“Pueblo mío, ¿verdad que en primavera suena mi nombre en tus oídos y
tú me reconoces como si fuera un río que pasa por tu puerta?”
Pablo Neruda
A mis hermanas y hermanos, los del empeño cotidiano y los invisibles
de todos los sitios que jamás conoceré y a los cuales estoy atado por
convicciones que los enemigos del pueblo nunca entenderán. A todos
quienes padecen la maldición del capital y su dentadura insaciable y
como un relámpago en medio de la noche presentan lucha con la cabeza, el
corazón, las manos. Sobre todo a los niños y jóvenes cuyo porvenir es
convertirse en los futuros y luminosos emancipadores en el territorio
donde termina el mundo; a los trabajadores insobornables, a los mapuche
antiguos como el agua, y sobre todo a los prisioneros en las cárceles
podridas de los que todavía mandan. A los comunicadores porfiados y mil
veces silenciados por estar al servicio de los intereses de las mayorías
castigadas. A su labor de obrero brillante y sin salario en las páginas
digitales de los humillados, tras la cámara justiciera, en las voces de
las radios prohibidas.
Que ya no tengo esperanzas –y que me disculpen los cristianos
rebeldes- porque el socialismo no es un advenimiento escrito en las
estrellas. Es un acto estratégico y existencial de voluntad, libre y
ético; urgente, terrestre e incierto.
A mis hermanos mayores, los golpeados, los pegados, los
rehabilitados del dolor sin nombre, los sobrevivientes de combates
estelares. A la memoria de los que ya no están y que forman la mezcla
del material blindado de la decisión de los que sí están y se rematan en
marchas infinitas y huelgas y otras maneras penadas por la ley por
cambiar el mundo y sus relaciones sociales inhumanas.
A los desvividos por la unidad, a los amantes de su pueblo sobre
endeudado y frágil aún, ese que está agazapado y no sabe que la lucha de
clases está debajo de todas las cosas, ese que sólo sufre el
capitalismo y anda a ciegas mordiendo la rabia de la mala vida como si
fuera un asunto de infortunio personal o de haber nacido en el lugar
equivocado.
A los locos y a los santos y a los impuros cuya pupila arde ante la
barbarie de la acumulación concentrada y expropiada de la riqueza
producida por los más. A los que planifican y a los espontáneos de la
rebelión pendiente.
Que el 2011 caminemos más, juntos y claros para sabotear el egoísmo
reinante y destruir el costado peor de cada cual. Unidos contra el mal
gobierno, contra el Estado de la minoría que ordena el naipe y acorta la
vida de los populares mediante la explotación y la opresión impunes.
Que la traición y la desmoralización se vayan a la mierda de a poco o de
un golpe certero, en el centro descompuesto de los dueños del capital y
sus carceleros, su máquina envilecedora de propaganda antisocial, sus
armas de municiones reales y virtuales.
Que el 2011 destronemos la soledad, hagamos de la desconfianza un mal
recuerdo, apuremos el tranco hacia la emancipación social, nos
confundamos menos, nos enemistemos absurdamente menos, nos despojemos de
los apetitos egóticos más.
Que el 2011 sea de lucha mayor, de proyecto y alternativa política
independiente de los trabajadores y los pueblos, de construcción de
condiciones para el paro general, de desobediencia organizada y unidad
de sentido en la dispersión conveniente sólo para el capital.
Que el 2011 los terremotos provengan de los desheredados, del
emputecimiento ampliado, del amor vuelto combate. Con el afecto
incombustible de un luchador más, gracias a los que están y a los que
vendrán un tantito después, cuando seamos más fuertes y mejores. Cuando
tras tanto trabajo puesto en la detención del reflujo popular, nos
multipliquemos los convencidos de que la vida está en otra parte.
Salud, rebeldía y fortaleza cuando comienza la segunda década del
siglo XXI en el paisito que se hunde en el mar austral, en el bastión
prehistórico del hielo.
Fuente, vìa :
http://www.lahaine.org/index.php?p=50344
http://www.lahaine.org/index.php?p=50344
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