lunes, 30 de agosto de 2010

Cultura : Monet, impresionista. Miguel Ángel Muñoz


Claude Monet, Salmonetes rojos
Monet, impresionista
Presentación
Existe en la pintura moderna un grupo de pintores que, al margen de sus peripecias individuales y las contradicciones y desencuentros con la crítica y el público que les tocó soportar, han sobrevivido a las modas y criterios históricos como ejemplo y modelo de sensibilidad visual: Velázquez, Poussin, Monet y Cézanne ocupan el primer orden. Pero Claude Monet (París, 1840-Giverny, 1926) es, para los ojos de nuestro tiempo, un caso fuera de serie, no sólo por ser el creador del impresionismo y, desde luego, un artista determinante en la creación del expresionismo abstracto americano, sino también por definir el tópico de luz y color, que convirtió al arte francés en una añoranza de eternidades pictóricas.
Discípulo de Boudin en Normandía, se acercó a París con la mirada de la escuela de Barbizon: Pissarro, Sisley y Renoir, que fueron sus cómplices. La pintura de Manet y Courbet fue el desafío que lo alentó en el sendero siempre tortuoso de los virtuosismos técnicos sin condescendencias amaneradas. En el Salón de 1865 su nombre fue confundido con el de Manet, con catastróficos resultados. Excluido de toda manifestación oficial, su itinerario fue lento y solitario: del realismo al naturalismo cromático, con una tendencia cada vez más segura hacia el análisis de las sensaciones tonales que singularizan la verdad pictórica. Sólo en 1874, con Cézanne, Morisot, Degas, Pissarro, Renoir y Sisley, forman la société anonyme que inventará el impresionismo –a partir de “Impressions”, potente apunte sin condescendencias figurativas.

Monet en su estudio
Es importante no reivindicar un Monet moderno sino, más bien, subrayar los rasgos constructivos y formales que obligan a un viejo pintor a desasirse del molde figurativo de una tradición consolidada y lanzarse a una aventura nueva. La abstracción y la construcción, a contrapelo de la naturaleza, son dos vertientes artísticas esenciales de este giro que hace nuevo el arte de Monet.
En efecto, el impresionismo es el arte de la pincelada certera y breve. Nada de apuestas o bocetos del natural, sino arriesgados ejercicios de figuración sobre la nada que transmiten limpiamente impresiones sensibles sobre la realidad. Artificios que duplican la naturaleza y plantean un haz de formas visuales de una potencia constructiva colosal. Salmonetes, de 1870, es un claro ejemplo.
Monet es un pintor moderno: se atrevió como pocos a eliminar la profundidad, pintó con pinceladas larguísimas, colores intensos, sin llegar al borde del lienzo, creó vórtices nerviosos que lo mismo representan la avenida de rosas que el puente japonés, o simplemente un espejo de agua... Un paisaje casi abstracto, expresionista. Monet crea para sí un arte deslumbrante que provoca unos efectos sensibles siempre diferenciados. Un mundo de color autosuficiente, que se resiste a cualquier definición acomodaticia.
Fuente, vìa :

http://www.jornada.unam.mx/2010/08/29/sem-miguel.html
Miguel Ángel Muñoz

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