Por : Juan Pablo Figueroa
En Chile hay un médico por cada 559 habitantes y
sólo el 44% trabaja en el sector público. La deuda hospitalaria en
julio de 2010 superaba los $106 mil millones. Pero la falta de doctores y
de recursos no son las únicas causas de la crítica situación del
sistema de salud. Durante un año, CIPER investigó lo que ocurre al
interior de cinco de los principales hospitales de Santiago. Se
revisaron los libros de asistencia, se cruzaron los datos con los
horarios que los profesionales cumplen tanto en los establecimientos
estatales como en sus consultas o clínicas privadas y se comprobó en
terreno las múltiples irregularidades que diariamente cometen la mayoría
de los médicos y que los mecanismos de control no existen para el
estamento más alto en escala jerárquica de un sistema clave para la
salud de la población más vulnerable del país.
Además: Sepa cómo se hizo esta investigación y cómo nos ayudó la Ley de Transparencia
Faltando 25 minutos
para las 10:00 del 29 de diciembre (2009) el doctor Rubén Fontalva se
acercó a la pequeña mesa apostada afuera de la secretaría del servicio
de medicina del Hospital San Borja Arriarán. Abrió la carpeta que estaba
sobre ella, sacó un lápiz, miró la hora en su muñeca y firmó. Luego
hojeó las páginas de registro de entrada y salida de días anteriores.
Rellenó una, después otra y las dos siguientes. Cerró la carpeta, guardó
el lápiz y entró a conversar unos minutos con el jefe de servicio.
Además de firmar asistencia de cuatro días en menos de un minuto, la
hora que anotó en la página -8:30- y que presenció CIPER aquel día, no
corresponde a lo que marcaba el reloj: 9:35.
Ese martes, como todos los de 2009, el doctor Fontalva tenía que
estar desde las 8:30 en el policlínico de nefrología. Su agenda indica
que los lunes, martes y jueves debe atender pacientes con consultas
programadas hasta las 10:30. Pero ese martes empezó su trabajo con una
hora y media de retraso. La sala de espera, como siempre, estaba llena
desde antes de las 8:00, con alrededor de 30 personas que esperaban su
turno incluso de pie.
No sólo Fontalva empezó a atender con atraso a los pacientes con hora
solicitada desde hacía meses. Antes que él, ya habían pasado por el
registro de ingreso otros 15 médicos. Cuatro lo hicieron antes de las
8:00. Los demás fueron firmando a medida que llegaban. Sólo uno de ellos
marcó la hora que marcaba el reloj: el doctor Carlos Peña.
CIPER pudo constatar en terreno que esa misma conducta se repite cada
día. Y se sigue repitiendo tanto ahí como en cualquier otro hospital
del país.
A través de la Ley de Transparencia, CIPER obtuvo copia de los libros
de asistencia de 2009 de cinco de los principales hospitales de
Santiago. Uno de ellos es el San Borja. Los otros son el Barros Luco,
Félix Bulnes, Salvador y Sótero del Río (
ver mapa). Entre los cinco suman 3.141 camas, una dotación aproximada de 2.000 médicos y
casi 67.000 pacientes en lista de espera para consultas de especialidad o cirugías electivas.
Su población beneficiaria supera los cuatro millones de personas -más
del 23% de la población nacional- que corresponden al sector más
vulnerable del país.
Las
fotocopias de los libros a las que tuvo acceso CIPER son un montón de
páginas con firmas desordenadas y nombres y horas en muchos casos
ilegibles. Los pedimos en agosto del año pasado. Después de meses
revisándolas y procesándolas, logramos identificar a los doctores que
los firman. Luego cruzamos los datos con los contratos que tienen con
sus respectivos establecimientos, los horarios que deben cumplir en los
policlínicos y en sus consultas privadas y verificamos en terreno cómo
funcionan los mecanismos de control de los doctores en los hospitales.
El resultado de casi un año de investigación da cuenta de que, a
diferencia de todos los demás funcionarios de la salud pública, los
médicos son los únicos que carecen de todo control y fiscalización.
Nadie garantiza que efectivamente atiendan a la población más pobre de
la capital.
Muchos médicos omiten sus horas de salida. Imposible saber si los
días que firman cumplen o no con su jornada. Otros desaparecen durante
semanas o meses de los registros sin que quede justificación. Algunos
aprovechan de firmar semanas completas en un solo día. O marcan las
horas que les exige el contrato, pero no las que marca el reloj. Y no
son pocos los que se escapan a atender pacientes en sus consultas
particulares o clínicas privadas. En muchos casos, frente a la mirada
indiferente del jefe de servicio, el encargado de fiscalizar que eso no
suceda. De todo ello fuimos testigos.
Siete meses después de que CIPER comenzara esta investigación, la
Contraloría General de la República publicó un informe
que detectó varias irregularidades en una inspección a 13 centros
asistenciales del país. La auditoría confirmó otro hecho anómalo que ya
habíamos constatado: varios médicos usan la infraestructura de los
hospitales y su horario funcionario para atender pacientes privados. Y
corroboró que no cumplen con las jornadas estipuladas en sus contratos,
que no registran su ingreso o salida de los establecimientos y que,
debido a esta misma falta de control, se pierde el rastro de algunos
pacientes cuando, debido a la falta de camas, los derivan a unidades
distintas sin dejar registro.
Pero hay algo que no dice el documento: las mismas irregularidades
aparecieron hace ocho años en una inspección hecha por la Contraloría a
16 hospitales distintos. Lo mismo se repitió en nuevas inspecciones del
organismo contralor en los últimos años. A pesar de los compromisos de
las autoridades del sector por corregir las fallas del sistema, todo
sigue igual.
La cultura del sistema
La mañana del jueves 4 de febrero, Jorge Núñez no fue a trabajar.
Este conductor de buses del Transantiago tenía control a las 10:00 con
el doctor Sergio Loyola en el Hospital Félix Bulnes, y pidió cambio de
turno. Pensó que a las 12:30 ya debería estar de vuelta. Pero al
mediodía tuvo que llamar a la empresa para decir que no alcanzaría a
llegar, que el doctor no había llegado aún y que no sabía hasta qué hora
tendría que esperarlo.
Era
su segundo control con el doctor Loyola después de que llegara en enero
de 2009 aquejado de un infarto. El primero tuvo lugar una semana
después del alta. No logró que le dieran una hora para su segundo
control hasta un año después. Pero el 25 de enero de este año, el doctor
Loyola no llegó y Jorge tuvo que volver al trabajo después de haber
perdido toda la mañana en la sala de espera. No le dieron explicación a
él ni a ninguno de los demás pacientes que aguardaban. Así que pidió una
nueva hora. Se la dieron para ese jueves 4 de febrero. A pesar de que
el horario que el doctor Loyola debía cumplir ese día en el policlínico
era desde las 10:30 a las 13:00, no apareció por ahí hasta las 12:55.
Jorge Núñez llevaba tres horas esperando. El plantón hizo que tuviera
que hacer el turno de noche en su trabajo, el mismo que desde que tuvo
el infarto evitaba. Al doctor no le pasaría nada.
Aunque la escena tiene nombres y apellidos, lo que pasó en el
Hospital Félix Bulnes pudo haber ocurrido en cualquier otro centro
asistencial. Las salas de espera se llenan con pacientes que han
insistido durante semanas o incluso meses por una consulta. Y como no
quieren correr el riesgo de perder su turno, incluso llegan antes.
Muchas veces, desde sectores alejados y sin locomoción. Pero los
doctores no llegan a la hora y en muchas ocasiones no cumplen con la
agenda. O si lo hacen, examinan a la rápida. Nadie los sanciona.
En los departamentos de recursos humanos de los hospitales
investigados por CIPER, los funcionarios aseguran que no tienen ninguna
atribución para fiscalizar a los doctores, que el único que puede
hacerlo es el jefe del servicio clínico. Pero lo cierto es que la
regulación y control al estamento médico es nula.
Según un estudio de la
Subsecretaría de Redes Asistenciales en conjunto con el Banco Mundial,
actualmente en el país hay un médico por cada 559 habitantes y el
sistema público tiene un déficit de especialistas que alcanza al 40%.
Eso, sumado a una deuda hospitalaria que según datos del Fondo Nacional
de Salud (Fonasa) a julio de este año era de $106.591 millones (de la
cual el 41,9% corresponde a los Servicios de Salud Metropolitanos), ha
transformado a la falta de doctores y de recursos en el eje de la
discusión sobre la crítica situación de la salud. Aunque todo eso es
cierto, gran parte del problema tiene que ver con la gestión de un
sistema que, más que en función de los pacientes, ha sido estructurado
por y para los médicos.
-Esa es la cultura dentro del sistema: los médicos mandan en todo.
Ellos tienen el sartén por el mango y hay que tener mucho cuidado cuando
uno intenta enfrentárseles. Contra eso no se puede hacer nada. Son los
“diostores” y la administración hace todo para su comodidad –dice un
alto funcionario de la Subsecretaría de Salud que prefiere mantener su
nombre en reserva.
El mundo especial de los doctores
Hace un tiempo, al doctor Marco Antonio Chahuán, el único
especialista broncopulmonar del Hospital San Borja Arriarán, le
reclamaron por el no cumplimiento de sus horarios. En sus registros de
asistencia, durante todo 2009 Chahuán aparece con una jornada de lunes a
viernes de 8:00 a 14:00 horas. Todo bien, si se considera que tiene un
contrato por 22 horas semanales, más 11 dedicadas a la docencia en la
Universidad de Chile. Lo extraño aparece cuando se hace el cruce con los
horarios que cumple por las tardes en la Clínica Tabancura. El lunes
empieza a las 13:00, una hora antes de su salida del hospital, mientras
que los miércoles y jueves, lo hace a las 14:00. Es decir, al mismo
tiempo que el doctor anota su salida del hospital en Santa Rosa con
Avenida Matta, está comenzando su jornada en una clínica privada
distante a más de 8,5 kilómetros, en La Florida.
-Ha
sido muy complicado. El trabajo de Chahuán es excelente. Conversé una
vez con él la distorsión de su horario, pero son cosas que se dejan
pasar. No nos podemos dar el lujo de perder a un especialista como él.
No tendríamos cómo conseguir otros así –dice el doctor Félix Muñoz, ex
jefe del servicio de medicina del San Borja.
Situaciones como esa ocurren en todos los hospitales: muchos doctores
dejan de cumplir sus jornadas para irse a atender pacientes
particulares. La doctora María Eugenia Álvarez, reumatóloga del mismo
establecimiento, aparece con un contrato de 11 horas semanales. En el
libro de asistencia de 2009, entre el primero de enero y el 19 de
octubre marcó presencia en 117 oportunidades y en sólo 30 anotó la hora
de salida. Según los registros, atendió pacientes los lunes, martes,
miércoles y viernes. Generalmente ingresó a las 8:00 y –considerando los
días que sí marcó jornada completa– se retiró a las 13:00, a excepción
de los lunes que marcó como hora de egreso las 14:30. Si se comparan sus
horarios con los que cumple en la Clínica Vespucio, todo está en regla.
Pero en Dipreca también aparecía ingresando los lunes, miércoles y
viernes a la misma hora que se retiraba del hospital; mientras que los
martes lo hacía a las 11:30, tres horas antes de la hora de salida que
registra el libro de asistencias del San Borja.
CIPER constató que en el Hospital del Salvador hay médicos que llegan
a firmar y luego se van a sus consultas particulares. En el Félix
Bulnes hay varios cuyos horarios se superponen con los que deben cumplir
en sus consultas particulares. Lo mismo pasa en el Sótero del Río, en
el Barros Luco y en muchos otros hospitales del país.
Aunque los funcionarios lo saben, callan. Así funciona el sistema.
Una enfermera de uno de los hospitales investigados por CIPER cuenta que
cuando un médico no está en el policlínico y los pacientes que lo
esperan preguntan, deben decir que está realizando visita en la sala de
hospitalizados. A juicio de un alto funcionario del Ministerio de Salud,
eso se explica porque “el personal de los hospitales le rinde pleitesía
a los médicos”.
-El doctor es el que manda. Y el jefe del servicio médico es un dios,
respetado por todos. No es el jefe, sino la autoridad. Por eso el
médico tiene una especie de mundo especial -agrega.
Aunque los doctores siempre han sido los reyes del sistema de salud,
su diseño se ha ido modificando en su beneficio desde hace al menos tres
décadas (
ver recuadro 2). Actualmente están regidos por dos leyes hechas completamente a su medida. La primera es la
Ley 15.076,
algo así como la norma madre para el estamento médico. En ella se
establece, entre otras cosas, que para acceder a un cargo titular en el
sector estatal el concurso puede ser público o interno. También que sus
sueldos aumentarán cada tres años por el sólo hecho de permanecer en el
servicio y que gozan de distintas asignaciones, lo que según
la escala de sueldos vigente
significa que en el primer año un profesional puede llegar a ganar poco
más de un millón de pesos. Pero ahora esta norma sólo regula a los
profesionales con contratos de 28 horas: los que cumplen turnos de
urgencia.
Para los demás, con contratos de 11, 22, 33 ó 44 horas semanales, está la
Ley 19.664,
que flexibiliza la relación de la institución con el médico, dándoles
mayor poder de decisión a los directores de hospitales o de servicio en
cuanto al número de especialistas necesarios por establecimiento, el
monto de pagos por estímulo y posibilidades para que los médicos
distribuyan sus jornadas entre la salud estatal y la privada, donde sus
ingresos pueden multiplicarse por tres.
Para evitar la fuga masiva al sector privado, los contratos del
sector público se han estructurado de tal manera que no sean excluyentes
entre sí. Según el estudio de la Subsecretaría de Redes Asistenciales,
el 24,8% de los doctores del sector público se rige por las dos leyes,
al tener simultáneamente contratos de 22 y 28 horas, por lo que reciben
dos sueldos. Pero a pesar de que hay dos marcos legales que regulan la
actividad, los médicos gozan de total libertad.
Los privilegiados
Poco
antes de las ocho de la mañana, al mismo tiempo que las salas de espera
se van llenando con pacientes, en los hospitales hay puntos donde los
funcionarios se aglomeran. Las filas se forman frente a la máquina en la
que deben poner su dedo y marcar
In o Out. Es el control
biométrico, el sistema de registro de asistencia digital al que deben
someterse todos los auxiliares, técnicos paramédicos, enfermeras y
personal administrativo de los recintos asistenciales. La información va
directamente a una base de datos que maneja el departamento de Recursos
Humanos de cada hospital. Pero los médicos, en su gran mayoría, no
aparecen por esos sectores.
Para el estamento más alto del sistema de salud, el control aún se
hace a mano en libros o carpetas. Pero que nadie revisa. Desde hace años
los informes de Contraloría indican que el mecanismo es vulnerado. Hace
casi una década se intentó iniciar un control de asistencia más
uniforme para todos los funcionarios de los hospitales. El ministro de
Salud de este gobierno, Jaime Mañalich, intentó hacer lo mismo en julio
de este año. Afirmó que el sistema actual “no tiene la rigurosidad de un
sistema de marcado de tarjeta o huella digital” y se reunió con los
directores de los Servicios de Salud para concordar un mecanismo que
regule el control de los horarios que cumplen los doctores. Pero el
rechazo ha venido desde el mismo Colegio Médico.
-El gremio de doctores tiene mucha influencia. Los médicos no
soportan que se les controle. Creo que no van a aceptar ser fiscalizados
al igual que el resto de los funcionarios –dice el doctor José Luis
Contreras, ex director del Hospital San José.
Los dichos de Contreras son ratificados por funcionarios de los
hospitales investigados por CIPER, quienes aseguran que varios
directores de establecimientos han sido destituidos por intentar
instaurar un control para los doctores. Para el doctor Félix Muñoz, ex
jefe del servicio de medicina del Hospital San Borja, someterse al
control biométrico “es como perder ciertos derechos adquiridos”.
Esos derechos se traducen en beneficios que marcan jerarquía y los distancian de cualquier otro estamento del personal.
-Cuando un funcionario llega tarde o no aparece en el hospital, hay
sanciones. Se les suman las horas no trabajadas y se les descuentan del
sueldo. También se les hacen anotaciones en sus hojas de vida,
disminuyendo las calificaciones que evalúa un comité calificador. Pero
en el caso de los médicos no pasa nada. Nadie fiscaliza que lleguen a la
hora, que cumplan su horario ni que firmen el libro cuando corresponde
–cuenta un ex jefe de personal de uno de los hospitales investigados por
CIPER.
En el Ministerio de Salud reconocen que eso ocurre porque los
doctores “están considerados como un segmento aparte”: los jefes de
servicio prefieren darle todas las comodidades antes de que el
especialista se enoje y se vaya. Y esa flexibilidad se traduce incluso
en contratos que, por “derecho”, se siguen pagando a pesar de no
cumplirse.
El caso del doctor Antonio Raffo es algo común. Es jefe de la unidad
de diabetes del Hospital Sótero del Río, y desde el primero de enero de
1998 tiene un contrato de planta por 28 horas. A eso se suma el otro
convenio con el que figura en la dotación médica del complejo
asistencial vigente al 30 de septiembre de 2009: un vínculo a contrata
con el Servicio de Salud Metropolitano Sur Oriente (SSMSO) –del cual
depende el hospital– por 33 horas a la semana durante todo 2009. Según
la Ley 15.076, ambos convenios son incompatibles, ya que los cargos de
28 horas pueden ser simultáneos “sólo con jornadas de un máximo de 22
horas semanales”. Aun así, ambos fueron renovados por todo 2010. Pero no
es que haya algo extraño. El mismo cuerpo legal hace una excepción que
les otorga a los doctores un beneficio que no corre para ningún otro
miembro de las dotaciones funcionarias de los hospitales.
La
Ley 15.076 en su artículo 44 dice que todos los profesionales que
cumplan 20 años en cargos de servicios de guardia nocturna y días
festivos, quedan “exentos de la obligación de prestar dichos servicios y
conservarán los derechos que esas funciones les conferían, cualquiera
que fuere el cargo que actualmente desempeñan o pasen a desempeñar en el
futuro estos profesionales funcionarios”. Eso significa que al
cumplirse ese plazo, los doctores seguirán recibiendo el sueldo y los
beneficios que tenían como encargados de turnos de urgencia, pero quedan
libres de realizar los turnos de 12 horas en las noches y los fines de
semana o festivos. (
Ver aclaración)
En las unidades de recursos humanos de los hospitales cuentan que el
jefe de servicio es quien decide cómo se arman los equipos médicos, cómo
se distribuyen las horas e incluso cuánto se paga, y que muchas veces
lo hacen de manera informal, sin papeles de por medio ni registros de
los trabajos realizados.
-Ni siquiera se cuestionan sobre los recursos disponibles y no se dan
cuenta de que a veces esos acuerdos no son realizables. Entonces, uno
ni se entera hasta que a fin de mes llegan a cobrar. Pero uno tiene que
pagar nomás. Si le digo al jefe de servicio que a cierto doctor no le
voy a pagar porque no ha ido o porque llega tarde, que en el caso de
otro funcionario significaría sanción, me mandan a la cresta. Vaya o no
vaya al médico se le paga igual. No hay nada que hacer –cuenta un jefe
del área de personal de uno de los hospitales investigados.
No hay control posible. Así lo demuestran los contratos de la doctora
Soledad Hidalgo, endocrinóloga del Hospital San Borja. El primero data
de 1999, como doctora titular (indefinido) por 33 horas. Pero durante
2009 sumó un nuevo cargo por 22 horas. En suma, los convenios que tenía
con el Servicio de Salud Metropolitano Central (SSMC), le habrían hecho
tener que cumplir 55 horas semanales, algo así como 11 horas diarias
cinco días a la semana. Además de ser un convenio ilegal, según lo que
registra en el libro de asistencia sólo cumplía el de 22 horas. Y es
imposible que haya cumplido el otro: en las tardes atiende a sus
pacientes privados en las clínicas Avansalud o Las Condes (
Ver aclaración 2).
Cuando ya no queda nadie
Poco antes de las 17:00, Rubén sube la escalera del Centro de
Diagnóstico y Tratamiento del Hospital San Borja. En los pasillos se ve
muy poca gente. En los hospitales de Santiago a partir de las 13:00 la
aglomeración de gente de las mañanas empieza a desaparecer. Para las
15:00, ya casi no hay nadie. Son muy pocos los doctores que atienden
pacientes después de las 14:00, aunque formalmente los policlínicos
funcionan hasta las 17:00. Ese jueves 26 de agosto no era la excepción.
Un guardia se le acerca. Le dice que ya no se atiende público.
-Voy a cardiología. Me dijeron que me harían un examen en la tarde –dice Rubén.
El guardia lo deja pasar. En el mesón de cardiología hay dos mujeres sentadas.
Rubén
acaba de ir al médico por problemas respiratorios. El médico le ha dado
una orden para realizarse un test de esfuerzo, un examen cardiológico
que permite analizar la respuesta cardiovascular ante un esfuerzo físico
progresivo y estandarizado. Rubén no tiene dinero para realizárselo de
forma particular y en el hospital, por la alta demanda, le han dicho que
recién en tres meses más se lo podrían practicar. Pero lo necesita.
Debido a las listas de espera, es común que un paciente llegue a la
consulta con el médico sin los exámenes solicitados porque no le han
dado hora.
Durante las esperas, Rubén escuchó que el doctor Mario Alfaro, con
contratos de 22 y 28 horas en el San Borja, realizaba el examen
cardiológico que necesitaba en el mismo hospital durante las tardes.
Rubén se aproxima al mesón y les cuenta su problema a las dos mujeres.
Una de ellas le pregunta si tiene la orden médica para el examen. Rubén
asiente. Ella le dice que sí puede ayudarlo. Le dice que es la
secretaria del doctor Mario Alfaro y que él podría realizárselo. Pero no
ese día. Antes tiene que comprar un bono Fonasa dando el RUT del médico
y el número 17-01-003. Una vez hecho eso, tiene que llamarla y allí
ella le avisará qué días por las tardes estará el doctor. Que no se
preocupe, porque en no más de dos o tres días el examen estará listo.
CIPER siguió paso a paso la escena. Y constató que el doctor Alfaro
utiliza las instalaciones del hospital para atender consultas privadas.
Para ello, sus secretarias piden un bono Fonasa a nombre de Alfaro, que
al paciente le cuesta alrededor de $20.000 y él se queda con ambas
copias. Según los funcionarios del hospital, hace por lo menos dos años
que el médico utiliza ese procedimiento.
Un día con el doctor Fontalva
Un par de niños juega entre los asientos de la sala de espera del
Policlínico de Nefrología del Hospital San Borja Arriarán. Sus madres
esperan desde poco antes de las 8:00 que aparezca el doctor Rubén
Fontalva. Son las 8:40 del jueves 26 de agosto y desde hace 10 minutos
el doctor debía estar atendiendo pacientes. Pero aún no llega.
Fontalva es el mismo nefrólogo que el 29 de diciembre del año pasado
llegó tarde, anotó una hora que no correspondía y firmó cuatro días en
el libro de asistencia en menos de un minuto. Ahora, en agosto de 2010,
recién a las 10:20 apareció por el policlínico. Ocho minutos después
llamó al primer paciente. En siete lo despachó. Entonces salió del box y
se perdió en el pasillo.
A las 10:46 hizo pasar al segundo. Mientras, uno de los que esperan
se impacienta. Sergio Deischler viene a control cada seis meses y su
cita era a las 9:30, pero aún no lo atienden. Tiene prisa. Como todas
las semanas desde hace cuatro años, su sesión de cuatro horas de
diálisis en un centro de Ñuñoa comienza a las 11:00. Es lo que él llama,
su “largo jueves de Auge”. Y hoy, como cada vez, se hace más largo de
lo normal.
A las 11:08 le dicen a Sergio que es su turno. Fontalva lo recibe, lo
hace pasar al box Nº2 y le dice que lo espere, que en un minuto vuelve.
El doctor sale y se pasea por el pasillo y la sala de espera. Conversa
con un colega. Abraza a una paramédica. Habla y bromea por celular.
Demora, en total, 22 minutos. Después vuelve al box y le da una rápida
disculpa a Sergio. Luego le pide los exámenes y les echa una ojeada. Al
mismo tiempo le pregunta si se siente bien, si tiene alguna molestia y
si le quedan medicamentos. Le hace una receta, le dice que en seis meses
más se verán y se despide. Son las 11:37 y Sergio se va enojado a pedir
hora para la próxima consulta. Ya no llegó a la hora a su sesión de
diálisis.
Fontalva sale del box, cierra la puerta y se dirige al mesón de la
recepción. Su horario de policlínico los jueves termina a las 12:30.
Para eso aún falta una hora, pero le dice en voz baja a una de las
secretarias que tiene que irse y que los pacientes que quedan sean
agendados para una próxima consulta. Y el doctor Rubén Fontalva, el
mismo que aparece en algunos pendones publicitarios de la Clínica
Dávila, se va.
En la tarde, Fontalva atiende pacientes en la clínica privada entre
las 14:00 y las 20:00. El jueves 26 de agosto, a las 14:03 entra su
primer paciente. 14 minutos después pasa el siguiente. Aquí las
consultas tienen otro ritmo: para las 14:30 ya atendió a tres pacientes,
los mismos que revisó en toda la mañana en el hospital. Con cada uno se
toma el cuarto de hora estipulado en la agenda. Después de ver a un
cuarto paciente baja a comer algo a la cafetería. A las 15:00 ya está de
vuelta y nueve minutos después atiende al quinto. A las 15:27 pasó el
sexto. A las 15:42 ingresa otro. Para las 16:30 ya ha atendido a 10
pacientes, la mitad de los que tiene en agenda para la tarde. El ritmo
no cambiará. A las 19:15 Fontalva sale de su oficina, cierra la puerta y
camina por el pasillo de la clínica al tiempo que se saca la bata. Se
acaba su jornada. Ya atendió a los 20 pacientes que tenían hora con él.
Un sistema a la medida
El cambio que vino en 1979 con la promulgación del
Decreto Ley 2.673
transformó al sistema de salud en Chile. Al tiempo que se creaba Fonasa
como continuador del Servicio Médico Nacional de Empleados (Sermena) y
único administrador de los fondos públicos para el área, partía un
proceso que flexibilizaría el sistema hospitalario, daría impulso a la
privatización y eliminaría en gran parte los mecanismos de control y
fiscalización.
El Sistema Nacional de Salud (SNS), que desde su dirección general
coordinaba las prestaciones asistenciales en todo el país, desapareció
para dar nacimiento al Sistema Nacional de Servicios de Salud (SNSS),
constituido por 27 servicios regionales independientes cuya dirección
sería definida a través de respaldos políticos. Al descentralizarse, el
sistema perdió su aparato técnico y la capacidad de normar y controlar
lo que sucede en los hospitales del país. Esto le significó al Colegio
Médico una pérdida de poder –al quedar sin el control de los médicos y
de la atención médica curativa del Sermena–, pero a pesar de los cambios
los doctores seguirían con el control del sistema.
Hace dos décadas, un estudio realizado por el Colegio Médico y la
Organización Mundial de la Salud (OMS) evaluó la situación asistencial
en el país. Para ese entonces, el 58,7% de los médicos que había en
Chile trabajaba en el sector público y alrededor de la mitad obtenía al
menos dos tercios de su ingreso del sector privado. El 81,4% tenía dos o
más empleos, ya que nueve de cada diez pensaban que sus sueldos en el
sector público eran inadecuados. De hecho, el 60,4% de los que
trabajaban en el SNSS lo hacía por menos de 30 horas semanales. El
informe de 1990 concluye que el sector público ha perdido relevancia
frente al privado, el que concentra el mayor tiempo del trabajo médico.
Habla también de un “sector de médicos empresarios que son propietarios o
accionistas de clínicas, Isapres y laboratorios” y de una “progresiva
significación del libre mercado en la atención médica”.
Veinte años después, todo sigue vigente.
La fiscalización de los 13.308 médicos con contrato en el sistema
público –un 44% del total de médicos en Chile– depende de los directores
de cada servicio y de cada establecimiento. Actualmente, de los 29
servicios de salud regionales, 25 son dirigidos por un médico y al menos
el 60% de los encargados de los 192 hospitales son parte de ese
estamento. Ellos ponen las reglas. No sólo son los que los que deciden
qué se hace y qué no en los establecimientos de salud, sino que además
cuentan con una serie de beneficios que les permite actuar con total
libertad, lo que influye directamente en las listas y tiempos de espera y
la calidad de la atención a los pacientes.
-El médico antes tenía que tener una vocación que ahora se ha
perdido. Con las altas responsabilidades ya no alcanza para hacer
negocio del trabajo –reconoce un jefe de servicio de uno de los
hospitales investigados por CIPER.
Aclaración
El reportaje original publicado en revista Qué Pasa decía
que los médicos con cargos de 28 horas que han cumplido 20 años de
servicio, quedan libres de seguir realizando los turnos de urgencia,
pero conservan los beneficios y el sueldo, según lo indica el artículo
44 de la Ley 15.076. Lo cierto no es que los doctores dejen de hacer los
turnos de urgencia, sino que quedan liberados de los turnos de 12 horas
nocturnos y en fines de semana o festivos. Los turnos de día -también
de 12 horas- los deben seguir cumpliendo.
Aclaración 2:
Después de publicado este reportaje, la doctora Soledad Hidalgo,
endocrinóloga del Hospital San Borja Arriarán, se contactó con CIPER
para aclarar que ella sólo cuenta con un cargo a contrata con el
Servicio de Salud Metropolitano Central (SSMC) de 22 horas. Y que si
bien le ofrecieron el cargo de 33 horas como médico de planta, ella optó
por motivos personales y profesionales dejar ese en vacancia y tomar
uno por menos horas.
La confusión se debió a que en los registros de personal publicados
en el sitio de Transparencia Activa del SSMC del año 2009 –que para
todos los efectos es información oficial–, la doctora Hidalgo figura con
un
contrato de planta por 33 horas vigente desde 1999 y sin fecha de término.
Hasta el año pasado en ese mismo registro también aparecía en la
dotación a contrata con un cargo de 22 horas. Tiempo después este último
fue eliminado, pero en la
dotación histórica correspondiente a enero de este año, sí aparece ese contrato con fecha de inicio el 01 de enero de 2009 y con término el 31 de diciembre del mismo año.
Aclaración 3
Después de publicado este reportaje, el doctor Edmundo James Sánchez
se puso en contacto con CIPER para aclarar que el 31 de diciembre de
2008 se acogió a jubilación después de haber trabajado 38 años en el
Hospital Barros Luco. Su nombre aparece mencionado entre los médicos de
dicho establecimiento que no registran firmas durante todo 2009 y
también figura en los registros de asistencia del servicio de medicina
de ese año del hospital. Tampoco registra ninguna firma. La confusión,
entonces, se debió a que en esos documentos su nombre aparece en todas
las páginas destinadas al registro de asistencia de fines de semanas o
días festivos, sin indicar alguna observación –habiendo un espacio
especialmente dedicado a ello– que especifique que el profesional ya no
trabaja en el establecimiento.
Lamentamos lo ocurrido, pero toda la información fue proporcionada
por el Servicio de Salud Metropolitano Sur luego de haber sido
solicitada a través de la Ley de Transparencia y que el Consejo para la
Transparencia dictaminara que los datos pedidos debían ser entregados
por ser considerados información pública. Por lo mismo, para cualquier
efecto tienen el carácter de información oficial.
*En esta investigación colaboraron los periodistas Franco Beiza, Matías Fouillioux, Javiera Pacull y Gustavo Villarrubia.
*Este reportaje fue publicado en revista Qué Pasa en la edición del 24 de septiembre.
Vía:
http://ciperchile.cl/2010/09/27/medicos-sin-control-los-duenos-de-la-salud-publica-en-chile/