Al estilo ya no de “soldado del Partido Revolucionario Institucional”, sino de “coronel del Partido Acción Nacional”, Televisa, la empresa de abusos mediáticos, con su constante golpismo antidemocrático y antirrepublicano, arremete amenazante contra Carmen Aristegui.
Compañera del duopolio televisivo que se ensaña, por su “universalismo” de creyente en el sacrosanto mercado libre, que no existe en ninguna parte del capitalismo mundial, salvo en la teoría de Adam Smith (con sus asegunes previstos por éste), Televisa busca desinformar a la opinión pública atenta a otro escándalo de la empresa que hace alarde de sus “sociedades y alianzas… con estricto apego a la legalidad”, como cínicamente publicó en varios desplegados, para censurar la tarea informativa, veraz y contrastada que realiza la periodista.
Le molesta a Televisa que Carmen Aristegui entreviste a actores del escenario público, llevándole la cuenta de si han sido dos o tres veces; pero cuando Televisa se propone, obsesiva e impunemente, atacar a un ciudadano y/o abusar de su poder, contra una institución, el Estado, el gobierno y la sociedad en lo individual o lo colectivo (ya vienen las acciones colectivas, que podrán ejercerse contra la programación perversa de Televisa), lo hace a la luz de toda ilegalidad.
Televisa quiere ser intocable, y maneja su imperio de televisión abierta (y por cable) supliendo a la Secretaría de Educación Pública, ahora en mayor complicidad con los gobiernos panistas, para contraeducar masivamente en términos made in USA. Intenta su tozuda conducta en el servicio público, escudándose en su raíz comercial privada para oponerse a la Constitución Política. Desinforma y, con sus dizque analistas y periodistas “independientes”, ha fortalecido su poder hasta oponerse a la expedición de una ley reglamentaria constitucional para normar ese servicio. Quiere una “legalidad” a la medida de sus intereses y controlar sus fines como Estado dentro del Estado; igual que la delincuencia organizada intenta ser otro Estado dentro del Estado. Estos dos aspiran a ser, con su violencia criminal y audiovisual, superestados, para someter al Estado mexicano.
Intransigentemente, Televisa (por la que da la cara su director general de Comunicación) osa advertirle a la periodista Carmen Aristegui que no debe ejercer las libertades constitucionales de prensa para ventilar lo que tenga como protagonista a esa empresa, ya que ésta está, supuestamente, por encima de la libertad de expresión, un derecho de todos los mexicanos, tengan o no un cuasimonopolio que sabotee la soberanía nacional para la globalización tenebrosa de los medios mediáticos y los fines antidemocráticos del Estado mexicano. La “respuesta” a un socio que decidió destapar la caja idiota fue el pretexto para atacar a la periodista y querer dictaminar siquiátricamente la obsesión de Televisa por su golpismo, cuando su “cobertura informativa” no corresponde a sus manías por manipularla para engañar y mentir a su audiencia.
Televisa declara a Carmen Aristegui como su enemiga. No admite la competencia, por su posicionamiento monopólico, por su concepto liliputiense del pluralismo informativo y porque supone que tiene a los únicos periodistas que pueden cuestionar (ellos sí hasta la vida privada) la vida pública. Su ataque a Carmen Aristegui, disfrazado de “respuesta al señor Simón Charaf”, quien ha ratificado sus imputaciones a la empresa mediática (Proceso, 28 de marzo de 2010), confirma que el Grupo Televisa la trae contra la periodista. Como los fascismos y neofascismos, Televisa ¡no pasará!
cepedaneri@prodigy.net.mx
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