La Concertación, en cuanto conglomerado de oposición concebido para enfrentar a Pinochet, se encuentra en uno de sus momentos más débiles. Sus conflictos internos se han hecho evidentes en una lista larga de figuras que se han alejado. A esto se agrega un claro desprestigio que se hizo patente en las urnas. Hay una insatisfacción de la población ante lo que fue su política de reformismo débil, salpicado de bochornosos episodios, incapaz de hacerse cargo de las profundas mutaciones sociales y culturales acaecidas en Chile estas últimas décadas. A esto se agrega, una carencia grave respecto a sus políticas comunicacionales que la deja, en la actualidad, virtualmente, como una agrupación muda, sin medios de comunicación social a su disposición.
Por el contrario, la derecha irrumpe como una fuerza capaz de seducir a las mayorías, con un control casi absoluto de los medios, con un poder sin contrapeso en la gestión del ámbito económico y, ahora, del poder ejecutivo. A esto se suma, una mal disimulada simpatía de parte de las elites castrenses y la jerarquía eclesiástica a sus posiciones. Por si fuera poco, la derecha ha logrado instalar en la población los valores y horizontes propios del imaginario de una sociedad de consumidores. En pocas palabras, el triunfo de la derecha significa la consolidación de una sociedad burguesa de carácter conservador, heredera de una cruenta dictadura militar, en que el maridaje entre el Estado y el capital no sólo se hace hegemónico sino explícito. Este hecho está destinado, en lo inmediato, a cambiar la actual correlación de fuerzas a nivel latinoamericano.
La reconfiguración de una oposición al modelo político y económico imperante es una tarea ardua y de largo aliento. Es claro que las fuerzas “progresistas” se hallan dispersas, faltas de liderazgo y disociadas de los movimientos sociales. En las actuales circunstancias, temas como Asamblea Constituyente, Derechos Humanos o Justicia Social, aparecen expurgados de la agenda planteada por el futuro gobierno y de sus medios. Los grandes temas políticos, como indican los sondeos, han sido desplazados por cuestiones de carácter policial tales como la delincuencia y la droga.
Resolver esta compleja ecuación histórico - política no es nada fácil. Avanzar hacia una profundización de la democracia exige, como mínimo, una revisión crítica de los discursos y prácticas políticas en todo el espectro que quiere representarla. Esta suerte de “renovación” de nada sirve si no se logra llegar a la población a través de una red de medios que incluya desde medios digitales y televisivos hasta radios FM, periódicos y hebdomadarios.
Como corolario de esta derrota catastrófica de las fuerzas democráticas, aprendamos la lección: No es posible asegurar la continuidad de un proceso democratizador de espaldas a la gente, administrando solamente la burocracia estatal. El sueño de una democracia más justa y avanzada sigue siendo una tarea pendiente, mucho más cuando una derecha esencialmente impune que no ha dado la más mínima muestra de autocrítica, y mucho menos de arrepentimiento, muchos de ellos dispuestos a obrar del mismo modo ante una amenaza a sus privilegios, se instala en el poder por la vía electoral.
fuente:
http://www.argenpress.info/2010/01/derrota.html
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