sábado, 4 de abril de 2015

Ecología-Centroamérica: Una evaluación climática de Centroamérica....La Jornada Ecológica



Una evaluación climática de Centroamérica




La vulnerabilidad de Centroamérica al cambio climático es un problema que viene estudiando La Comisión Económica para América Latina, Cepal, junto con los gobiernos y los especialistas más calificados de la región. En diversos documentos frutos de su trabajo se ofrece un diagnóstico de la situación ambiental y económica imperante, así como la vulnerabilidad y los retos que deben superarse en esta parte de América a fin de obtener el desarrollo sostenible. Se trata de desafíos sociales, económicos y ambientales que requieren la participación de las instancias oficiales, la población en general, la de los centros de investigación, el sector empresarial y de los organismos internacionales.

La Cepal, los gobiernos y los estudiosos locales comienzan por recalcar que la vulnerabilidad de Centroamérica proviene de su modelo de desarrollo. Históricamente, los países de la región han vendido sus productos agrícolas y otros recursos naturales a bajos precios en comparación con los de los productos que importa. En las últimas décadas se ha promovido el uso de mano de obra barata para producir artículos de exportación tipo “maquila”, pero esta política no ha modificado la estructura económica tradicional.

Las guerras civiles y las rupturas institucionales de las décadas de los 70 y los 80 causaron gran inestabilidad en la región. La economía de Nicaragua sufrió una fuerte caída; El Salvador atravesó una situación similar, mientras que Guatemala y Panamá tuvieron crecimiento prácticamente nulo; el crecimiento de Costa Rica y Honduras se redujo a casi la mitad en comparación con las décadas precedentes. La crisis de la deuda de los años 80 redujo drásticamente el crédito externo. La caída de los precios del café y otros productos agrícolas, junto con la crisis del petróleo, causaron severos impactos. Estos eventos profundizaron la vulnerabilidad de la región, cuyas repercusiones aún se sienten. La deuda social y ambiental acumulada se traduce en enfermedades y degradación ambiental.

Las economías de la región mejoraron en los años 90 y crecieron más que muchos países de América Latina. Esto se debió a las favorables condiciones políticas y sociales, la estabilidad económica y la ampliación del acceso a mercados externos. Entre 2000 y 2007, el crecimiento fue mayor por el dinamismo de las exportaciones agropecuarias y maquiladoras, cuyo principal mercado es los Estados Unidos. Pero la caída económica de este país entre 2008 y 2009 se tradujo en desaceleración económica y descenso de las remesas en la región. A partir del año 2010, la economía empezó a recuperarse, pero prevalece incertidumbre por la crisis de deuda de los países europeos.

La pobreza afecta a cerca de la mitad de la población de Centroamérica, y una tercera parte sufre pobreza extrema. El crecimiento económico regional no se ha distribuido de manera equitativa y no logra mejorar significativamente la calidad de vida de los pobres. La desigualdad en 2008 fue de 0.6, lo cual significa que la región es muy desigual y, por tanto, muy vulnerable.

Muchas personas pobres viven en el campo y dependen de la agricultura y de lo que el ambiente les da: agua, alimento, energía, materiales de construcción y medicamentos. La mayoría de ellas carece de acceso a crédito, servicios de extensión y asesoría productiva, educación apropiada y sufren los daños provocados por sequías, inundaciones y huracanes. Sin posibilidad de acceder a otros medios de vida, la gente en condiciones de pobreza podrá llegar a sobreexplotar el ambiente, disminuyendo su capacidad de darles este mismo sustento.

Otra parte de la población de bajos ingresos vive en asentamientos urbanos marginales y la mayoría depende de empleos informales. Esto los hace más vulnerables ante los vaivenes económicos nacionales y globales, que afectan su capacidad de obtener ingresos y adquirir alimentos, artículos y servicios básicos.




Estas desigualdades se traducen en enfermedades, muerte infantil y materna, desnutrición y acceso limitado al agua potable, servicios de salud, educación, seguridad social, capital y créditos productivos, carencias que afectan con más fuerza a los más pobres, pueblos indígenas, los afrodescendientes y las mujeres. Aunque el gasto social por persona (educación, salud, seguridad pública, vivienda y otros) ha aumentado en las últimas dos décadas en Centroamérica, aún sigue siendo bajo, a excepción de Panamá.

Este contexto socio-económico generó una alta vulnerabilidad frente a las variaciones del clima, sobre todo ante el patrón de lluvias y eventos extremos como sequías, tormentas y huracanes. Por ser un istmo estrecho entre los océanos Pacífico y Atlántico, la región está altamente expuesta a eventos extremos, cambios en el clima y a la elevación del nivel del mar por el deshielo de los polos norte y sur.

La variación de la lluvia en la región es causada por la combinación de los regímenes del viento, las corrientes de ambos océanos y los sistemas montañosos. Los eventos extremos relacionados con la lluvia causan grandes desastres. El peligro de que estos daños sean mayores depende de la vulnerabilidad y exposición de personas y comunidades. La degradación ambiental acumulada aumenta la vulnerabilidad de la población. Es posible reducir o empeorar esta vulnerabilidad con políticas públicas y acciones comunitarias, municipales, nacionales y regionales que se deben estar realizando en la actualidad.

A las pérdidas de vidas humanas y ambientales causadas por estos desastres se suman las pérdidas materiales. Por ejemplo, el huracán Mitch de 1998 causó daños por 8 mil millones de dólares. Le siguen el huracán Joan en 1988 con 1.412 millones de dólares, la tormenta tropical Stan en 2005 con 1.361 millones de dólares, las inundaciones de 1982 con 975 millones de dólares, y el huracán Félix y las inundaciones que se abatieron sobre Nicaragua en 2007 dejaron pérdidas por 883 millones de dólares.

El sector productivo más vulnerable a eventos extremos es el agropecuario, pero la exposición de la infraestructura, las telecomunicaciones, el transporte y la vivienda también es muy grande. Las condiciones precarias de vivienda y la pobreza en las ciudades y el campo explican por qué estos daños han llegado a ser tan devastadores. En 2003, 43 por ciento de las casas del campo tenía piso de tierra, 12 por ciento contaba con techo de materiales frágiles y 20 por ciento paredes endebles. Los indicadores urbanos son mejores pero desiguales entre los países. En la década de 2000, la tercera parte de la población urbana habitaba en viviendas precarias.

El fenómeno El Niño produce periodos de sequía leve a severa en la costa del Pacífico y aumentos variables de la lluvia en la zona caribeña de Centroamérica. La población del Pacífico sufre por menor acceso al agua, mayores incendios forestales y deslizamientos e inundaciones repentinas por lluvias intensas. El Niño ocurre cada cinco o seis años aproximadamente, aunque puede variar su frecuencia. Está asociado a cambios de presión atmosférica y aumentos de temperatura en el océano Pacífico, que crean un flujo cálido de agua hacia el sur, mar adentro de Perú.

El fenómeno complementario, La Niña, está asociado a corrientes de agua fría en el Pacífico tropical y provoca que la estación lluviosa sea más intensa en Centroamérica.

Desde los años 70, el número de eventos extremos, sobre todo las inundaciones, han aumentado en Centroamérica. Las riberas de los ríos, las zonas bajas y las costas son los ambientes más expuestos. Las inundaciones más severas ocurren en el norte de la región, a lo largo de la costa de Belice, las costas y territorios aledaños a lagos y ríos en Guatemala y la ribera del río Lempa, en El Salvador. Toda la región está expuesta a deslizamientos causados por lluvias intensas. Las zonas de mayor riesgo son las más deforestadas. El número de personas afectadas por inundaciones también ha aumentado en las últimas tres décadas.

Especialmente en los últimos cuarenta años, los eventos extremos se han concentrado en Guatemala, Honduras, Nicaragua, la costa Pacífico de Costa Rica y la costa Atlántico de Panamá.




La frecuencia de tormentas mayores y huracanes en Centroamérica ha crecido en comparación con las dos décadas anteriores. Nicaragua es el país que ha experimentado más tormentas y huracanes desde la década de los 90. Es importante anotar que, además de las tormentas mayores registradas, los eventos de lluvias intensas, algunas a nivel local, están causando una acumulación considerable de pérdidas y daños.

Las temperaturas extremas, las sequías y los incendios forestales también han crecido desde los años 90. Prácticamente no hay porción de Centroamérica que en los últimos 30 años no haya sufrido sequías. Toda la región está cruzada por un corredor seco muy vulnerable, principalmente en la vertiente del Pacífico. A partir de los años 70, los eventos extremos se han concentrado en Guatemala, Honduras, Nicaragua, la costa Pacífico de Costa Rica y la costa atlántica de Panamá. Los efectos de las sequías empeoran por la degradación ambiental, la cual tiene efectos locales sobre el clima.

Con el cambio climático global, las sequías podrían incrementar en su recurrencia y sequedad. Las sequías asociadas a El Niño suelen causar daños y pérdidas considerables en toda la región. Las hambrunas en Guatemala han aumentado en la última década, no sólo en el arco seco, sino en otros municipios. Esto se debe a que las familias viven en pobreza extrema y dependen de la agricultura, la cual resulta afectada por repetidas sequías e inundaciones que modifican el terreno agrícola temporal o definitivamente, y provocan la pérdida de las cosechas de maíz y frijol. En 2009, el gobierno de Guatemala declaró estado de calamidad por esta situación de hambruna y en 2012 implementó el programa “Hambre Cero”.Si el lector desea conocer más sobre Centroamérica.
vía:
 http://www.jornada.unam.mx/2015/03/30/eco-f.html

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