Asamblea Extraordinaria ATTAC-España 15 y 16 de junio de 2013
I. Un poco de historia
¿De dónde y con qué motivaciones viene la idea del euro?A finales de los ochenta, los responsables políticos franceses, entre ellos François Mitterrand, defendían el proyecto de crear una moneda europea común para limitar la creciente hegemonía del marco alemán, y ante las reticencias de los responsables políticos alemanes, el gobierno francés liberalizó los movimientos de capitales, y propuso al banco central alemán la unión monetaria dejando que las condiciones las pusiera Alemania. La que impuso fue la creación de un Banco Central Europeo (BCE), independiente del poder político y cuyo único fin era mantener un bajo nivel de inflación. Además, no podría otorgar préstamos a los estados miembros, los cuales deberían acudir a los mercados financieros y a la banca privada para obtenerlos; en cambio, la banca privada si podría obtener créditos del BCE a bajo interés.
Así nacía el euro, condicionado por:
1- Una política monetaria única para países con realidades diferentes y, sobre todo, divergentes en estructuras productivas y económicas, en niveles de productividad, y en demografía, entre otros.
2- La creación de un BCE independiente de cualquier gobierno u órgano elegido por sufragio universal.
La entrada en el euro de España se consideró por una mayoría de la población , de los partidos y la mayoría de los economistas como un paso adelante hacia la “modernización” del país, entendiendo esta como un conjunto de cambios en lo social, lo económico y lo cultural que superaran la losa histórica que durante 40 años tuvo esta nación . Por ese entusiasmo se cedieron porciones de soberanía, tanto de manera explícita como implícita, que quitaron herramientas al estado español para poder realizar aquellas políticas necesarias para mejorar la vida de la mayoría de la población. El sustrato teórico sobre las supuestas ventajas económicas que tiene dicha renuncia a parcelas de soberanía viene dada por la teoría de las Áreas Monetarias Óptimas (Optimal Currency Area), un ejercicio de economía normativa que parte de la premisa de que el dinero es fruto de la evolución de los mercados privados y cuya función es reducir los costes de transacción en los intercambios comerciales. Frente a esa concepción metalista del dinero de la que parte dicha teoría, hay otra concepción sobre el origen del dinero, la cartalista, que tiene que ver con el concepto de soberanía política y la autoridad fiscal de la nación, y que explica la regularidad bien robusta de que a una nación le corresponde una moneda, la cual le permite afrontar, en momentos de extrema necesidad, merced al poder de la creación de dinero, la movilización todos los recursos reales bajo su jurisdicción. Con el euro se ha implementado una moneda independiente de los estados y dependiente de los bancos y mercados financieros, centrada en conseguir mediante su escasez forzada (viso deflacionario del euro, pues lo único que importa al BCE es la inflación) un valor intrínseco que le permite competir por la demanda internacional de atesoramiento de riqueza en forma monetaria, para así desplazar a otras monedas, o dicho de otra manera, el euro nace como una moneda enemiga acérrima de la inflación y como tal pretende atraer a los capitales que buscan refugiarse de la inflación como si de un pseudo-oro se tratase.
http://cas.umkc.edu/econ/economics/faculty/wray/601wray/goodhart.pdf
II. Algunos beneficios y beneficiarios.
Costes, algunos evidentes y otros no tanto.
Entre los beneficios teóricos supuestos estaba la convergencia de los tipos de interés de las deudas publicas de la zona, que en último caso se volverían perfectos sustitutos unas de otras, merced a la desaparición de las primas de riesgo monetarias asociadas a la devaluación o a la inflación, si bien ya desde el 2000 la misma AMUE (Association for the Monetary Union of Europe) reconoció que al primer año de la UME ya se volvía a una senda de divergencia de los tipos. El proceso de divergencia se aceleró de manera dramática a raíz de la crisis financiera del 2008. Baste para ello recordar que las primas de riesgo de Irlanda, España o Italia frente a Alemania superan los 300 puntos básicos y el caso de Grecia es superior a los 1000 puntos básicos.
http://www.cfeps.org/pubs/wp/wp24.html
http://www.belgeler.com/blg/dbk/the-association-for-the-monetary-union-of-europe
Entrando en los beneficiarios de dicha integración y sin ser esta relación exhaustiva podemos encontrar que:
Entre agentes económicos privados: todas las empresas y personas (trabajadores consumidores) que se veían sometidos a costes adicionales debidos al riesgo de tipo de cambio se deshacen de ello; las empresas que pueden acceder a mercados de capitales más extensos y hacer uso de los instrumentos de deuda (titulizaciones) que se puedan colocar en un mercado de capitales ampliado (costes de transacción reducidos o eliminados) les permite acometer procesos de expansión más ambiciosos. Los trabajadores de alta movilidad intraunión con pocos costes familiares y poco arraigo en el territorio disfrutarán de un espacio laboral ampliado.
Entre estados: dado que cada estado de la unión pasa a ser mero usuario de moneda, no puede crear moneda independientemente. Aquellos estados que tienen un sector exterior menos dependiente de la política cambiaria y que tengan una posición de exportadores netos van a tener una posición más segura debida a su abundancia de reservas en euros en el BCE, lo cual les puede permitir afrontar políticas anticíclicas sin verse penalizados con primas de riesgo por insolvencia crecientes al tener que recurrir a los mercados de capitales para adquirir reservas. Diciéndolo de otra manera más sencilla, si no tienes euros y quieres incrementar (o se te incrementa) el gasto del estado tienes dos opciones: o conseguirlos de tus vecinos gracias a exportarles más de lo que importas o debes pedir más euros a los mercados financieros, lo que estos ven como una posición de riesgo y por ello piden un tipo superior por prestártelos (primas de riesgo de insolvencia).
Entre los costes evidentes de la integración se encuentra la pérdida de soberanía monetaria que supone la pérdida de control sobre el tipo de interés y el tipo de cambio impidiendo el recurso a la devaluación. Es de notar que el periodo previo a la UME, con el colapso del SME que la precedió, dio buen anticipo de los costes en esta materia, ya que permitió a los especuladores en los mercados monetarios aceptar y ganar la apuesta contra los bancos centrales sobre si los niveles de reservas de divisas de alguno de estos eran capaces de sostener la cotización que dicho tipo fijo o banda de fluctuación determinaba.
Sin embargo, también se asumieron costes no tan evidentes a resultas de la integración en una moneda común:
Privatización de la financiación pública y exigencia.
En un contexto de moneda fiat (no convertible) con tipos de cambios flotantes, un estado soberano monetariamente con deudas denominadas en la moneda que monopoliza, no está sujeto en su gasto por restricción financiera alguna, el estado puede pues gastar libremente, siendo el riesgo del sobregasto la inflación. Al renunciar a la soberanía monetaria, la restricción financiera (por la necesidad de compensar las variaciones de reservas en el BCE) raciona el gasto del estado, y a medida que este incurra en mayores déficits, su fuente de financiación que son los mercados privados de capitales pueden reclamar mayores primas sobre el riesgo de insolvencia. El Banco Central puede garantizar que no se dé la insolvencia siempre en último término, pero ello supone el rescatar a los estados, lo cual está explícitamente prohibido en el artículo 125 del Tratado de Lisboa. Así pues, constatado que los mercados de capitales privados pueden forzar la política fiscal discrecional de los estados, cuando existe una recesión éstos se encuentran en el dilema de que, por un lado, los estabilizadores automáticos (menor recaudación, mayores transferencias sociales, etc.) llevan al presupuesto estatal hacia el déficit para poder compensar la caída de la demanda privada, mientras que, por otro lado, los mercados privados reclaman mayores primas de riesgo de impago y exigen la vuelta a niveles inferiores de déficit obligando a realizar la política procíclica (reducción de transferencias e incrementos impositivos) que reducen la demanda total y por ello el ingreso, constituyendo un circulo vicioso depresivo en el que el pago de intereses a los mercados financieros toma cada vez una mayor parte de los presupuestos gubernamentales menguantes.
Competitividad (Dumping) salarial y fiscal.
La propia teoría AMO (Areas monetarias óptimas), de donde parte el experimento del euro, revela estas dinámicas. Los mercados de capitales se encargarán de sancionar un intento del factor trabajo para mantener o ampliar su parte del ingreso nacional de manera que solo se acepten incrementos salariales iguales o inferiores al incremento de la productividad. Es más, dada la perfecta movilidad del capital, los estados se ven incentivados a no gravar a este factor que puede volar libremente a otra jurisdicción de la UME con menor presión fiscal, mientras que para compensar la caída que supone sobre la recaudación del estado grava al factor o las operaciones que más se fijan al territorio (ingresos sobre el trabajo, impuesto al consumo, etc.).
Especialización productiva conforme a un modelo centro-periferia.
Si bien en una zona monetaria con una autoridad fiscal común que trabaja en unión con el banco central no cobran tanta importancia los flujos comerciales dentro de las fronteras (balanza por cuenta corriente entre estados de USA), en la UME estos flujos sí tienen una importancia crucial. Esto es debido a que en el primer caso la autoridad fiscal compensará los desequilibrios en tasa de crecimiento y desempleo de la regiones mediante un mecanismo fiscal de transferencias (presupuesto federal e impuestos federales), asegurando un mínimo de cohesión al conjunto del área. En el segundo caso, al no tener ese mecanismo de compensación, la dinámica impone una especialización productiva con un centro que acapara las actividades de mayor valor añadido, mientras que la periferia se ocupa de la de menor valor, acentuando las diferencias en el desempeño de las regiones: las más prosperas mejoran a costa de las menos prósperas sin tener que dar transferencias a cambio. Si añadimos que las regiones menos prosperas recurrían con cierta regularidad a la devaluación para evitar su desindustrialización, con una unión monetaria el proceso de divergencia se exacerba al eliminar esa posibilidad, quedando solo como recurso las devaluaciones internas que no solo deprimen la demanda interna de esa región sino que esa deflación de precios y salarios alimenta un proceso de concentración de rentas y riqueza.
III. Pero ¿es esto realmente un AMO?
¡Y que importa que no lo sea!, lo importante es otra cosa.
Atendiendo a las condiciones expuestas en la teoría de Mundell los requisitos mínimos son:
1 Movilidad laboral y flexibilidad de salarios a través de la región: esto incluye capacidad física para viajar (visados, derechos de trabajadores) o eliminar barreras culturales para la libertad de movimientos (como sería el caso de distintos idiomas) o las barreras institucionales.
2. Movilidad de capital y flexibilidad de precios.
3. Un mecanismo automático de transferencia fiscal, que redistribuya el dinero hacia las áreas o sectores que se hayan visto desfavorecidos por las dos características antes señaladas.
4. Los países partícipes tienen que tener ciclos económicos similares.Que no se cumplan ni por asomo las condiciones teóricas en muchos de los países (con especial relevancia en los llamados PIIGS) no es óbice para que el mismo padre teórico defienda el proyecto, pues como Mundell reconoce “Monetary discipline forces fiscal discipline on the politicians as well”. Y en definitiva de eso se trata el euro: de disciplinar a los estados fiscalmente. O si lo vemos desde la perspectiva política, consiste en alejar de las manos de los representantes democráticos la toma de decisiones económicas.
IV Nadie podía prever este resultado, ¿o sí?.
El desastre del divorcio entre la moneda y el estado nación, sin existir ningún interés en crear una federación de estados para solucionar este problema, ya había sido denunciado durante más de 20 años por parte de la Teoría Monetaria Moderna en los países anglófonos y en la misma Europa, por la Teoría de Circuito Monetario, ambas muy cercanas: post-keynesianas y que parten de una aproximación al dinero cartalista (el dinero es producto del estado). Estos programas de investigación económica sí adelantaron tanto los mecanismos como las condiciones por las que se podría llegar a la situación actual.
http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=5146
http://college.holycross.edu/eej/Volume25/V25N1P63_76.pdf
http://www.bcra.gov.ar/pdfs/eventos/JMB_2012_Wray.pdf
V. Soluciones al desastre y aplicabilidad de las mismas en la Europa realmente existente.
Los escenarios para enmendar algo el desastre en el que nos encontramos en mi opinión son tres, algunos de ellos suponen una ruptura radical en las dinámicas depresivas expuestas, otros no tanto.
El primero sería el desarrollo de una entidad federal, compuesta por los países de la UME bajo control democrático de un parlamento con plenos poderes legislativos (entre ellos la elaboración de un presupuesto), que unificase de nuevo la soberanía monetaria con la fiscal. Esta entidad sería la encargada de poner en marcha las políticas anticíclicas necesarias, que consistirían en una expansión fiscal de calado suficiente como para volver a tasas de crecimiento que recuperen el empleo y reviertan el proceso de desigualdad económica tanto entre regiones como entre ciudadanos. Esta salida, que podría ser la ideal pues fortalecería y afianzaría el sentido de pertenencia a una idea de Europa social de los ciudadanos europeos bajo principios de solidaridad y cooperación, hay que ponerla en perspectiva respecto a su aplicabilidad. Los incentivos al desarrollo de ese federalismo se podrían concretar en: 1º, la población de los países periféricos está incentivada para conseguir un mecanismo de compensación fiscal (solidaridad entre socios) que amortigüe el shock asimétrico y estabilice la crisis social y la destrucción progresiva de sus economías; y 2º, el progresivo deterioro de la capacidad de compra de los países periféricos terminará dañando a las economías centrales que centran su desarrollo en el mercado exterior, lo que repercutirá en sus resultados económicos.
Por otro lado, hay desincentivos claros al desarrollo de tal federalismo. Desde el primer momento de creación de la UME, el planteamiento de una federación quedaba completamente fuera de los objetivos, lo cual explica tanto la configuración de un banco central independiente sin control de ningún poder democrático, como la nula capacidad legislativa del parlamento europeo frente a un órgano tecnocrático como la Comisión, que ostenta dicha capacidad. Un primer desincentivo es que los países centrales gozan de evidentes ventajas en el actual marco institucional, pues consiguen menores costes de financiación. Por otro lado, la percepción de riesgo de insolvencia en las economías periféricas lleva a una fuga masiva de depósitos hacia los países centrales, al pensar ingenuamente que dichos fondos quedarán a salvo de un posible impago de alguno de esos estados periféricos, así como de la posible depreciación de estos como consecuencia de un impago que termine expulsando al país de la zona euro. También se abren oportunidades de negocio en los países periféricos para los abundantes capitales del centro que permiten la supresión-absorción de competidores. En el caso de bienes de titularidad pública (merced a las privatizaciones), las oportunidades son si acaso mejores debido a la obligación, incluida en los mismos memorandos de entendimiento, de liquidar activos públicos para reducir el déficit presupuestario. Respecto al factor trabajo, la tasas de desempleo de los periféricos tienen una función disciplinadora, como amenaza frente a las veleidades distributivas ante la pérdida de posiciones en el ingreso nacional de los asalariados frente a los propietarios de capital de los últimos 30 años, acelerada desde principios de siglo y en especial desde la depresión creada por las políticas procíclicas. Un desempleo alto en España (o Grecia o Irlanda o Portugal) no es problema social ni político en Alemania (o Francia u Holanda) y sí, en cambio, un recordatorio a los trabajadores alemanes (franceses, etc.) de que o mejoran su competitividad o pueden ser tan prescindibles como los millones de desempleados periféricos que en última instancia pueden sustituirlos.
El segundo escenario consiste en seguir jugando con las reglas actuales, buscando dentro de ese entramado los resquicios por los cuales realizar las políticas económicas necesarias (uso de las bancas públicas, o uso intensivo del BEI). En ese sentido, es muy significativo que los diseñadores y gestores del actual proceso se estén dotando de más y más salvaguardas para evitar dicha flexibilidad por parte de los estados (al menos de los estados periféricos), poniendo fuera de la discusión política no sólo la política monetaria (prerrogativa del BCE) sino también la fiscal, blindándola judicialmente vía el TJE mediante la capacidad de imponer multas de hasta el 0,1% del PIB a los países que no cumplan con las leyes de la Austeridad y obligando a los miembros a constitucionalizar la austeridad.
El tercer escenario, que es anunciado por el “stablishment” como el apocalípsis económico, sería la denuncia de los tratados poniendo fin a las reglas actuales y planteando a los estados la disyuntiva entre crear unas nuevas reglas (que nos lleven al primer escenario) o dar por finalizado el experimento de Eurolandia y que cada cual haga lo mejor para su población. Esta situación tiene todos los visos de ser la más probable dada la percepción cada vez más clara por parte de los ciudadanos europeos de que las instituciones creadas no merecen confianza (el caso de España es el más extremo), a lo que se suma el hecho de la culpabilización de los países periféricos entre la población de los países centrales, que está alimentando un proceso de odio que acentuará las tendencias centrífugas, odio que en los países periféricos se alimenta del sufrimiento que causan las políticas impuestas por el centro.
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=167144&titular=la-prensa-alemana-llora-la-pobreza-de-la-naci%F3n
Qué nos queda entonces? O vivir esperando un milagro que nos lleve a la primera situación, o continuar por el calvario sin fin del segundo escenario que día a día se vuelve más arduo, o afrontar el hecho de que el “éxito” de un proyecto que funciona como se diseñó y no como se anunció es en realidad un fracaso para las ilusiones de la mayoría de la población europea, en especial las del pueblo español, lo cual implica reconocer que es preciso forzar un cambio de las reglas de juego o, caso de no ser esto posible, salir del mismo juego para crear otras.
Para acabar unas palabras de Paul Krugman que nos dan una idea de lo que supone realmente la perdida de la soberanía monetaria y que abandona (por fin) el mito del crowding out.
“First, if you look around the world you see that the big determining factor for interest rates isn’t the level of government debt but whether a government borrows in its own currency. Japan is much more deeply in debt than Italy, but the interest rate on long-term Japanese bonds is only about 1 percent to Italy’s 7 percent. Britain’s fiscal prospects look worse than Spain’s, but Britain can borrow at just a bit over 2 percent, while Spain is paying almost 6 percent.
What has happened, it turns out, is that by going on the euro, Spain and Italy in effect reduced themselves to the status of third-world countries that have to borrow in someone else’s currency, with all the loss of flexibility that implies. In particular, since euro-area countries can’t print money even in an emergency, they’re subject to funding disruptions in a way that nations that kept their own currencies aren’t — and the result is what you see right now. America, which borrows in dollars, doesn’t have that problem. “*
http://www.nytimes.com/2011/11/11/opinion/legends-of-the-fail.html?_r=3&
(*)“En primer lugar, si nos fijamos en todo el mundo, se ve que el factor más determinante para los tipos de interés no es el nivel de la deuda pública, sino si el gobierno se endeuda en su propia moneda. Japón está mucho más profundamente endeudado que Italia, pero el tipo de interés de los bonos japoneses a largo plazo es de sólo 1%, frente al 7% de Italia. Las previsiones fiscales de Gran Bretaña se ven peor que las de España, pero el Reino Unido puede pedir prestado a un poco más del 2%, mientras que España está pagando casi un 6%.
Lo que ha ocurrido, parece ser, es que estando en el euro, España e Italia, se han puesto en la situación de los países del tercer mundo que tienen que pedir prestado en una moneda que no es la suya, con toda la pérdida de flexibilidad que ello implica. En particular, dado que los países de la zona euro no pueden imprimir dinero, incluso en caso de emergencia, están sujetos a trastornos financieros de un modo en que no lo están aquellos países que mantuvieron sus propias monedas, y el resultado es lo que se ve ahora. América, que se endeuda en dólares, no tiene ese problema. “
vía:
http://www.attac.es/2015/09/09/el-euro-nos-puso-bajo-la-dictadura-de-los-mercados/
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