Ecuador: crónica desde el epicentro del terremoto......Por Javier Pérez Martínez
Las personas que habitan las zonas más afectadas por el sismo
del pasado sábado en Ecuador viven con desasosiego las amenazas de una
nueva sacudida. Por Javier Pérez Martínez, desde Manta (Ecuador).
Un temblor creciente, tan intenso como para hacer sentir -a quienes
lo vivieron- que el suelo desaparecía bajo sus pies, ha conmocionado a cerca de dos millones de personas.
Se estima que esa fue la población que sufrió el movimiento de la
tierra con una intensidad entre fuerte y severa. Cincuenta segundos de
violenta sacudida, una experiencia de pánico que emerge con cada nuevo
temblor y hace rogar de inmediato a buena parte de los habitantes del
litoral ecuatoriano.
Son muchos quienes rememoran la experiencia. Elvira Macías vive en
Manta con sus dos hijos y su hermano. Ella cuenta su vivencia en cada
conversación, empieza clamando: “¡Ay Señor! Yo creí que me moría”.
Después de lo ocurrido, centenares de réplicas conducen
a percibir que la vida no depende solamente de uno mismo. Así da a
entender la señora Macías que junta sus manos como si fuera a orar,
atribula y suspira: “¡Ay Diosito! ¡Que no nos pase nada, por favor!”.
Los tres temblores de mayor tamaño tras el terremoto, de una magnitud
de entre 5 y 6.1 grados, provocan la alerta de toda familia. Las
réplicas fuertes empiezan igual, con una primera vibración que comienza a
envolver el ambiente, entonces, cualquiera se alarma, se intuye la
venida de la catástrofe cuando ese zumbido levanta un extraño aire y, como sucedió el sábado pasado, agita las casas por sus cimientos.
Además, todos tienen la imagen de un panorama desolador: postes de
luz por los suelos, paredes caídas, casas desnudas donde todavía cuelgan
algunos retratos familiares, arquitecturas de cuatro plantas
aplastadas, barrios destruidos, toneladas de escombros, y todavía, gente
atrapada bajo el derribo. Consecuencias materiales devastadoras que se
suman al desastre humanitario. Por el momento, la carga emocional y las réplicas no permiten descansar. La
preocupación por ponerse a salvo ha desvelado a la gente de Manabí que
duerme unida en los soportales por el temor a más sacudidas. Miguel
Mejía, vecino del centro de Manta, no esconde sus intenciones: “Yo
pensaba dormir dentro, pero después del último temblor… ya no”.
La calidez de carácter de las personas del trópico apunta a levantar
el ánimo. Con el miedo tan presente las bendiciones y los ruegos afloran
más allá de los creyentes, y algunos agnósticos acogen con gratitud la
gracia de quienes más creen. Una vez invocada, consciente o
inconscientemente, la Providencia queda confiar en el Instituto
Geofísico de Ecuador cuando se trata de neutralizar el miedo: “La tasa de generación de réplicas disminuye con el paso de tiempo. Esto significa que la amenaza asociada con ellas también disminuye paulatinamente”.
Fotos de Alejandra Bueno y Xavier S. Calderón
La nota completa se puede leer en el periódico español Diagonal.
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