María Luisa Etchart (Especial para ARGENPRESS CULTURAL)
Entre los varios males que aquejan a la sociedad argentina, está el de una profunda amnesia colectiva.
Las fuerzas armadas, mantenidas económicamente por el pueblo, jamás lo respetaron ni lo consideraron su autoridad natural, sino que siempre se erigieron como una casta privilegiada, algo así como una realeza dentro de lo que pretendía ser una república, cuyas proezas siempre fueron derrocar gobiernos elegidos legalmente, y cuyo broche de oro fue la dictadura sangrienta iniciada en 1976.
Jamás sabremos qué clase de país hubiéramos llegado a ser si no se derrocara sucesivamente a Irigoyen, Castillo, Perón, Frondizi, Illia, si no se hubiera creado una deuda externa en base a créditos acordados a “amigos” que, vergonzosamente, luego fuera nacionalizada.
La única vez que decidieron combatir a un país extranjero, los que sucumbieron fueron jóvenes sin experiencia ni protección suficiente, mientras los que decidieron emprender una aventura a todas luces descabellada, continuaban pertrechados en cómodos sillones, y sin rendir jamás cuenta de sus etílicas campañas.
El también amnésico peronismo, bajo cuyo paraguas cobijó y cobija deshonestos figurones y delincuentes de guante blanco, no ha sabido o querido limpiar sus filas y cuenta con la amnesia popular para darles protección. La larga lista de enriquecidos ilícitamente no ha sufrido bajas, algunos protegidos por el silencio cómplice, otros liberados de las justificadas imputaciones, todos son como “blancas palomitas” que, con la excepción de María Julia (¿tal vez por no provenir del peronismo?), no han sido confiscados en sus mal habidos bienes ni procesados por sus delitos.
Durante el gobierno de Carlos Menem, se repartieron en el Senado jugosos sobornos para aprobar la venta de patrimonios del Estado (léase pueblo), misteriosos robos de dinero en operaciones poco claras y jamás investigadas seriamente (asalto a la D.A.S., asaltos en un edificio anexo de Hipólito Irigoyen, junto a la Caja de Ahorro), se vendieron armas a Croacia y se hizo volar una fábrica militar completa para tapar los faltantes, además de hundir el sistema previsional que dejó a todos los ancianos con jubilaciones vergonzosas, mientras legisladores y militares seguían cobrando jubilaciones de privilegio. ¿Fue obra del azar que dos presidentes de YPF, Ondarts y Stenssoro, murieran en accidentes de aviación en aviones de la empresa?
Siempre se dice que el ejemplo debe provenir de arriba. Tal vez por eso nuestro pueblo ha seguido el ejemplo de sus gobernantes y sus fuerzas armadas y padece de amnesia casi crónica. Nada podrá construirse a partir de tanto delito impune, de tanto silencio cómplice, de tanto argentino sin memoria.
María Luisa Etchart es argentina residente en Costa Rica.
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