La declaración más importante de la tarde de ayer en el juicio a los
represores de la Subzona 14 fue el de Rosalind Gancedo, una de las ex
alumnas de la Universidad Tecnológica Nacional de General Pico que se
presentaron a dar su testimonio y reivindicó la militancia social en esa
casa de estudios sobre la que se ensañó la represión ilegal. La mujer,
que llegó desde Neuquén, fue una de las víctimas del grupo de tareas y
le apuntó a cuatro de los acusados: Roberto Fiorucci, Néstor Cenizo,
Omar Aguilera y Carlos Reinhart, de quien recordó su voz fina y el olor a
alcohol de su aliento cuando la interrogaba.
Antes
de terminar la audiencia, el fiscal federal Jorge Bonvehi solicitó al
Tribunal que analizara la posibilidad de solicitar un nuevo parte médico
del coronel retirado Fabio Iriart (84 años), para determinar si era
posible incorporarlo al juicio como imputado y tomarle declaración a
través de una video conferencia. Tal como ocurrió cuando comenzó el
juicio, los jueces rechazaron de plano la solicitud.
Pero
además agregó un dato que si bien había sido mencionado, ahora tiene
sustento: que el entonces obispo Adolfo Arana estuvo dos veces con ella
en su celda mientras estaba secuestrada en la Seccional Primera.
Militancia
Gancedo
recordó que en enero de 1975 fue una de las estudiantes que tomó la
sede de la Facultad ante a la intervención que llegó desde Bahía Blanca,
y que allí fue su primera detención. Para la ex alumna, fue por esa
militancia que durante la dictadura fueron secuestrados y torturados
muchos de los que cursaban la carrera de ingeniería.
En
1975, dijo, "fuimos perseguidos e intimidados en General Pico, tanto en
la facultad, en la calle o en mi propia casa. Fui detenida por la
policía de Pico a la que acompañaba en el patrullero (el entonces
diputado nacional del PJ) Carlos Aragonés. Dijo 'esta persona es de la
facultad, hay que detenerla'. Me subieron al auto y me llevaron a la
comisaría por alterar el orden público y el buen nombre de las personas,
y se refería a él (por Aragonés)".
Su casa
permaneció desde entonces vigilada por la policía y en diciembre de 1975
fue allanada dos veces. Allí vivía con sus dos hermanos y con Raquel
Barabaschi, su compañera y otra de las víctimas de la Subzona 14.
En la cárcel
Gancedo
habló con naturalidad de armas largas, esposas y gritos. Pareció querer
testimoniar lo que por tantos años quiso decir y no pudo, y hasta le
llegó a decir al presidente del tribunal, José Mario Tripputi, "quiero
hablar", cuando este recomendó un descanso si lo necesitaba.
La
mujer relató que el 24 de marzo del 76 fue nuevamente demorada junto a
sus hermanos y Barabaschi durante algunas horas en la Seccional Primera
piquense. Regresó a su casa, pero durante la noche fue nuevamente
apresada, y esta vez su destino fue Santa Rosa.
Fue
llevada junto a Zelma Rivoira, Rosa Audisio y otros detenidos en un
camión del Ejército hasta la Seccional Primera de Santa Rosa y alojada
en una celda junto con Mireya Regazzoli. "Antes de mi primera
declaración recuerdo que ingresó Fiorucci con el obispo de La Pampa,
quien era entonces, me preguntó que es lo que necesitaba. La libertad,
le dije. Y me dice que si me hubiera portado bien no estaría en esa
situación".
Días después, cuando ya la habían interrogado, Arana volvió a la celda, pero ella no quiso hablar con él.
"No sos mujer"
La
víctima relató que fue llevada por una celadora a la planta alta. "Me
lleva una celadora, Elsa, a una oficina chiquita, me coloca las esposas y
me venda. Me deja en una habitación, parada. Nadie se me acerca, hasta
que luego de bastante tiempo preguntan en tono amenazante por libros
marxistas, por mi ideología marxista-leninista, me dicen que no somos
personas, que yo no era mujer. Me preguntaron por armas que habían
comprado en Bahía Blanca, por (el ex ministro Santiago) Covella, por
(Ricardo) Calvo. Eran preguntas incoherentes, y me decían que ya habían
confesado Raquel, Rosa, mi hermano".
"Eran ocho
personas, porque había voces diferentes y pasos. La persona que me
hablaba, me tiraba el aliento sobre la cara, en la venda, tenía olor a
whisky, un olor desagradable. Me apuntan un arma en la cabeza y me
empezaron a preguntar otra vez por las armas. El que tenía olor a whisky
y voz fina, ahora sé que es Reinhart", dijo Gancedo.
"Yo
contestaba sin miedo al principio, pero este Reinhart se me puso muy
cerca y me dice mirá que nosotros te podemos matar, y me pusieron el
arma en la cabeza. A partir de ahí comencé a tener miedo", declaró. La
mujer afirmó que no le pegaron ni la picanearon.
Nombres
Gancedo,
con el mismo procedimiento, fue interrogada dos o tres veces más. Una
de esas veces, "alguien habló y llamaron a Fiorucci, y después a
(Néstor) Cenizo", indicó. También una de esas noches "se escuchaba
música tipo iglesia y gritos lejanos, pero supe que eran de Raquel
porque la voz la reconocía perfectamente". Además dijo que una de las
celadoras le contó que en los interrogatorios estaban Reinhart,
Fiorucci, Cenizo y Omar Aguilera.
Gancedo
recuperó la libertad en abril junto con Rosa Audisio. Antes de salir las
recibió Luis Baraldini junto a Fiorucci y otros dos uniformados, y les
hizo firmar un papel sin leerlo, y les dijo que se "olvidaran de la
Facultad" y que iban a estar vigiladas.
Como la
historia de Barabaschi, Gancedo quedó bajo libertad vigilada y debía
dirigirse a la comisaría de Pico para dejar los datos y firmar cada vez
que salía de la ciudad. Eso se prolongó hasta el año 1981.
Gancedo
reivindicó la militancia estudiantil en la UTN en el último tramo de su
declaración. "Fue un trabajo social grande, que tuvo muchos alumnos,
más que en Bahía Blanca y con una conducción abierta. Por eso vino la
intervención vinculada a la CGT y nos trataron de comunistas, de rojos".
Aullidos
Otra
de las ex alumnas de la Tecnológica que declaró ayer fue Graciela
Espósito. Comenzó su exposición con una frase hacia los represores,
cuando se le preguntó si le molestaba que estuvieran en la sala:
"preferiría que no estuvieran".
La mujer dijo
que no la torturaron y que sólo la interrogaron una sola vez. Ella fue
detenida apenas producido el golpe de Estado del 24 de marzo del 76
cuando estaba en la casa de Ricardo Calvo junto a Walter Neher y Carlos
Llinás. "Fue un operativo impresionante, intimidante, con tanquetas y
ametralladoras. Lo detuvieron a Calvo, nos preguntaron el nombre,
miraron una lista, y nos dijeron vengan", afirmó Espósito.
Fue
la primera mujer que llegó a las celdas de la Seccional Primera de
Santa Rosa. Allí estuvo durante 14 días y supone que por algún contacto
sus tíos de la capital supieron donde estaba y le llevaron provisiones.
Luego llegaron Gancedo, Rivoira, Barabaschi y Audisio, entre otros.
Pastillas
"Yo
estaba muy mal, lloraba mucho, tenía miedo de noche, porque era difícil
por las torturas, los aullidos de dolor eran desgarradores. Estar de
noche ahí escuchando como torturaban era muy difícil", afirmó.
Esto
la llevó a pedir somníferos para poder conciliar el sueño. "Apareció un
médico a verme, estaba con Baraldini, este doctor iba por Mireya y
averiguó quién era mi familia y me atendió. Era (Juan Héctor) Savioli, y
me dio pastillas para dormir", afirmó.
En otro
pasaje, dijo que "Savioli pasaba, no diariamente, pero sí pasaba" y que
al recetarle esas pastillas "me creó adicción a los somníferos, fueron
los primeros que tomé".
La mujer dijo que un
tarde fue llevada esposada y encapuchada a la planta alta y que dos
hombres la interrogaron, aunque sin tocarla. Y no recordó nombres ni
caras entre los policías.
También sufrió lo que
otras compañeras. Con libertad vigilada en la localidad donde vivía su
familia, Quemú Quemú, no pudo seguir sus estudios, se quedó sin trabajo y
debía avisar cada vez que se iba de la localidad. "Cortaron una vida",
dijo. Gancedo pudo terminar su carrera de ingeniera, en los 80, Espósito
pudo recibirse de docente.
Un informe médico por Aragonés
Antes
de que comenzara la jornada de la tarde, el secretario del Tribunal
Oral Federal leyó el informe médico realizado por una profesional
perteneciente a la Justicia sobre el estado de salud del ex diputado
nacional Carlos Aragonés. El jefe de la CGT piquense durante los años
setenta y una de las víctimas por las que son juzgados los represores
pampeanos, había pedido no asistir a la sede del tribunal por su
delicado estado de salud. Su testimonio era esperado por muchos, ya que
además está acusado de haber denunciado ante la Subzona 14 a los
estudiantes de la Universidad Tecnológica Nacional.
Ayer
el informe indicó que Aragonés, según su análisis, no puede presentarse
a declarar en el Colegio de Abogados ya que la situación podría
generarle un "alto grado de stress o tensión". La médica Soledad
Iglesias informó sobre el cuadro médico del testigo que el año pasado
tuvo un ataque cerebro vascular. La facultativa consideró que al ser
todavía un paciente de "alto riesgo" lo recomendable es que le tome
declaración en su domicilio particular.
Un represor habló ante el Tribunal
A
las 19.46, el ex oficial Oscar Yorio se sentó ante el Tribunal y habló.
Fue la primera vez, en lo que va del juicio de la Subzona 14 que uno de
los nueve acusados decide hacerlo. Su declaración versó sobre un punto
específico, una aclaración que le pidió su abogado defensor Oscar Del
Campo para que los jueces pudieran entender el valor que la defensa le
daba a la palabra de uno de los testigos que había pedido, el del ex
policía Rubén Alberto Toldo.
El de Toldo fue el
último testimonio de la víspera. Explicó que los acusados habían sido
sus superiores en los '70, salvo Greppi, a quien dijo no conocer.
"Estando
detenido en Gendarmería, en Buenos Aires -explicó Yorio-, el 13 de
noviembre de 2003, recibí un llamado telefónico del comisario Toldo. No
fui yo quien lo llamó, sino él. Estaba preocupado porque una de las
personas que había declarado, atribuyéndonos hechos delictivos
relacionados con esta causa, era su mamá (NdR: la ex celadora Dolly
Ghiglione de Toldo, que testificará el 14 de septiembre). El quería
saber dónde había salido eso. Entonces, le dije que en la revista Lumbre
(Nº 20). El domingo 23 de noviembre me volvió a llamar y me dijo que la
mamá había leído la revista y que ella no lo había dicho. Y que si
tenía que rectificarse, estaba dispuesta. Después, no volví a hablar más
con Toldo".
Tras la declaración de Yorio,
Toldo regresó al recinto y dejó dudas respecto a quién llamó a quién.
Sobre su madre, aseguró que le había dicho que cuando había mencionado a
los ex policías, sólo había respondido quiénes eran los que trabajaban
en el primer piso de la Primera. Además, relató, su madre aseguraba que
había firmado su declaración en el sumario del '84 sin leerla.
El
testigo dijo que, por esos días, para cotejar lo que decía la revista
acudió a mirar "la declaración del sumario administrativo". ¿Cómo
accedió?, le preguntó la querella. "Eso no se lo voy a decir", contestó.
Ahí intervino Triputti, quien le pidió que no se pasara de "listo". De
inmediato, el testigo cambió sus palabras y refirió que, en realidad, no
recordaba.
"Me pegaron con los guantes de boxeo"
Rosa
Audisio fue detenida el 25 de marzo de 1976 en su casa de General Pico,
mientras dormía, en un operativo que parecía destinado "a 10 o 15
personas" por la cantidad de militares y armamentos. Al otro día fue
trasladada a la Seccional Primera de Santa Rosa junto a otras
estudiantes de la Universidad Tecnológica (Raquel Barabaschi, Zelma
Rivoira, Rosalind Gancedo). El primer día compartió la celda junto a
Zelmira Regazzoli, hasta que en un momento fue retirada porque (el jefe
de Policía, Luis) "Baraldini y el obispo vinieron a visitarla" a la hija
del gobernador derrocado.
Audisio, que en esa
época tenía 22 años, relató que todas las noches se escuchaban "gritos y
ruidos" provenientes de arriba y que una noche una celadora la trasladó
al primer piso con los ojos vendados con "una camisa roja" propia y
esposada por la espalda. "Subí la escalera, entré a un cuarto y no vi
nada. Noté que habría seis u ocho personas y una luz muy fuerte, como un
resplandor. Me pareció como que hacían ostentación de armas,
colocándolas arriba de una mesa o escritorio, y alguien que me tiraba el
humo del cigarrillo en la cara".
"El
interrogatorio fue incoherente -indicó-. Me preguntaban por dónde
estaban las armas, por cómo habíamos matado al sereno del aeroparque de
Pico... Se ve que como no entendía hice una mueca que pudo asemejarse a
una sonrisa. Ahí fue cuando recibí muchos golpes en el estómago dados
con guantes de boxeo. También me amenazaron con que podía aparecer en un
zanjón, ir a una cárcel de Chaco o que algo les pasaría a mis
familiares. Hasta que alguien dijo 'dejala, ya va a decir en la
próxima'".
Entre los interrogadores uno tenía
"un timbre de voz distinto, parecido al de un profesor de la
universidad". Las celadores le dijeron que Fiorucci era el que golpeaba.
Audisio
contó que, tras el interrogatorio, "cada noche viví la sensación de que
podía repetirse". Recordó ver a Barabaschi "muy golpeada". También que
le decían que "podía pasarme lo mismo que ella por lo de la picana".
Durante los 15 días que permaneció detenida ilegalmente durmió
permanentemente vestida y no pudo bañarse.
Un
día, junto a Gancedo, les dijeron que se iban. "Baraldini nos hizo
firmar unos papeles y nos dijo que debíamos callarnos y olvidarnos de
todo, que a partir de ese momento nuestras vidas cambiarían, que no
podía volver a la facultad y que cada vez que quisiera salir de General
Pico debía avisar en la comisaría". Agregó que "no había ninguna lógica"
porque ella pudo seguir cursando en la UTN y otras compañeras no.
- ¿Cuánto duraban los gritos de la madrugada?
- Cuatro o cinco horas.
- ¿Escuchaba la radio?
- A la noche se escuchaba una radio fuerte, como que tapaba los gritos y los ruidos.
- ¿Supo de abusos sexuales en la Primera?
- No.
- ¿Puedo explicar en qué circunstancias le dijeron que Fiorucci golpeaba?
- Una vez, yendo al baño, una celadora mencionó que Fiorucci era el que se ponía el guante (de boxeo).
Un testimonio raro
El
extenso testimonio del periodista Daniel Osvaldo Ayet fue extraño.
Mezcló cosas. Dio detalles muy específicos de ciertos hechos y mostró
llamativa falta de memoria para otros. Evitó dar nombres en algunas
respuestas, y para ello contó con la anuencia del presidente del
tribunal, José Mario Tripputi, quien lo autorizó a no revelar quién era
la amiga que le pasaba información en la Seccional Primera y hoy está
muerta.
El testigo afirmó que fue perseguido
por "mi reconocida militancia peronista", a la vez que elogió a los
torturadores Omar Aguilera y Antonio Oscar Yorio. Y cuando le
preguntaron si estaba diciendo la verdad, respondió sin que nadie le
repreguntara: "Estoy diciendo lo que siento".
Ayet
llegó a la policía pampeana en 1975, proveniente de la de Río Negro,
como un experto en telecomunicaciones. Fue declarado prescindible en
septiembre de 1976. Volvió a la fuerza en 1986 y se retiró menos de dos
años más tarde. Afirmó que estuvo detenidos un par de veces, en 1971
junto a Mario Roberto Santucho, líder del ERP, y en 1974.
El
ex suboficial relató que en 1976 se desempeñaba en la central de
comunicaciones de la Jefatura de Policía y que lo mandaron a La Humada.
Allí interceptó un mensaje donde pedían que lo aprehendieran. El día del
golpe, "a las tres de la madrugada, cuando los tanques estaban en la
calle", le pidieron que despertara al vicegobernador Rubén Marín y a
"dos o tres altos funcionarios de la Policía". Le entregaron una
ametralladora y "una furgoneta blanca no identificada". ¿Qué hizo?
Desarmó el arma, dejó estacionado el vehículo en la terminal de ómnibus y
se hospedó en el residencial Mitre durante dos días. "Era una trampa,
una ofensa a mi inteligencia. Yo era boleta, pero no me pescaron.
Después, ya no valía la pena", aseguró.
Contó
que el 9 de abril fue detenido en la Seccional Primera como presunto
subversivo y que estuvo en esa condición durante 34 días ("31 días
permanecí desaparecido"). "Me llama la atención que no se haya hablando
del patio de la Unidad Regional I (funcionaba en el mismo edificio que
la comisaría). Allí había más de cien personas. Los policías entraban y
se llevaban gente. Esa noche viví el más terrible de los temores. Nadie
sabía a quién le tocaría ser el próximo. A mi amigo Rodolfo De Diego se
lo llevaron. Volvió con la lengua hinchada, oscura. Me dijo: 'el hijo de
puta me picaneaba y se reía'. Dio el nombre de Athos Reta, como que
estaba o participaba (de los tormentos). También vi a (Héctor) Zolecio
orinando sangre, muy torturado, y con una toalla con sangre en el
cuello".
- ¿Puede describir alguna otra escena de ese momento?
- Si la hubo, prefiero no recordarla. Entienda el terror de esa noche.
Del patio, recordó que las baldosas eran de color ocre y que tenía una rejilla en el medio. Su dimensión era 8 x 8 metros.
Cuando
le pidieron otros nombres de detenidos, Ayet dijo que en el patio vio a
"Raúl (sic) Santesteban, (Santiago) Covella y Hugo Ferrari". También
que estuvo celda de por medio con Mireya Regazzoli y que "cuchicheaban"
entre ellos. Una aclaración: Santesteban, director de LA ARENA, no
estuvo en la Primera, y Regazzoli en su testimonio no mencionó a Ayet.
El
ex policía sostuvo que el 13 de mayo lo llamó Aguilera y le dijo que se
vaya. En septiembre, viendo un expediente, supo que lo habían detenido
porque "el comisario Servetto dijo que estuve vinculado al secuestro de
los hermanos (Jorge y Juan) Born (NdeR: fueron secuestrados por
Montoneros en 1974) porque yo trabajaba en la radio de Huinca Renancó y
con dinero del rescate se entregó una ambulancia a Realicó".
Elogios a represores
"El
terror comenzó el 9 de abril, pero sus consecuencias recién terminaron
siete años después". Por la ley de prescindibilidad no pudo trabajar en
varias provincias. En 1994 declaró en el sumario administrativo del
Gobierno provincial sobre la actuación policial durante la dictadura.
"Fue una declaración light, casi sujeta a presiones, que no fue prestada
bajo juramento. Por eso pido que se tenga en cuenta la declaración de
hoy, que fue hecha bajo juramento de ley". Agregó que el testimonio
suave fue un consejo del instructor, el comisario Timoteo Trouilh, "un
amigo, un compañero peronista que me aconsejó bien". Cuando desde las
defensas le preguntaron por las presiones, las relativizó.
Luego
Ayet lanzó sus elogios a dos represores. "Nadie tenía lo que había que
tener, dentro de la policía, para darle órdenes al Negro Aguilera;
excepto un militar como (el entonces jefe de Policía, Luis) Baraldini".
- ¿Qué quiere decir con eso?, lo interrogaron
-
Que era bravo y tenía fama de eficiente. Era el único que tenía huevos
para entrar solo al (barrio) Matadero. La del '76 era una policía brava.
Cuando alguien agredía a una mujer, no llegaba al juez, le daban una
tunda. Y si llegaba al fiscal, le decían que se dejara de joder y le
daban otra vez.
De Aguilera acotó que "hacía bien las cosas, tenía controlada la provincia, la ciudad".
- ¿Después del '76 habló con algunos de los imputados?
-
Con algunos nos encontramos por ahí... A Aguilera lo encontré en un
taxi. Me miró por el espejo y le pregunté si me conocía. Con su soberbia
me dijo que no. ¿Qué iba a decirle? Hoy yo estoy acá y él allá. ¿Me
entiende usted? Alguna vez iba a llegar...
Además
aseguró que fue "un placer y un honor haber trabajado con Yorio en
Realicó. Fui su subordinado y jamás se habló del tema. Jugábamos al
ajedrez y hablábamos de otros temas, como política y literatura".
Ninguno de los dos imputados pudo escucharlo porque estaban ausentes.
- ¿Fue llamado para integrar algún grupo de tareas?
- No. Por mi militancia peronista no me iban a llamar.
Ayet
viajó especialmente desde España para hacerse escuchar. Fuentes
judiciales confirmaron que pidió que el tribunal le pague los gastos del
traslado.
"Tenían asistencia médica"
"El
Cholo De Diego dijo que lo había atendido un médico, aunque no sé
quién; lo mismo que Zolecio. Yo interpreto que el médico estaba en el
lugar o afuera esperando a que terminaran (de torturarlos). A los que
palizeaban (sic) arriba, en la parrilla y con el submarino, volvían con
asistencia", aseguró Ayet.
El ex policía fue
la primera persona que, en las siete audiencias que lleva el juicio,
mencionó que en la Seccional Primera se torturaba con el método del
submarino ("lo hacían con un balde de lavar, aunque no recuerdo quién me
lo dijo").
En un primer momento, Ayet se
limitó a aseverar que sólo vio al médico policial Máximo Pérez Oneto, a
quien conocía como miembro de la fuerza, atender a "un preso que se
había tajeado" y que no hablaría de oídas. Sin embargo, el querellante
particular Miguel Palazzani le pidió que hablara de oídas para saber que
había escuchado. Ahí fue cuando mencionó los dichos de De Diego y
Zolecio.
Incluso cuando el juez Tripputi buscó
precisiones, el testigo respondió que "con seguridad" las víctimas
recibían asistencia médicas. Eso sí, no dio nombre de los profesionales.
Otros dos represores no quieren ver ni escuchar
Otros
dos represores, Antonio Oscar Yorio y Hugo Roberto Marenchino, pidieron
estar ausentes en las audiencias orales y públicas donde víctimas y
testigos relatan los sufrimientos padecidos en la Seccional Primera
durante la dictadura. De esta manera ambos se sumaron al ex jefe de la
Unidad Regional I, Roberto Esteban Constantino, y a Omar Aguilera, en la
intención de no escuchar esos testimonios, y ya ayer no concurrieron a
la mañana. Sin embargo, por propia elección, Yorio fue a la tarde para
oír al ex policía Rubén Toldo.
Uno de los
abogados querellantes, Franco Catalani, pidió que se cumpliera a
rajatablas con el artículo 366 del Código Procesal Penal de la Nación
que expresa textualmente que "si el imputado no quisiere asistir a la
audiencia, será custodiado en una sala contigua" y que "si fuese
necesario practicar su reconocimiento podrá ser compelido a la audiencia
por la fuerza pública". ¿Por qué? Porque los cuatro represores
permanecen en la Unidad 4, donde están presos, y no en una sala
contigua. Además requirió que asistan al juicio para eventualmente poder
ser reconocidos.
El abogador defensor Hernán
Vidal adujo que ya pasó el tiempo de los reconocimientos y que, en este
momento del proceso, esas medidas "no tiene valor". Vidal se opuso a
"cualquier tipo de reconocimiento" y agregó que, en todo caso, los
rostros de los imputados ya salieron fotografiados en los diarios.
El
tribunal, a través del presidente José Mario Tripputi, contestó que
tendría en cuenta los planteos, pero mantuvo la decisión de autorizar a
los ex policías a quedarse en la unidad penitenciaria.
MEDICO
- El primer testigo de ayer fue el traumatólogo Jorge Marchini. El
médico operó las muñecas de Zelmira Regazzoli en 1997 y 2002. "Me dijo
que había sufrido ataduras e injurias en ellas", explicó. Pero ante una
pregunta concreta de uno de los defensores, acerca de si las
intervenciones quirúrgicamente se debieron "exclusivamente" a la presión
que pudieron ejercer las esposas en 1976, Marchini dijo que no podía
afirmar que hubiera sido por ello.
ESTRATEGIA -
El defensor oficial Oscar Del Campo solicitó expresamente que los
testigos Rosa Audisio y Daniel Ayet reconocieran sus firmas en las
declaraciones prestadas hace 26 años en el sumario administrativo
ordenado por el gobernador Rubén Marín. Pareció que lo hizo para
intentar demostrar que algunos de los dichos actuales no coincidirían
con los relatos de aquel entonces.
AUSENTES -
El tribunal confirmó que de la lista original no se presentarán doce
testigos, entre ellos tres de las 28 víctimas de la causa: Dully Girard
de Villarreal porque está en España y tiene problemas de documentación,
Olga Edith Juárez porque falleció (había identificado a Carlos Reinhart
como quien picaneaba) y Gerardo Nansen porque vive en Uruguay y no fue
localizado. Los otros que no testificarán serán el ex juez federal Juan
de Dios Uncal, Alicia De Diego y Florencio Tancoff por cuestiones de
salud; Héctor Oveseika, Pablo Viguera y el policía Humberto Gorozurreta
porque murieron; Valentín Bosch y Juan Brower de Koning porque residen
fuera del país y Horacio Ballesteros porque no fue ubicado.
SUGESTIVO
- Tripputi se interesó por el nombre del policía Osvaldo Beiguel cuando
fue identificado como el escribiente del sumario administrativo abierto
por el gobernador Marín en 1984. Ocurre que Beiguel sería la misma
persona que el juez procesó el 18 de mayo de 1983 por los delitos de
apremios ilegales y privación ilegítima de la libertad personal, en
forma agraviada en concurso ideal con lesiones leves, en perjuicio de
Néstor Raúl Elero. En ese momento el policía era subcomisario en Rancul.
Testigo incriminó a más ex policías
Norberto
Flores fue otro de los testigos que prestó declaración en la jornada
vespertina del juicio. El hombre recordó cómo detuvieron a su padre,
Julián Flores, quien, según testimonió, fue torturado con golpes y
picana por el grupo de tareas de la Subzona 14. Incluso leyó un escrito
que pertenecía a su padre, fallecido en 1996, donde daba los nombres de
los torturadores.
En el listado leyó los
siguientes apellidos: Constantino, Aguilera, Fiorucci, Guevara Núñez,
Gauna, Reta, Escalada, Ochoa (los hermanos), Smith, Oficial Giménez y
Reinhart. Referido a ellos, leyó una frase textual del manuscrito de su
padre que rezaba: "Ese personal de policía debería estar preso por sus
buenas condiciones de torturadores". El testigo entregó una copia del
manuscrito al Tribunal.
Recordó que él fue
llevado a la Jefatura de Policía junto a su padre, pero que una vez ahí,
Reta le comunicó que podía irse. En cambio, le dijo que su padre
debería permanecer para responder algunas preguntas. El testigo, que
entonces tenía 36 años, recordó que pasaron 14 días hasta que volvieron a
ver al padre.
Julián Flores era jefe del
Registro de la Propiedad Automotor de la provincia y, a su vez, un
conocido militante peronista en La Pampa. Ante una pregunta del abogado
querellante Miguel Palazzani, respondió que su progenitor era amigo de
varios funcionarios regazzolistas, los cuales "pudieron haber estado
detenidos junto a él".
Recordó que las secuelas
que le dejó la tortura a su padre fueron una costilla rota y los
testículos "secos" por la picana. Por esto último realizó un tratamiento
médico. El Tribunal le consultó si consideraba que la muerte de su
padre, en 1996, estaba vinculada con aquellos padecimientos, a lo cual
respondió que se debió a un paro cardíaco.
El testimonio de Flores culminó a las 19.30.
fuente, vìa :
http://www.argenpress.info/2010/08/argentina-la-pampa-el-obispo-arana-iba.html
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