José M. Murià
Hace casi una década que fui invitado a participar en un programa de televisión allá en Barcelona. Hubo varios especialistas sobre la situación política contemporánea de Cataluña y su futuro. Extranjeros éramos solamente dos y, según pude confirmar, el otro estaba menos enterado que yo de las particularidades del momento, aunque es un conocedor de la historia del sur de Europa.
Como habrán observado los entusiastas de la televisión peninsular, en este tipo de programas se suele hablar al mismo tiempo y, además, arrebatarse la palabra. Ello en México lo consideramos una gran falta de educación que, desgraciadamente, ya emulan nuestros comunicadores.
Los contertulios se dieron vuelo en lo que el alemán y yo callábamos y abríamos los ojos como platos.
En un receso nos preguntaron por qué estábamos mudos y nuestra respuesta los obligó a darnos prioridad cuando volvimos al aire. Quizá por venir yo de más lejos, el teutón me cedió el paso.
Con ánimo de abreviar y decir algo nuevo, proclamé que si los catalanes, como parece, saben ser agradecidos, deberían cambiarle el nombre a la gran avenida Diagonal de Barcelona, que durante la dictadura recibió el nombre de Generalísimo, en honor a quien llamaban sus lambiscones Caudillo de España por la Gracia de Dios.
En este caso habría que ponerle Mariano Rajoy, pues no había quienes trabajaran más y mejor que él y sus corifeos en favor de la independencia de Cataluña.
Ahora, para completar el reconocimien-to por su ayuda al crecimiento de la vocación republicana, pienso que al famoso Paseo de Gracia, se le debería bautizar como Felipe VI.
La verdad es que, con el tiempo, además de hacer pedazos la lengua española cada vez que habla, Rajoy se ha esmerado de manera creciente a fortalecer el espíritu republicano catalán. Hay que reconocerle la eficiencia con que operan su espíritu neofascista y sus procedimientos policiacos represores, junto con el espionaje sistemático a los disidentes, lo que tanto utilizó su paisano Francisco Franco.
La última jugada maestra de Rajoy, que mucho se le aplaude por doquier, ha sido la Operación Puigdemont, con la cual Rajoy consiguió de una manera magistral que este personaje, en vías de perder terreno en el horizonte de la prensa internacional, volviera a la primera página de muchos periódicos o, por lo menos, a tener presencia en casi todos ellos.
No le podía salir mejor a este talentoso prócer de la independencia de Cataluña. ¡Felicidades Mariano! Hay gente ahora que ya me propone que busquemos algo más importante que una simple calle para ponerle su dignísimo nombre.
A mi correo ya hay quien ha depositado la propuesta, para que la haga también mía, de que se le cambie el nombre a Barcelona y se le imponga Ciudad del muy ilustre Mariano Rajoy….
Lo estoy pensando. De momento todavía no estoy del todo convencido de que la gran masa de los catalanes lo acepte, pero puede ser posible si continúa el hombre por este atinado camino que, además, le granjea la buena voluntad de todos los grupos progresistas del mundo.
Nunca se sabe. De continuar así, tal vez los catalanes lo propongan para el Premio Nobel de la Paz.
Señor Rajoy: Hoy es 14 de abril, aniversario de la proclamación de la República Catalana, en 1931. Mañana habrá una grandísima manifestación en Barcelona, podría usted aprovecharla para una espectacular represión masiva.
vía:
http://www.jornada.unam.mx/2018/04/14/opinion/011a1pol
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