Guadalajara, Jalisco.
La represión y violencia que el Estado, a través de los gobiernos
federal y de la Ciudad de México, implementó contra las personas,
colectivos y organizaciones que protestaban contra la imposición de Peña
Nieto el primero de diciembre del 2012, demuestra la continuidad de la
guerra de contrainsurgencia y la política represiva que se está
aplicando en contra de los que resisten.
En el caso del 1 de diciembre, la
estrategia represiva estaba destinada a crear miedo, a paralizar las
movilizaciones y a llevar a otra lógica la lucha del movimiento contra
la imposición –pues es comprensible que de ahora en adelante la mayoría
de los esfuerzos estarán orientados a sacar a los compañeros de la
cárcel-; para esto recurrieron a los golpes durante las protestas, a
disparar balas de goma y de gas lacrimógeno directamente contra la gente
con la intención de herirlos de gravedad, al encarcelamiento masivo de
personas –muchas de ellas que nada tenían que ver con las
manifestaciones-, al uso de provocadores, a la intimidación y al
hostigamiento.
Junto a esto resalta el sistemático
señalamiento y criminalización, por parte del gobierno del df y de los
medios masivos de comunicación, al movimiento anarquista y al
anarquismo, como promotores de la violencia, de actos vandálicos y de la
destrucción; lo cual nos recuerda una pluralidad de historias que han
acompañado al movimiento libertario desde sus orígenes, donde se les ha
acusado desde todos los gobiernos, sean de derecha o de izquierda, como
impulsores de caos, el terrorismo y la violencia.
La propia campaña de criminalización y
persecución que se ha desatado desde el gobierno del Distrito Federal no
es algo nuevo, es una campaña que viene desde el propio Cuauhtémoc
Cárdenas y la continuaron López Obrador y Marcelo Ebrard. Una campaña
orquestada para aislar, desarticular y golpear a un movimiento que
resulta incómodo a todas las personas y grupos que aspiran a dirigir,
controlar, gobernar y suplantar a los demás, que aunque se quieran
ocultar bajo la máscara de la democracia y la representación no son más
que los administradores y operadores de la dominación y la explotación
capitalista.
Ante esto los compañeros de la Cruz
Negra Anarquista México reconocen que “las declaraciones con las que
pretenden implicarnos como autores de los hechos ocurridos en las
manifestaciones, son parte de una campaña de criminalización y
persecución en contra de grupos e individuos anarquistas y libertarios…
[son] una revancha en nuestra contra debido al trabajo que hemos venido
realizando, principalmente en solidaridad con los jóvenes anarquistas
que el gobierno del Distrito Federal ha secuestrado en sus cárceles en
estos últimos años”. (Comunicado del 3 diciembre del 2012).
Asimismo, los compañeros de la
Coordinadora Estudiantil Anarquista ven que las declaraciones del
gobierno del df, donde se asocia el anarquismo con vandalismo y en
concreto a su organización “carece de sentido de realidad y busca
corregir sus errores y justificar su complicidad con Peña Nieto buscando
chivos expiatorios (como nosotros) que no manifestamos sumisión o
simpatía alguna con su gobierno”. (Comunicado del 3 de diciembre del
2012). En el mismo sentido, esta campaña significa para la Alianza
Anarquista Revolucionaria “una estrategia para sembrar la
desorganización y la desarticulación del movimiento social y el
descontento en visible ascendencia y en otro plano criminalizar al
movimiento anarquista” (comunicado del 4 de diciembre del 2012).
El anarquismo siempre ha sido incómodo,
siempre ha sido ingobernable, y ante eso los gobiernos, los partidos
políticos y los grupos –de todas las tendencias políticas-, que son los
amos o aspiran a convertirse en los nuevos amos, utilizan la cárcel, la
muerte, el exilio, la estigmatización y la guerra para acallar un
movimiento que cuestiona de raíz la dominación social, es decir, las
relaciones donde hay unos que mandan y otros que obedecen, unos que
explotan y otros que son explotados.
En Europa, durante la segunda mitad del
siglo xix, desde los gobiernos de cada país, se etiquetó a los
anarquistas como terroristas y se crearon leyes que prohibían todo lo
que pudiera tener que ver con el anarquismo –cualquier discurso,
periódico, organización o símbolo-, como estrategia para romper la
influencia del movimiento libertario en el naciente sindicalismo
revolucionario y combativo y en el movimiento de los trabajadores que
optó por la acción directa como forma de hacer política, que significa
el rechazo de toda forma de representación y la negativa a ser dirigidos
por quien sea –sea una vanguardia “revolucionaria”, un iluminado o un
líder carismático-, así como el despliegue de una lucha que sea
orientada y decidida por los propios interesados, de manera autogestiva,
horizontalmente y basada en el apoyo mutuo.
En el mismo momento, en México, los
gobiernos liberales de Benito Juárez y Lerdo de Tejada acusaban al
movimiento anarquista de violento y de atentar contra las leyes, cuando
generó un movimiento agrarista contra el despojo y la privatización de
la tierra, donde estaban involucradas cientos de comunidades indígenas y
peones insumisos del centro del país; durante este movimiento el
indígena y anarquista Julio Chávez López, originario de la región de
Chalco, fue fusilado por órdenes de Juárez.
Mientras que en el siglo xx, en todo el
mundo, para detener el impulso antiautoritario y autonómico que
desplegaba el movimiento anarquista en cada lucha, con los trabajadores
del campo y la ciudad, con los indígenas, con las mujeres y los jóvenes,
se utilizaron todos los calificativos y todos los medios. Durante la
Revolución Rusa los bolcheviques los señalaron como
contrarrevolucionarios por no aceptar el control centralista de los
soviets y las comunidades libres por parte del partido, por lo que
fueron masacrados los makhnovistas de Ucrania y los marinos Kronstadt,
encarcelados miles de libertarios o llevados a los campos de
concentración. Los regímenes fascistas y nacionalsocialistas de Italia y
Alemania, respectivamente, trataron de eliminar toda señal de
socialismo y anarquismo de sus países, para ello recurrieron a los
asesinatos, a la persecución y a la cárcel, a la ilegalización de sus
organizaciones y órganos de información y agitación, con leyes que
prohibían la disidencia. En la Revolución Española, tanto estalinistas
como franquistas y republicanos se encargaron de acabar militarmente la
experiencia libertaria de organización social que concretaron los
anarquistas desde la Confederación Nacional del Trabajo y los millones
de trabajadores dispuestos a vivir sin Estado ni capital en el campo y
la ciudad.
Los magonistas, en México, fueron
atacados desde el régimen de Porfirio Díaz, desde el grupo político de
Madero y por todos los jefes revolucionarios que aspiraban a ser los
nuevos dominadores del país como Carranza y Obregón. A los magonistas se
les nombró como filibusteros para aislarlos de los movimientos y
comunidades que en todo el país luchaban por Tierra y Libertad; se les
encarcelaba constantemente, les quitaban las imprentas y el Periódico
Regeneración era considera ilegal.
Sin embargo, el movimiento anarquista y
el horizonte ético-político libertario se han mantenido siempre
resistiendo a los embates que desde el Estado, el capitalismo y los
grupos políticos autoritarios de derecha e izquierda han tratado de
eliminarlo. Continua el anarquismo, en la actualidad, siendo incomodo,
rebelde e ingobernable, significa en el hoy no sólo una pluralidad de
individualidades, colectivos y organizaciones que despliegan desde estas
formas de hacer política luchas y proyectos autogestionarios, sino que
sus prácticas y posicionamientos han tenido una resonancia en una
diversidad de movimientos y comunidades en lucha que apuestan por la
autonomía, la horizontalidad, la democracia directa y el apoyo mutuo.
A pesar de todos los esfuerzos por
acabar con el anarquismo, en el presente el anarquismo vive uno de los
momentos de mayor resonancia y crecimiento en todo el mundo. Pues desde
el anarquismo se ha impulsado una permanente crítica y rechazo a
cualquiera que nos quiera representar o dirigir; irrumpe la negativa a
la explotación capitalista y al trabajo alienado; implica un
enfrentamiento cotidiano contra el patriarcado, el racismo y la
xenofobia. El anarquismo nos recuerda que no necesitamos jefes,
vanguardias, iluminados, líderes carismáticos o caudillos, pues los de
abajo auto-organizados podemos crear todos mundos que imaginemos. El
anarquismo nos recuerda que nosotros hacemos todo lo que existe en este
mundo, la generaciones pasadas y presentes con su hacer lo han
construido e imaginado, por tanto, nosotros podemos crear algo nuevo en
el momento que lo decidamos, como decía Durruti, llevamos un mundo nuevo
en nuestros corazones, basta con que lo hagamos crecer día a día.
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