoría de las enfermedades son
múltiples los genes que participan en el desarrollo de ésta, ¿qué
sucederá si una compañía no desea facilitar la información de sus genes
patentados a otro grupo? El segundo sigue la brutal línea divisoria
entre medicina para ricos y medicina para pobres: en Estados Unidos la
prueba para diagnosticar oportunamente cáncer de mama cuesta 3 mil
dólares. El glamour de la ciencia contra la realidad de la pobreza. La
carrera imparable de las compañías que buscan patentar genes contra la
utilidad práctica de ese conocimiento.
Huelga decir que el conocimiento del genoma humano es útil y
seguramente lo será más en el futuro. Huelga también decir que los
experimentos nazis son historia, que la idea de la eugenesia ha casi
desaparecido –aunque no del todo– y que la mayoría, pero no la
totalidad, de la investigación médica se rige por principios éticos. El
meollo del asunto, diez años después de la secuenciación del genoma
humano se reduce al derecho o no de patentar la vida. Si patentarla
servirá para mejorar la vida de la mayoría de los seres humanos,
¡enhorabuena! Si patentar la vida profundizará las fronteras entre los
seres humanos, ¿qué seguirá?
Fuente, vìa :
http://www.jornada.unam.mx/2011/04/06/index.php?section=opinion&article=024a1pol
http://www.jornada.unam.mx/2011/04/06/index.php?section=opinion&article=024a1pol
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