El
autor analiza la situación en Siria, la internacionalización del
conflicto, la postura de los actores implicados y cómo se iniciaron las
revueltas hace veinte meses.
Situación caótica y falta de acuerdo
Análisis: Siria:¿última parada de las revoluciones árabes?
50 víctimas al día en Siria por la represión
Análisis: Siria:¿última parada de las revoluciones árabes?
50 víctimas al día en Siria por la represión
Santiago Alba Rico, filósofo, escritor y experto en mundo árabe.
- La Plaza Saadallah de Aleppo, tras un atentado con coches bomba el 3 de octubre. Foto: Zyzzzzzzzy
Dos fotografías resumen
dolorosamente los 20
meses transcurridos desde
el comienzo de la revolución
siria. La primera es, en realidad,
una secuencia de imágenes
que cubre el breve ciclo vital de
Hussam Armanazi: jovencito bien
afeitado en una universidad de
Alemania, médico en prácticas con
la bata blanca, voluntario en un campo
de refugiados en Turquía, miliciano
del Ejército Libre Sirio.
En la última fotografía, Hussam,
que había creído poder cambiar pacíficamente
su país y que por ello había
sido encarcelado y torturado a su
regreso de Europa, es un cadáver
barbudo sobre una parihuela, escoltado
por un inútil kalashnikov.
La otra fotografía es un díptico horizontal.
Arriba se ve a ocho jovencitos
alegres, luciendo camisetas con la
bandera siria en una manifestación
pacífica contra la dictadura. Una leyenda
dice: “Así empezamos y no
nos comprendiste”. Abajo, los mismos
jovencitos posan ahora también
barbudos, serios y duros, con
pantalones militares y armados de
fusiles, sobre una frase terrible: “En
esto nos hemos convertido. Ahora
seguro que nos comprendes”.
La represión de Al-Assad
La feroz represión del régimen sirio
y la inevitable militarización
de la resistencia han introducido
ya tres efectos terribles, premeditadamente
buscados por Bachar
Al-Assad en su estrategia de supervivencia
a cualquier precio. El
primero se enuncia tan deprisa
como se dispara: miles de jóvenes
como Hussam Armanazi, los más
conscientes y sensibles, los mejor
preparados, los destinados a liderar
una Siria justa y democrática
(ésos que, de ser españoles, formarían
parte del 15M, se manifestarían
frente al Parlamento y militarían
contra el capitalismo) están
hoy muertos, encarcelados o en el
exilio. La misma tragedia que produjo
la invasión estadounidense
de Iraq la ha producido en Siria
su propio Gobierno y por los mismos
medios: torturando, asesinando
y bombardeando desde el
aire a la población.
El segundo efecto, indisociable
del primero, tiene que ver con la
sectarización del conflicto y la creciente
violación de los derechos
humanos por ambas partes. La ausencia
de un mando militar unificado,
la rampante influencia del
islamismo radical y la victimización
en clave identitaria, determinan
que la respuesta armada contra
la dictadura reproduzca a menor
escala los procedimientos del
régimen, en una dinámica viciosa
en la que a menudo es difícil distinguir
entre la legítima defensa,
la venganza y la delincuencia.
Las ejecuciones sumarias de
shabiha, denunciadas por organizaciones
internacionales, o el reciente
secuestro del periodista libanés
Fida Itani han sido objeto
de dura condena por parte de los
Comités de Organización Local,
que se revelan impotentes, sin
embargo, para imprimir una dirección
ética a la lucha armada.
Los combates de hace unos días
en Alepo entre el Ejército Libre
Sirio y militantes kurdos –uno y
otros, almismo tiempo, contrarios
a la dictadura– vienen a complicar
aún más este hervidero de enfrentamientos
cruzados que alejan
día tras día el sueño original
de una Siria unida, igualitaria y
democrática.
Dimensiones internacionales
El tercer efecto es, sin duda, la internacionalización
del conflicto, de cuyas amenazadoras dimensiones
dan buena medida la crisis de
refugiados, las tensiones con
Turquía y el reciente atentado en
Líbano contra Wissan al-Hassan.
Toda la región está ya involucrada
en una irresponsable pugna geoestratégica
que está devorando
la revolución y en la que todas las
partes se comportan de manera
obscena e infame: Rusia, Irán y
Hizbullah apoyando política y militarmente
la dictadura de Al-
Assad; la UE y EE UU modulando
la voladura lenta y controlada del
régimen en favor de Israel;
Turquía, con los dedos pillados en
su propio problema kurdo, tratando
de asentar su influencia regional;
Catar y Arabia Saudí financiando
y armando a los “internacionalistas”
islámicos y atizando
los fanatismos sectarios en elmarco
de su propia guerra fría con
Irán. Todo el mundo vierte gasolina
al mismo tiempo que trata de
evitar una explosión.
El resultado es ya trágico, no sólo
en número de muertos y en destrucción
material. Esta internacionalización,
cuyas consecuencias
nadie puede prever ni controlar,
ha hecho pedazos el impulso ecuménico,
democrático y panárabe
de la llamada “Primavera Árabe”
y ha reactivado los moribundos
grupos yihadistas de la franquicia
Al-Qaeda. El peligro es tan grande
que habrá que dar la bienvenida a
cualquier parche que detenga el
baño de sangre, la destrucción de
Siria y una guerra regional o mundial.
Lo malo de la violencia salvaje
es que iguala a los contendientes
y actualiza todas las memorias.
Pero no podemos engañarnos y
decir que no recordamos cómo comenzó
esta locura. No podemos
repartir las culpas o refugiarnos
en relaciones de fuerza y
disciplinas geoestratégicas. Sabemos
de qué lado está la justicia, la
razón, el heroísmo. Todo comenzó
hace veinte meses con miles de
jóvenes que, enarbolando la bandera
siria, se manifestaban –y se
manifiestan– en favor de la dignidad,
la democracia y la justicia social
y que fueron baleados, encarcelados
y torturados por una dictadura
que hoy –como indicaba la
dolorosa ironía de una pancarta–
bombardea desde el aire todo el
territorio de Siria. Todo, salvo el
Golán ocupado por Israel.
Fuente, vía:
https://www.diagonalperiodico.net/Siria-revolucion-guerra-civil-o.html
https://www.diagonalperiodico.net/Siria-revolucion-guerra-civil-o.html
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