Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
La visita de Estado a
Washington de Felipe Calderón de la semana pasada (19 al 20 de mayo) y
su aparición ante una sesión conjunta del Congreso de EE.UU. coloca el
Sello Oficial de Aprobación de Barack Obama a un jefe de Estado
incorrectamente elegido, cuya legitimidad sigue siendo cuestionada en su
propio país.
La cena oficial de la Casa Blanca servida por los Obama
al “presidente” mexicano y a su primera dama Margarita Zavala incluyó
carne de vacuno de Oregón y mole negro de Oaxaca, a Beyoncé, George
López, la Banda del Cuerpo de Marines de EE.UU. y un espectacular
dispositivo de seguridad para excluir a potenciales participantes no
invitados –en noviembre pasado, una pareja iraní-estadounidense engañó
al Servicio Secreto y se introdujo en la primera cena oficial de los
Obama, una gala en honor del primer ministro indio, Mahmonan Singh.
Aunque
el discurso de 35 minutos de Felipe Calderón ante una sesión conjunta
del Congreso el mediodía siguiente fue previsiblemente protocolar, animó
la polémica al solicitar la abrogación de la ley racista "
Breathing
While Brown" de Arizona y la renovación de la prohibición de la
venta de armas de asalto fácilmente obtenibles en 7.000 armerías a lo
largo de la frontera, en las cuales los cárteles de la droga mexicanos
obtienen sus arsenales –23.000 ciudadanos mexicanos han perdido sus
vidas desde que Calderón trató de congraciarse con Washington declarando
una mal concebida guerra contra las bandas de narcotraficantes hace 40
meses.
Con el estímulo de la presidenta de la Cámara, Nancy
Pelosi, somnolientos demócratas que mantienen una mayoría en disminución
en ambas cámaras del Congreso de EE.UU., brindaron a Calderón una tibia
ovación mientras los republicanos, mortalmente disgustados por el
ataque del político mexicano contra los derechos a las armas en EE.UU.,
se sentaron rígidamente sobre sus manos, una posición poco confortable.
Irónicamente,
desde la “victoria” de Calderón en una elección viciada por el fraude
en 2006, no ha podido dirigirse a su propio Congreso por la amenaza de
protestas de la oposición tanto en la Cámara de Diputados como en el
Senado mexicano.
La visita subsiguiente de Felipe Calderón al
Cementerio Nacional de Arlington para depositar una ofrenda floral en la
Tumba del Soldado Desconocido provocó una condena generalizada en su
país. Ningún presidente mexicano ha rendido su homenaje en Arlington,
donde están enterrados soldados de EE.UU. que participaron en tres
invasiones (1846, 1914, 1916) de la nación vecina. “Ahora nuestra
soberanía nacional está enterrada en Arlington”, fue la crítica
expresada por el antropólogo radical Gilberto López y Rivas entrevistado
por el autor en un simposio sobre derechos y costumbres indígenas.
López y Rivas fue deportado una vez de EE.UU., acusado de espiar para la
Unión Soviética.
Después de cuatro meses de gira con
El
Monstruo - Dread & Redemption In Mexico City, he vuelto a la
escena del crimen. La descomposición social en mi vecindario y país
adoptivo parece generalizada. A dos cuadras hacia el este, el suelo de
la gran plaza del Zócalo está cubierto de campamentos improvisados de
trabajadores disidentes e indios. 100 miembros del SME (Sindicato
Mexicano de Electricistas), que perdieron sus puestos de trabajo en
octubre pasado después de que Calderón declarara la bancarrota de la
paraestatal compañía Luz y Fuerza y despidiera a 43.000 miembros del
sindicato como parte de una conspiración para privatizar la generación
de electricidad en México, han estado en huelga de hambre durante más de
un mes para instar a la Corte Suprema de México a que anule la orden de
disolución y los sacerdotes administran la extremaunción a los que se
encuentran en inminente peligro de muerte.
También acampan en el
Zócalo maestros militantes del Estado de Oaxaca cuya huelga en 2006
provocó en el Estado sureño una brutal represión gubernamental, e indios
Triqui de la localidad de San Juan Copala en las montañas Mixteco de
Oaxaca, sitiada por bandas paramilitares de las que se piensa que están
ligadas al gobernador saliente Ulises Ruiz, un pez gordo en el otrora
gobernante partido PRI, cuyos pistoleros asesinaron a 26 activistas
durante la rebelión de los maestros de 2006.
El 27 de abril,
matones fuertemente armados atacaron una caravana que trataba de llevar
alimentos y suministros médicos a la sitiada municipalidad oaxaqueña,
matando al observador internacional finlandés Tyri Antero Jaakkola y a
Alberta "Bety" Cariño, infatigable defensora del maíz nativo de México y
de los derechos de las mujeres indígenas.
“Ya no damos más. No
podemos soportar ni un día más de esta represión,” declara amargamente
Berta Robledo, enfermera jubilada, mientras agita una lata pidiendo
contribuciones para los huelguistas de hambre en el Zócalo. La mezcla
volátil de desesperación y furia en la gran plaza parece un microcosmos
del México de Calderón.
Durante la gira de cinco días del
presidente a Washington y a la Unión Europea para alardear de la
supuesta recuperación de su país del desastre económico (casi un millón
de mexicanos perdieron sus puestos de trabajo en los primeros tres meses
de 2010), el tejido social se ha deshilachado aún más por la tenebrosa
desaparición de Diego Fernández de Cevallos alias "El Jefe", el
candidato presidencial derechista del partido PAN en 1994, de quien se
piensa que aspira a suceder a Calderón en 2012. El Jefe Diego fue
aparentemente secuestrado entre la tarde y la noche del 14 de mayo
delante de su hacienda La Cabaña en el Estado de Querétaro a dos horas
al norte de la capital.
Querétaro, un reducto conservador en el
cual la Iglesia Católica ejerce considerable influencia en la política
públicafue gobernado durante los últimos 12 años por el partido PAN de
Calderón y Cevallos, pero devolvió el poder al PRI el año pasado.
Algunos observadores ven un subtexto político para el secuestro.
La
única pista revelada hasta ahora por las autoridades, que guardan un
hermético silencio, parece ser un par de tijeras ensangrentadas que El
Jefe utilizaba para recortar su barba. Las tijeras se encontraron en la
camioneta Cadillac Esplanade de Fernández de Cevallos y se piensa que se
utilizaron para extraer un microchip colocado en la espalda del panista
a fin de frustrar la ubicación satelital de El Jefe.
Aunque la
familia de Fernández de Cevallos ha rogado a la prensa y al gobierno que
guarden silencio mientras trata de establecer contacto con los
secuestradores, rumores descabellados, avistamientos falsos, conjeturas
estupefactas, incluso profecías y oraciones han reverberado a través de
toda la clase política conmocionada de México. Una fotografía
posiblemente modificada de El Jefe Diego con los ojos vendados, colocada
en un sitio en Internet y firmada por “los misteriosos desaparecedores”
sólo ha aumentado la especulación pública.
Abundan los
escenarios propuestos y como el paisaje político es tan caótico en el
país, todos ellos son posibles. Fernández de Cevallos es o era un
abogado lleno de vida, preferido de la oligarquía, que ganó acuerdos
multimillonarios en dólares para sus clientes y que causó múltiples
enemigos al hacerlo, cada uno de los cuales podría sentirse motivado
para tomarse la venganza máxima contra El Jefe.
A pesar de
diferencias con Calderón de las que se informó ampliamente, Fernández de
Cevallos ha gozado de considerable poder en el actual régimen: su ex
socio en su bufete de abogados, Fernando Gómez Mont, es secretario de
Gobernación, la segunda posición por su importancia en la jerarquía
política de México, y otro asociado de tantos años, Arturo Chávez
Chávez, es procurador general de la república. Diego Cevallos ha
cabildeado con éxito por la inclusión de amigos suyos en la Corte
Suprema, como Margarita Luna Ramos para cuya familia ganó una vez 250
millones de dólares en una batalla por tierras con la Ciudad de México.
Otra
teoría interpreta la desaparición de El Jefe como un ajuste de cuentas
perpetrado bien por el cártel de drogas de Juárez o por sus ardientes
rivales, los muchachos de Sinaloa. Los vínculos de Fernández de Cevallos
con el cártel de Juárez son bien conocidos desde hace tiempo. El Jefe
era representante legal del Hospital Santa Clara donde expiró el jefe
del cártel Amado Carrillo, “el Señor de los Cielos”, supuestamente
durante una operación de cirugía estética en 1997. Carrillo había
alquilado todo el hospital, ubicado a apenas una milla de Los Pinos, la
Casa Blanca mexicana. Los doctores que trataron al ‘Señor de los Cielos”
fueron posteriormente hallados torturados, muertos y "entambados" en la
Carretera México-Acapulco.
El Jefe también sirvió como asesor
legal de la funeraria en la cual Carrillo fue supuestamente cremado. En
vida, el Señor de los Cielos tuvo el privilegio de contar con la
protección del Zar de la rama mexicana de la Guerra contra la Droga de
la Casa Blanca, el desprestigiado general Jesús Gutiérrez Rebollo.
Según
el testimonio de uno de los hijos de Amado Carrillo, Fernández de
Cevallos también desvió millones de dólares del cártel de Juárez a los
cofres de otro cliente, el Banco Anáhuac, que quebró posteriormente.
El
cártel de Juárez también ha estado involucrado en una sangrienta
batalla con El Chapo Guzmán cuyo cártel de Sinaloa parece haber
finalmente arrebatado Ciudad Juárez, un crucial centro de cruce de
drogas, a los Carrillo. Se cree que El Chapo es el señor de la droga
preferido tanto de Felipe Calderón como de su predecesor Vicente Fox, al
haber escapado de una prisión de máxima seguridad un mes después de la
investidura de Fox en 2001.
Un corolario de este escenario
presenta a El Jefe como rehén de El Chapo para ser intercambiado por el
Número Tres del cártel de Sinaloa, Nacho Coronel, cuyo arresto nunca se
ha hecho público –el
modus operandi usual de las fuerzas de
seguridad mexicanas cuando atrapan a un pez gordo es publicitar su
captura con máxima grandilocuencia. Tanto el Ejército como la Armada
niegan tener a Coronel quien según se informa fue capturado a fines de
abril en el Estado Jalisco, pero agencias civiles, desde la Policía
Federal Mexicana, al Secretariado de Salud Pública, al FBI o la DEA
estadounidenses, siguen siendo sospechosos probables en la captura de
Coronel.
Otra hipótesis atribuye la captura de El Jefe Diego a un
grupo no identificado de guerrilla armada. México ha sido el escenario
escogido para sensacionales secuestros políticos como la toma de rehén
en 1994 de Alfredo Harp Helú, multimillonario presidente de Banamex, el
banco más antiguo de México (ahora parte de Citigroup) y primo del
magnate más rico del mundo, Carlos Slim. Se consideró que un rescate
récord –supuestamente 14 millones de dólares– se pagó al Ejército
Popular Revolucionario (EPR), que posteriormente se equipó con armamento
sofisticado y libró una breve y sangrienta guerra con el ejército
mexicano.
También se piensa que el EPR secuestró al antiguo
secretario de Gobernación Fernando Gutiérrez Barrios en 1997 por el cual
se cobraron 6,5 millones de pesos –el secuestro nunca se hizo público.
El Ejército Popular Revolucionario negó rápidamente toda participación
en la captura de El Jefe Diego.
Pero mientras México celebra el
centenario del hito histórico que representa su revolución y se predicen
nuevas insurrecciones, es indudable que existen otros grupos
guerrilleros. Desde la rebelión zapatista de 1994 en Chiapas existen
rumores de la presencia de guerrilleros en la montañosa Sierra Gorda a
poca distancia de la hacienda de Fernández de Cevallos en Querétaro.
Otros
argumentan que el secuestro es sólo una aventura comercial sin
conexiones políticas pero como señala Miguel Ángel Granados Chapa,
decano de los escritores políticos de México, los posibles
secuestradores podrían haber exigido un rescate astronómico apoderándose
de cualquier miembro de la familia de Fernández de Cevallos y dejando
libre a El Jefe para negociar el monto en dólares.
La posibilidad
de la participación de guerrillas en la captura de ese político
acuciado por problemas ganó adeptos el 18 de mayo cuando el general
Mario Arturo Acosta Chaparro fue baleado en una calle de Ciudad de
México por desconocidos. Acosta Chaparro fue un personaje esencial en
cientos de ejecuciones extrajudiciales de presuntos guerrilleros durante
los años setenta en Guerrero, que fue otrora un bastión del EPR. Aunque
nunca fue condenado por abusos contra los derechos humanos, el general
pasó varios años en prisión por suministrar protección para el cártel de
Juárez de Carrillo –un tribunal militar revocó posteriormente la
sentencia. Ahora la revista
Proceso informa de que Acosta
Chaparro había sido contratado por la familia de El Jefe Diego para
investigar su desaparición.
Pero el escenario más curioso que ha
surgido de todo este embrollo con un reparto estelar es que El Jefe se
habría secuestrado a sí mismo, un “autosecuestro” en el argot criminal
mexicano, y que pronto reaparecerá como salvador del PAN y será
presentado como candidato presencial del maltrecho partido derechista en
2012.
Diego Fernández de Cevallos, una voz machista, misógina y
racista (que una vez argumentó que las costumbres y hábitos indígenas
promueven el sacrificio humano) cuenta con el respaldo incondicional de
los sectores más retrógrados del PAN y del PRI. El Jefe Diego ha sido
uno de los que mueven los hilos en la política durante una generación,
frecuentemente acusado de tráfico de influencias y con antiguos vínculos
con la fortuna de la familia del desprestigiado ex presidente Carlos
Salinas, por haber aprobado la quema de boletas de la elección
presidencial de 1988 robada por Salinas al izquierdista Cuauhtémoc
Cárdenas por lo que el PAN recibió su primera gobernación (Baja
California) y Fernández de Cevallos una suntuosa mansión en la ostentosa
zona de Punta Diamante en Acapulco.
A pesar de un comienzo
inicialmente fuerte como candidato presidencial del PAN en 1994, El Jefe
Diego abandonó inexplicablemente su campaña y desapareció de la vista
pública. Cuando terminó por volver a la campaña, el sucesor de Salinas,
Ernesto Zedillo, había tomado la delantera. Analistas políticos como
Granados Chapa sugieren que hubo un arreglo.
Ahora, con el
capital político de su partido a la baja, el resultado de la devastadora
depresión económica, la pérdida de la guerra contra la droga, y la
presidencia inepta de Calderón, el retorno de El Jefe Diego lo
transformaría en una especie de candidato de la línea dura que ansían
muchos mexicanos. “Necesitamos un hombre fuerte con una mano dura como
El Jefe Diego para poner orden en este lío. Rezo por su retorno,” me
dijo un joven simpatizante, Eder Lenero, mientras tomábamos café la
semana pasada.
Como hechos a propósito, carteles mostrando la
fotografía del rostro agresivo de Fernández de Cevallos y a un lado la
inscripción “¡Diego, estamos contigo!” aparecieron repentinamente en
Querétaro, pero fueron retirados rápidamente por orden de su familia.
----------
John Ross es autor de El Monstruo. Se pueden
obtener detalles en: johnross@igc.org
Fuente:
http://www.counterpunch.org/ross05282010.html
vìa :
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=106899