martes, 21 de agosto de 2018

Chile: Contaminación en el centro de Antofagasta II: una profundización necesaria...Por Joseline Tapia, Cristina Dorador, Jorge Valdés, Andrei Tchernitchin y Rodrigo Orrego

Por Joseline Tapia, Cristina Dorador, Jorge Valdés, Andrei Tchernitchin y Rodrigo Orrego



Después de la columna publicada por CIPER sobre la contaminación del puerto de Antofagasta y la respuesta de la empresa que opera esas instalaciones portuarias, cuatro académicos abordan el tema en este nuevo texto. Según indican, el pasado 9 de julio la Superintendencia de Medio Ambiente presentó nuevos datos a partir de un estudio de geoquímica de suelos recolectados en febrero último: “La interpretación que se podría hacer de los resultados de este último muestreo es que la contaminación en Antofagasta está disminuyendo”, señalan, pero explican detalladamente “por qué no se puede sostener esta idea en base al método científico”.
Como se ha mencionado en diversos medios y desde distintas miradas, la ciudad de Antofagasta se encuentra bajo un conjunto de riesgos sanitarios vinculados a la presencia de material tóxico para las personas a causa de actividades humanas. Se trata de un problema de larga data en el que destacan tres grandes episodios de contaminación:
  • La ingesta de agua potable con muy altos niveles de arsénico entre los años 1950-1971;
  • El acopio de plomo en las canchas al aire libre de la estación del Ferrocarril Antofagasta-La Paz y en las canchas del puerto y ferrocarril de Antofagasta, las que se trasladaron a Portezuelo en 1998 generando lo que actualmente se conoce como la ruta del plomo;
  • El traslado de concentrados de cobre en camiones tolva y en el ferrocarril hacia el puerto de Antofagasta para su acopio en el galpón ubicado en el ala sur de esta infraestructura.
Los eventos mencionados se han relacionado con distintos efectos en la salud humana en Antofagasta, como casos comprobados de arsenicosis e intoxicación por plomo. La exposición crónica a arsénico se ha vinculado con el aumento de mortalidad por cáncer pulmonar, renal, de vejiga, entre otras enfermedades (Marshall et al., 2007); y en el caso de plomo, a cambios neuroconductuales (Tchernitchin et al., 2006).
Escribimos este artículo para manifestar nuestra preocupación ante la innegable evidencia de riesgo sanitario que diversos estudios han encontrado. La buena noticia es que, dado que las principales causas que hemos podido detectar surgen de actividades humanas, la racionalidad nos lleva a creer que estos problemas tienen solución.
Estas soluciones, de hecho, se deben ajustar a la legislación ambiental vigente, la que indica que todo ciudadano chileno tiene derecho a vivir en un ambiente libre de contaminación (Artículo 19, Nº8; Bermúdez, 2000). Sin embargo, por más de 50 años en Antofagasta han existido niveles peligrosos de contaminantes, lo cual está ampliamente reportado en la literatura especializada.
El tema de la contaminación ambiental es complejo y requiere de un análisis amplio y detallado. La ciencia está al servicio de la sociedad y los resultados de estos estudios que se han hecho son una oportunidad para que tanto los legisladores como las autoridades a cargo del cuidado socio-ambiental tomen decisiones informadas y oportunas. Lo cierto es que algunas autoridades han reaccionado y creemos importante compartir nuestra mirada ante dichas reacciones.

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EL PROBLEMA DE DATOS NO COMPARABLES

Son numerosas las mediciones que se han realizado en Antofagasta. Vamos a empezar con la efectuada el año 2014 y que fue realizada por el Instituto de Salud Pública (ISP) de Chile, quienes muestrearon material particulado sedimentable (MPS, ver recuadro con explicación sobre MPS) cerca del puerto y hasta a más de un kilómetro de distancia de esta instalación.

En 2015 la Superintendencia del Medio Ambiente (SMA) realizó otro muestreo de MPS en las instalaciones del puerto. El año 2016 el Colegio Médico de Chile tomó muestras de MPS en las proximidades de esta instalación.
En abril de este año (2018) los datos técnicos obtenidos por el ISP (2014) y el Colegio Médico de Chile (2016), fueron analizados por Tapia y colaboradores (2018) concluyendo que el MPS de la ciudad de Antofagasta contiene altos niveles de arsénico, cadmio, cobre, molibdeno, plomo y zinc, y que la contaminación de este material es mayor cerca de las instalaciones del puerto de Antofagasta (Tapia et al., 2018). Por lo tanto, se logró comprobar científicamente que el material tóxico presente en el polvo no es una propiedad de las rocas de Antofagasta, sino que se origina en actividades productivas.
Esta observación no es nueva. De hecho, ya existen sanciones por parte de la autoridad ambiental contra la empresa a cargo del puerto (Antofagasta Terminal Internacional, ATI) que debió realizar una limpieza de las calles contaminadas de la ciudad cercanas a la ATI. Luego de esta sanción, la SMA realizó un nuevo muestreo de suelo a comienzos de este año (2018) con el fin de establecer si la limpieza se realizó de manera correcta.

ANÁLISIS DE NUEVO ESTUDIO DE LA SMA

El 9 de julio de 2018 se entregó la Resolución Exenta Nº 1 (ROL D 070-2018), donde se formularon cargos a ATI por haber realizado la limpieza de calles de forma inadecuada. En esta resolución, adicionalmente se presentan nuevos datos a partir de un estudio de geoquímica de suelos recolectados por la SMA en febrero de 2018, los que fueron analizados por el laboratorio ANAM S.A. (SMA, 2018).  La interpretación que se podría hacer de los resultados de este último muestreo es que la contaminación en Antofagasta está disminuyendo. Sin embargo, aplicando la misma metodología del estudio que publicamos en PeerJ este año, explicamos por qué no se puede sostener esta idea en base al método científico. Compartimos los resultados encontrados:
Si comparamos los años 2014, 2016 y 2018, se observa fácilmente que los valores promedio obtenidos para el año 2018 son menores para las concentraciones de arsénico, cobre, molibdeno, plomo y zinc (ver la Tabla 1). ¿Es posible sostener que la contaminación se ha ido reduciendo?

Sostenemos aquí que los resultados de estos tres años NO se pueden comparar porque (i) los de 2014-2016 se obtuvieron de MPS, mientras que los de 2018 se obtienen a partir de muestras de suelo; es decir, fuentes diferentes.
Cuando se habla de muestras de suelo, se debe indicar cómo se tomaron estas muestras (a qué profundidad) y a qué se refieren con suelo. Si se utiliza la definición geológica de suelo, se está hablando de una roca sometida a procesos de intemperización (acción eólica, climática, biológica, entre otras), donde podría incluirse: (i) MPS actual el que incluye una parte antropogénica (origen humano, como por ejemplo, minerales acopiados en el puerto) y otra geogénica (origen geológico), (ii) MPS incorporado con anterioridad proveniente de diversas fuentes, y (iii) clastos de diverso diámetro proveniente de la disgregación de rocas intrusivas, metamórficas y volcánicas presentes en la zona (Tapia et al., 2018).
En otras palabras, si se considera la definición geológica de suelo, se infiere que las concentraciones del MPS han sido diluidas por los otros componentes que lo constituyen, subvalorando la exposición a los contaminantes que las personas están sometidas en su vida diaria. Por otra parte, MacDougall y colaboradores (2001) establecen que las propiedades geológicas de los suelos no han sido un buen indicador de la cantidad de emisiones particuladas generadas por las actividades industriales (MacDougall et al., 2001).
Tampoco son comparables porque (ii) las ubicaciones desde donde se toman las muestras de análisis no son las mismas. Finalmente, (iii) para los resultados de los años 2014 y 2016 se sabe que fueron obtenidos a partir del muestreo de material con un diámetro ≤ 63 µm (arcilla y limo), mientras que en los resultados del año 2018 no se especifica si se analizó solo esta fracción del suelo u otras.
Hecha la salvedad metodológica de que los muestreos son diferentes entre sí, de la Tabla 2 se desprende que los valores de arsénico, cobre, molibdeno, plomo y zinc, en promedio, son mayores más cerca del Puerto de Antofagasta. Dicho esto, las explicaciones son diversas: la variabilidad temporal asociada a temas de intensidad y dirección de vientos que pueden transportar el polvo desde una fuente contaminante a la ciudad, la intensidad y volúmenes de transporte de material y las propias condiciones de ese proceso de transporte, el almacenamiento y descarga de concentrados en las áreas de faenas de ATI, o una conjunción de las tres causas aquí sugeridas [1].

Al igual que lo que se expone en la citada investigación de la doctora Joseline Tapia junto con sus colaboradores (2018), se obtiene que hierro y manganeso no se registran en niveles que les permitan ser considerados como contaminantes. Adicionalmente (según los factores de enriquecimiento), hierro podría originarse de cualquier afloramiento presente en la zona, en tanto manganeso de rocas metamórficas, volcánicas e intrusivas. Por lo tanto, se infiere que ambos elementos están presentes naturalmente en el suelo de Antofagasta y, además, sus concentraciones son comparables al promedio mundial para estos elementos a nivel de la corteza continental (hierro 3,9% o 39.176 mg·kg-1 y manganeso 0,077% o 774 mg·kg-1; Rudnick y Gao, 2003).
Cobre, plomo y zinc –clasificados a través del índice de geoacumulación-, son considerados contaminantes moderados (2-3) a extremos (4-5) (ver Tabla 3a). Según los factores de enriquecimiento, las fuentes de estos elementos no se pueden explicar por la geología de Antofagasta (Tabla 3b).

El caso de arsénico es particular. Según el índice de geoacumulación se considera un contaminante cuando se obtiene de la geoquímica de las rocas del sector, sin embargo, en este análisis se infiere que podría originarse del suelo de Antofagasta. Por lo tanto, sugerimos que el suelo de la zona podría estar previamente contaminado o enriquecido [2] con arsénico.
Este nuevo análisis coincide con los resultados obtenidos por Tapia y colaboradores (2018) en cuanto al índice de peligrosidad de arsénico y de cobre, ya que ambos son considerados elementos peligrosos para niños expuestos por dos años (ver Tabla 4). Para obtener este índice se considera la ingesta diaria de polvo y el peso corporal promedio en menores de 6 años, y es por ello que en relación con adultos, los niños siempre están más expuestos debido a que pasan gran parte del día echándose objetos a la boca y tienen menor peso corporal. El elemento plomo, en tanto, es considerado un contaminante muy peligroso por diferentes instituciones internacionales, como la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (US EPA, 2004) y, por lo tanto, no tiene una dosis de referencia para calcular este índice.

Nuestros comentarios ante estos estudios son los siguientes:
  1. Los resultados de MPS 2014-2016 muestran mayores concentraciones de arsénico, cobre, molibdeno, plomo y zinc. Sin embargo, estos valores NO son comparables a lo obtenido en el suelo de Antofagasta en febrero de 2018.
  2. En el material analizado se considera que arsénico podría originarse de suelo previamente enriquecido o contaminado en este elemento, manganeso y hierro no son considerados contaminantes y podrían originarse de las rocas presentes en la región; en tanto cobre, molibdeno, plomo y zinc son considerados contaminantes del suelo de Antofagasta y su origen no se puede explicar por los afloramientos geológicos de la zona.
  3. De forma consistente con los resultados de MPS de 2014 y 2016, arsénico y cobre se consideran peligrosos para niños expuestos de forma aguda al suelo de Antofagasta, en tanto plomo siempre es considerado un elemento peligroso.

RECOMENDACIONES

Para intentar resolver esta compleja situación sanitaria que se observa en la ciudad de Antofagasta, realizamos las siguientes recomendaciones:
  1. Que los estudios que financia la autoridad sean comparables entre sí a modo de constatar cuál es la evolución del problema. En el caso del estudio de la SMA, es necesario definir a qué se refieren con suelo.
  2. Tomar las medidas necesarias para que la población de Antofagasta, principalmente la infantil, no siga expuesta a contaminación, tanto por MPS como por suelo.
  3. Determinar la temporalidad (por ejemplo, 1 vez al semestre o 1 vez al mes), tipo de material (MPS, suelo, agua potable, etc) y ubicación de los muestreos, para realizar muestreos concordantes, así como también poder comparar el mismo tipo de dato en función del tiempo y estimar si las condiciones de la ciudad mejoran, se mantienen o empeoran.
  4. Instalar un Laboratorio de Geoquímica en la ciudad de Antofagasta y un Observatorio de contaminación ambiental de la ciudad y región.
  5. Que esta información sea utilizada para orientar a los legisladores, informar de forma rigurosa a la comunidad y no para otros fines que no solucionarán el problema.

Notas:

[1] Estas son sólo sugerencias, ya que hasta el momento ninguna de las causas probables asociadas a estas actividades se ha caracterizado detalladamente desde el punto de vista geoquímica y patrones de transporte de contaminantes.
[2] Usualmente se usa enriquecido cuando las concentraciones elevadas provienen de fuentes naturales. Para el caso del suelo de Antofagasta no se sabe si las concentraciones de As mayores a las de las rocas de la zona se deben a un proceso de enriquecimiento natural o contaminación antropogénica histórica, es por ello que se escribió enriquecido, ya que su origen es incierto.



vía:https://ciperchile.cl/2018/08/07/contaminacion-en-el-centro-de-antofagasta-ii-una-profundizacion-necesaria/

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