Mario Benedetti, de Hombre preso que mira a su hijo
En un día (octubre 2009) en el cual,
casual o sintomáticamente, los gendarmes y profesores han parado, las
estadísticas muestran un aumento del 41% de la población carcelaria
desde que se instaló la reforma penal. Esto quiere decir, que cualquiera
de las ciudades como Vallenar, La Calera, Constitución, San Carlos, Tomé, Lota, Ancud, Coihaique, o Paine en la Región Metropolitana, podría estar habitada sólo por presos. La cifra llega hoy a 52.375 personas, ante la cual el subsecretario de Justicia declara orgulloso que en Chile “tenemos un sistema de persecución criminal más eficiente”.
Sin embargo, lejos del orgullo
gubernamental es necesario preguntarse ¿qué resuelve la cárcel?, y si,
por otra parte, ¿no está siendo acaso parte del problema? Más que una
sensación, podríamos decir que es una constatación que la cárcel no es
igualitaria, es decir, no se ofrece como un instrumento de castigo para
todas las clases sociales. Los pobres son los que van a las cárceles
comunes, mientras que los militares que han violado los derechos humanos
tienen cárceles propias y en condiciones desvergonzadas de lujo, y los
ricos tienen “buenas defensas jurídicas” o se escapan del país. Esta
burda clasificación no está lejos de la realidad.
Hace pocos días sorprendió, y algo escandalizó, la detención de un universitario que preguntaba a Carabineros por
qué se tomaba detenido a un joven escolar… en este simple hecho,
ocurren, al menos, dos fenómenos interesantes. En primer lugar, la
detención de un niño no llamó particularmente la atención. Probablemente
las denuncias realizadas por las organizaciones internacionales de
Derechos Humanos contra Chile y su fuerza policial vayan justamente en
esta línea; se abusa sistemáticamente de los manifestantes chilenos/as,
que como bien sabemos tienen a todos los poderes del Estado en
contra. Y en segundo lugar, se destaca que la arbitrariedad sí se
produjo contra el estudiante universitario, lo que esconde un sesgo
etario y clasista.
Ninguno de estos temas es objeto de la mirada inquisidora de los reality shows
carcelarios de los canales de televisión, que se han afanado en mostrar
hasta los más escabrosos detalles de la vida de las cárceles, sus
habitantes y crímenes. Detrás de la cámara, en un lugar oculto, está el
poder que castiga una y otra vez a los pobres, culpables o no, con
defensa o sin ella, a un camino sin salida, con la eufemística oferta de
reinserción social. Tal vez los únicos que han ganado con todo esto,
son aquellos que han instalado sus empresas/fábricas privadas dentro de
las cárceles para pagar menos salarios y lucrar más.
Hay que volver a poner el acento en el hombre.
Fuente, vìa :
http://www.elciudadano.cl/2010/12/08/el-orgullo-carcelario-en-chile/
http://www.elciudadano.cl/2010/12/08/el-orgullo-carcelario-en-chile/
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