Las pirámides que nos acostumbramos a ver por todo el continente ya no
son construidas hacia arriba, en veneración a la Madre Tierra, sino
hacia abajo, como culto al desastre.
Por Cristian Abad Restrepo
Históricamente las grandes obras del ser humano en general, no importando su civilización, han demostrado ser significativas para mostrar su grandeza. Estas obras diversas que tuvieron como propósito adorar los dioses, a las deidades y de protección.
En el mundo aún quedan estas grandes obras, siendo para muchos ‘ruinas' como la pirámide Chinche Itza construida por los Mayas o el propio Machu Picchu levantado por los Incas. De igual forma, se destaca la muralla china, las innombrables pirámides egipcias y para hacer justicia espacial la torre Eiffel en Francia y la estatua de la Libertad en Estados Unidos.
La diferencia con estas últimas es que las primeras eran de culto a los dioses y espacios de espiritualidad, las otras para exaltar al ego occidental.
Una forma de traducir lo grandioso y lo magnífico era a través de obras monumentales vistas nítidamente en las civilizaciones no occidentales. No se conoce obra significativa en Europa antes de 1492, tal vez los castillos y las ciudades amuralladas, pero al fin obras construidas por el miedo. Estas obras no se comparan con las grandiosas infraestructuras de los pueblos del Abya Yala. Las grandes obras de los europeos se conocen después del encubriendo (Dussel, 1992) donde el oro y la plata le permitió a este espacio de escasez producir sus grandes obras, a la vez que era expropiado el saber de otras civilizaciones.
Su primera gran obra producida por los primeros conquistadores en el Abya Yala fue el Cerro de Potosí. La gigante y la nunca más vista montaña denominada Sumaj Urk'u por los Incas, considerada sagrada, los españoles la convirtieron en la mina subterránea más grande ante el mayor hallazgo de plata en la historia moderna hacia los años 1545. Bajo la esclavitud de indígenas y de los negros traídos del África, fue posible construir la grandeza moderna.
Esto no ha cesado. Por el contrario, la grandiosa civilización moderna que nadie pone en duda ha construido muchos Potosís sobre el Abya Yala de una monumentalidad jamás vista en la historia de la humanidad. Las pirámides a las cuales nos acostumbramos a ver por todo el continente, ya no son construidas hacia arriba, de veneración a la Madre Tierra, sino hacia abajo, como culto al desastre y, por si acaso lo dudan, al padre destructor. La megaminería o minería de gran escala es la máxima expresión de que América todavía sigue siendo, como dijo el Conde Buffon, ‘una nueva naturaleza que puede florecer de nuestras propias manos' (Smith, 2006) implantando regímenes mineros sobre extensas áreas, poblando los territorios y saqueando el patrimonio ambiental. Miremos esto con mayor detenimiento.
LA MONUMENTALIDAD DEL EXTRACTIVISMO-MINERO
La monumentalidad minera en la actualidad se caracteriza por el uso intensivo y desechos de los recursos (Gudynas, 2011) sobre extensas áreas territoriales.
La mina Yanacocha en Perú ocupa un área de 179,478 hectáreas en explotación y en concesión, de donde se extrae 34,129,000 onzas de oro y 37,357,000 onzas de plata. Su extensión es de 4.3 kilómetros de largo por tres kilómetros de ancho con una profundidad de 900 metros, cuyo uso intensivo de agua es de 7.77 millones por día.
En Perú la minería ocupa una extensión territorial de 18,364,015 millones de hectáreas que responde al 14.27% del territorio nacional, según el catastro minero vigente de 2017.
En Panamá, país donde son mucho más evidentes estas intervenciones por ser un estrecho geopolítico, según la Dirección Nacional de Recursos Minerales, las concesiones de minerales metálicos actualizado al 30 de abril de 2018, tiene un total de 72,913,75 hectáreas destinadas a la exploración y extracción.
En la misma actualización tiene un total de solicitudes mineras equivalente a unas 1,292.178 hectáreas. De llegar a concretarse, tendríamos un total de 1,365,091 hectáreas, un 18% del territorio nacional destinado para la extracción de diversos minerales como el oro, plata y cobre.
Por ejemplo, el proyecto Cobre Panamá, considerado como la corona de la industria minera en Centroamérica con una inversión de $6.2 millones en manos de la empresa canadiense First Quantum, es uno de los emprendimientos monumentales con 13,600 hectáreas que inauguran los proyectos monstruosos de minería a gran escala en la región central y en particular en Panamá. Asimismo, la mitad de la superficie chilena está concesionada para la minería, equivalente a 37.7 millones de hectáreas. Las regiones afectadas por las concesiones son l y ll en el norte de Chile.
Los ejemplos citados son suficientes para exponer la idea de que este tipo de prácticas monumentales sobre/en los territorios ajenos, se sustentan bajo los imaginarios de la abundancia americana mediante lenguajes rentistas/extractivos que han visto en las ciencias de los minerales su máxima expresión.
EL CONSUMO INTENSIVO/DESTRUCTIVO DEL AGUA
La geografía de la minería moderna construida por parte de las industrias extractivas apoyadas por los Estados, presupone un control sobre los sistemas de vida, en especial de los territorios donde existe ‘abundante' agua.
Es en estos espacios es donde se expresa el imaginario de la naturaleza americana con mayor potencia, porque son espacios de inclinación de la balanza de escasez de unos al desplazar la abundancia (mínima) de otros.
O sea que el uso colosal de agua que hacen las empresas minerales producen geografías de escasez y geografías de la devastación, al expropiar a las comunidades del agua como consecuencia del control moderno sobre estas áreas.
Los usos son: supresión de polvos en caminos o vías de acceso en la mina que evitan la circulación del polvo a través del viento, transporte de los minerales por medio de ductos, lavado de las rocas, lixiviación, bombeos, procesamiento de minerales, espesamiento y personal de trabajo entre otras actividades.
En todo el proceso de extracción, las empresas mineras generalmente usan millones de litros de agua al día que son obtenidos en aguas superficiales, lagunas, ciénagas, aguas subterráneas o acuíferos (aguas continentales) o por medio de plantas de desalinización de agua de mar (agua oceánica) como sucede en Chile y Perú y en algunos casos por aguas de recirculación minera.
Las implicaciones de lo anterior son mucho más radicales en los territorios donde las comunidades han convivido con la escasez hídrica, al llegar los emprendimientos mineros terminan por competir por su acceso. Es decir, los mínimos de agua para las comunidades localizadas en zonas áridas se constituyen para ellos en los elementos básicos de subsistencia, que son amenazados por la succión de los cuerpos de agua de manera elevada por parte de las industrias extractivas y más si son aguas de excelente calidad (ISCH, 2011).
En Bolivia el proyecto Sinchi Wayra consume 24.4 millones de litros al día en una población donde sólo se consume 30 litros diarios a la semana por persona. En Colombia el proyecto El Cerrejón consume 17 millones de litros por día donde mujeres y niños se mueren de sed, sólo consumen en promedio 0.7 litros diarios.
En Honduras el proyecto San Andrés consume 480,000 litros diarios cuya población sólo tienen acceso al agua 8 horas cada día de la semana. Vemos así que el acaparamiento de la tierra está asociada a la concentración del líquido vital de la existencia humana.
EL DISCURSO HIPERBÓLICO MINERO
Otro aspecto de la monumentalidad minera tiene que ver con el lenguaje hiperbólico empleado para adornar los discursos incluyendo calificativos, cifras y tiempo con el propósito de producir una sensación pública y general de que se trata de un proyecto de impacto transcendental en el ámbito local y así ganar adeptos. Dentro de los discursos se emplean palabras como ‘potencia minera o potencial minero', ‘el hallazgo minero más grande en los últimos tiempos', ‘podría ser la mina más grande de la región', ‘aumentar en millones de dólares la inversión', ‘será el más grande epicentro de producción minera del país y de la región', ‘descubrimiento más grande del mundo'.
Así la monumentalidad del extractivismo se compone del acaparamiento de tierra, la concentración del agua, la industria pesada empleada, el discurso exagerado de los discursos, los millones de dólares invertidos en los proyectos, la cantidad de minerales extraídos todo con la falsa idea de alimentar el desarrollo y el progreso de los países de la región.
Lo que se desarrolla como dijo Quijano es el capitalismo y no los pueblos. El orgullo minero moderno es ver estas pirámides hacia abajo como máxima expresión del hombre moderno que todo lo destruye. Convertir el Abya Yala en naturaleza americana de saqueo. Esa es la más grande obra de la civilización occidental.
Fuente: La Estrella de Panamá
vía:
http://www.biodiversidadla.org/Principal/Secciones/Documentos/Extractivismo_monumental_e_intervencion_faraonica
Históricamente las grandes obras del ser humano en general, no importando su civilización, han demostrado ser significativas para mostrar su grandeza. Estas obras diversas que tuvieron como propósito adorar los dioses, a las deidades y de protección.
En el mundo aún quedan estas grandes obras, siendo para muchos ‘ruinas' como la pirámide Chinche Itza construida por los Mayas o el propio Machu Picchu levantado por los Incas. De igual forma, se destaca la muralla china, las innombrables pirámides egipcias y para hacer justicia espacial la torre Eiffel en Francia y la estatua de la Libertad en Estados Unidos.
La diferencia con estas últimas es que las primeras eran de culto a los dioses y espacios de espiritualidad, las otras para exaltar al ego occidental.
Una forma de traducir lo grandioso y lo magnífico era a través de obras monumentales vistas nítidamente en las civilizaciones no occidentales. No se conoce obra significativa en Europa antes de 1492, tal vez los castillos y las ciudades amuralladas, pero al fin obras construidas por el miedo. Estas obras no se comparan con las grandiosas infraestructuras de los pueblos del Abya Yala. Las grandes obras de los europeos se conocen después del encubriendo (Dussel, 1992) donde el oro y la plata le permitió a este espacio de escasez producir sus grandes obras, a la vez que era expropiado el saber de otras civilizaciones.
Su primera gran obra producida por los primeros conquistadores en el Abya Yala fue el Cerro de Potosí. La gigante y la nunca más vista montaña denominada Sumaj Urk'u por los Incas, considerada sagrada, los españoles la convirtieron en la mina subterránea más grande ante el mayor hallazgo de plata en la historia moderna hacia los años 1545. Bajo la esclavitud de indígenas y de los negros traídos del África, fue posible construir la grandeza moderna.
Esto no ha cesado. Por el contrario, la grandiosa civilización moderna que nadie pone en duda ha construido muchos Potosís sobre el Abya Yala de una monumentalidad jamás vista en la historia de la humanidad. Las pirámides a las cuales nos acostumbramos a ver por todo el continente, ya no son construidas hacia arriba, de veneración a la Madre Tierra, sino hacia abajo, como culto al desastre y, por si acaso lo dudan, al padre destructor. La megaminería o minería de gran escala es la máxima expresión de que América todavía sigue siendo, como dijo el Conde Buffon, ‘una nueva naturaleza que puede florecer de nuestras propias manos' (Smith, 2006) implantando regímenes mineros sobre extensas áreas, poblando los territorios y saqueando el patrimonio ambiental. Miremos esto con mayor detenimiento.
LA MONUMENTALIDAD DEL EXTRACTIVISMO-MINERO
La monumentalidad minera en la actualidad se caracteriza por el uso intensivo y desechos de los recursos (Gudynas, 2011) sobre extensas áreas territoriales.
La mina Yanacocha en Perú ocupa un área de 179,478 hectáreas en explotación y en concesión, de donde se extrae 34,129,000 onzas de oro y 37,357,000 onzas de plata. Su extensión es de 4.3 kilómetros de largo por tres kilómetros de ancho con una profundidad de 900 metros, cuyo uso intensivo de agua es de 7.77 millones por día.
En Perú la minería ocupa una extensión territorial de 18,364,015 millones de hectáreas que responde al 14.27% del territorio nacional, según el catastro minero vigente de 2017.
En Panamá, país donde son mucho más evidentes estas intervenciones por ser un estrecho geopolítico, según la Dirección Nacional de Recursos Minerales, las concesiones de minerales metálicos actualizado al 30 de abril de 2018, tiene un total de 72,913,75 hectáreas destinadas a la exploración y extracción.
En la misma actualización tiene un total de solicitudes mineras equivalente a unas 1,292.178 hectáreas. De llegar a concretarse, tendríamos un total de 1,365,091 hectáreas, un 18% del territorio nacional destinado para la extracción de diversos minerales como el oro, plata y cobre.
Por ejemplo, el proyecto Cobre Panamá, considerado como la corona de la industria minera en Centroamérica con una inversión de $6.2 millones en manos de la empresa canadiense First Quantum, es uno de los emprendimientos monumentales con 13,600 hectáreas que inauguran los proyectos monstruosos de minería a gran escala en la región central y en particular en Panamá. Asimismo, la mitad de la superficie chilena está concesionada para la minería, equivalente a 37.7 millones de hectáreas. Las regiones afectadas por las concesiones son l y ll en el norte de Chile.
Los ejemplos citados son suficientes para exponer la idea de que este tipo de prácticas monumentales sobre/en los territorios ajenos, se sustentan bajo los imaginarios de la abundancia americana mediante lenguajes rentistas/extractivos que han visto en las ciencias de los minerales su máxima expresión.
EL CONSUMO INTENSIVO/DESTRUCTIVO DEL AGUA
La geografía de la minería moderna construida por parte de las industrias extractivas apoyadas por los Estados, presupone un control sobre los sistemas de vida, en especial de los territorios donde existe ‘abundante' agua.
Es en estos espacios es donde se expresa el imaginario de la naturaleza americana con mayor potencia, porque son espacios de inclinación de la balanza de escasez de unos al desplazar la abundancia (mínima) de otros.
O sea que el uso colosal de agua que hacen las empresas minerales producen geografías de escasez y geografías de la devastación, al expropiar a las comunidades del agua como consecuencia del control moderno sobre estas áreas.
Los usos son: supresión de polvos en caminos o vías de acceso en la mina que evitan la circulación del polvo a través del viento, transporte de los minerales por medio de ductos, lavado de las rocas, lixiviación, bombeos, procesamiento de minerales, espesamiento y personal de trabajo entre otras actividades.
En todo el proceso de extracción, las empresas mineras generalmente usan millones de litros de agua al día que son obtenidos en aguas superficiales, lagunas, ciénagas, aguas subterráneas o acuíferos (aguas continentales) o por medio de plantas de desalinización de agua de mar (agua oceánica) como sucede en Chile y Perú y en algunos casos por aguas de recirculación minera.
Las implicaciones de lo anterior son mucho más radicales en los territorios donde las comunidades han convivido con la escasez hídrica, al llegar los emprendimientos mineros terminan por competir por su acceso. Es decir, los mínimos de agua para las comunidades localizadas en zonas áridas se constituyen para ellos en los elementos básicos de subsistencia, que son amenazados por la succión de los cuerpos de agua de manera elevada por parte de las industrias extractivas y más si son aguas de excelente calidad (ISCH, 2011).
En Bolivia el proyecto Sinchi Wayra consume 24.4 millones de litros al día en una población donde sólo se consume 30 litros diarios a la semana por persona. En Colombia el proyecto El Cerrejón consume 17 millones de litros por día donde mujeres y niños se mueren de sed, sólo consumen en promedio 0.7 litros diarios.
En Honduras el proyecto San Andrés consume 480,000 litros diarios cuya población sólo tienen acceso al agua 8 horas cada día de la semana. Vemos así que el acaparamiento de la tierra está asociada a la concentración del líquido vital de la existencia humana.
EL DISCURSO HIPERBÓLICO MINERO
Otro aspecto de la monumentalidad minera tiene que ver con el lenguaje hiperbólico empleado para adornar los discursos incluyendo calificativos, cifras y tiempo con el propósito de producir una sensación pública y general de que se trata de un proyecto de impacto transcendental en el ámbito local y así ganar adeptos. Dentro de los discursos se emplean palabras como ‘potencia minera o potencial minero', ‘el hallazgo minero más grande en los últimos tiempos', ‘podría ser la mina más grande de la región', ‘aumentar en millones de dólares la inversión', ‘será el más grande epicentro de producción minera del país y de la región', ‘descubrimiento más grande del mundo'.
Así la monumentalidad del extractivismo se compone del acaparamiento de tierra, la concentración del agua, la industria pesada empleada, el discurso exagerado de los discursos, los millones de dólares invertidos en los proyectos, la cantidad de minerales extraídos todo con la falsa idea de alimentar el desarrollo y el progreso de los países de la región.
Lo que se desarrolla como dijo Quijano es el capitalismo y no los pueblos. El orgullo minero moderno es ver estas pirámides hacia abajo como máxima expresión del hombre moderno que todo lo destruye. Convertir el Abya Yala en naturaleza americana de saqueo. Esa es la más grande obra de la civilización occidental.
Fuente: La Estrella de Panamá
vía:
http://www.biodiversidadla.org/Principal/Secciones/Documentos/Extractivismo_monumental_e_intervencion_faraonica
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