(apro).- Un aire a Lisbeth Sallander, la heroína hacker del
novelista sueco Stieg Larsson, acompaña a Julian Assange, periodista
australiano de 39 años, fundador de Wikileaks y convertido en “enemigo
público número uno” de los servicios de espionaje norteamericanos y de
la Interpol.
Nueve días después de lanzar los más de 250 mil documentos
confidenciales del Departamento de Estado, Assange decidió entregarse
este martes a la justicia en Londres como una estrategia para
defenderse. Y su nombre volvió a ocupar los titulares de la prensa
internacional.
Sin embargo, no es la leyenda temprana lo que convierte a
Assange en un personaje enigmático, sino su activismo atípico. “El valor
es contagioso”, ha dicho, para justificar su desafío ante la mezcla
explosiva de revelaciones de información confidencial con acceso a la
tecnología, que se ha convertido en un auténtico tsunami global contra
los salones de la opacidad y de los adoradores de la “razón de Estado”.
Los Halcones en el Palacio de las Corrientes de Aire puede
ser también un buen título para este episodio que mantiene electrizadas
a las redacciones periodísticas de todo el mundo ante la divulgación de
una parte de 250 mil cables diplomáticos, extraídos de las computadoras
del Departamento de Estado norteamericano, por un soldado que, además,
es admirador de Lady Gaga.
Assange y los periodistas que lo acompañan en esta
aventura han dicho que los documentos hasta ahora conocidos no son los
más delicados, sino apenas una muestra de lo que pueden divulgar si la
cacería en su contra persiste. Lo menos que han logrado demostrar estas
filtraciones gestionadas con “medios institucionales” –The New York Times, Der Spiegel, The Guardian, Le Monde, El País- es
que sí se puede trabajar de manera coordinada y multinacional entre
periodistas para desentrañar la materia prima de los documentos sacados
de la secrecía.
La historia de Wikileaks es tan breve como intensa, al
igual que las nuevas redes sociales conocidas como web 2.0. Creado en
2006, este sitio web dio este año una primera muestra de su capacidad de
revelación cuando en abril divulgó un video grabado en 2007, donde se
observa a soldados estadunidenses matando desde un helicóptero a civiles
iraquíes. En octubre puso a disposición 400 mil reportes del Pentángono
y de la OTAN sobre la intervención en Irak. Pero el auténtico tsunami
inició el pasado 28 de noviembre.
La ola de documentos puestos a disposición de lectores de todo el mundo constituye un gran outing sobre el doble rasero de la diplomacia norteamericana y los intereses en juego.
La liberación de varios documentos del Departamento de
Estado relacionados con México constituyen una auténtica bomba para un
gobierno federal ineficaz en su guerra contra los cárteles de la droga.
Los cables de Wikileaks confirmaron muchos puntos que han sido documentados en revistas críticas como Proceso
y también hizo revelaciones que, como advirtió Porfirio Muñoz Ledo, nos
colocan en la antesala de la intervención militar directa de Estados
Unidos. Veamos:
--La injerencia del Departamento de Estado en la batalla
contra el narco. Calderón pidió ayuda a Washington. Y la capital
imperial califica de “torpes, descoordinadas, anticuadas, burocráticas y
parroquiales” a las Fuerzas Armadas mexicanas, con una salvedad: la
Armada. Los marinos mexicanos se han capacitado en Estados Unidos y este
país está detrás de los grandes operativos recientes de la Secretaría
de la Marina.
--Reveló que el titular de Defensa, Guillermo Galván, le
planteó a Dennis Blair, el máximo responsable del espionaje
norteamericano, la posibilidad de decretar el estado de excepción en
México, basándose en lo estipulado en el artículo 29 constitucional.
--Documenta que las disputas entre PGR, Sedena, SSP y
sus máximos titulares por el mando de una estrategia ausente en esta
“guerra”, es claramente monitoreado por Estados Unidos. Ante la
descoordinación, la violencia se ha incrementado.
--Uno de los datos más inquietantes es el recuento de 10 agentes de la DEA y 51 “contactos” o soplones al servicio del FBI que han sido ejecutados
por los cárteles de la droga. Si el asesinato en 1984 del agente de la
DEA, Enrique Camarena Salazar, generó la famosa Operación Leyenda que
llevó a una intervención agresiva de Estados Unidos en México,
imaginemos lo que estas “ejecuciones” pueden provocar ante la percepción
creciente de un “Estado fallido”.
Lo más sintomático frente al tsunami es la pretensión de
censurar un modelo informativo e informático que, por definición, es
horizontal, autogestivo (quien quiera puede encontrar suficientes pistas
para auténticos reportajes e investigaciones de más calado) y fuera de
los modelos de control tradicionales.
La gestión del escándalo ha sido torpe y ha arrasado el
prestigio de algunos sitios que decidieron cerrar el acceso a las
cuentas de Wikileaks, como han sido los casos del servicio Pay Pal y de
Amazon. ¿Con qué autoridad Estados Unidos o sus organizaciones civiles
afines pueden condenar a China o a Cuba por censurar sitios como Google
si ellos han alentado lo mismo con Wikileaks?
Frente a estos hechos, Assange ha señalado: “nuestra
principal defensa no es la ley, sino la tecnología”. Y en este punto
está lo más atrayente del tsunami informativo: ¿cómo frenar o censurar
un modelo basado justamente en su capacidad de reinvención?
¿Qué va a suceder frente a la situación y las previsibles
filtraciones nuevas? ¿Sobrevivirá Wikileaks a la cacería que se ha
armado en contra de su fundador? Más allá del thriller que se ha orquestado en contra de Assange, lo importante del tsunami es lo siguiente:
Termina la era de los escándalos al estilo Watergate y
comienzan los del Wikigate. Es decir, las grandes revelaciones ya no
requerirán de una “garganta profunda”, sino del acceso a la tecnología y
a la información.
Se replantea el “secreto de Estado” en un mundo
globalizado, interconectado. Eso no lo ha entendido el gobierno de
Felipe Calderón y sus voceros oficiosos. La guerra contra el narco no es
un asunto solamente mexicano; se ha transformado en un expediente de
interés global, gracias a Wikileaks.
El ejercicio periodístico no se afecta ni se suplanta,
como se quejan los ortodoxos o los bribones. Por el contrario, el
periodismo se potencia gracias a los documentos que Wikileaks pone a
disposición como un gran materia prima para investigar, explicar,
contrastar, analizar. Es el periodismo analítico lo que se reclama ahora
en un mundo atribulado por secretos, maniqueísmo imperial, guerras de
odio.
En esencia, estamos ante la primera gran revolución
informativa del siglo XXI. Sus consecuencias son impredecibles, pero las
lecciones y los escenarios que de esto surgirá ya están en nuestro
horizonte.
www.jenarovillamil.wordpress.com
http://proceso.com.mx/rv/modHome/detalleExclusiva/86172
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