Antonio Florencio Rivero, nacido el 7 de
noviembre de 1808 en Arroyo de la China, hoy Concepción del Uruguay, en
la provincia de Entre Ríos, junto a sus compañeros peones explotados por
los ingleses reconquistaron las Malvinas. Rebelión clasista,
recuperación nacional. Apenas su nombre apareció como título de una copa
del torneo de fútbol de primera división del año 2012.
La historia de Antonio Rivero es la
evolución de la Guerra del Paraná a las Malvinas, el viaje que junta las
experiencias políticas que van desde Belgrano, Artigas y San Martín
hasta Rosas, la distancia que separa los dibujitos que están presentes
en los billetes de 5 a 20 pesos, los que tienen al Libertador, por un
lado, y al Restaurador, por otro.
Una existencia bien de abajo. Como la de
los miles que hicieron de verdad el sueño colectivo inconcluso de una
nación independiente.
-Por lo menos un treinta por ciento del
total de soldados que pelearon en Malvinas, eran trabajadores del campo o
provenientes de familias liadas al trabajo rural – dice el coronel
Esteban Alberto Solís, jefe del departamento de Asuntos Civiles del
Teatro de Operaciones Malvinas, en marzo de 1982, recuerda el periodista
y escritor Roberto García Lerena en su muy buen trabajo, “Los peones de
Malvinas”.
La vida de Rivero, entonces, es un relato
que supera los límites de su propia crónica individual. Desde el
artiguismo original que abrazaron sus paisanos en el siglo diecinueve a
la necesaria reivindicación de la soberanía en Malvinas, ahora, en el
tercer milenio. Rivero fue condenado por la historia oficial argentina.
Aquella que todavía forma la conciencia de millones y millones.
El 15 de noviembre de 1947, Enrique de
Gandía, presidente por entonces de la Academia Nacional de Historia,
publicó en el diario “La Capital”, de Rosario.
“Por los cientos de pruebas indiscutibles
que hacen del gaucho un hombre sin ley, sin moral, sin religión, sin
principios, sin concepto de patria y sin ideal. El gaucho era esto y
querer negarlo es esfuerzo antihistórico y antipatriótico. No sabía de
leyes, no conocía ninguna religión, raptaba y abandonaba mujeres, huía
del trabajo, no se detenía ni ante el robo ni ante el crimen, nunca tocó
la guitarra ni supo poesías, ni soñó con patrias ni ideales
políticos…El gaucho de la historia está en los documentos, especialmente
en los archivos policiales”, expresó. Una lapidaria condena contra los
que hicieron posible la Argentina. Los que sangraron con Belgrano,
Güemes, Artigas y San Martín.
Los gauchos de a pie, los peones, y los que
cabalgaban, son considerados criminales por el padre de la historia
oficial argentina.
Fenomenal desprecio contra los de abajo,
contra los que son más, contra los que trabajaron y trabajan para que la
felicidad sea de todos y no el privilegio de unos pocos.
No será casualidad, entonces, que esa misma
Academia Nacional de Historia reduzca a Rivero a un bandolero y que se
sume a la visión que los ingleses impondrán sobre el prisionero luego de
atraparlo en Malvinas. La visión de los ingleses será la visión de los
historiadores oficiales argentinos. Los que escriben el pasado
definirán, entonces, el desprecio contra lo popular, contra los de
abajo, contra las mayorías: los pueblos originarios, los esclavos, los
gauchos y los peones. De allí la necesidad de recuperar la historia de
Rivero. Su coraje individual es la síntesis de la resistencia de lo
colectivo contra la doble condena que siempre quiere abatirse sobre las
mayorías: la sumisión al extranjero y la subordinación a las minorías
dominantes dentro de los límites geográficos de cualquier país. La doble
dependencia, nacional y social.
Para el escritor Hugo Alberto Bottazzini,
en su novela histórica “Rivero”: “Hoy, transitando un nuevo siglo,
presionados por una deuda externa impagable que nos exprime y nos acosa,
cuando ni siquiera nos quedan las joyas de la abuela para hipotecar,
cercados por multinacionales que manejan las comunicaciones, los
transportes, los combustibles…y los gobiernos, sólo nos queda la
inocente vendetta de ver una y mil veces el gol de Maradona…o leer lo
que en realidad mereció ser la historia del gaucho Rivero”, sostiene en
el prólogo de su excelente trabajo.
Este 26 de agosto se cumplen 180 años de
aquella rebeldía de clase que generó la reconquista de Malvinas. Una
lucha que continúa porque los intereses ingleses hoy están más fuertes
que nunca, no solamente en las islas, sino en el territorio continental
argentino.
Fuente: “Peones heroicos. El sargento Cabral y el gaucho Rivero, de San Lorenzo a Malvinas”, del autor de esta crónica.
Vía:
http://www.pelotadetrapo.org.ar/agencia/index.php?option=com_content&view=article&id=7924:carlos-del-frade&catid=35:noticia-del-dia&Itemid=106
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