1.
Perdí un poco el contacto -como comentarista- de la realidad nacional e
internacional diaria durante ocho días, pero gané en experiencias
directas e información. Dejé de opinar acerca de la agresión yanqui
contra el gobierno Venezuela, acerca de los precandidatos al gobierno
del DF y el peligro de un derechización mayor, así como de la precampaña
republicana que al parecer no amenaza la reelección de Obama; pero
conocí más de manera particular la situación de los hospitales o de los
servicios de salud que se otorgan a la población en México, Mérida en
particular. (Hace 8 días, el jueves 12, transportándome en una
motocicleta fui enviado al hospital por un autobús que al parecer sólo
me lesionó unas cuatro costillas y el peroné derechos) Este hecho,
sumado a el problema de la operación de corazón que sufrí hace seis
años, me dieron un cuadro real que no había tenido a pesar de mis varias
lecturas sobre el tema.
2.
Dado que el presidente ilegítimo (Felipe) Calderón no puede presumir
como “presidente del empleo”, tal como prometió ser durante su campaña
presidencial -porque la desocupación y “los ninis” (que no trabajan ni
estudian) se han multiplicado en su sexenio- ahora en sus discursos
reitera que está a punto de dar la cobertura total de la salud, sobre
todo al continuar el programa de “seguro popular” (con claros fines
privatizadores al inicio; hoy convertido en limosna) que inició su
antecesor panista Vicente Fox. La realidad es que Calderón no sólo no
tiene de que presumir sino que debería estar en la cárcel –junto con
otros asesinos- por la muerte y desaparición de más de 67 mil mexicanos
en la “guerra contra el nartcotráfico” que instaló en su sexenio. Los
gobiernos deberían garantizar el 100 por ciento de los servicios de
salud, alimentación y educación –además de vivienda y vestido. ¿Qué han
hecho los gobiernos en el mundo? Han formado o protegido imperios
económicos contra los derechos y necesidades de los pueblos.
3.
Los servicios de salud que el gobierno proporciona al pueblo mexicano
–en por lo menos los últimos 30 años- son muy, pero muy, deficientes
porque cada año ha sido menor el presupuesto destinado y la
administración es vertical y corrupta. No se trata de un solo estado o
una región, sino que es en el 100 por ciento de la República mexicana
porque ésta –ahora con 114 millones de habitantes- ha recibido desde
mediados de los cuarenta los servicios del Instituto Mexicano de Seguro
Social (IMSS) y desde 1960 se sumó el Instituto de Servicios de
Seguridad Social de Trabajadores del Estado (ISSSTE) y la Secretaría de
Salubridad y Asistencia (SSA) Las tres instituciones han dependido de
manera directa de los diferentes gobierno federales y han sido
controladas como instituciones de salud de trabajadores pobres que no
pueden defenderse porque sus sindicatos han carecido de manera total de
independencia.
4.
Ante el terrible desplome de esas tres instituciones, provocadas por
las crisis económicas que arrancan al iniciarse los ochenta y la
corrupta administración financiera que redujo las inversiones de
empresarios y gobierno en el IMSS, se realizó una fuerte presión para
privatizar esas instituciones –usando el discurso de que “el
derechohabiente tiene derecho a escoger con su dinero los médicos y los
hospitales que desee”- así se instrumentó la idea de la “subrogación” a
instituciones particulares (privatización de servicios médicos, de
medicina, de limpieza y enfermería) Los derechohabientes –con el apoyo
de los medios, gobierno derechista y algunos partidos políticos,
ignorado el significado “subrogación” aceptaban que se destruya su
histórica institución de origen colectivista o por lo menos
“nacionalista”. Cuando llega definitivamente el neoliberalismo al
gobierno en 1982 la misión de los gobernantes fue terminar de destruir
esas tres instituciones justificando cualquier privatización.
5.
El neoliberalismo internacional llevó en 1982 al triunfo absoluto e
indiscutible de la derecha del PRI encabezada por Salinasd-Zedillo y
luego de ella, en los últimos 12 años, del PAN. La privatización se
impuso a los largo y ancho del país en salud, educación, presupuestos
públicos y todos los campos. Pareciera que con ello el capitalismo le
dio una nueva salida a sus formas de dominación y, aunque siempre ha
estado en crisis aguda, durante medio siglo seguirá imponiendo su
globalización en el mundo. Por eso en todas las entidades mexicanas las
clínicas y laboratorios privados se han expandido al mismo ritmo en que
los gobiernos privatizadores han abandonado o frenado los presupuestos
para la salud. No es un discurso, es la realidad indiscutible que en
México; los derechohabientes de todo el país –unos 50 millones que
pertenecen al IMSS, al ISSSTE y SSA- no cuentan más que con el 50 por
ciento de médicos, camas, medicinas y enfermeras.
6.
En el ISSSTE –institución nacional- para lograr una simple consulta se
requieren varios días para obtener una cita; para que te surtan los tres
o cuatro medicamentos deben regresar uno o dos veces para saber si han
llegado a la farmacia (el teléfono deja de funcionar automáticamente),
para lograr una cita con el médico especialista debe esperarse dos o
tres meses y para lograr una cama de hospital –a pesar de la gravedad de
la enfermedad- hay que esperar días. En mi caso, en los dos, acudí al
ISSSTE –al que pertenezco desde su fundación en 1960- a urgencias y
luego me trasladaron al hospital privado –que como profesor
universitario de media jubilación- tenía derecho aunque tuviera que
pagar la mitad de los gastos. La realidad es que no tengo queja de
aquella atención médica que desearía se dieran a todo el pueblo, mismo
que con su trabajo produce la riqueza nacional. Pero la realidad es que
los hospitales privados tienen, como en todo el mundo, un alto costo que
cuando más un diez por ciento de ricos puede pagar.
7.
Los hospitales privados son un magnífico negocio del capitalismo, de
las grandes farmacéuticas, aunque suelen distinguirse en éstos los
médicos más poderosos que invierten en ellos. A su alrededor hay mil y
un negocios privados con la empresa pública y el gobierno
privatizadores. Atienden bien a su clientela pero a su personal
(enfermeras y trabajadores) pagan una miseria a tal grado que “estos
trabajos en hospitales privados sólo son de paso para conseguir una
plaza en el IMSS o ISSSTE que pagan mucho mejor y sí tienen
prestaciones”. Pienso que pueden seguir –mientras existan las clases
sociales- los dos tipos de hospitales: los privados para la parte más
rica de la población: los públicos para el 90 por ciento de la
población, pero existiendo un gran servicio de salud en los que no falte
ni un médico, ningún especialista, que cuente con las tecnologías
avanzadas, con las medicinas, las enfermeras y trabajadores en las
mejores condiciones y, sobre todo, donde todos sean atendidos con la
mayor calidad y diligencia.
Pedro Echeverría V.
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