¿Es
posible concebir un “acuerdo nacional” por la educación sin la
participación de los actores sociales que con sus movilizaciones
pusieron el tema como un asunto nacional prioritario a enfrentar? Sin
duda que no. Lo demostró la jornada vivida el 14 de julio, a una semana
que Sebastián Piñera hiciese su llamamiento, seguido por reuniones
efectuadas con rectores y directores de instituciones de educación
superior tras el propósito de debilitar el gran entendimiento nacional
producido. No era posible, además, lograrlo con formulaciones
generales sin existir aún, en la práctica, respuestas concretas a las
principales demandas efectuadas. Uno de los grandes temas no aclarados
son los recursos adicionales que en el futuro próximo se destinarían a
educación, particularmente, durante la actual administración. El fondo
anunciado de US$4.000 millones se afirmó por los ministros de Hacienda y
Educación que constituirían recursos adicionales a utilizarse en un
horizonte no precisado de años, que excede al actual Gobierno. Sin
embargo, su concreción sigue supeditada a una política fiscal que pone
límites al gasto público cuando las transformaciones propuestas exigen
ampliarlo. Es una contradicción que es necesario superar. En cuanto al
lucro en educación superior la exigencia solo puede ser que se cumpla
con la ley que lo impide y se adopten medidas en relación a aquellos que
abiertamente la vulneraron, mientras se resuelve que criterios a
aplicar en el conjunto del sector.
Se
requirieron varias semanas de crecientes jornadas reclamando una
política educacional diferente concordante con sentidos anhelos de un
alto porcentaje de la población para que Sebastián Piñera se viese
obligado a pronunciarse. Lo hizo cuando el grado de apoyo a su gestión
llegó a un punto extraordinariamente bajo y el de rechazo alcanzó un
nivel récord. Mientras, los sucesivos paros nacionales y movilizaciones
de la Confech, las organizaciones de estudiantes de la enseñanza media,
el Colegio de Profesores, padres y apoderados, junto a otros sectores
que se incorporaron para expresar también sus demandas, crecían como
espuma. En su estilo habitual, Piñera pretendió transformar diferentes
formulaciones parciales en lo que denominó, sin tomar en cuenta a los
sectores movilizados y realizar un intercambio de opiniones previas, de
“Gran Acuerdo para la Educación” (GANE).
Al
actuar así no buscó verdaderamente alcanzar un acuerdo nacional, sino
pretendió debilitar un movimiento creciente. La masiva movilización del
14 de julio fue una demostración que no existía tal “acuerdo
nacional”. Por lo demás, es inviable sin la participación de las
organizaciones sociales ejes de las movilizaciones.
Como
ya es habitual, la decisión gubernamental generó críticas desde los
sectores más recalcitrantes de su coalición. ”(…) el gobierno
–manifestó por ejemplo el director del Instituto Libertad y Desarrollo,
Luis Larraín- (…) le ha faltado perfilar mejor su identidad. En algunos
temas parece estar respondiendo más a las demandas que planteando sus
propios proyectos” (10/07/11).
Poco
antes de la formulación presidencial, Joaquín Lavín –en un momento en
que no existían negociaciones con los actores sociales y estaban
suspendidas las conversaciones con el Consejo de Rectores y ya habían
transcurrido varias semanas de movilizaciones –expresó que “en los
próximos días, el presidente va a desplegar nuestra agenda de educación
superior” (01/07/11). ¿Se puede negociar durante muchos días sin tener
definida con precisión la “agenda” y cuando en el discurso del 21 de
mayo solo se hicieron formulaciones generales, a pesar que con la
grandilocuencia habitual de Piñera se anunciase una “gran reforma a la
educación superior”? La declaración de Lavín de que el gobierno iría a
“desplegar” una propuesta, en la práctica reconoció que se enfrentó las
grandes movilizaciones efectuadas “sin una agenda clara”.
Editorialmente El Mercurio ha constatado que “retrospectivamente, se
advierte como un error el haber iniciado conversaciones sin una carta de
navegación precisa (…)” (14/07/11). Ello es responsabilidad del
Ejecutivo y de su improvisación para abordar grandes problemas
nacionales.
La
agenda de educación superior fue el GANE. “Ya es tiempo -expresó
Piñera a través de una cadena nacional- de terminar con las tomas y
recuperar los caminos del diálogo” (06/07/11). Pero ello pretende
lograrlo a través de diferentes proyectos de ley. En materia de
recursos anunció la creación de un fondo para la educación de US$4.000
millones dejando en la penumbra de dónde provendrán, que como es sabido
se posee abundantemente en la forma de ahorros financieros en el
exterior, y al ritmo en que se proporcionarán.
El
anuncio fue desperfilado inmediatamente por el ministro de Hacienda,
Felipe Larraín, quien se apresuró en precisar que “el Fondo de Educación
(FE) de US$4.000 millones, en si no es gasto, el gasto ocurre cuando se
sacan los recursos” (11/07/11). Este fondo explicó posteriormente se
crea a partir del Fondo de Estabilización Económico Social (FEES),
insistiendo que constituyen recursos adicionales pero sin precisar el
momento de su utilización. Joaquín Lavín, a su turno, en la Comisión de
Educación del Senado, habló que constituyen recursos “frescos”,
agregando que “nuestro cálculo, que tiene todavía ciertas incógnitas, es
que (…) se van a gastar completamente en un período de entre cuatro y
seis años” (14/07/11).
Para
enfrentar los problemas existentes lo que se requiere no es solo crear
un fondo sino definir el ritmo en que se aumenta el gasto público o los
recursos destinados al sector. Lo reconoció el propio Larraín al ser
consultado por el posible “efecto macro” del fondo fiscal. No se
produce dicho efecto automáticamente –contestó- “porque al pasar al
fondo no es un gasto en si mismo, pero sí cuando se va usando”
(10/07/11). “Piñera –comentó el diputado DC Gabriel Silver- habló de un
Fondo de Educación de US$4.000 millones y el ministro de Hacienda dice
que el Fondo no constituye gasto y que solo actuará como garantía, la
muestra más clara de una letra chica que ya se ha vuelto común en los
anuncios presidenciales” (11/07/11).
Larraín
fue aún más lejos recalcando que la creación del fondo no significa
modificar la política fiscal en aplicación que se caracteriza por
limitar el crecimiento del gasto público, a través de la regla fiscal
que pone un tope al empleo de ingresos cíclicos como los provenientes de
la cotización del cobre o del crecimiento económico, y se propone
reducir durante la actual administración el déficit fiscal estructural.
“(…) hay un compromiso del Gobierno –explicitó- en converger a un
déficit estructural del 1% del PIB. Partimos –añadió- de tres puntos
de déficit estructural y lo vamos a reducir a uno. Ese compromiso no lo
hemos alterado. Estos recursos para educación (los provenientes del
Fondo) son adicionales y para poder converger al mismo compromiso
fiscal, el gasto en educación en los próximos presupuestos va a tener
mayor importancia y vamos a tener crecimientos menores en otros
sectores” (10/07/11). Dicho en otras palabras, habría una
reestructuración porcentual sectorial acotando el gasto público en otros
ítems.
La
utilización inmediata del fondo choca abiertamente con la política
gubernamental de mantener acotado el gasto público. ¿De dónde deben
salir esos fondos? ¡De los sectores beneficiados con el modelo! En
Chile, después de cancelarse impuestos la regresión distributiva es peor
que antes de hacerlo, como lo ha constatado la propia Organizaciones de
Cooperación y Desarrollo Económico. ¿Se necesita algún otro ejemplo
para demostrar la inequidad tributaria existente? Mantener esta
situación es consecuencia de decisiones políticas y de una visión
ideológica que no considera el interés nacional.
Las
demandas ciudadanas exigen enfrentar los problemas planteados con
medidas concretas y a la vez con una perspectiva de largo plazo. ¿Esto
último puede hacerse sin una reforma tributaria que proporcione los
recursos para materializarlas? ¿Puede efectuarse en un país que no
cobra renta prácticamente por la explotación de recursos naturales y no
tiene política sobre el papel que le corresponde al Estado en esta
esfera? Por tanto, si se quiere modificar este estado de cosas y
generar recursos se debe actuar afectando a los grandes beneficiarios de
las políticas seguidas. Si es necesario ejemplificarlo no hay otro más
ilustrativo que las ganancias excesivas que obtienen en el país las
grandes empresas cupríferas privadas, cuyas elevadísimas tasas de
rentabilidad constituyen una indignidad, las que se encuentran muy por
encima de las que obtienen esas mismas empresas a nivel mundial. Sin
duda, es un mérito del movimiento educacional haber traído estos temas
al debate y mostrar que el país tiene posibilidades reales de disponer
de recursos si se lleva adelante una política diferente al modelo
utilizado.
En
la coyuntura actual es necesario, –más si se piensa en el corto plazo-
hacer uso inmediatamente de los recursos acumulados como ahorro en el
FEES, lo cual es diferente a generar a partir de esos recursos un nuevo
fondo, con una utilización en el tiempo incierta. Ya se utilizó el año
2009 con objetivos anticíclicos, puede volver a hacerse. Acumular
ahorros no puede constituir un fin en si mismo, debe tenerse presente
los usos alternativos posibles de efectuar con ellos, entre los cuales
se encuentra en un lugar preferente la educación.
Para
Joaquín Lavín el movimiento se habría politizado e ideologizado.
“Siempre he estado dispuesto –manifestó en entrevista de prensa el 30 de
junio luego de las gigantescas movilizaciones en diferente ciudades del
país– a conversar los temas que realmente están relacionados con la
educación lo que no se puede es mezclar las legítimas demandas con
exigencias políticas e ideológicas” (02/07/11). Sin duda, los grandes
temas nacionales tienen una connotación política e ideológica. Por lo
demás, el propio ministro tiene una conocida trayectoria en ambos
terrenos y, sin duda, ello está presente necesariamente en su gestión
ministerial. Al hablar de formulaciones políticas e ideológicas Lavín
las vincula con las exigencias de una reforma tributaria o que el país
reciba lo que le corresponde por la explotación de los recursos
naturales con que cuenta.
El
ministro de Minería, Laurence Golborne –coincidiendo plenamente con
Lavín-, señaló que plantear generar ingresos a partir de la gran minería
cuprífera no tiene relación con las materias educacionales que se
discuten, recalcando que es un planteamiento “netamente político e
ideologizado” (04/07/11). Es decir, debe descartarse en su opinión
extraer recursos de una fuente fundamental para el país y en dónde Chile
es sometido a un descomunal saqueo.
Otra
idea central de la táctica seguida por Lavín fue minimizar la dimensión
de las movilizaciones. “Los que marcharon (…) no representan a todos
los estudiantes, sino a los que estudian en las universidades
tradicionales, que no son más del 30% de los universitarios y que
reciben los mayores recursos del Estado. Estoy de acuerdo –añadió en
una extraña comparación- en que la Universidad de Chile necesita más
recursos, pero ojo que ya recibe veinte veces más por alumno que Inacap,
por ejemplo”. Su discurso es buscar producir fisuras entre el
estudiantado, no reconociendo la amplitud alcanzada y no querer ver el
papel que le corresponde desempeñar a los centros de educación
estatales.
La
formulación de no querer reconocer la importancia de las movilizaciones
sociales las hizo suyas paralelamente El Mercurio en sus editoriales.
“Ha quedado en claro –señaló- que los movimientos estudiantiles o
sociales están lejos de representar a la gran mayoría ciudadana. Por
tanto, hay que desdramatizar sus exigencias y lo razonable es procurar
concretarse de nuevo en la agenda propiamente educacional” (01/07/11). O
sea, dejar de lado a los demandantes y sus exigencias de soluciones de
fondo.
¿No
es un tema de connotación política e ideológica que la educación
superior en Chile sea la más cara como porcentaje del producto entre
todos los países integrantes de la OCDE? La relación entre el promedio
anual cancelado, y el producto interno bruto por paridad de poder de
compra es de 22,7%. Los porcentajes que le siguen son los de Corea del
Sur (12,8%), Japón (11,6%) y EE.UU. (10,6%), para no comparar con varios
países de la OCDE en que el costo es inferior al 2% e incluso al 1% del
producto por habitante antes mencionado. En Chile, un 20% del costo de
la educación superior lo financian las familias, representando para los
hogares de los tres quintiles de ingresos más bajos un 40% de lo que
perciben, mientras el gasto público es reducido. En Australia, un 50%
proviene del fisco y en EE.UU. un 33%. Ello conduce a que los aranceles
cobrados en el país equivalgan a un 0,41% del producto por habitante,
convirtiéndolo en el más elevado a nivel mundial.
La
OCDE en su informe constató que “Chile fue el primer país de América
Latina que introdujo aranceles de pago en las instituciones públicas de
educación superior, a comienzos de la década de los ochenta, y es
todavía el único con altos aranceles a nivel de pregrado”. ¿No tiene
una significación política e ideológica que esta determinación se
adoptase en los años de dictadura, en un régimen donde Lavín tuvo
responsabilidades y cuyo papel encomió en sus escritos? En 1987
denominó los años de tiranía de “revolución silenciosa”[1].
Una
política de largo plazo requiere de fuentes de financiamiento
permanente. “Para establecer una política constante de financiamiento
–comentó con razón el senador Jorge Pizarro- se necesita un cambio en el
sistema tributario” (06/07/11). Larraín consultado en el Congreso al
respecto rechazó incrementar tributos. “No hay razón para financiar los
gastos en educación con alzas de impuestos” explicitó (14/07/11). Por
tanto, no está por un financiamiento con perspectivas de largo plazo.
Lavín
en sus reuniones con el Consejo de Rectores en un momento se
comprometió a tender a que Chile igualase el promedio como porcentaje
del producto entregado por los países de la OCDE a la educación superior
que llega a un 1,3% – 1,4% del PIB. En Chile es un punto porcentual
menor. Como señaló el diputado Pablo Lorenzini se necesita “aterrizar
el mensaje que hoy es confuso” y “buscar recursos permanentes que
podrían ser a través –sugiere- de la mantención del alza de impuesto
transitorios a las empresas” (11/07/11).
El
presidente en su exposición se pronunció por promover –o sea no se
comprometió a nada concreto- una reducción de la tasa de interés del
Crédito con Aval del Estado (CAE) a porcentajes cercanos al 4% en “un
año normal” (que tampoco precisó cual sería), permitiendo una rebaja del
monto de las cuotas de pago. Por tanto, subsistirían los tres sistemas
de financiamiento existentes: el Fondo Solidario, otorgado a
estudiantes de las instituciones del Consejo de Rectores, con una tasa
anual de aproximadamente UF + 2% anual; el CAE, con una tasa para este
año de 5,3%; y los créditos Corfo, con un costo de UF+8% anual. No se
justifica estas diferenciaciones. Se debería ir lisa y llanamente a un
sistema único.
El
CAE es caro para los estudiantes y tiene un elevado costo fiscal, dado
que se ha procedido a comprar cartera y conceder un sobreprecio a los
bancos para lograr que concedan los recursos, en un sistema que los
tiene como los grandes beneficiarios. Su costo fiscal en dólares crece
desde el año 2006, cuando se estableció, exponencialmente acumulando su
gasto al año 2010 la suma de US$763,5 millones. El Banco Mundial
calificó al CAE de una estructura “perversa, ya que los bancos se
benefician de los peores escenarios para el Estado” (10/07/11). El
desembolso crece si el crédito no se cancela, la recuperación del banco
es más rápida de producirse incumplimiento. Desde luego, Piñera no
abordó el gran negocio que hacen los bancos con el subsidio fiscal.
CAE: Costo fiscal por año 2006-2010
(Fuente: La Tercera. En millones de dólares)
Año | Costo | Año | Costo | Año | Costo |
2006 | 16,8 | 2008 | 60,0 | 2010 | 401,7 |
2007 | 27,1 | 2009 | 257,9 | Total | 763,5 |
El
CAE se transformó, al mismo tiempo, en una importante fuente de
financiamiento para algunas instituciones de educación superior. El
alumnado del Duoc, Inacap, Santo Tomás, San Sebastián y de los centros
de enseñanza pertenecientes al poderoso grupo estadounidense Laureate
reciben más del 62% de los fondos totales de esta procedencia. ¿Existen
estudios efectuados por el Mineduc u otros órganos del Estado de las
consecuencias que en estas instituciones puede tener considerando que
según las normas del CAE deben responder si el alumno deserta, en un 90%
si es en el primer año, 70% en el segundo, etc.? El Banco Mundial
recomendó monitorear a las doce instituciones que tienen alto número de
sus alumnos en el CAE. ¿Se está haciendo?
Igualmente
en la intervención presidencial se anunció que la educación superior
sería gratuita para el 40% de la población de menores ingresos. Sin
embargo, posteriormente se aclaró que ello regiría para quienes
obtuviesen más de 550 puntos en la PSU. Dado que más de la mitad de sus
postulantes obtienen menos de ese porcentaje y esa proporción por las
razones conocidas es superior entre quienes provienen de los hogares más
vulnerables, la promesa efectuada fue otro volador de luces. El tema
es cómo se adoptan medidas reales que corrijan las desigualdades que se
expresan en el acceso a la educación superior y ello exige que el Estado
asuma su responsabilidad para irlas superando progresivamente.
El
GANE de Piñera no reafirmó la legislación que prohíbe la obtención de
lucro en la educación superior, adoptando medidas para hacerla cumplir y
sancionar a quienes la infringieron, sino propuso “abrir un debate
nacional para analizar la posibilidad de distinguir entre universidades
sin y con fines de lucro”. Es decir, se orienta a blanquear las
ilegalidades cometidas y de la cual algunos de sus ministros se
beneficiaron. Según versiones de prensa el “debate nacional sobre el
lucro” fue una modificación que introdujo en su discurso a última hora.
“Originalmente el diseño contemplado por el presidente –se señaló-
incluía diferenciar universidades con y sin fines de lucro. El
argumento fue que era un tema controvertido, rechazado por los
estudiantes, y que solo conseguiría ‘empañar’ y ‘debilitar’ los otros
anuncios (…)” (06/07/11).
“Es
raro –comentó el rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña-
que un gobierno de derecha, integrado por empresarios y managers, tenga
pudor y dudas a la hora de hablar de lucro. (…) si los miembros del
gobierno y de la derecha –prosiguió Peña- no debieron tener problemas
con el lucro ¿por qué entonces el Presidente, que en materia de lucro es
un verdadero pez en el agua, un tigre en una selva de corderos, se
mostró tan tímido a la hora de pronunciarse si las universidad podían
perseguirlo o no? Lo que ocurre –se contestó- es que el gobierno está
en un callejón sin salida. Si fiel a si mismo admitiera las
universidades con fines de lucro reconocería que lo que ha ocurrido
todos estos años en muchas instituciones es ilegal. Si, en cambio,
decidiera que ese tipo de instituciones no puede existir se obligaría a
mirar el pasado y fiscalizar con rigor” (10/07/11). Y, agregaríamos,
sancionar los ilícitos cometidos.
En
el equipo de gobierno están en esta esfera –como en muchas otras-
presentes los conflictos de interés. Es sabido que uno de los
mecanismos más utilizados para lucrar en educación superior es hacerlo a
través de empresas inmobiliarias que les “arriendan” instalaciones.
Pues bien, la Contraloría debe aclarar una consulta estudiantil donde se
señala los conflictos de Lavín como ministro de Educación dado que al
asumir y declarar su patrimonio detalló poseer el 85% de la Sociedad
de Estudios Económicos Ltda., a través de la cual participa –de acuerdo a
la denuncia- en la inmobiliaria Ainavillo, propietaria del terreno
donde se encuentra la casa central de la Universidad del Desarrollo
(UDD), de la cual fue uno de sus fundadores. Lavín dice que vendió su
participación a un precio de mercado, lo cual dado el crecimiento
experimentado por la institución lleva a concluir que obtuvo una elevada
ganancia. Cristián Larroulet también fue fundador de la UDD,
entregando las acciones de la inmobiliaria e inversiones El Otoñal –en
la cual participa- a un fideicomiso ciego, el cual maneja sus recursos,
los cuales desde luego le siguen perteneciendo.
Sorpresivamente
para Lavín, y desde luego también Piñera, la situación fue recordada en
su reunión con las universidades privadas. El tema fue planteado por
el rector de la Universidad Finis Terrae, con fuerte influencia de los
Legionarios de Cristo, Nicolás Cubillos, hijo de un ex canciller en los
años de dictadura. “Nadie discute –declaró Cubillos en entrevista de
prensa- que el ministro está totalmente desvinculado de la UDD. El tema
es la forma cómo lo hizo –agregó- por la existencia de esta figura de
la sociedad inmobiliaria, que sí opera en este caso (…). En el lenguaje
actual se entiende –concluyó- que lucró y vulneró la ley, ese es el
enredo en el que está. El ministro Lavín esta debilitado para defender
algo en lo que no ha sido claro (…)” (16/07/11).
Un
Acuerdo Nacional exige que frente a un hecho trascendente, como es la
educación, se pronuncie la ciudadanía y, desde luego, los sectores
directamente afectados. Un acuerdo nacional, señaló el presidente del
Colegio de Profesores, Jorge Gajardo, requiere “incluir a los actores de
la educación y (la discusión) no debe encerrarse en el Congreso”. El
presidente de la FEUC, Giorgio Jackson, destacó en la misma dirección
que en el discurso de Piñera no se hablara de la participación
estudiantil, gran protagonista en colocar en el tapete transformaciones
profundas en la educación nacional (06/07/11).
Por Hugo Fazio
El Ciudadanohttp://www.elciudadano.cl/2011/07/24/%C2%BFasi-se-construye-un-acuerdo-nacional/
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