lunes, 2 de enero de 2012

Chile : La invenciòn de Chile por Mauricio Becerra R.


Bertold Brecht describió los bosques de Chile como el espacio en donde se enfrentan hordas de monos con decrépitas serpientes; o Emilio Salgari sentenció que los indígenas fueguinos estaban en la escala más baja de la especie humana. Claro que ambos jamás estuvieron en Chile y sus imágenes propias de la inventiva, los prejuicios y el saber de su época son rescatados por los poetas Armando Roa Vial y Jorge Teillier, libro reeditado en una delicada edición por el Fondo de Cultura Económica.

“La imagen de Chile reflejada en el móvil espejo de los relatos de los viajeros que han estado de paso o residido en el país puede ser fiel o infiel, pero en todo caso es atrayente”- es el inicio con que el poeta Jorge Teillier describe el afán que hizo que junto al poeta Armando Roa Vial se abocaran a buscar los relatos que hicieron extranjeros a su paso por el país e, incluso, la imagen que tienen escritores que nunca llegaron a pisar estos suelos, pero que se refirieron a Chile por ser el lugar del confín del mundo.

“Es seductor saber qué imagen tienen de Chile los escritores que nunca han estado en Chile, un Chile creado por referencias librescas, por misteriosa empatía, por ser el lugar del confín del mundo, por la magia misma con que suena su nombre a un oído extranjero. ¿Y acaso un escritor necesita conocer un país para describirlo?”- se pregunta Teillier.

Así Roa y Tellier reúnen desde cuentos completos a fragmentos de poemas, crónicas y novelas, como también citas aisladas o referencias ocasionales, “textos que en suma nos muestran un Chile explorado más desde la fantasía que desde la realidad”- en palabras de Roa, “donde autores que nunca visitaron nuestro país presentan un Chile imaginado” –según agrega Teillier.

Grandes nombres de la literatura universal citan nuestra geografía o sitúan en Chile sus escenarios, desde Lope de Vega en el siglo XVI hasta Leonardo Sciascia y Paul Muldoon en el siglo XX, pasando por Francisco de Quevedo, Oscar Wilde, Julio Verne, Lope de Vega, Paul Elouard, Blaise Cendrars, Edgar Allan Poe, Thomas Mann, André Breton… la lista es larga y de inventar un territorio jamás pisado se trata.

Así concurren relatos de Emilio Salgari, quien en La Estrella de la Araucanía hace aparecer indígenas antropófagos en la Tierra del Fuego luchando contra los colonos. Salgari saca a relucir acá su formación darwinista. Al describir a los pueblos fueguinos llega a decir que “son los más pobres, los más desgraciados y los más feos y sucios seres de la familia humana. Apenas puede comparárseles con los salvajes de Australia, los que están considerados en la escala más baja de la especie humana”. Toda una invención.

Edgard Allan Poe por su parte define como escenario final de las Aventuras de Arturo Gordon Pym la Antártida, donde aparece un temible gigante blanco; y el poeta Blaise Cendrars en Dan Jack hace que los personajes estén en Ancud en un bar llamado Pour quoi-pas Pepita, pese a nunca haber estado en Chile y ambienta en Santiago su relato El santo desconocido, en el que nombra a “los pintorescos mercaderes callejeros que pregonan las empanadas calientes y sabrosas”.

Julio Verne hizo recorrer a los hijos del capitan Grant todo el paralelo 37 en busca de náufragos y en El faro del fin del mundo coloca una colonia anarquista en el extremo sur, y Thomas Mann pone a Valparaíso como el lugar donde Christian Buddenbrook desarrolla su afición por el teatro.

Herman Melville en tanto escribe un epitafio a la memoria de John Talbot, quien se perdió en la Isla de la Desolación, en la Patagonia, en 1836.

Bertold Brecht en Dos Relatos Breves, nos pone el origen de Bargan en los bosques de Chile, los que describe como “selvas de follaje espeso y un verde muy intenso, intrincadas como en ningún otro sitio, con pantanos de color marrón dorado en los que mora el crimen, y muchas precipitaciones, animales feroces y lujuriantes, y enredaderas”. En dichos bosques “hordas de monos avanzan por los techos de hojas jóvenes y se trenzan en mortal combate con las decrépitas serpientes que, en su juventud, solían devorar cimarrones”.

“He imaginado siempre un libro que se llamara La invención de Chile o algo similar” – señaló Teillier cuando planeaba la compilación. El libro es pues una gran fábula.
Mauricio Becerra R.
@kalidoscop
El Ciudadano
 http://www.elciudadano.cl/2012/01/01/46418/la-invencion-de-chile/

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