viernes, 28 de enero de 2011

Mèxico : La triste tragicomedia de Carlos Salinas. Por Marco Antonio Campos

Políticos de diversa índole, incluyendo ex presidentes, dejan a la posteridad, o lo que ellos creen que es, libros donde testimonian su sexenio, el cual ven como si se tratara del Siglo de Pericles. Pueden darse casos de ex presidentes, como Echeverría, que lo hacen por pluma ajena, o Díaz Ordaz, López Portillo y Salinas por la suya propia. Parece un aforismo: si el sexenio fue malo o pésimo, todo ex mandatario escribirá un libro justificatorio. Carlos Salinas ya nos ha propinado tres libros kilométricos. Viviendo las veinticuatro horas en la ficción política, Salinas ha querido que el mundo crea sus elementales o desorbitadas mentiras sólo porque él las dice. Todo su sexenio creyó que lo dicho en los medios de comunicación, la mayoría pagados por él, eran la realidad del gran México que construía. Su megalomanía era el sentido inverso de su estatura política, intelectual y moral.
Como se recuerda, Salinas declaró a la prensa extranjera hacia 1993 que, para no cometer el error de Gorbachov, el cual causó la caída de éste, privilegiaría la economía sobre la política. A ambas las dejó en el desastre. En 1994, luego de la rebelión zapatista, de los asesinatos de Colosio y de Ruiz Massieu, de los secuestros de Alfredo Harp Helú y Joaquín Vargas, el país llegó a diciembre casi con las arcas vacías: menos de 14 mil millones de dólares. Estaba la mecha a dos metros de la bomba, y la pólvora la prendió el mal manejo de la crisis por Serra Puche. Exculpándose, culpando, inventó “el error de diciembre”. Antes había privatizado la banca, dándola a incondicionales, quienes saquearon el sistema financiero, entre ellos Carlos Cabal Peniche e Isidoro Rodríguez, el Divino.
En su sexenio, políticamente el único beneficiado fue el pan. Su anhelo de liquidar a la izquierda, en este caso el prd, a quien “ni veía ni oía”, lo hizo responsable de un lento pero eficaz genocidio. La falta de transparencia en las urnas ocasionaba conflictos postelectorales y eso traía como consecuencia el asesinato de perredistas: como presidente fue responsable de 250. Ninguno  fue aclarado. En cambio, con Zedillo no hubo un solo muerto por conflictos electorales. ¿Por qué? Porque se respetó, del partido que fuese, al que triunfaba. Aun antes, en julio de 1988, para enrarecer el ambiente y preparar el fraude electoral, se asesinó a dos colaboradores clave de Cuauhtémoc Cárdenas, Francisco Xavier Ovando y Román Gil. Los priístas y Salinas sabían que iban a perder. Los crímenes no fueron aclarados.
Al dejar de ser presidente quiso enfrentarse a Zedillo y Zedillo lo aplastó. Su vida se volvió de 1994 a 2000 una triste tragicomedia. Recordemos dos hechos. Uno: luego de que se apresa el 28 de febrero de 1995 a su hermano Raúl por el asesinato de su ex cuñado José Francisco Ruiz Massieu, el 2 de marzo, el multimillonario Salinas se disfraza de pobre y empieza “un ayuno permanente” (dura treinta y seis horas), primero en Chalco y luego en Monterrey. Se vuelve, por un lado, un señor de lástimas, y por otro, un payaso sin maquillaje que daba risa. El pueblo lo volvió un personaje de caricatura. En miles de esquinas se vendían máscaras con su efigie. Millones de mexicanos sabían muy bien quién los había hundido.
El segundo hecho ocurre cuando en octubre de 2000 vino por la venganza contra Zedillo creyéndolo débil y de salida. Vino a presentar su libro México: un paso difícil a la modernidad. Culpaba a Zedillo de cuanto podía. El martes 10 de octubre, en el noticiero nocturno de Joaquín López Dóriga, se difunde la grabación clandestina de un telefonema entre los hermanos Raúl y Adriana Salinas. Antes, en unas declaraciones hechas el sábado 7 de octubre a López Dóriga y a Héctor Aguilar Camín, Carlos dijo estar lastimado por los negocios de Raúl e ignoraba los depósitos de éste en el extranjero. Ese sábado 7 Adriana telefonea a Raúl a la cárcel de Almoloya. En la conversación, Raúl llama a Carlos “cobarde” y “traidor”, pues lo dañaba en su defensa por enriquecimiento ílicito y señala que Carlos: era cómplice de todos los movimientos, que muchos de los dineros depositados en el exterior salieron del erario público, que sus pasaportes falsos salieron de Gobernación “por instrucciones de él” y que el dinero que su hermano le pedía era del propio Raúl. Carlos Fazio escribió entonces, citando a varios intelectuales: “Una grabación clandestina sirvió más al presidente Zedillo que las 1393 páginas del libro en el que Salinas invirtió cinco años.” Carlos Salinas tuvo que hacer maletas y se fue al extranjero con el estigma de lo que era: un gran ladrón.
Gángster irremisible, Salinas, legitimado en 1988 por el pri y por el pan y no por el voto de los ciudadanos, fue, para desgracia nuestra, presidente de México. Ahora vuelve. Para que no le pegue la mala suerte el mismo diablo huye de él. 

Fuente, vìa :
http://www.jornada.unam.mx/2011/01/23/sem-marco.html

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