“No tengo
más que empezar por pedirles disculpas por los últimos años, por lo que
han sufrido los capitales españoles”, aseguró ayer en Madrid el ministro
de Hacienda, Alfonso Prat-Gay, ante un puñado de políticos y
empresarios del país ibérico. El funcionario calificó de “disparate” la
expropiación de YPF y acusó al kirchnerismo de llevar adelante una
“destrucción sistemática de las reglas más básicas”, pero no hizo
ninguna referencia a la herencia que dejaron los empresarios españoles
luego de su paso por la petrolera nacional. Tampoco mencionó el
vaciamiento que concretaron en Aerolíneas Argentinas y que forzó su
estatización a fines de 2008. Lo que sigue es un repaso de la tierra
arrasada que quedó en esas dos empresas tras el paso de Iberia/Marsans y
Repsol.
Aerolíneas Argentinas
A fines de 1990, el gobierno de Carlos Menem le vendió Aerolíneas Argentinas a la estatal española Iberia. La compañía se transfirió sin ningún pasivo, ya que antes el Estado absorbió su deuda, que ascendía a 868 millones de dólares. Los españoles pagaron 1610 millones de dólares en títulos públicos y apenas 260 millones en efectivo, con la particularidad de que para conseguir el dinero se endeudaron y transfirieron el pasivo a la cuenta de la propia Aerolíneas.
El objetivo de los españoles era expandirse en la región para poder competir con las gigantes europeas y estadounidenses que entonces dominaban el mercado global. Sin embargo, el plan no funcionó y en 1994 negociaron con Menem para que el gobierno argentino renunciara a la “acción de oro”, que le permitía fiscalizar las decisiones estratégicas y la venta de activos.
Una vez que se deshicieron de ese obstáculo, los españoles comenzaron a liquidar prácticamente todo. Vendieron oficinas comerciales en el país y el exterior, los simuladores de vuelo y las 28 aeronaves que conformaban la flota. También desmantelaron los talleres y levantaron decenas de rutas y escalas. La situación no mejoró y en el año 2000 se declararon en convocatoria de acreedores. La lucha de los trabajadores y el apoyo de gran parte de la población resultaron claves para evitar la quiebra.
Finalmente, en octubre de 2001 el gobierno español le vendió la empresa a un consorcio liderado por la compañía turística Marsans por apenas un euro. Antes tuvo que aportar cerca de 700 millones de dólares que se debían destinar al armado de un plan de negocios y pagar deudas anteriores, aunque Marsans, comandada por Antonio Mata y Gerardo Díaz Ferrán, utilizó ese dinero para hacer crecer otras empresas de su grupo, como Air Comet. En 2001, esa aerolínea se limitaba a la operación de vuelos charter al Caribe, Sudamérica y las Islas Canarias, pero rápidamente comenzó a crecer y brindar vuelos comerciales regulares. “Air Comet se equipó a través de las empresas del Grupo Aerolíneas, obteniendo de ese modo un verdadero enriquecimiento ilícito. Se basaron en los negocios de las empresas del Grupo Aerolíneas para apalancar el crecimiento de unidades de negocios distintas, como Air Comet Europa, Air Comet Chile, Marsans Internacional Argentina y Marsans Internacional Chile”, detalló el gobierno nacional en un descargo presentado ante el Ciadi, donde Marsans demandó al país luego de que se le quitó la empresa, pese a que en los meses previos a la estatización había dejado de pagar los sueldos, la nafta y las tasas aeroportuarias. De hecho, a fines de 2008, el Estado nacional se tuvo que hacer cargo de la compañía para evitar su cierre. La Auditoría General de la Nación estableció entonces que Aerolíneas Argentinas había quedado, luego de dieciocho años de gestión española, con un patrimonio negativo de 2500 millones de pesos y un pasivo estimado en 890 millones de dólares.
Repsol-YPF
Cuando Repsol tomó el control de YPF en 1999, la petrolera argentina tenía activos en Estados Unidos, Indonesia, Rusia, Venezuela, Colombia, Guyana, Ecuador, Brasil, Perú y Bolivia. Lo primero que hicieron los españoles fue venderle a Apache la participación en la estadounidense Crescendo Resources, firma a través de la cual la petrolera argentina operaba en Texas y Oklahoma. De ese modo, se hicieron de liquidez para acelerar la cancelación de la deuda que habían tomado para adquirir la propia YPF. A partir de 2000, Repsol inició además un proceso de transferencia del resto de los activos internacionales en cabeza de YPF a alguna de sus otras subsidiarias. La venta de todas las firmas aportó 3063,5 millones de dólares que luego fueron girados a Repsol como dividendos extraordinarios.
La desinversión se evidenció en la evolución de los pozos exploratorios. Según los propios datos informados por YPF ante la Comisión Nacional de Valores de Estados Unidos, entre 1993 y 1998, el año anterior a que Repsol se quedara con la compañía, el promedio de pozos explorados por YPF fue de 77 por año. Entre 1999 y 2004 el promedio se redujo a 26 por ciento, un 70 por ciento menos, y entre 2005 y 2010 la exploración bajó a 13 pozos perforados por año, un 84 por ciento menos respecto del período 1993-1998. Recién en 2011, año previo a la expropiación de la empresa, la actividad registró un pequeño repunte con 24 pozos, aunque igual quedó muy por debajo del promedio histórico.
La disminución de los pozos exploratorios repercutió en un fuerte retroceso de las reservas. El becario del Conicet, Mariano Barrera, detalló en un informe elaborado en base a datos de la Secretaría de Energía que entre 1999 y 2011 las reservas de petróleo de YPF disminuyeron de 123 a 63 millones de metros cúbicos, un 49,8 por ciento, y las de gas de 191 a 50 millones de metros cúbicos, un 73,8 por ciento. Ambas caídas fueron superiores al promedio del mercado. Por lo tanto, la participación de YPF en el total de las reservas de crudo se redujo de 25,2 al 18,4 por ciento, mientras que en el caso del gas disminuyó de 25,6 a 16,6 por ciento.
El proceso de desinversión a nivel local tuvo como contracara utilidades record que luego se remitieron al exterior. Entre 1999 y 2011, YPF obtuvo ganancias por 16.450 millones de dólares y giró al exterior dividendos por 13.246 millones de dólares. En el mismo período, el patrimonio neto de la empresa se redujo 41 por ciento, mientras que la producción de petróleo cayó 43 por ciento y la producción de gas disminuyó 31 por ciento. Las cifras dejan en claro que Repsol utilizó los recursos para favorecer su expansión internacional a costa de la petrolera local, que al mismo tiempo fue reduciendo su radio de acción a la Argentina.
La falta de inversión tuvo a su vez un fuerte impacto ambiental. Según el informe Mosconi presentado por el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner en junio de 2012, el índice de frecuencia de derrames de petróleo, utilizado desde 2006, evidenció hasta 2008 una tendencia decreciente, pero luego la situación se revirtió y en 2010 y 2011 hubo un incremento significativo con más de 4500 derrames por año. La causa principal identificada fue la rotura de caños que se encontraban en mal estado por falta de mantenimiento. La consecuencia fue un aumento de las tierras contaminadas con hidrocarburos, de las cuales sólo un pequeño porcentaje fue sometido al tratamiento de recuperación (entre 3 y 12 por ciento, según el año).
fkrakowiak@pagina12.com.ar
vìa:
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