Diagnóstico de los agravios, realizado por los padres de los desaparecidos de ayotzinapa, el cni y el ezln al iniciar el año
El año 2015 inicia en un país bajo las balas y tras los barrotes, no sólo por el asesinato de tres normalistas de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa y la desaparición forzada de otros 43 (de los cuáles fueron identificados los restos de uno), sino por los asesinatos, secuestros, torturas y encarcelamiento de decenas de indígenas que defienden su territorio en todo el país. Por eso no es casualidad que justo ahí, en las comunidades indígenas de Guerrero y de todo México, se encuentren la resistencia y, sobre todo, la esperanza.
Los danzantes de Pascola, Juan Estrada, Abundio López y Liborio Buitimea. Foto: Jerónimo Palomares |
“A mi muchachito me lo mataron ese día, el 26 para amanecer 27. Él me habló en la noche para decirme que iba por sus compañeros, porque habían matado a uno de ellos. Me dijo que no me preocupara, que él iba a estar bien, que se iba a cuidar. También me dijo que nos cuidáramos nosotros, también sus hermanitos. Ya no regresó. Estamos por acá para pedirles ayuda para encontrar a sus compañeros. Por eso me he unido. Ya que mi muchacho no pudo lograrlo. Soy Berta Nava Martínez, madre de Julio César Ramírez Nava”.
Luego de más de tres meses de búsqueda incansable, los padres de los 43 estudiantes desaparecidos, y los de los tres asesinados, forman ya una gran familia, una comunidad hermanada no sólo por la desesperación, el dolor y la rabia, sino por el convencimiento de que se encuentran en algún lugar, secuestrados por el Estado, pues tienen claro que el Ejército está inmiscuido y que en los cuarteles tienen que buscarlos. Los padres viajan, asisten a asambleas, marchas y congresos. Se reúnen todos los días con gente solidaria, pues así como han conocido la represión del gobierno; la otra cara, la del acompañamiento y solidaridad, se ha mostrado con todas sus luces.
“Hay gente buena como ustedes que nos ha brindado todo su apoyo. Ahí fue donde aprendimos mi esposa y yo todo el valor de la gente, empezamos a aprender de organizaciones, de actividades, porque nosotros no sabíamos nada de ese tiempo de situaciones. Gracias a Dios nos encontramos 43 padres y otros tres que son los padres de los caídos. Todos tienen un gran corazón. He aprendido mucho de ellos. Nos han levantado y están en las buenas y en las malas”, dice Mario César González Contreras, padre de César Manuel González Hernández, quien agradece, al igual que todos, al EZLN el haberles cedido su lugar en este Festival. .
Sus palabras no pudieron encontrar mejor oído que en los representantes de los 28 pueblos indios reunidos en Oventik, Chiapas, en ocasión del 21 aniversario del levantamiento zapatista.
A nombre del CNI, Carlos González advierte que “el narcotráfico y los paramilitares se muestran, hoy como nunca, con el rostro de este gobierno, con el rostro de este sistema capitalista que nos destruye y no deja esperanza”. El narcotráfico, dice, “se había exhibido ya en Ostula, en Cherán, en la Huasteca y en muchas partes de la geografía indígena y no indígena de este país, como el arma de los capitalistas, como el arma del Ejército, de la Marina, de las corporaciones policiacas, para destruirnos, para tenernos en el terror permanente y así poder lograr sus objetivos: el robo, el despojo sin tamaño, la explotación sin fin, la pesadilla. Hoy, con Ayotzinapa, se exhibe abiertamente lo que es el narcotráfico, lo que son las corporaciones militares y policiacas, lo que es el gobierno, lo que son los partidos políticos, todos, una porquería, el engrudo de este sistema”.
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Aurora Meza Calles, del pueblo kumiai, de la comunidad Puntas de Nejí, de Tecate, Baja California, fue detenida, acusada de robar los caballos de un rico cacique que se quiere apropiar de sus tierras. Y, también en el norte del país, llevan meses en la cárcel los yaquis Mario Luna y Fernando Jiménez, por oponerse a que gobierno y empresarios les roben su agua.
En Durango, de la comunidad de Bancos de San Hipólito, municipio de El Mezquital, fue secuestrado y torturado el presidente del comisariado de bienes comunales Sebastian Carrillo Carrillo, wixárika, por policías municipales y estatales. Esta comunidad lucha porque se le reconozcan las tierras que le pertenecen.
En la comunidad coca de Mezcala, en Jalisco, existen diez órdenes de aprehensión contra quienes “han resistido la voracidad de los empresarios inmobiliarios que quieren apoderarse de las tierras que están en la ribera del Lago de Chapala”. En Ayotitlán, comunidad nahua del sur del mismo estado, donde opera la empresa minera extractora de hierro más grande de América Latina, Peña Colorada, desaparecieron hace dos años a Celedonio Monroy Prudencio, quien se oponía al despojo minero.
Y en Cherán, Michoacán, “por defender los bosques, por proponer y llevar adelante un gobierno distinto, basado en la costumbre propia, han sido asesinados 15 comuneros y seis se encuentran desaparecidos”; mientras que en Ostula, comunidad que recuperó sus tierras sobre la base de haber armado su policía comunitaria en junio de 2009, han sido asesinados 32 comuneros, cinco se encuentran desaparecidos y hace unos días intentarorn asesinar al comandante de la policía comunitaria de Ostula y coordinador de las autodefensas del municipio de Aquila y costa de Michoacán, Semeí Verdía.
En San Pedro Tlanixco, en las faldas del volcán Xinantécatl, arriba del Valle de Toluca, “se encuentran seis compañeros presos desde hace once años, tres de ellos con sentencias de más de más de 50 años, y el que fuera comisariado ejidal, prófugo desde esa fecha, por defender sus aguas. También en el Estado de México, en Xochicuautla, municipio de Lerma, en los últimos meses han sido detenidos primero 14 comuneros y después ocho más, por resistirse a la construcción de una autopista que pretende destruir su bosque sagrado.
En Puebla, en la región de los Volcanes, fueron detenidos Juan Carlos Flores Solís y Enedina Rosas. Su delito, oponerse y luchar contra el Proyecto Integral Morelos, que contempla la construcción de dos termoeléctricas, un gasoducto y una autopista en la región de Los Volcanes, en Puebla, y en el oriente de Morelos, para desdoblar el Distrito Federal y generar una gran ciudad de más de 600 mil habitantes, despedazando los territorios y despojando de su agua a las comunidades campesinas que habitan en esa región.
Las cosas no son distintas en Oaxaca, donde se encuentra preso Pablo López, zapoteco de la Sierra Norte, cuyo delito es defender los bosques de su comunidad. En ese estado fueron asesinados, Maximino Salinas Hernández y Federico Bejaranos, de la Fuerza Indígena Chinanteca, en la región de Tuxtepec, también por defender sus tierras. Y en la sierra sur, Álvaro Sebastián y seis zapotecos más de la región de los Loxichas, llevan 16 años presos, con sentencias de más de 30 años, “acusados por el gobierno de delitos que no cometieron en una región que le resulta importante a los capitalistas por la gran cantidad de hierro”.
En el Istmo de Tehuantepec, la comunidad San Dionisio del Mar, la colonia Álvaro Obregón y Juchitán, entre otras, “viven el acoso cotidiano del gobierno y de empresas trasnacionales que quieren imponer grandes parques eólicos y con ellos un sinfín de proyectos, como autopistas y vías de trenes”. Aquí, Héctor Regalado fue asesinado, y Alejandro Regalado, también binizá, fue encarcelado.
El historial reciente de agravios contra los pueblos termina en Chiapas, donde Juan Vázquez Guzmán y Juan Carlos Gómez, tseltales de San Sebastián Bachajón, fueron asesinados por defender sus tierras del proyecto de autopista de San Cristóbal de las Casas a Palenque. Y en la Selva Lacandona, “hace unos meses, los paramilitares de la CIOAC histórica y de diversos partidos políticos, de un modo vil y artero, con toda saña y protegidos por todos los gobiernos de este país, asesinaron a nuestro hermano Galeano, zapatista, maestro de La Realidad”.
Luego de enunciar parte de la cotidianidad de los pueblos que enfrentan el despojo de sus territorios, el CNI reconoció las enseñanzas obtenidas de los familiares y compañeros de los normalistas de Ayotzinapa: “Ustedes nos dan un valor que a veces no tenemos. Sepan de nosotros, hermano, hermana, que no les damos el apoyo, que no queremos alianza con ustedes, pues ustedes y nosotros somos lo mismo, tenemos el mismo dolor. Tenemos que ser la misma rabia. Sus desaparecidos son nuestros desaparecidos y los sentimos en nuestro corazón, los sentimos en todos nosotros. Sus muertos son nuestros muertos. Vamos a luchar como lo hemos hecho, porque regresen, porque se haga justicia”.
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Fueron los zapatistas, hace ya 21 años, los primeros que dijeron que no había que confiar en gobiernos ni en partidos políticos del color que fueran. Junto a Ayotzinapa lo confirmaron: “No importa qué tantas palabras digan, esos gobiernos no mandan, porque el mero Mandón es el capitalismo neoliberal. Por eso no hay que creerles nada a los malos gobiernos. Todo lo que queramos como pueblos lo tenemos que construir entre nosotros. Así como los familiares de los asesinados y desaparecidos de Ayotzinapa están construyendo su búsqueda de verdad y justicia”.
“Lo que nos ha hecho pensar la lucha de los familiares y compañeros de Ayotzinapa es que quienes secuestran, asesinan y mienten son los mismos. Que no va a buscar la verdad quien predica la mentira. Que no va a hacer justicia quien impone la injusticia. Y esto es lo que nos enseñan los familiares de Ayotzinapa, que es mejor que nos busquemos y nos encontremos quienes padecemos esta enfermedad que se llama capitalismo”, dijo el subcomandante Moisés.
La comunidad internacional, tan presente en Chiapas como en Ayotzinapa, acompañó también esta festividad de resistencia convocada desde todos los sures del planeta.
vía:
http://www.jornada.unam.mx/2015/01/10/oja-barrotes.html
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