Mil
doscientos segundos fue lo que demoró la policía noruega en llegar a la
isla de Utoya
. Anders Behring Breivik, un xenófobo de 32 años, asesinó
allí a decenas de jóvenes mientras disfrutaban de un apacible día de
campo. Ese hecho se produjo después de la explosión de un coche bomba en
cercanías de la sede del gobierno noruego. En una conferencia de
prensa, los agentes confirmaron que tardaron 20 minutos en encontrar y
reducir al militante ultraderechista. La policía informó que Breivik
asumió su responsabilidad en los dos ataques, admitió que había actuado
solo y que había planificado la matanza hace tiempo. Aturdida y
consternada, Noruega despedía ayer los restos de las víctimas,
fallecidas el viernes, con un funeral multitudinario que se celebró en
la Catedral de Oslo. Si bien todavía es provisorio y se siguen buscando
cuerpos, el peor acto de violencia en ese país desde el fin de la
Segunda Guerra Mundial arrojó un balance de 93 muertos y 97 heridos. Hoy
se realizará un minuto de silencio –Suecia adelantó que se sumará en
señal de solidaridad– para homenajear a las víctimas. Además, Breivik se
presentará ante el juez que lleva la causa, por lo que no debería
descartarse que surjan nuevos detalles sobre el feroz ataque.
La policía noruega confirmó ayer que la operación para detener al
joven ultraderechista comenzó a las 18.09 del viernes (hora local), con
el arribo de las fuerzas especiales a la isla. El sospechoso del doble
atentado fue detenido a las 18.27, estaba armado y tenía munición lista
para ser usada cuando fue apresado. Sveinung Sponheim, jefe de la
policía de Oslo, dijo que la isla era vigilada por un agente de la
policía. El periódico noruego VG señaló que ese hombre habría muerto
durante el tiroteo. La policía lanzó un operativo antiterrorista en
Oslo, en la mañana de ayer, para buscar explosivos o dar con las
personas que pudieran habérselos entregado a Breivik. Si bien seis
personas fueron detenidas durante los allanamientos, todas fueron
liberadas cuando se comprobó que no estaban vinculadas con los
atentados. Antes de llevar a cabo los ataques, Breivik alcanzó a
difundir en Internet un manifiesto de 1500 páginas, lleno de mensajes
antimusulmanes y antimarxistas. En el texto, redactado en inglés,
justificó el ataque y dijo que, en el futuro, será percibido como el
mayor monstruo desde la Segunda Guerra Mundial.Durante el interrogatorio, Behring Breivik aseguró que, tanto en la explosión como en la posterior masacre en la isla de Utoya, había actuado solo, sin el apoyo de terceros. El atacante, sin embargo, no admitió su responsabilidad penal y negó que eso se tratara de un crimen. “Considera que fue cruel tener que cometer esos actos, pero que, a su entender, era necesario”, dijo Geir Lippestad, abogado de Behring. Ante la cadena de televisión NRK afirmó que su cliente, en su conciencia, no tiene el sentimiento de haber hecho nada malo. “Algunos de los testigos del tiroteo en la isla declararon que no están seguros de que hubiera uno o más francotiradores”, advirtió el jefe policial.
Mientras la policía comenzaba un intenso rastrillaje en las calles de la ciudad, un extenso repique de campanas que provenían de la cúpula de la Catedral de Oslo dio inicio a una misa en memoria de las víctimas. Durante el masivo funeral encabezado por la familia real noruega y el primer ministro, Jens Stoltenberg, se repitieron los momentos de congoja. “Cada una de las víctimas es una tragedia”, reconoció Stoltenberg. “Vamos a responder a los atentados con más democracia, más apertura, más humanidad, pero sin ingenuidad, porque Noruega es un país pequeño, pero tiene un pueblo que no abandonará sus valores”, agregó el mandatario. A su lado, el rey Harald de Noruega lloraba visiblemente emocionado.
A lo largo del funeral, la catedral metropolitana continuó recibiendo flores, velas y mensajes de condolencia depositados en su entrada por quienes se acercaron a dar el último adiós a las víctimas. Ese contexto se completaba con una ciudad sumergida en un profundo estupor. Los asistentes formaron una larga fila frente a la iglesia, en silencio y ordenadamente, esperando para entrar.
En la misa, Mads Andenas, un profesor de Derecho de la Universidad de Oslo, dijo que una de sus alumnas, a la que definió como “una fantástica activista política de 21 años”, murió asesinada en Utoya. Su sobrina, que también estaba en el campamento de las juventudes socialdemócratas –del que participaban 560 personas cuando se produjo el ataque–, corrió con mejor suerte y logró escapar del salvaje tiroteo.
Noruega es un país de apenas cinco millones de habitantes, que en su mayoría se concentran en Oslo. Esto provocó que muchas personas sintieran de cerca el dolor por la pérdida de tantas vidas jóvenes. Mientras los curiosos tomaban fotos cerca de donde explotó el coche bomba, a metros de donde se celebraba la misa, la ciudad continuaba acordonada y las entradas de las calles seguían vigiladas por militares y policías. Al finalizar la ceremonia, la vida en la ciudad volvió a una extraña normalidad, con cafeterías y tiendas que abrieron sus puertas al público. Las puertas de la catedral de Oslo siguieron recibiendo las visitas de ciudadanos. En la entrada formaron un inmenso círculo de ofrendas.
Fuente, vìa :
http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-172962-2011-07-25.html
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